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Las divagaciones de un ateo

Yo sé que no existes, pero a veces desespero en este mundo sin magia ni dioses, necesito a alguien a quien responsabilizar de mis errores y lo que pago de los ajenos.
Porque vivir en este planeta que tú creaste, es patear los excrementos que dejan los otros a medida que caminan. No puedes dar un paso sin ensuciarte los pies.
El hombre se procuró calzado por esa razón. Alguien tenía que tener el sentido de la higiene que a ti te falta.
Te has equivocado, Dios. No tienes sentido de la equidad, no tienes un ápice de ética.
Tus errores, son nuestro tormento, angustia y frustración.
Tengo un rosario de cuentas de mierda que hago bailar entre mis dedos en honor a ti.
Siempre me das en el mismo lado de la cara, tu sentido del equilibrio es nulo.
¿O simplemente eres malo sin más?
¿Es posible que mi podrida mente haya creado algo tan repugnante como tu divino misterio?
Joder, Dios, no me das descanso. ¿Tal vez sea que me sobrevaloras? ¿Crees que podré resistir hasta la hora de morir tu negligencia como ser superior? ¿Me quieres obsequiar otro tumor, otras venas secas, otros huesos infectados? Tengo la sangre dulce y apenas me quedan dedos en los pies que cortar.
Eres un puerco…
Ya está bien ¿no? No soy un Dios, no puedes joder a alguien que es tan poca cosa como yo, no tiene mérito. Eres un Dios apático, sin inquietudes. Un Dios que como una mala ramera, se conforma con cualquiera que le dé unas monedas.
Solo que tú, no necesitas prostituirte. Entiendo tu perversión y el placer que sacas de ella; pero si yo fuera tú, sería el puto Dios al que todos aman y admiran. No te golpearía cada día, ni te llevaría lejos, al lado contrario del amor.
Soy soberbio y vanidoso. Soy lo que tú no has sido nunca, por eso nos odias. A ella y a mí.
Te daría unas monedas para que desayunaras bien un día, luego te arrancaría el corazón; pero alternaría entre la alegría y la tristeza. A los perros les damos carne entre tanta croqueta seca.
Tú no… Tienes que acabar con quien te propones, hasta que cague sangre oscura.
¿Te masturbas allá arriba o a mi alrededor? A veces soy yo el que se masturba y desearía dejarte ciego con mi semen, que acertara en tu gran ojo de párpado triangular, estúpidamente triangular.
Ese ojo que todo lo ve, que todo estropea.
Sumas penas a otras penas, hilvanas costuras de soledades y lejanías, tejes una telaraña de desesperanzas y eliges a tres o cuatro idiotas a los que dar toda la alegría que a mí me niegas.
Eres un hijo puta.
Nos niegas a dos seres insignificantes, una simple esperanza.
Nos haces la vida tan larga que pedimos a gritos la muerte.
¿No la ves? Está sola, está cansada, como yo. No hagas nada, mi Dios de mierda, simplemente mira a otro lado, deja que nos acerquemos despacio, con esperanza. Moriremos antes de llegar.
¿A ti que más te da, mi piojoso Dios?
Si tuvieras algo de decencia, crearías un cáncer en los testículos de ese vecino idiota que no sirve para nada. Yo lo jodería así y ayudaría a un buen hombre a cambio. Es mucho pedir para ti ¿verdad?
Tú no buscas dormir tranquilo, sonriendo por esos pobres diablos que al fin se han besado.
Es más excitante para tu gran pene sagrado ver como la piel de unos niños se pega a sus huesos y sus ojos son los abrevaderos de cientos de moscas. Te conozco Dios, no sirves, eres un gran error que se retroalimenta de volubles designios, que son inescrutables porque simplemente no existes. Te creamos los desesperados de la ilusión. Te creamos los ateos ante la frustración de vivir cada día aquí, en este lugar que creaste sin existir.
Solo eres una conciencia colectiva, una pantalla de autocine.
Una simple abeja reina que lanza sus feromonas indiscriminadamente, sin voluntad, sin inteligencia.
¿No ha habido bastante dolor? Mira, hay mucha gente a la que matar, a la que enfermar, los hay a millones. Gente que se lo merece de verdad, te lo digo yo.
Deja de mirarnos, no somos nada, no importamos más que a nosotros mismos.
Deja que nos aproximemos, no puede hacer daño a nadie. Nos duele todo el cuerpo… Nuestras vidas están ya muy avanzadas o castigadas, puedes llamarlo como te salga de la polla; pero búscate otra distracción.
Yo la beso, la abrazo y tú miras a otro lado o matas a un bebé durante esos instantes, no importa.
Simplemente no nos prestes atención. No somos peligrosos, puto Dios.
Como me gustaría cortarte el cuello y que la sangre caiga sobre la humanidad, crear con tu sangre diosa una plaga de dimensiones cósmicas.
Tengo mis sueños, tengo a mi amor tan lejos en tiempo y distancia, que ya no sé si es amor o una locura de mi mente apaleada. De mi ánimo cansado de tu aceite hirviendo goteando encima de mí.
Tal vez sea el agobiante peso de tus designios lo que me hace pensar que alguien me pueda querer solo un poco. Que alguien me pueda estar esperando. Porque tú no das tregua, si por ti fuera, comería cristales rotos todos los días, todas las horas. A veces me oculto de ti, por eso sigo vivo.
No creo en ti, no existes; pero deberías ser. Alguien tiene que ser responsable de todo esto, de mi cuerpo, de mi cansancio, de mi boca seca, de mis lágrimas que son legañas puntiagudas como erizos anclados en mis lagrimales.
¿Estarás contento si consigo llorar sangre? Déjame ciego y que ella me guíe.
No te pido nada, solo pido, Dios de la mierda, que me ignores. Que la ignores a ella, porque mi sufrimiento lo puedo sobrellevar; pero el de ella… Es algo que me pudre las entrañas. Me duele ella más que yo mismo en llamas.
Que niegue tu existencia es lo mínimo que puedo hacer, porque yo sí que tengo algo de dignidad. Necesito devolverte todo el mal que nos has hecho.
Fíjate en esa mala mujer, haz que de su coño nazcan hijos muertos cada vez que mee. Céntrate en la asquerosa, se lo merece. Y dale así un respiro a mi amor. Déjala que se levante, ya se ha arrastrado bastante. Déjanos llegar con vida al abrazo ansiado.
Eres un hijo de puta, a los buenos destrozas y la idiotez premias.
No lo haces expresamente, Dios imbécil, solo haces lo que puedes. Eres un accidente del universo, algo aleatorio. Alguien te matará desde una galaxia lejana, alguien que sepa de tu podrida inexistencia.
Alguien disparará una andanada de ondas quarkianas y mi cabeza estallará y morirás.
No te creas tan Dios.
Solo vives en mi mente cansada de tanta banalidad y envidia.
Solo eres una moneda lanzada al aire con un pulgar torpe.
Aún así, eres responsable ante mí y ante ella de nuestro cansancio vital y de unas lágrimas excesivas.
No creo en ti, pero te odio y desprecio tan profundamente como a ella la amo.

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Iconoclasta

La mujer de la mala suerte

Publicado: 29 febrero, 2012 en Reflexiones
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No es de risa, no tiene gracia.

Encontró a un hombre que casi la mata a palos.

Y a otro con el que tuvo un hijo producto del amor; pero fue efímero.

Y duele el recuerdo de lo que no fue.

Otro cabrón la robó, dejó huellas en su cuello con sus manos obesas, la engañó y la embarazó de algo que casi la mata.

¿Por qué llueve sobre mojado? Siempre…

No es justo, hermosa mujer, que haya tanta mala suerte en tu vida.

Un día creyó ver un príncipe azul; pero solo era un espejismo en sus ojos anegados de anhelos y lágrimas desesperadas.

Y con su flamante “príncipe azul”, descubrió algo atroz: la cancerígena mediocridad. El hastío de los días iguales. De sueños que se hicieron grises lienzos sin relieve y sin movimiento.

Días lisos…

Vida apagada…

Mujer de mala suerte, si no te rasgan el coño, te rasgan el alma.

Y otro desengaño más.

La desesperación y la soledad no son buenas para elegir un amor.

Se equivocó.

Es normal equivocarse cuando el miedo y la soledad es una atmósfera de la que no hay más remedio que respirar. No tiene que pagar culpa alguna.

No es mala, es demasiado buena; ahí radica el error, la envidia de ellos. La nuestra.

Tampoco es buena la madre que es mala.

¡Qué mierda! Bella mujer de mala suerte.

Nunca juegues al azar, no lo hagas, valiente señora. Solo los idiotas ganamos algo en las apuestas.

Lucha.

Tenía razón aquel idiota que dijo: “No existen los príncipes azules”.

Toda la sangre es tan vulgar, la mía. La aristocracia es un peluca llena de piojos y chinches.

Sé que sus deseos de amar son comparables a su belleza. Su mala suerte es de idéntica proporción. Las proporciones a veces son peores que la desproporción.

Los seres excepcionales no son afortunados y los mediocres los intentamos anular.

Mediocres y avaros.

Yo tampoco tengo suerte con mi idiosincrasia. Me veo en el espejo y sale vómito de la boca de la imagen. Supongo que es la mía, a veces no me conozco.

Lamento la nueva piedra hiriente en tu camino.

Otra llaga más en el cuerpo, otra en el alma.

Los príncipes azules humillan. Y humilla al propio príncipe que no lo es. Humilla al hombre mediocre cuando cierra los ojos y escucha su propia respiración. Hace mierda su orgullo, lo que quede.

Ni siquiera tienes una madre medio mala que te sirva de consuelo.

Pobre mujer de mala suerte…

Hay en tu horizonte heroínas muertas con las que sueñas ser como ellas y escapar de esta vida vulgar y banal.

Pero sobre todo dolorosa.

Necesitas vivir sus intensos amores, tan lejanos de los que has conocido. Vivir con trágica intensidad.

Y la vida solo te ha dado la tragedia, se ha olvidado de la intensidad.

Caímos en los lodos movedizos y sin fondo de una ilusión formada por frustraciones, por faltas.

No podía acabar bien este viaje.

Y el desierto se extiende ante mí. Es lo que busco, mi destino. Una soledad que me haga arder de una vez por todas. Me ha tocado un premio en la lotería de la mierda.

No tengo tan mala suerte como tú, mujer hermosa. Porque ante ti se extiende aquello de lo que huyes: la soledad.

Cuando el desierto me calcine, y si hay dioses; intercederé por ti, para que te otorguen un beneficio, un amor que no sea un error.

Muerto no seré mediocre y seré un ectoplasmático príncipe azul del color de la arcilla sucia y un cuerpo que se pudre. Tendré más suerte que tú, o al menos la mía llegará más rápida.

Mantente firme, no te rindas, bella mujer de mala suerte.

Hay tiempo regado con lágrimas; pero tiempo al fin.

Que la suerte te acompañe, es un deseo tan banal y adocenado, como sincero y triste.

Iconoclasta

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