No quisiera alardear; pero si un perro guardián me da un latigazo, le arranco los pulmones a puñetazos a falta de balas y pistola para pegarle un tiro en la cara.
El coronavirus no es la enfermedad, es solo el catalizador de la mezquindad humana.
A ver si en un siguiente rebrote mueren los que deben, esos perros que colaboran con el poder desde ventanas y balcones y esos indiacos con látigos que se creen el puto poder legislativo de mierda.
Cuanto más pobres más idiotas, tal vez el hecho de ser idiotas los ha hecho pobres. Que si el huevo, que si la gallina…
Eres montaña, mar y viento. Eres mucho más. Solo quiero expresar con mi torpeza que cuando te beso, cuando me roza tu piel y su calidez se extiende como un aceite por mi carne y mi alma o cuando en el silencio escucho tu respiración; estoy donde debo y tengo todo lo necesario. Eres mi naturaleza, eres una parte de mí. El viento me susurra cosas que no entiendo, solo intuyo. Y los ojos se entrecierran con un placer sereno. Como cuando tu voz me habla directa al pensamiento y es capaz de modificar el ritmo cardíaco. Escucharte es sentirme derrotado y abandonarme a ti con desidia. Estar a tu lado es caer repentinamente en la cuenta de lo muy cansado que estoy. De lo muy viejo que soy ya. Todo dolor y toda tristeza, cuando estás, cuando usurpas mi pensamiento con tu potente presencia; queda repentinamente muy atrás en el tiempo. Es el vértigo de amarte. Es precioso sentir ese vértigo ¿verdad cielo? Cuando estás en mi pensamiento, me siento afortunado. El viento vuelve a hablarme y le digo “te amo”. A ti que eres viento y montaña y aire y mar y mi sangre misma. Está bien, sé que no es necesario; pero tengo que decirlo otra vez: tú eres más voluptuosa que el planeta. Eres carnal hasta mi desesperación. Por ello no pienso en la naturaleza cuando estoy donde debo. Pienso en ti como la fuerza que rige el planeta que me contiene. Siempre es necesario redactar cláusulas con letra pequeña en el contrato de amar para que no quede un solo rincón de ti por mencionar. Ahora las nubes son oscuras y densas como una tragedia colosal y hermosa. Y me refugio en ti, las veo a través de tus grandes ojos que serían capaces de empequeñecer los del lobo feroz y no tengo miedo a que me parta un rayo. Eres tú mi tragedia, mi nube oscura, densa y preciosa que me sopla amor y esperanza con su vientos esclavos. No podría tener miedo jamás, porque soy tu hombre. Necesito que te sientas orgullosa de mí, amor; porque yo solo atino a pensar que soy un mierda. Necesito ser tu hombre, porque si soy tuyo, soy completo. Ya llueves, cielo, no quiero dejar de escribir; pero la tinta se emborrona en el papel y no puedo permitirme perder ni una sola palabra de las que escribo evocándote. Mójame todo, amor; mientras camino a una casa donde no estás ; pero que tiene la soledad suficiente para conjurarte a cada instante. Que el viento, tu viento te lleve todo mi amor, todas mis letras. Todo irá bien, cielo.
Nunca, por mucho que llore, por mucho que parezca estar sufriendo; nunca dejes que un gato blanco lama los restos de las natillas de chocolate que has comido. Porque parecerá el gato de un mecánico por mucho tiempo, ya que no tendrás ganas de limpiarlo. Pero por otra parte, no puedes estar escuchando sus maullidos durante horas. Pinches gatos…
Gracias al coronavirus los cobardes han salido del armario después de haber estado escondidos meses en sus casas, atentos a las consignas televisadas del Régimen Español. Lo han hecho sin ningún tipo de pudor y alardeando con absoluto orgullo de su cobardía. Como si de danzarines y vanidosos travelos, maricas y tortilleras se tratara en su señalado día. Es tan decadente la sociedad española que ha llegado al extremo de alabar la cobardía como virtud con un vergonzoso “quédate en casa y no hagas nada, cabestro”. La ignorante población española mayoritariamente ha aceptado sin rechistar, con sumisión total las consignas del Régimen Fascista del Coronavirus. La represión ha sido ampliamente aceptada por una sociedad estática y pusilánime que básicamente se siente bien en cualquier prisión siempre y cuando tenga televisor, teléfono y además, forme parte de un gran número de reses en la misma situación. Nunca un país ha sido tan indigno como España y sus españoles confinados y aplaudiendo cuando así lo exigía la autoridad dictatorial. Y ahora, con el organismo débil por la inmovilidad solo se atreven a salir a la calle con un bozal, para enfermarse aún más. Usan en masa sus mascarillas aunque tengan a su alrededor veinte kilómetros libres de “distancia social”. España no tiene una “nueva normalidad”, se trata de una “subnormalidad enfermiza y cobarde”. Y la vejez, pegada todo el día a su nuevo oráculo sagrado imbécil (la televisión prostituta del Régimen Español), no ha podido caer más bajo en sus niveles de dignidad. Ojalá se hicieran epidemiológicos los tumores cerebrales y que solo decapitando a los idiotas, se pudiera evitar su transmisión; pero tumores rápidos que mataran en treinta horas a lo sumo. Sería ideal para evitar que se reprodujeran mientras se les administra morfina para bien morir o hasta que les toca turno para una piadosa lobotomía.
Esto es otro ejemplo del periodismo español del coronavirus. Lo mucho que se ha tenido que prostituir la prensa al Régimen de los Caudillos Sánchez e Iglesias para redactar semejante noticia. Es como si el puto o puta periodista acudiera a unos aseos públicos para explicar y documentar como se limpian el culo los españoles cobardes con mascarilla. Es de risa, y si no hubiera tanta ignorancia y cobardía, a más de uno le dolerían los ojos de leer semejante mierda.
La dictadura española instaurada con el pretexto del coronavirus está llegando al límite de la paranoia, el ridículo y el fascismo criminal como el estalinista o actual chino; peligrosamente tóxico para la salud de sus pusilánimes y aborregados pobladores. Su decreto de “mascarillas para siempre” es de una hijoputez recaudadora, represora y mezquina como no se había conocido desde la Inquisición española. Los Caudillos Sánchez e Iglesias no pueden vivir sin arrollar libertades, ya se han viciado y apoltronado en sus decretos como garrapatas a la piel de los jabalíes. Al final acabarán como el repugnante Mussolini y familia. Puto Régimen Español…
El amor en descomposición camina despacio y torpemente buscando un corazón que devorar, gimiendo sin dolor; es solo un engaño para apenar y emocionar a sus presas. Es un zombi. Con el rostro hecho jirones, de sus labios escapa un vómito que arrastra un labial tóxico. Como ponzoñosas son sus mentiras. Y sus pechos cuelgan pesados de mentiras y fracasos dejando gotear un pus maloliente para amamantar bebés muertos. Sus cojones están amoratados como pequeñas bolsas llenas de mierda. Sus penes son trozos de carne que se balancean pequeña e indignamente. Los amores falsos se convierten en cadáveres corruptos hambrientos de un sosiego que no existe para ellos. Buscan un alimento que nunca saciará su hambre por mucho que lo comieran. Sus genitales están infectados y devoran el placer para dejar un nicho de podredumbre que acabará con toda posibilidad de reproducción. Bailan en salas de baile mediocres dejando caer sus trozos de carne podrida que otros zombis lamen hambrientos. Zombi come a zombi. Sus dedos sin uñas buscan frenéticamente los puntos de placer en el sexo para erradicarlos por amputación y así, consolar su frustración por la incapacidad de gozar y saciar sus descompuestos y corruptos deseos que sus cuerpos tontos y corruptos no pueden sentir. Los amores zombis son una masa amorfa de envidias. Hay que alejarse o calcinarlo, porque el amor zombi contagia con un simple escupitajo. El engaño hace de los amantes cadáveres vivientes. Borrachos, seres ebrios que follan cualquier agujero o se meten cualquier polla. Por ello mutan en seres de alientos rancios que no saben si eyaculan u orinan. El amor zombi es una amorstruosidad, una mutación que se consume a si misma en el aparente sosiego de un día luminoso, canturreando canciones de las que quisieran ser protagonistas y no los ridículos personajes de su propia mala película. Sus mandíbulas se abren y cierran mascando una ambición para la que no tienen medios éticos y mentales para cumplir. Sus mamadas no dan placer, solo molestan y no tienen final feliz. Se les escapa el semen sin ningún tipo de alegría. Lo beben con asco contenido para demostrar que son magníficos actores porno. Mienten con destellos de dientes podridos con una torpe y ridícula sensualidad. Luce una vagina demasiado dilatada, ennegrecida y encallecida de tanta carne que devora con su apetito torpe e insaciable. Es un glande con un chancro purulento que provoca una comezón indigna. Los amores zombis no saben follar, solo se mueven tratando de conjurar un placer que no llegará jamás.
Desde este lugar angosto, oscuro, sórdido y absolutamente anodino, es donde perpetro todas mis agresiones literarias contra la humanidad y los actos sexuales que podría cometer sino fuera tan lelo y tan cojo. El ordenador es de juguete al igual que el teléfono (comprado en un bazar chino). Carezco de medios económicos para acceder al cochino mundo de la informática. El espejo es real porque va incluido con el alquiler del piso. (Por inbox, si estáis interesadas/os, os pasaré el número de cuenta bancaria para que me ingreséis dinero de una forma absolutamente desinteresada y yo os daré las gracias y una dedicatoria en mi próxima diarrea mental). Tengo multitud de cosas inservibles que hacen que no pueda concentrarme como es debido a la hora de reflexionar. En las cuestiones más metafísicas siempre acabo con el pensamiento disperso cuando me deja bizco la gran cantidad de desperdicios que, aunque convenientemente organizados, no tienen razón digna alguna de ocupar espacio. Incluso me lo aplico a mí mismo porque soy así de chulo e intolerante con todos por igual. Y por hoy ya he dicho demasiadas estupideces. Desde el locutorio de internet del moro de la esquina, un abrazo.
Porque ningún experto de mierda en coronavirus, ni la doctrinal y prostituta televisión española me dice a quién y a quién no debo abrazar. Ni dónde ni cómo. Hago lo que me sale de la polla y los consejos e instrucciones que se los metan por el culo; junto con las mascarillas para cabestros.
Los peores y más mortíferos microbios se desarrollan en España, ya que, la población es tan débil y pusilánime que encuentran el hábitat perfecto para reproducirse, engordar y evolucionar. En España los virus tienen un tamaño cinco veces superior a los italianos, los franceses o los alemanes. Son auténticos perdigones, por eso matan tanto. España no es diferente, es ignorante y por tanto cobarde. No tardará mucho para que los íberos se dediquen de nuevo a quemar brujas. No solo se trata de una sociedad decadente; es una sociedad degenerada que aún cree estar entre los países más democráticos de Europa. Ningún camello ve su propia giba. Actualmente, si eres español y te preguntan por la nacionalidad, mejor carraspea.