El coronavirus es muy listo y consigue hacer un túnel molecular en el celofán que envuelve la cajetilla de cigarrillos para colonizar los filtros y así, a través de la boca y sus cosas, comerse a bocados los pulmones del fumador que ahora tiene que soportar además de la publicidad idiota anti tabaco, la del coronavirus que está tan de moda y omnipresente como dios, gracias a los nuevos gobernantes fascistas soltando sus mentiras y amenazas diarias por la televisión y en todos los medios de comunicación, que para eso los han comprado.
Resulta que ahora, el coronavirus se ha dedicado a entrenarse como un marine y atiborrarse de anabolizantes para hacerse superfuerte, un auténtico Terminator venido de un futuro. Una mierda ha mutado. Lo que ha ocurrido simplemente, es que las democracias que han sido saqueadas y convertidas al fascismo (España la más mala, Inglaterra, Italia, Francia, etc…) con la imposición de su prisión y represión (hipócritamente llamadas confinamiento) y mascarilla obligatoria para la población; han mermado el sistema inmunológico de aquellos que han obedecido con fe ciega y religiosa en el uso de la mascarilla, empobreciendo así la respiración y por tanto los pulmones. Con el uso absoluto e indiscriminado de la mascarilla han privado al organismo de los elementos necesarios, como los antibióticos naturales, la necesaria y equilibrada humedad en el aire, el aporte de microorganismos esenciales que forman parte del aire respirable; y han añadido una respiración viciada y tóxica de un dióxido en cantidades mucho mayores de las que el organismo puede expulsar o metabolizar. En definitiva, los nuevos y normales líderes fascistas o nuevos dictadores del coronavirus, han jodido el sistema inmunológico de la chusma crédula. Y así es como el coronavirus ha infectado a la población con una facilidad que meses atrás no tenía: le han dejado las puertas abiertas a un virus que es el mismo, en una población débil y deprimida por los fascismos insurgentes. La histeria que las propagandas de las dictaduras han creado en los sectores más cobardes de la población (con ese pánico paralizante que se les puede ver en la calle al caminar); ha alterado su sistema nervioso, y por tanto, otra vez de nuevo: golpe al sistema inmunológico. Una de dos: -Las nuevas dictaduras fascistas surgidas como otra infección más junto con el coronavirus son terrible y peligrosamente ignorantes, para la libertad y la salud. -Es un acto deliberado del nuevo y normal fascismo para acabar definitivamente con cualquier libertad e instaurar un totalitarismo asesino, con certificado de falso paternalismo; atacando con pánico a una población decadente que ha olvidado la dignidad y la ha cambiado por un teléfono móvil por el que los dictadores les dicen qué hacer, qué decir, qué pensar y cuándo follar. No hay mucho más que decir, ya empieza a ser aburrido y vulgar. Incluso infantil.
Cuando miro hacia el brumoso y lejano horizonte, hacia las lejanas montañas, siento el acuciante y desasosegante deseo de viajar a ellas. A pesar de que me encuentro en un paraje frondoso, en los mismísimos bosques que tapizan las montañas. Y eso se debe a que cuando pienso en la lejanía, es porque te evoco. Cualquier movimiento hacia cualquier lugar, me lleva a la convicción de que me acerca más a ti. ¿Ves, cielo? No miento cuando afirmo que estás en todas las cosas, en todos los lugares. Cuando te digo diosa, no sonrío. Soy absolutamente profundo, no hay banalidad alguna por muy incrédulo que sea hacia la teología y sus liturgias. Estás en mi cabeza sin tregua. Y en mi corazón que pierde un latido de tristeza al buscarte en los horizontes todos.
Existo cuando respiro violento, cuando pulsa un latido hostil en la sien. No puedo ni debo renunciar del animal que soy; por ello quemo la vida y digo que la paz es para los muertos. A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo renunciar de lo que soy; por ello quemo la vida. Y quemo la vida. Otra vez… Y la vida arde. Las cenizas ahogan y hacen la sangre espesa. Todos rotos, todos destrozados. El arrepentimiento pulsa una muerte ¿Está en la sien la muerte? Todos quemados. Los sueños todos… Por favor… A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo… la vida quemada… La paz es muerte… A menudo me arrep… Soy un enfermo de podridas venas. Un chute de aspirina de la buena… Un caballo salvaje que trota en las venas y piafa en el corazón gélido. Los muertos no hablan y sus labios suturados duelen; pero no debería ¿O sí? El cerebro hierve en el cráneo y no hay control, no hay coherencia. No hay paz. No es nieve, son las cenizas de las ilusiones. El arrepentimiento llega tarde, cuando hay paz y no hay retorno. Qué desolación…
Demasiada filosofía, teología, política, precisión y detalle en una película, al igual que la iteración de escenas, conducen al bostezo. Estoy experimentado en ello, en el aburrimiento. Y cuanto más tardas en leer un libro, tan malo es. Muchos críticos, por lo visto, pueden llegar a leer hasta treinta páginas por minuto; de ahí el gran éxito de muchos autores y sus cosas. La velocidad lectora de los críticos: ¿se paga o es espontánea? Con la música no ocurre lo mismo, es mucho más fácil, tan solo requiere repetir la canción siete u ocho veces al día durante cinco semanas para que se convierta en super éxito. Bueno, las novelitas de Harry Potter, escapan a esta norma, son un híbrido de los críticos de gran velocidad lectora y una cancioncilla cientos de veces repetida. Parecen música encuadernada, coño. Precioso…
Lo bueno de tener una pierna hecha mierda entre cáncer, venas podridas, piel negra, articulaciones con artrosis y además, torcida como un tirachinas con una rama rota; es que no tengo que ir a trabajar. Vamos, que no me dejan trabajar. Por mí, de puta madre; pero es que si quisiera, ninguna empresa contrataría un tullido con tanta mierda ni para vender caramelos en un quiosco, por muy guapo y fuerte que sea. Un tullido no es negocio si tiene tantos números para que todo le vaya a peor, y no pueda aguantar sin descanso tres o cuatro horas caminando, sentado o de pie. Ya sé que un día me subirá algún trombo al pulmón, un trozo de cáncer al cerebro o se me desprenderá la pierna caminando y la tendré que recoger para reciclarla y que no me multe la bofia fascista; pero todo eso carece de importancia, porque mi enfermedad es mi libertad. Y por otra parte no voy al médico porque solo quiere verme para aconsejarme sobre la amputación (uno de ellos). Otros no, simplemente me dicen que hay que cuidarla y me dan una bolsa de supermercado llena de ibuprofenos para que me coloque durante tres o cuatro meses. Y yo no me desprendo de un miembro ni de mi polla tan fácilmente. Por mucho que joda o me duela; por poco que pueda, conseguiré que mi cadáver pese lo que debe pesar en canal y entero. Bueno, pues cuando tenía la mala suerte de tener que acudir al trabajo diariamente, todos los putos días de cada semana en algunas ocasiones; una mañana al salir del vagón del metro, me tropecé con un tipo. -Perdón -le dije sin sinceridad ni afabilidad, era un puro trámite. El tipo olía a marihuana desde la barba hasta los pies descalzos, en los cuales, sobre cada empeine lucía una cicatriz circular, de esas que se hacen algunos con el cigarrillo por puro aburrimiento. O eso, o le habían clavado unos clavos a martillazos o golpeando con una piedra, no sé… Y no quiero hacer comentario alguno, para no ser aburrido en detalles, de su sotana de jipi, o la cuerda de esparto a modo de cinturón. O de sus serenos ojos tristes. Ni de su media melena castaña y tan sucia como la barba. O de aquella franja de cicatrices pequeñitas, como una viruela, que lucía en la frente y le bajaba hasta las cejas. -No… La culpa ha sido mía, perdóname por no haber estado más atento y haberte molestado por ello -respondióme con humildad. Había juntado las palmas de las manos como saludan los chinos en las pelis (porque nunca en las tiendas chinas me han saludado así, ni de coña); pero sin mover rápidamente la cabeza arriba y abajo. En el dorso de cada mano tenía también una cicatriz circular, como las de los pies. Parecía que se hubiera quemado por puro aburrimiento con sus porros (tanta maría provoca reacciones raras o adversas hacia uno mismo). O bien, también la habían metido un clavo en cada mano a martillazos o golpeando con un taco de madera, no sé… Por un momento tuve un deyavú (también se francés, aunque prefiero que me lo hagan), que mi hizo pensar en alguna película que había visto de pequeño; cuando el hijo de puta de Franco ordenaba que la televisión emitiera en semana santa películas de romanos y leones comiendo cristianos. Aburridísimas, un auténtica mierda bostezante. Y cada año la misma basura. -No te preocupes, no ha pasado nada -le dije otra vez con idéntico nivel de sinceridad y afabilidad que hacía unos segundos. Y me di la vuelta para continuar mi camino hacia el calvario laboral. -Quiero que sepas que lamento mucho mi torpeza. Perdóname por ello, rezaré por ti. Me giré ya con la paciencia a niveles de hierro en sangre de anémico y díjele: -Oye, no tengo tiempo para esto, y no llevo nada suelto para darte. ¿Y sí además de jipi era marica? ¿Eh? ¿Eh? Y con decisión, sin esperar más, me puse en marcha y me alejé camino a las escaleras mecánicas; yo no hago esas estupideces de subir escaleras a trote de atleta gilipollas. Y es que tenía unas tremendas ganas de salir de la puta estación para encenderme un cigarrillo. Solo por no encontrarme con pirados así, vale la pena ser un tullido y la libertad que conlleva. Duele, pero nada es perfecto. Coño, es que parecía el mismísimo Jesucristo Superstar. Y ese olor a porro… Qué gusto, ahora, no entrar en el metro y así en el campo, aspirar el efluvio de la mierda de vaca y el podrido estiércol tan propio de los ambientes rurales, cuyos labriegos y ganaderos tienen también ganas de aportar su granito de arena para que nada sea perfecto con su: “vamos a tocar los cojones para que se enteren lo que es oler mierda de la buena” (sinceramente, es mejor el olor de aquel pirado, eso sí). Como yo me entere de que rezó por mí, vuelvo al metro para encontrarlo, tropezarme con él cojeando y meterle un clavo en cada ojo y otro en la lengua. Buen sexo.
Los actuales políticos y su ambición de ser reyes, presidentes y tiranos, pueden meterse sus falsos y comprados títulos universitarios y másteres en el culo; la única formación que precisa cualquier tirano de las democracias de hoy día para dirigir y exprimir los grandes rebaños humanos, es un profundo conocimiento de ganadería, cuya herramienta imprescindible son las redes suciales o sociales. Para ser ministro de sanidad, basta con ser un buen criador de cerdos. Y ya.