Archivos de la categoría ‘Sin categoría’

Claro, seguro que con cubos de basura harán fogatas y cantarán villancicos con los mocos congelados y guantes con los dedos rotos.
El entorno seguro es tener una cuenta bancaria repleta de dinero, y una casa de un millón de metros cuadrados, hijos de puta.
No me jodas, con tanta mierda.
¿Es que no va a cesar nunca el nuevo fascismo español del coronavirus de pagar dinero por artículos de prensa imbéciles?

Toda dictadura necesita asfixiar libertades y asesinar sistemáticamente para hacerse fuerte e instaurar su tiranía del miedo.
Se trata de una cuestión de estrategia si: asesinar con fusilamientos y tortura; o bien con terror, ruina, hambre y enfermedad.
En cualquier dictadura, la más mínima y elemental libertad de movimiento está limitada a lo que los genitales de presidentes, ministros y la bofia dicten.
Es esencial entender que no existe ninguna enfermedad que destruya la libertad.
Los actuales gobiernos fascistas han inculcado en el imaginario de la chusma que libertad es enfermedad. Gobiernos con políticos que se han formado exclusivamente en docencia y educación para deficientes mentales; de ahí el éxito de sus dictaduras y bozales.
Quien se crea que la libertad es enfermedad o su causa, debería hacer lo posible por suicidarse y mientras se decide, que no se reproduzca.

Enseñar a tu hijo a ser sincero, además de ingenuidad, debería ser un delito de agresión al intelecto y la autodefensa. Y si además lo educas en la cobardía, tendrás a la mejor y más grande de las gallinas calvas.
La idea de la verdad es un mito, cualquier ser medianamente inteligente no necesita que le digan ninguna verdad. Yo lo sé todo de una forma natural e incluso coloquial. Es más, cuando una boca me suelta una verdad, pasa automáticamente a ser mentira; siempre y cuando el sujeto sea merecedor de ello. No soy buen psicólogo, pero mis oídos pésimos para la música, captan las indecentes vibraciones de la mentira en rangos tan altos y profundos que los murciélagos me veneran.
Las mentiras siempre son graciosas y la verdad atufa tanto a mediocridad que resulta deprimente.
Soy suspicaz como un dios, susceptible y sistemáticamente escéptico.
Las putas por ejemplo (profesionales y profesionales sin cobrar y sin saberlo), en toda conversación y con mucha dignidad siempre dicen que van con la verdad por delante. Es irónico ¿no? Porque luego, durante o tras el servicio, te dicen que eres un machote y aún mastican chicle aburridas. No lo dicen para que te lo creas, pero tampoco estamos ante esa sinceridad desgarradora, ser puta no está reñido con ser mediocre también. Ocurre lo mismo con los electricistas como yo.
También hay hombres que alardean de ultra sinceridad; pero yo no me acerco a ellos porque no soy maricón; prefiero a las putas por muy sinceras que sean.
Es una constante que, quien alardea de ir siempre con la verdad por delante, es un mentiroso de mierda. Una cosa es ir con la verdad y otra cosa es que te creas tus propias mentiras y las divulgues como dogmas grabados en piedra por un Moisés que ha fumado demasiada maría.
La verdad es tan voluble que no se puede exigir debido a su mutabilidad.
Hay un dicho: Si no quieres que te mientan, no preguntes.
Estoy de acuerdo.
Así que esos grandes ejemplos vivientes y monumentales, tótems de la más humana sinceridad, que usen sus verdades para hacer el desayuno de sus hijos o para la higiene íntima personal.
Y a trabajar, que la jodida sinceridad ni da de comer ni ganas de follar. Ni siquiera os da carisma, sinceros de los cojones.

Llueve, cielo.
Es llovizna, esa lluvia que es como las motas de polvo revoloteando en un rayo de sol que atraviesa la ventana en la que la te busco todos los días.
Es la lluvia más piadosa, porque te moja con cuidado, con cariño.
Como quien reconoce el dolor o la tristeza y no quiere añadir más.
La llovizna no tiene más remedio que, al final, calar tus ropas y la piel; pero te dice que debe hacerlo, no puede evitarlo. Y yo miro al plomizo cielo con los labios entreabiertos dejando que las gotas, como suaves agujas de agua, se prendan en mis pestañas.
Las caricias son tan escasas, que hay que aceptarlas todas.
¿Sabes, amor?
Hay un matiz que separa la frontera entre tristeza y dolor.
La tristeza es una ilusión, un sueño pequeño de ternura y amor que camina en la cuerda floja. Allá sola, tan indefensa, avanzando con temblores a mil metros del suelo. A mil metros en lo profundo de mí…
Inalcanzable de tan alta, de tan profunda…
La tristeza es una belleza que está solita y en peligro, nos tiene el alma en vilo por miedo a que se precipite al vacío y se rompa.
Y sus esquirlas se claven en el corazón.
Nos hace tristemente esperanzados, porque tener una funámbula tristeza es mantener la esperanza de que llegará al final del cable, indemne y hermosa como una divinidad. Cruzará al otro lado del abismo donde cada cual nos encontramos y será hermoso.
Por eso la tristeza se pega a la piel.
Reside en la piel, porque si hay esperanza; existe. Y si existe es palpable. Es la razón de que los tristes abrazamos nuestros propios hombros o llevamos la mano al corazón sin que sea necesario. No por frío.
El dolor no, el dolor no tiene belleza; es el horror de lo definitivo. El dolor es el asesino de la tristeza.
El dolor del amante, de los padres, de los hijos, de los amigos. Los que mueren y sus tristezas jamás cruzarán la cuerda floja. Cayeron.
Pobrecitos ellos y nosotros…
El dolor tiene la dudosa piedad de no dejar ni un solo atisbo de esperanza. Y si le das tiempo, si no mueres por él; se transformará en un álbum de ternuras y una sonrisa de lo que fue la vida cuando aquello amado habitaba el mundo y viajaba hacia a ti, o estaba en ti.
El dolor es el rayo y el trueno y el crujido de tus huesos. Y la estrangulación inconsolable de todas las vísceras.
La última voz que oíste salir de su boca. Sus últimas letras…
La tristeza es llovizna, la ternura de un deseo sencillo y pequeño que intenta avanzar en un mundo malo para hacerse realidad, como un milagro.
Las tristezas llenan los huecos de un silencio íntimo y reposan en la piel como un bálsamo.
El dolor te parte el cráneo y sientes que el corazón se abre y la sangre mana fría por sitios dentro de ti donde no debería haberla. Entre la carne y el alma, es por ello que quisieras arrancarte la piel con las uñas, para sacar esa bestia de dentro de ti.
¡Quítame este dolor, por lo que más quieras!, le gritas a Dios.
Si no luchas el dolor te llevará a la locura. Y a morir.
La tristeza desliza una lágrima cálida cuando menos lo esperas. Los deseados labios que se deslizan por la piel.
El dolor te vacía del deseo de vivir.
Te hace desear la muerte.
La tristeza tu boca..
La tristeza es un conato de tragedia del que no queremos desprendernos. En la tristeza trascendemos y por las tristezas vivimos.
Una vez has experimentado en la vida el abominable dolor, temerás siempre encontrarlo de nuevo.
La tristeza la acunarás en los brazos y la protegerás.
Sé triste mi amor.
Y fuerte para soportar el inevitable dolor.
Me gustaría escribirte también de la alegría; pero si no estás frente a mí, no existe. Me muevo entre las bellas tristezas, sorteando dolores que podrían destruirlo todo.
Eres mi tristeza, mi hermosa tristeza.
Aquellos dolores… No recuerdo como conseguí sobrevivirlos, solo sé que ahora son hermosos recuerdos que se difuminan con el tiempo.
¿Sabes que todas las tristezas tienen su propia canción?
Y los dolores su locura.
En mis pestañas hay cientos de tus besos y debo ya mirar la tierra y seguir el camino como la tristeza avanza en la cuerda floja.
Bye, cielo.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

El problema es que todo el mundo quiere vivir demasiado y ¿qué ocurre? Pues que el planeta no tiene suficiente espacio.
E hízose la plaga.
¿Es posible que el coronavirus sea una de las plagas profetizadas en el Apocalipsis? Molaría…
¿Se trata directamente del Juicio Final sin más prolegómenos? Molaría también.
¿O es solo el timo que los gobiernos hacen a una sociedad decadente, dependiente y cobarde?
Me quedo con la opción del timo, por fea que sea. No tiene el romanticismo y la magia del Apocalipsis, es bostezante por lo previsible; pero hay que ser realistas, el fin de la sociedad no es cosa profética, es el simple timo de unos cuantos hijos de puta.
No puede hacer daño recurrir a las sagradas escrituras para entender el origen de ese hedor del fascismo del coronavirus y su represión machacona, asfixiante.
Si lo miras bien, es de risa.
Y por otra parte, si ha llegado el fin de la vida, encerrarse sería de lo más imbécil ¿no?
A la mierda.
Voy a fumar.
Otra vez…
Sin distancia de seguridad, sin mascarilla, con los dedos sucios de mis propios excrementos (cago sin guantes), con una erección…

Día un millón: estoy en el bosque y suenan lejanas unas campanas, repetidamente.
Son las once de la mañana y es el día de los muertos, es la razón de su insistencia. Llaman a los vivos, es hora de llorar frente a los huesos. O de reír, no todo lo muerto es bueno.
No hago caso, estoy donde debo estar.
Tengo ya unos cuantos muertos en el cementerio; pero no voy a visitar sus nichos, los huesos no tienen nada que decir.
Ni esperan nada.
No son nada.
Pienso en la resurrección y la putrefacción de los cuerpos. Pienso en la reencarnación y en los riesgos de iniciar otra vida de mierda.
Simplemente morir, es lo correcto. Está bien.
Todos los días, al igual que a quien amo, hay un instante para evocarlos, solo requiere una milésima de segundo y hay cientos de miles de ellas en un día.
En el cementerio nunca. Es un lugar demasiado aburrido. Demasiado festivo cuando tocan a muertos las campanas.
Sin embargo, hay días que paseo por el cementerio, para huir del rugido de vida del bosque, se han de cuidar los oídos…
A pesar de que ahí no hay ninguno de mis muertos, paseo convirtiéndome en silencio entre sus tumbas y nichos. Paseo para imaginarme ahí dentro, en una tumba, vertical u horizontal, no importa; para leer cuánto vivieron y ver a quien gano y a quien no ganaré en años de vida. Para fotografiar la decrepitud definitiva…
Es día de muertos, pero el bosque es más poderoso que las campanas. Y mis muertos no me esperan. Y yo no hablo con simples calaveras que ni siquiera tienen ojos. El tiempo es oro y los muertos no aprecian estas cosas.
Flores no necesitan, están rodeados de ellas. Ellos enriquecen el suelo con lo que fueron.
Y la condensación de su cuerpo muerto hace tiempo que se esfumó. Las almas tienen la longevidad de un cigarrillo.
Hay muertos sin nombre que tampoco se preocupan por las campanas. A veces creo que tengo más en común con los muertos que con los vivos.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

El titular ha llegado tarde, hace semanas que los reinos taifas y sus ayatolás (presidentes autonómicos) están hambrientos por tomar el poder y así, robar todo asomo de libertad y arruinar a la población.
Los fondos de la unión europea del coronavirus es un jugoso botín para repartirse y se les escapa la baba echando mano hacia los billetes.
Es como Alí Babá (los caudillos Sánchez, Iglesias y sus secuaces íntimos) y los cuarenta ladrones (gobiernos autonómicos).
En España, vivir arruinado y preso es el final al que aboca el fascismo de la nueva normalidad, lo que importa ahora es la capacidad de elección de los oprimidos, de cómo vivir el final: como gusano sumiso o con dignidad y rabia.