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Murf me mira, aunque no sé si me observa con la curiosidad de un biólogo-psicólogo, hacer las abdominales matutinas.
Tengo la jodida impresión de que, con la característica soberbia gatuna, piensa que si estoy tonto o qué.
Me encanta la intuición y curiosidad de los gatos; pero su soberbia puede ser muy irritante por lo impertinente.
No me extrañaría que un día fuera yo quien usara el arenero.

Foto de Iconoclasta.

Todo textura… Un ser vivo que parece modelado con merengue o nata montada.
Me gusta lamer la nata entre los labios que esconden tus muslos…
Los gatos ejemplifican la vida más pura y eficiente, rondan el mundo de los humanos y no olvidan que son depredadores eficientes sin falsos escrúpulos de piedad, para ello nacieron y evolucionaron.
Como yo penetrándote, buscando tu alma que aparecerá entre los gemidos y las contracciones de tu orgasmo. Soy eficiente también follándote, vampirizando tu voluntad por el coño.
Los gatos no posan, son con independencia del decorado. Están tranquilos, no deben considerar su ser. Es un hecho que no se puede contemplar por lo absurdo. Porque sé que piensan y sueñan me lo dice la corteza del cerebro con un arrebato de ternura y cariño.
Como presiento tu hálito de vida en mi aire, sé que te respiro porque existes, porque tengo tus gemidos profundamente intrincados en el pensamiento.
Los animales no sienten carencias, no aspiran a ser más porque son perfectos. Hacen aquello que dicta su idiosincrasia, sin mirar, sin preguntar, sin esperar nada. Porque esperar y esperanza desarrollan el mal de la indolencia y la inmovilidad. De la cobardía y su depresión.
Por eso no espero a meter la mano dentro de tus bragas y acariciarte mirándote a los ojos esperando, el momento que se hagan líquidos y se derramen también entre mis dedos.
El ser humano es una especie fallida, paranoica en esencia. Es la prueba de que la naturaleza no es sabia, sólo aleatoria.
Tú eres la excepción, eres felina y la sensualidad te envuelve haciendo de mí tu presa. Me postra ante tus columnas carnales santiguándome erecto ante tu vértice sagrado. Es la única religiosidad que me permito.
Pretendía escribir de los gatos; pero cuando hablo de cariños, ternuras y amor, siempre sales y te pones al frente, en el horizonte de mi existencia.
Maldita felina, cómo no pensarte.

Foto de Iconoclasta.

Me refiero a la bestia blanca. No me quiere, sólo me usa.
Gatos…
No os fieis de las rosadas naricillas.

Vivo como los gatos: entre los humanos y lo salvaje, sin merma de su condición de cazadores natos, sin dependencia humana alguna.
Así, razono las posibilidades y las imposibilidades las sueño.
Sólo que no soy gato y mis mundos son inconciliables y mi adaptabilidad gatuna es cada día más rígida.
Jamás he deseado ser buen hombre o ciudadano.
Cuando pierda el dominio de mi mente caeré en el mundo imposible.
El de la razón me da jaqueca.
Así que cuando enloquezca moriré en el acto, porque no seré de este planeta y su atmósfera irrespirable para mi naturaleza onírica.

Foto de Iconoclasta.