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Independientemente de lo que tu estado/dios predique por mucha dictadura que sea, si loas al asesino, eres de los suyos. O le temes hasta ser indigno.
Quien la pega, tarde o temprano la paga.
Ningún israelí debe ni puede olvidar los públicos aplausos y las celebraciones histéricas de felicidad de los palestinos por las víctimas del atentado que masacró a más de mil ciudadanos israelís, que su gobierno y amo hamas ejecutó mediante tortura, descuartizamiento, violación, disparos, explosivos y cremación de niños y adultos en octubre del 2023. Se emplearon a fondo durante horas para demostrar al mundo su crueldad sin límites, y así aprendiera el pervertido y decadente occidente y perro infiel consumista lo que le espera. Y ya lo creo que han aprendido los cobardes occidentales, vista la devoción hacia los terroristas moros y el súbito odio hacia los judíos.
Si yo aún odio al profesor que en mi niñez abofeteaba a mi hermano en clase, puedo imaginar el odio que sienten las familias y amistades de las víctimas israelíes por los asesinos y quienes los celebraron.
Es más fácil odiar que amar. El odio se desliza suave y tentador por la piel, más que las risas y celebraciones de los asesinos y sus seguidores serviles.
La misma histeria de ebria felicidad que mostraron al mundo miles de musulmanes con el atentado del 11S del 2001 de las torres gemelas.
El pueblo palestino demostró ser cien por cien hamas. Con las ciudades-cuartel subterráneas que construyeron con penuria y esfuerzo bajo sus casas y calles, quedó demostrado que Palestina es un pueblo que vive por y para el terrorismo de hamas.
Ha sacrificado durante décadas su bienestar ciudadano construyendo túneles y zulos en lugar de equipamientos básicos, para servir a sus amados exterminadores de judíos, su gobierno electo “democráticamente” dicen con la boca llena de espumarajos hipócritas.
Los palestinos que han muerto son víctimas directas de hamas, en ellos se han escudado los terroristas haciendo chantaje emocional a las pseudo democracias occidentales lloronas y decadentes, ignorantes hasta auto humillarse.
Antes de reírse de los muertos israelís, mucho antes, los palestinos vendieron el bienestar de sus hijos en pro de unos asesinos que buscan el poder y su riqueza en nombre de su alá.
Respecto a las sociedades consumistas occidentales (pseudo democracias como la española) no son piadosas o solidarias, son cobardes. No les gusta y les aterra que alguien se defienda y ponga su pusilánime decadencia en evidencia. Esas sociedades que con el coronavirus, un resfriado que los estados/dios anunciaron como peste; se paralizaron y se “armaron” con los amuletos de la mascarilla, la vacuna que no vacuna y el nuevo cara al sol del siglo XXI: el “me quedo en casa”.
Y también cada pueblo, como ahora España, es culpable de odio mezquino y fariseo con sus alegrías y fobias, como lo fue el alemán de Hitler. No puede haber cerebro más podrido que el del que defiende a los asesinos por mandato político de su amo por “su necesidad y virtud”.
No, la sociedad de la Alemania nazi no es pasado, es de rabiosa actualidad, esta vez, en todo Occidente.
Quien ríe, acosa, señala, roba, agrede y humilla es responsable de lo que hace independientemente de lo que decrete su propio “ayatolá Sánchez” y cuando paguen por ello nadie gritará genocidio, será una guerra abierta. El enemigo no es un gobierno, es un pueblo, así funcionan las guerras desde que el ser humano perdió la gracia para alcanzar su actual degradación.
Genocidio es matar a tiros y hambre a la población como hizo Mao en China con su Gran Salto Adelante, los jemeres rojos en Camboya asesinando sistemáticamente a su población, Stalin en la URSS con sus Planes Quinquenales o el que llevó a cabo la Alemania de Hitler, su población eufórica de odio contra los judíos; aquellos alemanes eran responsables de los asesinatos como lo serán los españoles.
Y quien dice españoles, dice también Europa y USA.
En un genocidio la gente es asesinada sistemáticamente sin razones bélicas o estratégicas, fría y calculadamente, sin más motivo que la codicia de dinero/tierras y poder de un estado/dios propio o invasor.
Lo de Palestina no es genocidio, es una guerra abierta por ella misma. Los palestinos que huyen no son metidos en vagones para fabricar botones o peines con ellos y luego combustible. Es un pueblo en guerra que eligió su destino y tienen suerte: a los judíos los alemanes no les permitían ni huir.
Y los españoles serán responsables de sus propias muertes en una guerra o un “genocidio” como el que tanto lloran. Responsables de abrazar por cobardía y obediencia mezquina y fascista a los asesinos.
Los mezquinos españoles se cagan de miedo ante la posibilidad de ser degollados como israelíes; el gobierno español pro islámico tiene las ciudades atiborradas de musulmanes y claro, al igual que el español delataba al disidente con Franco y al que no llevaba la mascarilla del ayatolá Sánchez; ahora también delata al judío y al que no grita “genocidio”; el español de pura raza vende sus hijos al diablo por no ser degollado.
Y así, los judíos o israelíes tienen la culpa de todo por haberse defendido; pero en el fondo, este antisemitismo español es la envidia que corroe a “todas y todos”. Un pueblo que se defiende deja en evidencia a otros pueblos cobardes. Es algo inherente a la especie humana; ocurre que hay razas o etnias más mezquinas que otras. Y la española está orgullosa de ser hoy mezquina en un pódium.
En general, los decadentes occidentales consumistas sólo buscan interesadamente la simpatía de los terroristas en un vano intento por, algún día, no ser degollados también con sus hijos por terroristas moros.
Los israelíes no deberían haberse defendido para no enojar a los moros que viven en las ciudades occidentales (pseudo) democráticas. Deberían haberse sacrificado por el bienestar emocional de las naciones (pseudo) democráticas consumistas aniñadas y demasiado homosexualizadas.
Los políticos sucios de las pseudo democracias consumistas del coronavirus ven en sus poblaciones cobardes, quejumbrosas, dependientes e infantilizadas una borregada que les produce pingües beneficios con un mínimo gasto y el modelo de dictadura islámica asfixiante y de suma obediencia al estado/dios, es la meta de la política podrida y fascista que se inició con el coronavirus.
No existe cosa más vil y rastrera que un ciudadano integrado siguiendo todo mandamiento de su estado/dios con una fe tan ciega como la musulmana. Es el producto estrella de la selección de ganado humano que ha realizado el estado/dios a lo largo de los milenios.
Nadie acaba de darse cuenta de que la historia se repite cíclicamente, porque al fin y al cabo, el estado/dios pertenece a una especie endogámica y por tanto, humanamente fallida y hace las cosas mal una y otra y otra y otra vez. Por ello, los políticos sucios, corruptos, cerdos… Son una constante que surge en cada tiempo electoral o social, con sus complejos de napoleones analfabetos cuya única gracia es haber nacido de madres y padres con una genética también sucia, la endogamia de la riqueza.
Concluyendo:
Quien señala y acusa a las víctimas de los asesinos con la inmadurez infantil de una ideología inducida por los medios fascistas de las pseudo democracias, caerá inevitablemente bajo las armas y la esclavitud de los asesinos que defiende y justifica. El asesino o enemigo no le va a dar ni agua a los cobardes por mucho que lo hayan apoyado.
La chusma de la Alemania nazi ha vuelto con toda su mezquindad y miseria.
Y mientras viven y disfrutan falsas solidaridades, se olvidan de la corrupción y fascismo con el que su estado/dios les regala y humilla día sí y día también. Viven en sus peculiares guetos fascistas de realidad pervertida.
Esta época de hoy no es convulsa, es simplemente obscena para la dignidad y la ética.
Los asesinatos hechos virtud a conveniencia de un dictador y además, con alevosía e impunidad legal y ética; son feroz y mezquinamente celebrados. Una vergüenza más que adora la especie humana.
Y próximas generaciones humanas nacerán sin piernas para arrastrarse como gusanos, como consecuencia evolutiva de su obediencia rastrera.

Las guerras producen humanos-bestias que almacenan en su interior la vergüenza de ser humillados, controlados y explotados desde su nacimiento por su estado o gobierno y nunca han tenido el valor de rebelarse.
Es la razón de los llamados “crímenes de guerra” (como si no lo fueran todos en tiempos de guerra): el rencor e insoportable mortificación por la servil y rastrera obediencia ofrecida mansa y gratuitamente al estado/dios/gobierno.
Es una ponzoña acumulada por años de una vida mediocre, inalterable y prisionera, que se escupe con violencia contra inocentes y desconocidos. Otra cobardía más sumada al servilismo mostrado como civiles.
Es lógico que el cadáver de un animal irracional cause piedad y el de uno humano repugnancia.
Las guerras funcionan por la vergüenza y cobardía de los soldados de ambos bandos.
Y no hay honor en la guerra, sólo una ira ciega y psicópata de unos ejércitos de cobardes, frustrados y trepas laborales reciclados como militares.

Es buena la ira que embrutece al asfixiado, al extorsionado, al humillado.
La ira es la muestra palpable y rugiente de lo que aún somos: humanos salvajemente libres por pura biología, instinto territorial y supervivencia.
La ira nos hace ajenos a los dogmas y acoraza contra las extorsiones “legales” del estado/dios que no puede combatir en la liga de la ira porque el estado/dios está cimentado en el pensamiento excrementicio: es mezquino y cobarde, avaro y corrupto.
La ira desatada es la mayor expresión de libertad del ser humano: sin control, sin interés, sin razonamientos morales o legales, sin temor a las consecuencias que no importan cuando la humillación y el control llenan todos los minutos de la vida.
La ira es orgánica, electroquímica humana; reside en el cerebro profundo al que ni dios ni el estado pueden llegar para aplacar con embustes que huelen a mierda.
Es un suicidio de valientes, libres. De seres humanos con sus cerebros y genitales intactos, no castrados.
En una civilización cada día más represora e invasora de la intimidad del individuo y corruptora de la biología humana misma, la ira es juez y verdugo. El valor bruto y ancestral de todo ser humano que el estado/dios veja y esclaviza.
Cuando el control te ahoga y se te arrebatan tus más simples placeres para mostrarte quién manda, la bestia emerge porque todo está perdido en tu vida y te han acorralado. Sólo queda la opción de la violencia contras las letales, mierdosas y humillantes leyes y decretos.
Y dices destilando una baba furiosa: “Es mi vida y hago lo que me sale de la polla”.
Es la razón de que las guerras tengan éxito entre los seres humanos estabulados en las grandes granjas de crianza humana o ciudades y por ello, sean largas; por mucho que una manada de cobardes se manifiesten contra ellas.
Nadie frena una guerra a pesar de los miles de muertos.
El estado/dios reconoce la necesidad de la libertad biológica humana: las guerras y su carta libre para cazar y matar entre seres humanos, sin ley ni control, servirán para rebajar el nivel de hostilidad de la población que humilla, miente y esclaviza.
Ante un estado/dios desatado en sus prohibiciones, matar se convierte en un regalo. Y será el estado/dios quien inventará un enemigo inexistente contra el que dirigir la violencia salvaje, la ira, que con su ignorancia y negligencia ha cultivado en el tejido social.
La ira, la violencia sin ley, ni control, ni juicio.
La posibilidad de morir en libertad y por la propia sacrosanta voluntad es una expectativa mayor que el amor por los hijos cuando la ira estalla, harto de comer la misma mierda de pienso en la granja de puercos humanos, las ciudades insanas para la mente y la ilusión. Tóxicas para la naturaleza e idiosincrasia humana.
Lo que traumatiza a los humanos adultos no es la guerra, sino su fin, la paz. Que es el fin de la libertad en la que se ha vivido durante meses o años. Una libertad en la que han matado sin control a amigos y enemigos según su propio criterio, según su propio deseo. Sin que ningún placer les haya sido vedado.
Perder la más salvaje libertad es el origen de la cacareada psicosis de guerra.
Los muertos son trofeos.
La ira es más placentera que el follar.
Sin control, sin el estado/dios subido en lomo sodomizándote un día y otro y otro y otro…
Es algo, la libertad, que cada día importa más. Y cuando empiezas a sentir necesidad de libertad observas los altos genitales del estado/dios sobre tu cabeza y piensas con sabiduría ancestral, que es el enemigo que abatir, la amenaza a tu vida digna. Y ahí está nuestro gran super poder: la ira.
Algo por lo que vale la pena morir y la ira, te empuja a hacerlo sin mentiras, con la sinceridad total que hay en tu sabio pensamiento instintivo.
Porque vivir en vejación no es vivir.
Y muerto, porque te matarán, tus actos quedarán impunes. Los cadáveres no son responsables de aquella ira y sus muertes o agresiones. Y la carne está vacía de ira y vida.
Se mata porque es más fácil que respirar en la asfixia.
No existe nada comparable a la salvaje libertad de la ira y su ausencia de cobardía, por mucho que pontifiquen los lelos que la ira te hace esclavo de ti mismo.
Y una mierda.
Cuanto más te pisan el cuello la ley y el control, más placentero resulta surgir de la naturaleza atávica propia y estallar.
Morir en la ira será un acto lógico y asumido, no importa ya la vida, importa el acto en sí, la respuesta al control, a la asfixia, a la vejación.
¡Oh, la ira!

Hay formas de morir indoloras e inconscientes, como en las dictaduras llamadas (pseudo) democracias ideológicas y estados religiosos como los islámicos.
Los habitantes de estas dictaduras estalinistas, comunistas o islámicas son cadáveres andantes. Los especímenes humanos más grises y tristes de todas las razas humanas. Cubanos, chinos, norcoreanos, españoles, musulmanes… Son seres con la imaginación castrada o amputada, que pacen la hierba en el pequeño prado decorado con sus propios excrementos.
Estos regímenes controladores, represivos, fascistas y de élites cleptocráticas son el modelo a seguir por las pseudo democracias consumistas de occidente. Ese pastoreo y control absoluto de las masas, los estados/dios occidentales del siglo XXI lo ven como el régimen definitivo y perfecto para su población. Globalizar a su ciudadanía bajo los mismos decretos y robos, mediante un pastoreo “pedagógico” como se está realizando en la España fascista del coronavirus.
Sin embargo, hay un grave error: los políticos occidentales forman una casta endogámica, no son inteligentes, ni formados cultural e intelectualmente. Y con ese control aberrante y ganadero que están intentando implantar, sólo van a conseguir despertar el instinto primario de defensa y caza del ser humano. Una vez activado mediante una asfixia insoportable, la violencia o guerra se iniciará sin una razón clara para la mayoría de los asfixiados y endogámicos líderes. No sabrán explicar que el estado/dios atenta directamente contra la biología humana, que requiere unos mínimos de libertad que le han sido robados a esas masas pastoreadas y recicladas práctiamente a insectívoras.
Las élites aristocráticas políticas actuales, ante todo las del occidente consumista, deben someterse a una renovación genética o directamente extinguirse ante su ignorancia e incapacidades, de lo contrario, habrá millones de cadáveres en el planeta pudriéndose en pocos años. Y eso sí que será un problema medio-ambiental grave.

No hay una muerte adecuada, la humanidad vive un tiempo tan largo que agota los recursos del planeta e impide que los cargos y funcionarios ganen el dinero que codician en su totalidad. Hay más generaciones que nunca compartiendo el mismo presente por la excesiva longevidad.
Es desolador, pronto se decretará la antropofagia y las muertes obligatorias a una edad establecida por el estado/dios: sesenta años para evitar gastos en pensiones. Se formará un gobierno tiránico mundial que provocará una guerra civil de extinción.
Cada día es mayor el número de condenados a muerte a la edad designada que deciden cómo y dónde morir. Y ante todo cuándo. Los rebeldes eligen morir asesinando a otros, lo que lleva a una gran mortandad de policías y funcionarios del estado/dios. La lógica: si están condenados a muerte, no les pueden sentenciar una condena mayor por sus crímenes.
Hay un lema que se ha hecho popular y el estado/dios castiga su difusión oral o escrita con muerte: Si has de morir que no sea pacíficamente, con la cabeza gacha.
Numerosas familias cuyos miembros están condenados a muerte por edad designada, se han aliado para proteger a sus sexagenarios haciéndose fuertes en edificios y barrios. Funcionarios y cargos del estado/dios se lamentan por el dinero que dejan de ganar para afrontar las insurrecciones con más gasto en munición y contratación de más policías y militares.
Los pronósticos se han cumplido: la población consume por decreto procesados cárnicos humanos cuyo precio es una décima parte de la carne animal no humana que consume exclusiva y privilegiadamente el aristofuncionariado, una nueva clase privilegiada que ocupa la mayor parte de los cargos importantes de las instituciones del estado/dios, una logia masónica cuyos miembros se identifican con la insignia de la Agenda 2030.
Ejército y policía no muerden la mano que les da de comer con el mínimo esfuerzo, la de sus amos aristofuncionarios; sus ofensivas contra la población se llevan a cabo con munición de guerra. No hay heridos y los cadáveres sirven para alimentar a los contribuyentes y “votantes” que aún respiran.
A 2032 se considera la Agenda 2030 totalmente implementada y ampliamente aceptada por la globalidad asalariada, salvo pequeños focos de disidencia. Los aristofuncionarios crean un gran evento mundial para celebrarlo.

2033. Una huelga salvaje de asalariados a nivel mundial detiene toda actividad, incluida la del suministro alimentario de procesados humanos y se paraliza la producción de las centrales eléctricas, plantas potabilizadoras de agua y refinerías de petróleo.
El ejército de la Confederación Europea de la Agenda 2030, ha asesinado en el primer mes de huelga a ciento veinte millones de asalariados con armamento nuclear y munición convencional. No queda mano de obra para poner en funcionamiento las fábricas y suministradoras de servicios públicos. En el resto del planeta, en cada país, se replican las huelgas y la exterminación de asalariados por el aristofuncionariado.
La guerra civil planetaria de extinción ha sido la más breve de la historia de la extinta humanidad.

    La chusma infantilizada, ingenua e ignorante de los decadentes y cobardes países occidentales consumistas, no acaba de comprender la realidad y esencia más básica del ser humano: si alguien mata a tu hijo, padre, madre, hermano, etc…, te pasas todo derecho internacional, nacional o nazi de mierda por el culo.
    La guerra es la única forma posible de libertad en estas sociedades consumistas, globales y decadentes de mierda. Matar libremente como se hace en la guerra, sin que nadie te aplique las mierdosas leyes del Estado es la libertad más pura y primigenia.
    Retornar a nuestra verdadera naturaleza sin un bocado en la boca como llevan los caballos.
    Ernest Hemingway lo reflexionó así: Sin duda, no hay cacería como la caza de hombres y aquellos que han cazado hombres armados durante el suficiente tiempo y les ha gustado, en realidad nunca se interesarán por nada más.
    Y buscando venganza por tus muertos, no podría ser más espectacular esa salvaje y libre libertad. Matar al enemigo… No existe mejor y más apasionante caza.
    No importa la patria, no importa el puto general: importa dar caza a quien ha matado lo que querías o quien lo amenaza.
    Es por ello, por esa libertad que gozan los humanos soldados, por lo que las guerras jamás son breves. Nunca cesará una guerra hasta que alguno de los bandos se sienta satisfecho con los muertos que se ha anotado y el otro abatido por la cantidad de muertos que ni siquiera puede enterrar.
    Lo han prohibido todo en Occidente con el surgimiento en las pseudo democracias de un Nazismo venenoso de carácter sanitario, homosexual, climático, y corruptor de la biología humana; surgido con la epidemia del coronavirus o “la covid 19” a inicios del año 2020. La libertad hoy sólo se puede encontrar en la violencia ante la continua presión del Estado Nazi contra los ciudadanos asalariados no funcionarios; como el derecho simple, claro y biológico de ser mujer u hombre. Un derecho que el Estado ha abolido y dicta, independientemente de los órganos sexuales con los que se ha nacido, quién es hombre o mujer con su doctrinal sintaxis perturbada. Se ha prohibido y perseguido respirar libremente a cielo abierto debilitando y enfermando a la ciudadanía asalariada no funcionaria; se ha extorsionado a la misma población a meterse en la sangre una vacuna que no vacuna, se ha encarcelado policial y militarmente a esa misma población en sus casas arruinándola, prohibiendo su sustento. Se le ha prohibido deambular como todo animal libre con el acoso policial y militar. Se pervierte la educación de los hijos tergiversando la historia en hagiografías hacia el nazismo sanitario y su homosexualismo, confunden a la infancia con complicados seres extra sexuales que padecen todo tipo de parafilias, como ninguna especie animal en el planeta ha sido castrada de su esencia.
    Los graves delitos de los políticos son perdonados e incluso galardonados cuando hay gente asalariada no funcionaria pudriéndose en las cárceles por delitos leves.
    La guerra y su violencia es el último reducto de libertad y dignidad humanas en este momento.
    El Estado ha hecho lo peor, los que lo forman son hijos de la endogamia, líneas sanguíneas malas con malas inteligencias y malas naturalezas: han acorralado a la presa (la población) sin permitirle otra opción que la violencia, la defensa de su naturaleza misma.
    Muchos violentos no saben porque actúan así, pero es instintivo.
    El primitivo instinto con el que nacemos dicta cuando es el momento de luchar, cuando la esclavitud y su humillación es insoportable como forma de vida.
    No saben muchos que están combatiendo un nazismo feroz, biológico y sectario que los castra de todo pensamiento y libertad con la colectivización insectil. Que pudre su instinto reproductor básico.
    Pudre la ética y la justicia de la naturaleza humana.
    El derecho internacional o cualquier otro, solo sirve de papel para limpiarse el culo cuando hay una guerra. Los derechos internacionales no son más que un trabajo descansado que se han buscado los miles de funcionarios que forman el Estado.
    En la guerra matas, por placer y coincide con lo que te pide el Estado.
    Y la venganza es una justicia explosiva y llena de luz y esperanza; porque matas también al jerarca que te oprime cuando apuntas y disparas a un enemigo no conocido.
    La humanidad corre sin poderlo evitar y por necesidad, hacia una gran nueva guerra mundial, buscando ciegamente la dignidad de la especie humana reducida hoy a una vida insectil y ganadera. Porque ante la destrucción total y los soldados embrutecidos, el actual nazismo homosexual sanitario climático no podrá imponerse de nuevo. Y morirán, por fin, los que deben morir en justicia y conciencia.

    Cuando se afirma que un pueblo tiene el líder (religioso o político, en ambos casos dictadores de una forma u otra) que se merece. Es cierto, pero va mucho más allá de los votantes o ciudadanos adultos eso de “que se merece”.
    Las guerras, el hambre, la corrupción del Estado que los empobrece, humilla y mata, no es sólo responsabilidad del líder asesino de turno en el gobierno o estado.
    El pueblo comparte íntimamente con sus jerarcas esa responsabilidad. Y culpables son los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc… Por su fanatismo analfabeto o no, obediencia y sumisión al líder; y lo pagan con su vida los hijos que no han vivido lo suficiente para elegir.
    Quien pone la vida de sus hijos en la fe, en manos de un dios, firma su consentimiento para que los hijos sean asesinados por el religioso, a su conveniencia.
    Quien jura lealtad a un líder político con un voto, por ejemplo, o agitando ilusionado su banderita, firma su consentimiento para que sus hijos sean “criados y educados” por el Estado, autoriza la futura prostitución de sus hijos, la perversión misma de su naturaleza humana, la humillación y esclavitud. Y por todo ello, también su muerte por el tirano político, a su conveniencia.
    Un pueblo no sólo tiene el gobierno que se merece, es responsable de la muerte de sus hijos. Y si viven, de que sean tan cobardes como ellos eternizando la mezquindad.
    La cobardía y la dejadez, es responsabilidad única del cobarde y desidioso. Y las consecuencias y responsabilidades debe pagarlas en función de su miedo y sumisión.
    Que nadie olvide jamás esto, porque no existe un tirano si hay alguien que lo mate o desobedezca.
    El concepto de rebaño asustadizo, sólo es digno para las ovejas de pastores. Los seres humanos están por encima de esos animales; así que, si se comportan cobardemente, son los asesinos de sus hijos y de su propio organismo.
    Es lo que no aprende la humanidad, una humanidad que dice ser inteligente porque a lo largo de su historia, han nacido tres o cuatro genios que han inventado o creado cosas y la humanidad grupal y bovina ha usurpado la autoría. Lo de hoy es la humanidad más imbécil que jamás ha existido, la cima de una evolución a la degeneración humana.
    Los millones de gentes aborregadas, desidiosas y con una trabajada y elaborada ignorancia e indiferencia, son los responsables últimos de la muerte, de los asesinatos y humillaciones del Estado o Dios. No sería extraño, en la actual civilización humana global, que los hijos fueran para muchos padres, el chaleco antibalas y salvavidas: los hijos son artilugios de defensa contra el Estado y Dios; la mezquindad que está alcanzando la sociedad humana, así lo indica.
    La cobardía y la pereza de un pueblo alimenta la crueldad y voracidad de sus líderes.
    Y eso, tristes humanos, es culpa vuestra, vuestra última responsabilidad; el haber permitido que un dios, un sacerdote de cualquier religión o un líder político se meta en la intimidad de vuestro cerebro, casa o madriguera y os humille y asesine a los niños, y luego se los sirva con una buena salsa en su mesa de oro.
    Sois culpables junto a vuestra ascendencia que fue como vosotros, sois los más culpables porque estáis vivos y ofrecéis la vida de vuestros hijos, si así os lo piden, “en holocausto”.
    Habéis regalado con votos, plegarias y hurras, la vida de vuestros niños a unos degenerados y caníbales líderes.
    No, tenéis disculpa alguna. Los psicólogos deberían existir sólo para preguntaros ante el cadáver de vuestro hijo: ¿Y cómo lo has permitido? Y no para haceros sentir mártires de la violencia y el odio, alimentando así la cobardía y la desidia indignas de un ser humano en un ciclo sin fin que se transmite de padres cobardes e indiferentes a hijos iguales, sin que nadie rompa la cadena.
    Tenéis vuestra responsabilidad de adultos: primero son los hijos y sus vidas, luego vosotros y vuestras vidas. Lo que quede, será para vuestro cochino dios o cochino líder.
    Habéis regalado la vida de vuestros hijos a vuestros amos. No tenéis perdón.
    Sois absolutamente culpables de cobardía y su sumisión.
    Quien haya atendido mínimamente a la historia de la humanidad, la política y la religiosidad, no debería tener dudas de ello.
    Los seres humanos son las bestias de granja, aumentadas y mejoradas de las que nacieron hace sesenta mil años con el primer pacto social.
    Habéis perdido la gracia y el honor de vuestra propia especie. Es extinción.
    Pedís respeto para los asesinos de vuestros hijos en un alarde de urbanidad y compresión, porque los habéis votado y jaleado; pero es sólo la esencia más pura y destilada de vuestra cobardía: respetáis al asesino para que no os mate a vosotros. Porque hijos se pueden tener más ¿eh?
    El pueblo no tiene el gobierno o dios que se merece, tiene el que refleja en todo su esplendor su mediocridad y mezquindad, que mejora y aumenta.
    Idos a la mierda con vuestros llantos tardíos e hipócritas, llantos de indignos adultos bebés.

    Parece ser que el pensamiento silencioso global humano es el de los ñus: mueren muy pocos humanos para los miles de millones que viven.
    Cuando la cantidad de individuos de una especie alcanza la categoría de plaga, no importan los seres ajenos que mueren a tres o cuatro metros de ellos. La humana es otra especie animal, la premisa es adecuada e idéntica por convicción y experiencia, para ella.
    Hasta tal punto se manifiesta la insensibilidad, que piensan acerca del cadáver “Bastante tengo yo con lo mío”.
    Estoy seguro de que esa indiferencia hacia las muertes ajenas, es una cualidad instintiva, impresa en el cerebro de reptil del ser humano y todos los animales para preservar la especie de su masiva reproducción y la falta de depredadores para equilibrar el ecosistema.
    Las manifestaciones que hace la sociedad, son por y para los políticos y personajes del poder que necesitan notoriedad y piden los llantos hipócritas de la masa humana en nombre de la paz, de la justicia y para un futuro mejor para los que no han nacido. Ante su amo o ídolo la masa humana ve en el acto de fingido duelo algo festivo con el que pasar el tiempo; pero no le interesa lo muerto; solo si hay buena música y cosas amenas que fotografiar para subir al perfil de feisbuc o tuiter.
    Y cuanto más sometidas se encuentran las cabezas humanas a las restricciones, prohibiciones y robos del estado o gobierno, más se reduce el radio de indiferencia a los cadáveres.
    Llegará un día que caminarán pisando muertos sin sentirse especialmente incómodos por ello.
    Sólo en internet, en sus redes sociales, se dedican bendiciones y memes a algunos muertos porque hay que hacerse “oír” y usar el teléfono que ocupa sus manos y su mirada más tiempo del que su inteligencia puede funcionar.
    Solo en internet y medios de comunicación (ya no son informativos, sino doctrinales) hacen gala las reses humanas superiores y esclavas de esa emotividad tan pía y bondadosa, que dan ganas de purgarse metiéndose los dedos en la boca.
    La realidad es que los diversos rebaños de seres humanos repartidos por el planeta, se comportan como los de ñus en la sabana, que pastando con indiferencia en el mismo lugar donde también cagan, a escasos metros uno de los suyos joven, adulto, viejo, lisiado o gestante; es devorado aun mugiendo por los leones.
    El número de reses humanas en los diferentes rebaños es tan numeroso que los individuos se insensibilizan a las muertes que ocurren ante sus ojos y en el fondo, algo les dice que es necesaria la muerte.
    Y no en tan poca cuantía.
    Esta indiferencia o trabajada insensibilidad (al menos la mía) a la muerte ajena explica el porqué las guerras se prolongan tanto tiempo.
    La guerra es la máxima expresión de la libertad: matar a otro humano sin consecuencia alguna, como arte cinegético. Sin dar cuentas por ello.
    Se desarrolla así cierto orgullo instintivo por conseguir la medalla de ser el mejor matando. Le llaman valor también; pero es solo el lógico embrutecimiento del esclavo al que se le ha dado libertad suprema. Sin mandamientos o leyes que pesen en su comportamiento condicionado por el estado mismo durante la infancia y adolescencia.
    El trauma o psicosis de guerra llega cuando al lerdo le arrebatan su libertad de matar.
    Hemingway dijo que no hay nada más apasionante que la caza del hombre y quien la prueba no la puede dejar.
    Quiere decir esto, que una vez se acaba tu libertad de matar, cualquier otra actividad conduce al hastío.
    En la guerra el humano desciende a su más primitivo instinto de caza de supervivencia y una muerte representa, tal vez, un minuto más de vida y más espacio a su alrededor.
    Y cuanto más fuerte es la presión, la extorsión y las prohibiciones que el estado ejerce contra él, más humanos cazará o matará con ansia.
    Es fácil comprender que sentirá también el honor de ser un medio de selección natural de la especie humana. Una especie de enviado para eliminar individuos que podrían denigrar la evolución de la especie con su mensaje genético defectuoso. Esto es a nivel instintivo, porque no abundan los mínimamente inteligentes para llegar al razonamiento de este ensayo.
    Así pues, mejor muerto que volver de nuevo a la paz de la mediocridad y esclavitud de la moral tributaria del estado.
    Y que deje de mugir el puto ñu que se están comiendo los leones desgarrando el ano y el vientre, les da dolor de cabeza su congénere mientras pastan aburridos en su ciudades o granjas.
    Es como el “Algo habrá hecho”, de las reses humanas adaptadas a las dictaduras y sus crímenes y genocidios.

    Iconoclasta

    España desciende hacia a la sordidez y la Edad Media arrastrada por el nazismo poscoronavirus.
    Son tan represivos y criminales los jerarcas nazis españoles con su ecología de estafa y robo, que han puesto en jaque la subsistencia de mucha gente.
    Toda dictadura consiste en asfixiar a la clase baja o trabajadora por ser la mayoría y a la que se puede estafar con impunidad, sin consecuencia alguna. El grado de asfixia depende de la habilidad del hijoputa dictador. Si se pone en peligro el sustento de la población; no todo el mundo reaccionará con pasividad o indolencia. Muchos no se quejarán o manifestarán con mansedumbre y festividad; recurrirán a la violencia.
    Porque es un acto violento que el estado prive, impida o se interponga en el sustento de la población. Y cuando se llega a eso, la única salida posible es responder con violencia al estado, al gobierno.
    Malo para los lobos y también por los que están siendo amenazados o privados de su sustento. Y al estado dictador tampoco le puede ir muy bien, porque va a tener que pagar muchos desastres y mover tropas y policías en una nueva guerra civil.
    En definitiva, todos pierden; pero de lo que se trata es que la casta paria ya lo tiene perdido, con lo cual, les importa una mierda. Y yo digo, que es perfecto.
    El gobierno español nazi poscoronavirus compuesto por chusma rica sin formación ni cualidades, tras los encarcelamientos que ha decretado contra la clase trabajadora por coronavirus, las extorsiones y segregaciones por la vacuna del coronavirus y la humillación de imponer el bozal para enfermar y cerrar la boca de la población con el coronavirus durante tres años; ha dado por hecho que la población se dejaría empobrecer miserablemente y que su respuesta sería una tarde de aplausos.
    Un gobierno ignorante, arribista y decadente que no ha tenido inteligencia suficiente para frenar su codicia y padece un severo y provinciano narcisismo propio de los imbéciles.
    El estado ha creído que todo el campo es orégano. Es decir, que todos los habitantes tragan pobreza, humillación y robo con aplausos y “yo me quedo quieto en casa” otra vez.
    Y así, con esa grata experiencia de los fabulosos resultados de su extorsión y humillación a la casta paria o trabajadora, ha creado sus particulares bosques de Sherwood para la jerarquía nazi gobernante y sus secuaces. No tardaremos en ver manos humanas cortadas en un capazo como castigo a quienes hayan osado cazar un conejo en los bosques de Sherwood del nazismo español penitenciario homosexual sanitario climático.
    Bien, pues las cabezas de lobo son un mensaje tribal, de lo más marcadamente humano y ancestral.
    Un aviso de que podrían ser otras cabezas las cortadas. No hay nada gratuito en el hecho de que dos cabezas de lobos decoren el edificio de una institución.
    Las cabezas cortadas es uno de los recursos más viejos de los asentamientos humanos para enviar una amenaza.
    Aunque en El Padrino usan una cabeza de caballo… Los guionistas fuman demasiado tabaco adulterado.
    Unos niños pijos cocainómanos e ignorantes (el gobierno) han creído ser amos y salvadores de la humanidad española. Y ahora unos adultos hartos del nazismo les han enseñado lo que es la violencia que se avecina.
    Es la guerra, un proceso no solo normal, sino necesario cuando te oprimen hasta la humillación y la asfixia.
    Y al enemigo ni agua.
    Lo realmente macabro serán otras cabezas. Y si no, que pregunten a los mexicanos lo que significan las cabezas cortadas en los zócalos (plazas mayores) de las ciudades…
    Una seria amenaza de que habrá más, lelos.

    Iconoclasta