Archivos para septiembre, 2018

Consiguen ser más vacas que las vacas, más rebaño, más mansas, más manejables, más predecibles, más sacrificadas y sacrificables; para luego comer mierda en cuchara de palo sin lijar. No hay ninguna razón o indicio a lo largo de la historia y de mis conocimientos de que no sea así.
Veo dentro de los rebaños de vacas de cuatro patas, reses solitarias que precisan distanciarse de las otras.
Millones de vacas de dos patas gritan enfervorecidas con puños en alto exactamente las mismas palabras. Todas las reses al mismo tiempo.
Los votantes son una manada sin vacas solitarias.
Es deprimente…
Porque las han asesinado, las vacas bobas iguales les han robado el aire a las pocas solitarias.
Lo gracioso es que gritan libertad al tiempo. No sabrían que hacer con ella si se la concediera su pastor, su amo.
Es la misma escena repetida a lo largo de los años, la misma turba que aupó al poder a Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Milosevic, Pinochet, Gandhi, Trump, Degaulle, Churchill…
Grandes asesinos que firmaron con la alegría festiva de las vacas bobas, la producción de millones de muertes de enemigos y adoradores. De gente con pensamiento libre.
La chusma, las vacas humanas cada treinta o cuarenta años precisan un nuevo pastor, un nuevo amo que les diga qué gritar y pensar. Que su dedo les indique el camino hacia una nueva puerta al matadero.
He visto a las vacas lamentar la muerte de su amo en un llanto cobarde, preguntándose: “¿Qué va a pasar ahora?”
La chusma son como los perros que viven en los tejados de las casas mexicanas: sienten terror a los grandes espacios, no saben que hacer ante tanto territorio.
Esa misma vacada llorona, continuará años adelante, mostrando su añoranza por su amo, reflexionando que con él se vivía mejor. A pesar de que se comía a sus hijos y asesinó a sus padres.
Vuelven las vacas a aupar otro pastor para que las guíe por el recto y claro camino del sacrificio; todos los millones de vacas bípedas a una sola voz sincronizada en distintos basureros humanos del planeta.
Está ocurriendo ahora, siempre ocurre en algún lugar.
Y es cíclico, periódico, inevitable, apestoso, un insulto a la libertad, la inteligencia y la dignidad.
Las vacas de dos patas, con banderas sobre sus lomos y puños en alto, tienen el inconfesable deseo de hacerse mártires ante su amo, por una aberrante consigna y conducir, si así se lo ordenan, con rostro sonriente a sus hijos a un campo de exterminio o entrenamiento. Es lo mismo, ambas cosas son mortales.
Cuanto más grande es el rebaño, más me alejo de la sociedad, más inhumano me torno. Más odio a las reses bípedas, más me ofenden. Más aborrezco su proximidad maloliente.
Lo que tiene más votos y más reses prevalece. La voluntad de las vacas es lo peor que pueda suceder.
Lo que elige la chusma es el error y la estupidez.
Es historia en estado puro. Lo dice mi experiencia y mi conocimiento, del que no puedo evadirme.
Me sobrevienen arcadas al imaginar que un día las coloridas vacas se me acerquen o me rodeen y deba pasar segundos entre ellas, como si fuera de su rebaño, como si me hubieran absorbido como la compresa a la sangre de la menstruación.
Es inconcebible mi pensamiento como vaca, es un insulto a mi dignidad, a mi inteligencia, a mi espíritu predador, vanidoso y egoísta.
Porque no soy un santo de mierda, no soy vaca bondadosa y obediente.
Donde hay millones de seres humanos gritando por la libertad, hay un tirano que les ofrece sus genitales para que lo acaricien como santo protector de sus vidas.
Lo que la gran mayoría exige o vota, es muerte, esclavitud, ignorancia y decadencia.
Millones de bocas no solo están equivocadas, si no que ni ellas mismas entienden lo que sus bocas mierdosas pronuncian.
No puedo abrir libros de historia o periódicos y ver a todas esa gente alzando los brazos hacia un iluminado o sacerdote para convertirlo en su único pastor y dios. No puedo abrirlos sin vomitar.
Es una pesadilla que se repite en el tiempo. Se repite solo a ojos de quien sabe leer y comprender, quien tiene cierta memoria histórica hacia la mediocridad, el engaño y la esclavitud de la ignorancia. Y por lo tanto ha aprendido a conocer a la papilla cerebral humana. E identifica sus movimientos de rebaño colectivo como lo peor para la libertad: encumbrar en el reinado de sus patéticas vidas a un rey zángano paria de su colmena.
A los becerros humanos les han enseñado de muy pequeñitos a ignorar su espacio vital de seguridad, condicionando su comportamiento por medio de festivales musicales y eventos culturales o lúdicos que los obliga a rozarse entre ellos. Hasta tal punto, que ya no distinguen su propia piel de las otras vacas que se rozan con ella. En dichos actos públicos, los que están más alejados no ven u oyen al cantante o protagonistas, solo perciben las vibraciones de la colonia y se sintonizan por efluvios químicos.
Una vez han sido condicionados a perder su intimidad, valentía y libertad, se convertirán en unos fervientes seguidores de toda manifestación, sea del signo que sea, que agrupe a muchas vacas de dos patas. Hasta que mueran de una forma u otra.
Las vacas de dos patas están castradas intelectualmente.
Los han habituado a vivir todo el tiempo cagando y paciendo unos al lado de los otros. Esnifando sus propios hedores orgánicos y robarse la respiración entre todos, bien apiñados en espacios abiertos, que convierten en prisiones.
Han dejado de ser libres desde muy pequeños, porque son hijos de esclavos. Y así, cuando crecen, sacrifican el tiempo libre de sus trabajos en encumbrar a idiotas con suerte o vendedores de mierda envuelta en paquetitos preciosos, como regalos.
Siento suciedad en mi piel cuando imagino que yo hubiera podido acabar como ellos: rozándome como una vaca sucia y mugiendo la misma consigna.
Es imposible que ocurra, soy único; pero me gustan las novelas y cuentos de terror.
Espero alcanzar a ver como su nuevo amo los convierte en abono para alimentar los prados; y que alguna meditabunda vaca solitaria, se alimente de ellos.
Hay que nacer servil, crédulo y con el cerebro podrido para dedicar el poco tiempo libre que deja la esclavitud y la prostitución, a aupar a un nuevo mesías, asesino o tirano.
Los libros están llenos de fotos de vacas desfilando con banderas y puños en alto, con alegría idiota en sus rostros al estar cerca de su amo. Quemando a otras vacas que no son de su color.
Otra vez…
Ha comenzado a repetirse de nuevo, estoy casi dentro de ello.
Y es fascinante ver la mierda reptar y moverse, es fascinante en su repulsión.
Como observar el pus rezumar al reventar un grano.
Otra vez…
En el fondo me gusta, toda esa vacada que muge lo mismo me hace más único, especial, libre… Me aleja de esta mierda de lugar en el que tuvieron a mal mis padres, concebirme y parirme.
Es algo que no puedo evitar reprocharles.
No puedo asimilar el amor a la “tierra”, porque las tierras son muy pequeñas para mi gran capacidad de libertad. Al contrario que a las vacas coloridas de lomos abanderados y puños en alto, mi conciencia se expande ilimitadamente y el planeta se convierte en una pequeña plaza de barrio abarrotada. Así de triste…
Tal vez soy hijo de serpientes, por eso odio a las vacas de dos patas. Por ello siento un asco infinito e inabarcable hacia las grandes concentraciones humanas. Carezco de empatía hacia ellos, los que gritan y ocupan grandes espacios haciéndolos angostos.
Miles de flamencos cagando sobre una pata en un lago africano…
Solo que son vacas cagando sin elegancia en asfalto y vertederos de basura.
En las sucias y opresivas ciudades granja.
Es imposible desarrollar una mínima simpatía por esa vacada gigantesca que grita libertad con un aro de acero apretándoles el cráneo y el cerebro si lo tuvieran.
Pobres…
Los electrocutarán y luego desangrarán en serie, como ha sido y será siempre.
No existen épocas sin vacas bobas y simplonas.
No existen épocas sin uno o varios pastores hijoputas.
De alguna forma, la masa humana precisa de algún mecanismo de autocontrol.
Un control de plagas temporizado.
Está ocurriendo, no ha dejado de ocurrir.
Otra vez.
Es igual que una película que emiten cada dos meses en la tele, solo que no tiene arte, no tiene gusto y su decorado es bostezante y sórdido en su mediocridad.
He visto una vaca mugir sola en el bosque, lejos de las otras.
Le sonrío, me gusta mi amiga preciosa.
Lo han conseguido, lo juro: son más vacas que las vacas.
Ya tocaba de nuevo.
Viví la muerte de un cabrón y estoy viviendo el nacimiento de veinte cerdos como el que murió, de millones de vacas como las que también murieron imponiendo su ignorancia y su necesidad de esclavitud.
La desproporción es desesperante, muere uno y nacen veinte, con sus millones de vacas con el rabo lleno de mierda.
Fascinante.
Que los jodan a todos y todas.
No hay drama alguno en las muertes de las vacas que son más que las vacas, porque renacen.
Puedes observar fotografías de setenta u ochenta años atrás y verás los mismos rostros e idénticas miradas bovinas que las de hoy.
Las vacas que son más que la vacas, al igual que el judío errante, están condenadas (aunque ellas no lo sepan) a lamer siempre los sucios pies de su amo.
No existe otra forma posible de vivir, las vacas que son más que las vacas dictan quien es su próximo amo. La vacas buscan el electrodo en la cabeza y el cuchillo en la garganta.
Cualquier otro concepto de sociedad, es imposible dado el carácter colonial e insectil de las reses coloridas y chillonas.
Estoy abandonado en este planeta-vertedero.
ic666 firma
Iconoclasta

 

No tengo claro si un rayo de luz incide sobre su felino ojo o es él quien lo emite.
Me gusta pensar que mi compañero es un pequeño dios. E ilumina mi oscuro y denso pensamiento.
La soledad te permite ver cosas que en un estado de mediocridad habitual pasan desapercibidas.
Si hubiera nacido y crecido solo, ahora sería un dios, como Murf.
La compañía debiera ser como las putas: tiempo breve y pactado.
Sobre todo breve.
Aunque también se debe sopesar la economía. Soy un solitario pragmático con un gato divino.
Soy tan absurdo, que morir será un daño irreparable para el planeta.

Es la eterna disputa: el idiota ¿nace o se hace?
Para mí no hay discusión: el idiota nace porque en sí mismo, cualquier espécimen (salvo algunos extraños individuos) es idiota por definición; es la cualidad más notoria de la especie humana en cualquiera de sus variadas razas o subespecies.
Otra cuestión que se podría discutir sería si el humano puede alcanzar mayor nivel de imbecilidad con el tiempo o la desarrolla toda en sus primeros años de infancia y se mantiene plana a lo largo de su vida como el electrocardiograma de un cadáver o el encefalograma de alguno de tantos cerebros que, gritan acalorados un gol o se les mueven las orejas al ritmo de un reguetón vulgar.
Yo digo que tienen una infinita capacidad para ser más idiotas cada día, que son buenos en lo suyo, muy buenos.
Se llegan a hacer tan idiotas que no saben distinguir entre las ganas de cagar o mear. Sencillamente, se confunden de orificio gracias a su capacidad de ser idiotas a “full time”.

Acto 1°

Nuestro amor es la verticalidad profundamente clavada en la vida.

Los ojos que lloran sangre vieja configuran con precisión angular la horizontalidad de la muerte.

 
Acto 2°

La vida muerta es el último suspiro y dura hasta que los pulmones se asfixian de espanto y muerte. Y es eterna.

La vida bella es un pezón erizado durante el gemido lácteo que chapotea indecente en nuestra cópula. Dura un nanosegundo.

 

Acto 3°

La muerte absoluta es el cadáver que suspiró hace unos segundos. La rigidez será inexorable.

La dulce vida es un semen que se escurre perezoso de tu vagina aún palpitante.

 

Acto 4°

En la habitación de al lado hay un cadáver.

En la habitación de al lado de la del cadáver, sonreímos y susurramos banalidades abrazados.

 

Acto 5°

Amar es el acto vertical de crueldad y exclusión más bello.

Morir es una intrascendencia horizontal que no importa a los amantes verticales.

 

 

ic666 firma
Iconoclasta

Hay un imbécil con manos chapadas en oro puro que pide sacrificio a los pobres, a los idiotas, a los crédulos, a los ingenuos, a los ignorantes, a los esclavos, a los que sonríen a todo sin ser necesario y a los que acarician con elaborada ternura repugnantes gusanos vomitivos, en nombre de la tolerancia y la bondad intrínseca del ser humano. Su espiritualidad de mierda es tan solo una pose astuta para recrear un sentimiento de ingenuidad y santidad en la conciencia insectil humana.
El sacrificio es la maldición que a lo largo de la historia hace crónica la miseria y la esclavitud. El sacrifico enriquece y hace las tierras más valiosas a los grandes amos de posesiones inmuebles, de grandes extensiones, de montañas y prados plagadas de putas alambradas que instalan con codicia esos ambiciosos puercos y pervertidos.
Para que sus posesiones sean más valiosas, se han de abonar con muerte y pobreza.
El cuento del sacrificio lo escuché en una clase de catecismo impuesto por aquella cultura dictadora y asesina. Pretendía que sacrificara mi vida o lo que contenía, para honrar a un puto dios y sus sacerdotes o a un viejo militar asesino y maricón con gafas de sol que, no podía hablar sin cagarse encima.
Cuando escuché el cuento de Dios ordenando a Abraham que sacrificara a su hijo, lo entendí todo. Y pensé: una puta mierda.
A los diez años entendí la basura que me querían meter en la cabeza una gente mucho menos inteligente que yo. Identifiqué el gesto envidioso de mi profesor, cuando mis compañeros de clase escuchaban con interés y risas mi redacción sobre los perros.
No me hizo falta follar para hacerme hombre perdiendo la inocencia en un coño. Aquellos dos momentos de comprensión en la escuela prisión me provocaron una náusea, y devolví el vómito que me subió a la boca, al estómago de nuevo. Así que a los doce años me fumé mi primer cigarro y no dejé de hacerlo; porque para tragar mierda, elijo yo.
Cuando oigo “sacrificio” siento aquella náusea infantil de nuevo. Al ver la envidia en ojos ajenos, busco una navaja para pincharlos.
No ha cambiado nada de la humana miseria en los cuarenta y pico de años que han pasado desde mi inicio a la madurez intelectual, solo el decorado.
Siguen apareciendo hijos de puta predicando sacrificios, mesura, paciencia y obedecer sus designios repugnantes. Sus ojos porcinos ansiando la inteligencia que no tienen y las palabras que no saben colocar. Les viene grande el lenguaje y la cultura.
A la chusma se la pone dura o se le empapa la entrepierna ante un crucifijo, una virgen, un himno, una bandera o una sonrisa rastrera y carroñera.
Es como vivir un bucle, siempre la misma mierda.
Es cíclico.
Frente a un botón rojo para hacer estallar mil bombas nucleares, mostraré complacido en que consiste mi espíritu de sacrificio.
Si no consiguieron engañar a un niño de diez años, tampoco podrían sobrevivir a mi torva mirada y mi puño pulsando con un golpe, toda la muerte posible.
No quiero un mundo mejor, quiero morir en un mundo sin ellos. Sin iluminados, mesías y generales con gafas de sol color mierda.
Quiero ver sangrar las uñas de las manos que se entrecruzan encima de los genitales ante discursos repugnantes que insultan mi inteligencia. Esas manos que pretenden demostrar la más repugnante bondad mentirosa, el más sucio paternalismo.
Quiero una última cena en una mesa llena de armas humeantes con un cristo arrodillado ante mí y apóstoles sangrando.
El único sacrificio que podría satisfacerme tras estos años de vida, es el de millones de idiotas deshaciéndose en las calles y esos miles de iluminados, derramando los intestinos sobre sus pies.
Cualquier otra consideración de espiritualidad y sacrificio de un futuro mejor, es pura cháchara sin gracia e ingenio.
Alguien debería detener toda esta cíclica e iterativa mediocridad.
Una extinción sería deseable.
También me gusta follar con una o tres mujeres voluptuosas y golosas como yo; pero ya es otro tipo de retórica más amable y familiar.

 

 

ic666 firma
Iconoclasta

Los técnicos y científicos son banalmente optimistas achacando la disminución del cerebro a productos químicos.
A los seres humanos les empezó a decrecer el cerebro cuando dejaron de arrastrar el dorso de los dedos por el suelo; y es por ello que hay que joderse hoy día con la sociedad que se ha formado.
Las ranas, no necesitan cerebro solo croan, saltan y sirven para meterles petardos en la boca en tiempos de verbena.
Dudo que alguien haya hecho demasiados estudios sobre el cerebro ranícola, simplemente se trata de otro eufemismo para que la peña crea que el decrecimiento ocurre mayormente en las ranas y así no crear alarma social.
El ser humano tampoco necesita el cerebro; pero está en su código genético ser imbécil. Y para ser imbécil hay que tener cerebro: bien pequeñito, o bien podrido.
Lo que sí he demostrado empíricamente, con náuseas y con miedo a que tuviera un problema con mi propia piel, concretamente pies y sobacos; que las temporadas de abonos en los prados me hacen temer, no que el cerebro se haga pequeñito, si no que realmente se pudra.
Una vez he comprobado que no llevo una rata muerta en el bolsillo, me vuelvo a subir en la bici a respirar el agradable aroma de la montaña con el cerebro contrito.
Y así pienso en la felicidad de las ranas que solo saltan y croan y no se preocupan de un cerebro que cochina falta les hace.

En Telegramas de Iconoclasta.

¿Por qué especificar e incluir a los «bi» como grupo marginal si en realidad son homos o lesbis?
Se podrían ahorrar una categoría absolutamente estúpida y sin sentido.
Ser «bi»es una disculpa tonta.
Si estás cansado de pescado, el que un día comas alfalfa para variar, no te hace «bi».
¿Se puede ser normal o decente a horarios establecidos?
Es que me parto. ¡Ja!

Cataluña es un lugar de estafas colectivas que además, son agradecidas y bendecidas con ojos llorosos de emotividad por sus indignos y serviles ciudadanos.
Ciento treinta y cinco diputados de mierda están cobrando un sueldo que le pone la polla dura a Dios.
Y no trabajan.
No se presentan en su puesto de trabajo. Alguien decidió hace meses cerrar el parlamento catalán; pero siguen cobrando.
Me roban dinero de mi jornal para pagar su abstención laboral y no cumplir con sus obligaciones.
A mí me descontaban hasta los minutos que no trabajaba.
Me cago en dios…
Ningún di-puta-do es más que yo; pero está visto que para mucho servil y vasallo sí.
Todos se preocupan por quitar y poner cosas amarillas; pero todos esos serviles gregarios, son incapaces de exigir respeto y pedir por las malas que esos politicachos cumplan el trabajo por el que se les paga.
Ahí reside el riesgo del fanatismo: les meten la polla en la boca y en el culo y aplauden. Los que no aplauden a unos, aplauden a otros. Y así permiten en nombre de una religión, ideología o servilismo nacionalista, que les falten el respeto y la dignidad como trabajadores y ciudadanos.
Sea cual sea el gobierno que intente subir al poder, siempre lo hará a costa de sodomizar a la gente que es idiota de una forma coloquial; pero sobre todo, genética.
¿Violencia? Claro que es necesaria, todos esos diputados que me faltan el respeto y estafan lo que me roban en impuestos; no pueden faltar a sus obligaciones y cobrar por ello. Alguien debe obligarlos a trabajar, por las buenas o con un cañón en la cabeza, mientras cobren tienen que trabajar.
Que le den por culo a la puta convivencia ciudadana, que trabaje quien debe, coño. Por un lazo de mierda no movería un dedo para quitarlo o ponerlo; pero le daría patadas al cabrón que cobra para no ir a su trabajo y metérmela en el culo sin vaselina siquiera.
Me suda la polla lo amarillo, lo rojo y lo negro; que trabajen de una puta vez, porque ni dios es más que yo.
Para reclamar respeto, deben respetar.
Y si no, la violencia lo arregla todo de una vez por todas.
Que así será, como la historia dicta desde tiempos inmemoriales; porque lo pacífico es lo que lleva las vacas al matadero y roba un dinero que me hace falta cada mes.

Alguien ha golpeado el cielo duramente y llueve sangre que mana de las heridas de las nubes.
Que silenciosas se mueren sin quejarse, como el toro que muere en la plaza sin darse apenas cuenta.
Alguien ha descargado su ira y el cielo se muere. Y todos los seres mueren lentamente abajo.
Hay un manto de coagulación de salvaje y letal belleza.
Y es un descanso, como cuando se apaga la pantalla de un cine que ha pasado una mala película y te duele el culo de estar sentado viendo esa mierda tanto tiempo.
Así que como del cine, salgo a la calle con un cigarro en la boca a ver morir, morir fumando.
Sin miedo, con alivio. Es una espera tranquila, por fin se acaba tanta mísera mediocridad.
Ojalá hubiera tenido yo ese poder un tiempo atrás, cuando podía alzar una pierna para matar lo que fuera, destruirlo todo; para romperle la madre al cielo y a dios si estuviera en él.
Unos años atrás, hubiera muerto menos gente.
Lo no nacido, no puede morir.
Obvio.
No sabía que el cielo sí. Que pudiera sangrar tanto mudamente.
Me parece bien, es un buen final para una mala película.