Parece ser que el pensamiento silencioso global humano es el de los ñus: mueren muy pocos humanos para los miles de millones que viven. Cuando la cantidad de individuos de una especie alcanza la categoría de plaga, no importan los seres ajenos que mueren a tres o cuatro metros de ellos. La humana es otra especie animal, la premisa es adecuada e idéntica por convicción y experiencia, para ella. Hasta tal punto se manifiesta la insensibilidad, que piensan acerca del cadáver “Bastante tengo yo con lo mío”. Estoy seguro de que esa indiferencia hacia las muertes ajenas, es una cualidad instintiva, impresa en el cerebro de reptil del ser humano y todos los animales para preservar la especie de su masiva reproducción y la falta de depredadores para equilibrar el ecosistema. Las manifestaciones que hace la sociedad, son por y para los políticos y personajes del poder que necesitan notoriedad y piden los llantos hipócritas de la masa humana en nombre de la paz, de la justicia y para un futuro mejor para los que no han nacido. Ante su amo o ídolo la masa humana ve en el acto de fingido duelo algo festivo con el que pasar el tiempo; pero no le interesa lo muerto; solo si hay buena música y cosas amenas que fotografiar para subir al perfil de feisbuc o tuiter. Y cuanto más sometidas se encuentran las cabezas humanas a las restricciones, prohibiciones y robos del estado o gobierno, más se reduce el radio de indiferencia a los cadáveres. Llegará un día que caminarán pisando muertos sin sentirse especialmente incómodos por ello. Sólo en internet, en sus redes sociales, se dedican bendiciones y memes a algunos muertos porque hay que hacerse “oír” y usar el teléfono que ocupa sus manos y su mirada más tiempo del que su inteligencia puede funcionar. Solo en internet y medios de comunicación (ya no son informativos, sino doctrinales) hacen gala las reses humanas superiores y esclavas de esa emotividad tan pía y bondadosa, que dan ganas de purgarse metiéndose los dedos en la boca. La realidad es que los diversos rebaños de seres humanos repartidos por el planeta, se comportan como los de ñus en la sabana, que pastando con indiferencia en el mismo lugar donde también cagan, a escasos metros uno de los suyos joven, adulto, viejo, lisiado o gestante; es devorado aun mugiendo por los leones. El número de reses humanas en los diferentes rebaños es tan numeroso que los individuos se insensibilizan a las muertes que ocurren ante sus ojos y en el fondo, algo les dice que es necesaria la muerte. Y no en tan poca cuantía. Esta indiferencia o trabajada insensibilidad (al menos la mía) a la muerte ajena explica el porqué las guerras se prolongan tanto tiempo. La guerra es la máxima expresión de la libertad: matar a otro humano sin consecuencia alguna, como arte cinegético. Sin dar cuentas por ello. Se desarrolla así cierto orgullo instintivo por conseguir la medalla de ser el mejor matando. Le llaman valor también; pero es solo el lógico embrutecimiento del esclavo al que se le ha dado libertad suprema. Sin mandamientos o leyes que pesen en su comportamiento condicionado por el estado mismo durante la infancia y adolescencia. El trauma o psicosis de guerra llega cuando al lerdo le arrebatan su libertad de matar. Hemingway dijo que no hay nada más apasionante que la caza del hombre y quien la prueba no la puede dejar. Quiere decir esto, que una vez se acaba tu libertad de matar, cualquier otra actividad conduce al hastío. En la guerra el humano desciende a su más primitivo instinto de caza de supervivencia y una muerte representa, tal vez, un minuto más de vida y más espacio a su alrededor. Y cuanto más fuerte es la presión, la extorsión y las prohibiciones que el estado ejerce contra él, más humanos cazará o matará con ansia. Es fácil comprender que sentirá también el honor de ser un medio de selección natural de la especie humana. Una especie de enviado para eliminar individuos que podrían denigrar la evolución de la especie con su mensaje genético defectuoso. Esto es a nivel instintivo, porque no abundan los mínimamente inteligentes para llegar al razonamiento de este ensayo. Así pues, mejor muerto que volver de nuevo a la paz de la mediocridad y esclavitud de la moral tributaria del estado. Y que deje de mugir el puto ñu que se están comiendo los leones desgarrando el ano y el vientre, les da dolor de cabeza su congénere mientras pastan aburridos en su ciudades o granjas. Es como el “Algo habrá hecho”, de las reses humanas adaptadas a las dictaduras y sus crímenes y genocidios.
Votar es el mayor error que una persona con inquietudes de libertad y honestidad pueda cometer. Con ese aparente acto festivo y frívolo, cada voto es una autorización a la dictadura para que el estado ¡con tu permiso y sonrisa! robe y destruya tus más necesarias libertades y necesidades biológicas. Porque votar, en definitiva, es creer en el estado y pedirle que haga de ti lo que le plazca. Es un acto terrible y suicida contra la libertad y la dignidad. El voto autoriza al tirano a hacer tu vida gris e invadir tu intimidad. A erradicar la ilusión de tu día a día para llenarlos con sus dogmas de prohibición y castigo. Porque lo que llama el estado “civismo” es contrario a tu supervivencia: votar al enemigo para que haga contigo lo que quiera con tu permiso y fe religiosa en él. Firmar un cheque en blanco y dárselo al criminal. Depositar tu voto en la urna que te ordenan, es comulgar con la dictadura, recibir en toda la boca su hostia de usura y tiranía, eternizándolas para joder el nacimiento de próximas generaciones. Es una frivolidad digna de una infancia no formada aun intelectualmente. El voto es la aberración de la libertad y la voluntad. Si tú has votado, es tarde ya. Solo, si se diera el caso, podrías educar a tus hijos para que no cometan tu error, que no voten jamás, que no se ahorquen gratis ante el tirano.
Dicen que hay diversos métodos para tratar la angustia; pero en realidad no se puede tratar o gestionar. Solo puedes distraerte de ella hasta que pase la crisis.
Lo más habitual es el método del alcohol y las drogas; pero yo soy más de cagarme en dios y la puta que los parió a todos.
Y hablar poco, lo mínimo. Volcar mi pensamiento violento en el papel, esculpirlo y que adquiera el poder de las tridimensionalidad.
Se me da bien el silencio, paso horas sin decir ni una sola palabra; como el cazador que debería haber sido, acechando en silencio durante horas en el bosque la posible presa que muchas veces no conseguía y debía entonces recolectar y comer bayas antes de que oscureciera.
La angustia es un trance que nace de tu ignorancia. No sabes lo que te ocurre, no sabes quién te hace daño porque te han educado para creer en el poder de un jerarca y sus dioses. Por tanto ¿qué te hace sentir tan mal si estás protegido en los brazos del poder de los dioses y sus obispos (los políticos lo son, predican su palabra) codiciosos y enfermos de poder? Los que te educaron robándote la infancia para que creyeras en ellos.
Es muy sencillo, el ser humano es un animal triste. Al contrario que el resto de las especies salvajes nace en cautividad y crece para dar su vida al estado y a dios. Toda su existencia está destinada a engordar con oro y dinero a generaciones de poderosos y dioses, sin tiempo a mirar las nubes y si las mira, es porque le han dado un permiso especial para ello.
Como todo animal en una granja o zoo, los humanos se deprimen.
Tu instinto te grita que no naciste para vivir en una granja vertical. Que naciste como animal en el planeta y te tratan como gallina o cerdo en granja.
Eso es la angustia que sientes. El que hayas creído y asumido que alguna ley debe haber en este mundo sobre tu cabeza y que vivir esclavizado es la única forma de vida posible; a pesar de que la historia de esta civilización y sus cimientos no supera los veinte mil años, y el ser humano, la especie más evolucionada de homínidos, dicen que lleva trescientos mil años sobre el planeta.
La angustia es la tristeza instintiva que sientes por esos últimos veinte mil años de generaciones de codiciosos que, por falta de inteligencia y fuerza, eran incapaces de cazar o recolectar. Y comenzaron a parasitar tu esfuerzo, tu vida y tu tiempo. Esos que hace poco más de veinte mil años empezaron a clavarte en el cerebro un orden, una ley, un dios, una policía, un censo y un trabajo sucio a perpetuidad a través de un hechicero que se convertiría en rabino o sacerdote y luego, algunos crearían castas de políticos.
No sabes lo que sientes porque eres ignorante de tu propia especie. Eres un animal que nació para ser libre y lo convirtieron en esclavo. No es tristeza, es la alarma que lanza tu instinto de que esta sociedad o civilización te esclaviza, tu vida como ser vivo, es la más triste del planeta.
No hay falta de espiritualidad alguna, ni de altos valores en ti. Naciste en cautividad y te vendieron a un amo.
No tienes suficiente cultura ni formación propia gracias al oscurantismo del poder para reconocer lo que te ansía, porque tu pensamiento mismo es esclavitud y dependencia. Simplemente has oído que lo llaman angustia, ansiedad, depresión o ataque de pánico. Incluso trastorno bipolar.
Eres un pobre animal en una granja y tu instinto animal se rebela. El leopardo loco que da vueltas en la jaula rugiendo lastimosamente porque te asfixias. Porque no queda nada de tu especie en ti. Nada de lo que sentirse orgulloso cuando te metes con cientos de reses como tú en un vagón o en una carretera hacia tu centro de explotación.
Y la angustia la desencadena esa compleja química que se pone en marcha por orden de tu instinto para avisarte que algo huele mal en tu vida, que no es así como debieras vivir. Es justo la misma angustia o expectación del cazador frente a su presa en atávicos tiempos, la de urgencia, la de apremio.
Una angustia o tristeza existencial que surge periódicamente, y te roerá el ánimo hasta que consigas entender dónde te encuentras, con quién y en qué condiciones. Una enfermedad propia de una sociedad decadente, ya a punto de venirse abajo. Cuanto mayor es el nivel de opresión, más se rebelan los instintos y se impondrá la ley del más fuerte que no teme armas ni prisiones. Morir por morir, mejor eliges tú el cómo y el cuándo. O lo intentas.
El poder de la civilización actual, quiere borrar de sus reses todo rastro de naturaleza humana y ahí radican los problemas: no puedes dar caza a quien te esclaviza porque pervirtieron durante toda tu infancia y adolescencia tu esencia, tienes una orden programada. Debes ser una res ejemplar, mansa, obediente y, ante todo productiva; es difícil romper la programación incrustada durante tantos años.
Si en Filipinas gritan por miedo al calor, todo el planeta grita al mismo tiempo. Como en las películas las vacas sedientas de un rebaño corren en estampida al agua que huelen. Son reses ya globales, en lugar de llevar etiquetadas las orejas, las han dotado de celulares, de teléfonos “inteligentes”.
El problema está que el animal que ha nacido en cautividad, no se adaptará o morirá en libertad. Tal vez eso es algo que sabes; pero gracias al adoctrinamiento recibido en tu infancia, vuelves a la línea de programación: que una vida sin leyes, sin poderosos y sin dioses, no es posible, sería el caos.
Te equivocas, el dogma que te implantaron es mentira. No se produjo ningún caos durante los cientos de miles de años (toda la historia real de la humanidad) en los que el ser humano nacía y vivía libre. Donde evolucionó en inteligencia.
Si eres consciente de ello, de tu naturaleza, pasará pronto la depresión y reconocerás que no es angustia, es simplemente rebeldía. Y entenderás que debes seguir el juego a los granjeros o dioses, porque te matan de hambre o a tiros si no lo haces; reconocer esto es importantísimo para tu salud mental. No tienes otra opción hasta que llegue el momento de reconquistar al ser humano como especie libre.
No te preocupes, cada vez son más los cerdos humanos de granja que no saben porque se deprimen o se sienten acosados por algo, o alguien. La sensación de que algo malo va a pasar no es un don adivinatorio o parapsicológico, es un aviso de lo más recóndito de tu cerebro: estás viviendo una mala vida, indigna.
No vayas a un psicólogo o psiquiatra, ellos se limitan a ajustarte de nuevo adormeciendo tu atávico instinto con meta drogas. Y colocando leyes, sacerdotes y políticos en el aparador principal de tu pensamiento.
Es todo una mierda, lo hicieron mal, te deformaron cuando destruyeron tu infancia y tu juventud en ser amaestrado.
A la fuerza tiene que pesarte. Es normal y lógica esa tristeza, ese ataque de pánico que no lo es. Porque se trata de puro arrebato, rebelión.
Hasta que un día enciendas un cigarrillo asqueado de trabajar para darte un respiro, solo para ti, sin dar explicaciones a nadie y en contra de lo establecido en las normas de la empresa y gobierno. Y en medio de ese humo que aspiras y exhalas pensativamente, puedas ver en una difusa y vaporosa pantalla en lo que te han convertido y en lo que te espera.
Pero tranquilo, puedes distraer la angustia durante el fin de semana: unos litros de ginebra, unos gramos de coca, unos porros de maría, un par de ácidos; una paliza a la parienta y el lunes estarás como nuevo para comenzar tu semana laboral esclava. Olvidado ya lo que pudieras haber razonado en un arrebato de claridad, lo que realmente eres y quienes son ellos, el poder.
Lo verdaderamente deprimente, es que por ti mismo seas incapaz de saber lo que ocurre en tu cabeza. En tu naturaleza.
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El cielo que nos robaron.
No somos lo que debemos.
Porque nos lo prohibieron, emplearon nuestra infancia y juventud en ello.
El recuerdo de tantos años de niñez y juventud bajo el adoctrinamiento de esta sociedad o civilización, nos dejó una cicatriz que huele rancia en el pensamiento, una suciedad que no podemos quitar. Una violación que nunca olvidas.
A unos destruyeron como humanos puros. Otros nos sentimos silenciosamente orgullosos de ser libres y no globalizados o infectados por el pensamiento insectil de un rebaño.
Nuestras certezas viajan invisibles entre las potentes frecuencias de la mediocridad y su uniformidad.
Ambos, los conversos y los libres pensadores, perdimos la infancia y la juventud (nos las robaron) en las escuelas de acondicionamiento a la esclavitud que eran todas: castigos, himnos, leyes, credos, normas, tradiciones, patriotismos, urbanidad (mezquindad de rebaño), sociales (historia amañada) y autoridades: obediencia y respeto.
Pero en la adultez unos nos desprendimos de ese pelaje piojoso con el que pretendieron uniformarnos. Imagino que nacimos con una corteza dura que protegía al cerebro de la doctrina de la esclavitud y la mansedumbre.
Caminamos relajadamente porque no nos preocupa la moralidad del rebaño ni la patria que dicen que tanto hay que amar. No es extraño que despreocupadamente marque con orina mi territorio o como decían en el colegio: “mi patria”.
Nuestro hogar es el planeta; pero si para tranquilidad de los mediocres hemos de gritar “¡Viva mi patria!”, lo hacemos, somos buenos actores, aprendimos cinismo en la escuela para sobrevivir. Y luego escupimos para limpiarnos del veneno de la mezquindad.
Realmente hemos pensado al gritar: “Ni amo ni dios”, sin entusiasmo, porque lo pensamos a un millón de revoluciones por minuto todos los días. Es algo congénito, un acto puramente instintivo como rascarse el culo al despertar.
En lugar de redacciones bobas de montaña y mar y vacaciones y familia y amigos; escribimos y describimos el mundo y lo que contiene de maneras que a nadie gusta, o les hace toser.
Y ahí está nuestro gran triunfo, en ser la minoría incorrupta.
Llevamos las de perder, en las falsas democracias, la mayoría sin cerebro gana.
Nos jodemos.
Nada nuevo bajo el sol.
No es extraño que sintamos esporádicos y breves ataques de una angustia surgida de vivir en un tiempo y lugar que no es nuestro, que no pedimos. Con la fatalidad de haber nacido en una civilización o sociedad esclavista y mezquina que devora al ser humano como individuo y le mete cosas en el culo para que se obsesione con el ano y no con la imaginación que, pudiera ser inadmisible e ilegalmente creadora.
Sabes que las ciudades son criaderos humanos, que el poder hace muchos siglos entendió que cuantas más reses humanas criara en sus tierras, más riquezas ganarían cobrándoles el impuesto por respirar, por vivir en su feudo o país. Se construyeron miles de grandes ciudades verticales.
La religión, la política y la economía, técnicas de pura industria ganadera, tal como el vacuno. Y se crearon razas humanas más mansas y obedientes por simple selección de crianza de forma espontánea.
Y ahora que son tantas las reses estabuladas y cuesta demasiado dinero alimentarlas, matan/sacrifican a las viejas que no rinden y prohíben el pastoreo al aire libre de las activas. Y así siempre encerradas para recaudar/robar el dinero que gastaban en ocio porque no lo necesitan ya. Tienen teléfonos y televisores para ver el mundo aposentadas sobre sus grasas y excrementos. Están aterrorizadas en su ignorancia por la superstición apocalíptica del clima predicada por el poder. Las vacas humanas darían a sus crías en holocausto a sus amos poderosos si así se lo pidieran/decretaran por evitar el apocalipsis que se avecina.
Así, conociendo la historia sin pasión, fríamente (si acaso asco) tranquilizamos al animal que llevamos dentro y está nervioso: “Tranquilo, bestia, desahógate. Ya ves como ha ido la historia, no te agobies, es irreparable. Son unos hijoputas y algunos morirán antes que nosotros, así que disfruta de ello, de lo que puedas; porque no hay tecnología para escapar de este planeta”.
Y mientras la angustia se apacigua y se forja un tonto orgullo, fumamos un relajante cigarrillo que nos llena los pulmones de todo aquello que en la escuela, catequesis y telediarios adoctrinaban que era malo.
Soñamos con cazar, comer y follar salvaje y libremente. Con morir…
Luego, dormiríamos agotados de cara al cielo que nos robaron los adultos cuando éramos niños.
Como debería haber sido, si no hubiéramos tenido tan mala suerte al nacer.
Crónica histórica de los Asentamientos Libres, de cómo la población mundial se redujo de nueve mil millones de individuos a los actuales ¿diez millones? repartidos en todo el planeta.
Año 2126 p.G. (pos Gel) un siglo después de la aparición y comercialización del Gel del Éxtasis Sexual.
Es necesario rememorar la historia del siglo XXI para entender cómo la humanidad mutó drásticamente hasta peligrar como especie en el planeta y luego, vivir como le corresponde, conforme a su naturaleza.
Se dice que no debe edificarse sobre cimientos viejos. La muerte de nueve mil millones de personas que fueron el resultado final de una forma de vida que duró prácticamente diez mil años, fue la destrucción y la eliminación de esa cimentación podrida que no soportaba ya su propio peso.
Los Asentamientos Libres no hacen cimientos, viven sobre la tierra y no la poseen.
Capítulo 1
2023 p.Crv. (posterior Coronavirus, a su alarma). Los gobiernos del planeta ya habían demostrado su total control de las grandes manadas humanas. El éxito fue rotundo, la media de aceptación y obediencia de la población al estado y sus decretos de privación de libertad iba del 70 al 90 % (a menor índice intelectual o cultural de país, mayor era su obediencia). Por lo que continuaban su mandato con el mismo enfoque, aunque más severo y agresivo en su difusión o evangelización, predicando obsesivamente y sin descanso sus dogmas de salvación y pureza física y espiritual en todo ámbito de la sociedad; tanto en un supuesto y apocalíptico cambio climático eminentemente religioso, en lo sexual, laboral, sanitario, ocio, educación, lingüístico, alimentario e incluso en los hábitos y actos más íntimos de las familias. En definitiva, lo que la población debía pensar y creer; pero sobre todo temer gracias a la invasión e injerencia continua de internet y la televisión en todo momento del quehacer de la clase baja o trabajadora. Exactamente las mismas estrategias (aumentadas y corregidas) de contención, pastoreo y estabulación de la masa humana baja (trabajadora), que se habían empleado para los grandes encarcelamientos en las granjas humanas o poblaciones durante el estado de alarma del año del 2020, que en algunos países como China o España, duró tres años.
El legado que Hitler y Stalin dejaron en el siglo XX a los políticos contemporáneos y futuros, fue la concepción de un gobierno con visos ideológico-religiosos o místicos. La única forma probada y eficaz de unir a millones de humanos de casta baja hacia cualquier fin que un líder político se propusiera.
Con tal metodología adaptada a la actual sociedad tecnológica gracias al estudio y análisis de las estrategias ideológicas y los valiosos datos estadísticos y sociopolíticos del nazismo y el comunismo estalinista. Con la infección de coronavirus a nivel planetario propagada por los líderes de las naciones; lo que jamás consiguió una religión, lo consiguió la política: unir a la humanidad en un fin común sin cuestionar ningún decreto o mandamiento del estado.
Mediante el pánico inducido a la población con el coronavirus llegó la obediencia ciega y fe absoluta en los líderes político-ideológicos de orientación evangelista homosexual. La sanidad de todo país occidental, comandada por la OMS (ya oficialmente una confederación de carácter fascista de las instituciones sanitarias de todo país) fue la herramienta más poderosa para vacunar, literalmente, a la población del virus de la libertad. De una forma encubierta por el paternalismo del nuevo nazismo sanitario, se indujo la idea en las castas bajas que la libertad era un grave riesgo de enfermedad y su muerte. De hecho, y con los aplausos de una población infantilizada y cobarde, un porcentaje muy importante de jubilados y pensionistas murieron durante y por la maniobra de alarma por coronavirus. Un hecho que aún hoy día, mantiene el debate vivo entre los tertulianos de los Asentamientos Libres de que realmente se tratara de un genocidio pactado a nivel mundial para aliviar la presión de los sistemas de pensiones que empezaban a desbordarse en las naciones consumistas occidentales.
Ante las férreas prohibiciones ideológicas de los nuevos gobiernos de las extintas democracias (mayormente occidental-europeas) en cuestión de hábitos de alimentación, ocio, sexo y drogadicción. Y la constante sensibilización (eufemismo por adoctrinamiento o condicionamiento psicológico mediante un bombardeo constante de decretos de prohibición) mediante la usura o extorsión económica en los productos alimentarios: carnes, mariscos, embutidos, quesos, pescado y alimentos ricos en glucosa. Se optó por instaurar un oscurantismo sociocultural y científico para aplacar la creciente violencia en las sociedades occidentales, que surgía de forma instintiva ante la falta de una libertad recientemente arrebatada, la carencia de proteína que acusaba el sistema muscular de la población, la insuficiencia de glucosa para el correcto funcionamiento del cerebro y la constante intromisión de los gobiernos en los ámbitos más cotidianos e íntimos de la ciudadanía.
Se prohibieron hábitos de consumo como el tabaco, que al tratarse de un hábito reflexivo no narcótico, se convirtió en algo indeseable para los fines de las dictaduras homosexuales sanitarias; de la misma forma que se desaconsejaba el consumo de café. Se alentaba el consumo de alcohol, con especial incidencia entre los estudiantes y la permisividad del consumo de drogas narcóticas combinándolas con actos sexuales: marihuana, hachís, ácidos, cocaína…; hasta tal punto, que los gobiernos publicaban manuales de instrucciones y consejos para su correcto consumo y satisfacción.
Todos los días había algo que celebrar: una enfermedad, una festividad, una profesión, una efemérides nacional… La constante distracción de las castas bajas o trabajadoras era una estrategia básica e imprescindible. Los juegos de pelota en equipo y las diversas festividades como carnaval, procesiones religiosas, fiestas populares de ciudades o celebraciones político-religiosas, llenaban los calendarios de todos los países desarrollados.
El oscurantismo llegó con el control (hubo una compra, una prostitución del periodismo al estado pactado anteriormente con el coronavirus) de los medios de comunicación e información. Gracias, ante todo, a los ensayos y pruebas de censura y bloqueo informático que China había empleado en el ámbito de la comunicación y el periodismo una veintena de años atrás.
Otra gran maniobra de los nazismos o fascismos sanitarios homosexuales, fue la revisión, cambio, tergiversación o eliminación de los anales o crónicas de la historia para adaptarlos a la nueva ignorancia instaurada; con una redacción literaria hagiográfica de las falsas democracias volcadas al fascismo homosexual sanitario que, prácticamente tenía carácter de parábola religiosa.
Se inició como golpe maestro una agresiva e invasiva campaña mundial para eliminar el hábito de lectura e imponer el audio libro, cuyo fin perseguía algo tan obvio que muchos de nosotros, un siglo más tarde, no concebíamos cómo ningún intelectual o medio de aquella época dio la alarma de semejante medida represora oscurantista. En la conclusión no podemos estar más de acuerdo: la decadencia social había tocado fondo y la población mundial consumista se había instalado cómodamente en aquel fango fascista de oscurantismo.
Porque el objeto del audio libro, era tan obvio como simple: Escucha y calla. No leas, porque quien lo hace suele recordar cosas desagradables. El Estado será la memoria y las palabras que se lleva el viento.
La comunicación escrita y la lectura, el fabuloso ejercicio intelectual que generaba, se había restringido para mantener una baja actividad mental en la población. Se impartía su enseñanza, exclusivamente para las castas del gobierno y las adineradas.
Los líderes de los gobiernos eran abiertamente homosexuales o bien de clara orientación ideológica homosexual. Hay estudios sociológicos de aquella época, asegurando que la homosexualidad da una mayor facilidad de pastoreo y explotación de las castas bajas humanas: menor agresividad, más sociabilidad (más gregarios), fáciles de adoctrinar a cambio de supuestos privilegios, paternalismos electorales hacia los transexuales infantiles-adolescentes, etc…
Los gobiernos estaban induciendo a la población la idea de que el homosexualismo era la mejor forma de medrar en sociedad. La educación del estado se volcó en asegurar en los centros de enseñanza, la práctica del homosexualismo como integración plena en sociedad.
Aun así, las clases bajas trabajadoras, se resistían a convertirse a un homosexualismo total.
Capítulo 2
Con el fin de imponer una mayor estabilidad social, la obediencia y respeto de las masas hacia los gobiernos con tácticas de distracción psicológica; en la primavera del 2026 se comercializó por un gran consorcio de farmacéuticas íntimamente afines a los gobiernos de la época, un gel aromático para las zonas genitales femeninas y masculinas que elevaba el rango de sensibilidad al roce sexual un doscientos por cien. Sus componentes de base animal (distintas especies no especificadas o bien directamente falseadas con especies inocuas; que actualmente se ha probado que eran aceite de hígado de pangolín, armadillo y grasa epidérmica de alguna especie de rana y salamandra) aromatizados con distintas especies vegetales exóticas y una hormona sintética que potenciaba la velocidad de transmisión del sistema nervioso, interactuaban con las glándulas que secretaban los humores sexuales.
El sexo de forma natural está a nivel instintivo, íntimamente ligado a la reproducción. En sí es un acto agresivo, de posesión y selección natural de los individuos más fuertes (hembras y machos). La idea del nazismo homosexual sanitario era básica: crear una sexualidad meramente hedonista eliminando lo instintivo. Amputando la necesidad biológica de reproducción y selección natural, las reses humanas de las grandes granjas de explotación o ciudades engendrarían generaciones física y psicológicamente débiles y maleables eliminando ese instinto de territorialidad y posesión que era parte del acto sexual; pero sobre todo, de la naturaleza animal de la especie humana.
El éxito fue planetario, millones de seres humanos se volcaron en la compra del potenciador del placer. Se consideraba que, incluso en las zonas más remotas del planeta, seis de cada diez individuos lo usaba habitualmente, ya fuera en compañía o para la masturbación solitaria, en apenas un año desde su comercialización.
Miles de millones de seres humanos se hicieron patológicamente adictos al sexo, incluso se bajó el límite legal de edad para su práctica, en las pseudodemocracias occidentales: a los diez años para niñas y doce los niños, estadísticamente en el inicio de la adolescencia biológica de cada sexo.
El Gel del Éxtasis Sexual se convirtió en un artículo imprescindible en el baño, la mesita de noche y el neceser.
Por aquel entonces no lo sabían, pero el gel recombinaría o mutaría el ADN humano. Las primeras crías humanas que nacieron de la cópula con el Gel del Éxtasis Sexual, padecían una mutación severa en los fluidos naturales que secretaban durante la excitación y su acto: producían un ácido cáustico de gran potencia que además corrompía rápidamente la sangre durante el acto sexual. Los tejidos genitales eran inmunes al propio ácido, el resto del tejido se disolvía con el ácido que, entraba a través de las quemaduras en el riego sanguíneo. Sin embargo, los genitales sí se deshacían con el contacto del fluido sexual ajeno. Provocaba la muerte en poco más de diez minutos.
A partir de aquel 2026, los hijos engendrados con los genitales untados con el Gel del Éxtasis Sexual, serían mutaciones.
Los adictos al gel, a finales del 2026 representaban el 70 % de la población mundial y en el 2027, se consolidó hasta el 96 %. Eran portadores permanentes de la mutación desde el mismo momento que untaron sus genitales con el gel.
Se calcula que la mutación alcanzó al 98 % de los nacidos en el 2031.
Capítulo 3
Los primeros adolescentes engendrados con el gel morían durante el acto sexual, o simplemente con la masturbación.
Con las primeras generaciones de “hijos del Éxtasis” (así se conocía a los mutados, engendrados por el coito con el Gel del Éxtasis Sexual), se hizo evidente la mutación aunque no la causa.
El primer caso oficial se dio en el año 2038 en Sidney, Australia. Con el cadáver de una niña de doce años, hallado en el lavabo de su hogar; la mano derecha se había convertido en una gelatina ambarina y la vagina estaba cubierta por ella. Se habían licuado los tejidos y luego coagulado. Cuando el forense abrió el cuerpo, la sangre tenía el color de la orina y un intenso vapor ácido invadió la sala de autopsias. Hubo de evacuarse la morgue y renovar el aire.
La masturbación era de alto riesgo. Se debían usar gruesos guantes de caucho que reducían mucho la sensibilidad. El coito, así como la sodomía, debían llevarse a cabo con una rigurosa profilaxis para evitar que cualquier parte de la piel entrara en contacto con el fluido de lubricación femenino y el esmegma (fluido que se da mayoritariamente en los machos).
Los condones debieron reforzarse y era necesario cubrir las partes de piel expuestas al ácido con pañales que cubrieran hasta la mitad del muslo; además disponían de una membrana de goma por donde emergía el pene, o bien por el que se penetraba la vagina. Era la forma más segura de reducir el contacto con los ácidos sexuales. Aun así, durante el proceso de retirar el pañal, el condón o los guantes, el mínimo contacto con el ácido del que estaban sucios, era mortal. Los más temerosos, usaban también una máscara o pantalla de protección para el rostro y evitar posibles salpicaduras.
El sexo sucio o mojado de sus fluidos sexuales podía contaminar la orina y convertirla en un ácido y veneno con la misma potencia.
El lavado genital era ineludible.
Y el sexo oral había llegado a su fin.
A finales de ese mismo 2038, las autoridades aseguraban que las muertes se debían a alguna droga consumida o terrorismo químico de alguna facción radical religiosa.
En ese año murieron sesenta millones de niños en el planeta y ciento setenta millones de adultos. Era imposible contabilizar los centenares de miles de muertes no comunicadas. En la China rural y en el tercer mundo, los campos de cultivo de las zonas rurales jamás habían sido tan fértiles.
Se probó que cuando la temperatura del cadáver bajaba a los treinta y cuatro grados, los ácidos se neutralizaban y ya se podían manipular los cadáveres sin peligro.
Aunque semen y ovarios no habían sufrido modificaciones, la reproducción era lenta por su exigencia profiláctica y el temor de la pareja. La libido parecía haber desaparecido de la población durante los tres primeros meses de aquellos meses. Sin embargo, el Gel del Éxtasis Sexual, se había convertido en una droga que causaba un importante síndrome de abstinencia.
Que se asociara esta mutación con el consumo del Gel del Éxtasis Sexual, fue un proceso de cinco años en el que los corruptos gobiernos ocultaron datos. Buscaron causas que responsabilizaban a algunos alimentos básicos transgénicos, drogas, detergentes, virus… En el 2043 la presión social era tan fuerte que fue imposible mantener las falsas teorías. Los grandes líderes políticos que colaboraron con la comercialización del Gel del Éxtasis Sexual dimitían o bien eran juzgados y condenados. Se prohibió la fabricación y uso del gel y se condenaron a largas penas de prisión a los directivos de las farmacéuticas.
Los nuevos líderes políticos se encumbraron de nuevo en mesías salvadores de la humanidad.
La decadente sociedad era insensible a la corrupción de los estados, su afán era follar sin riesgo. El gel era ya una adicción universal y pasó a convertirse en una sustancia ilegal de elevado consumo. La nueva generación de líderes que sin el potenciador sexual perderían el respeto y la obediencia de la masa humana, creó redes de tráfico ilegal internacional pactadas.
Sin sexo, las sociedades y sus gobiernos amenazaban con resquebrajarse.
Otra consecuencia fue que con el contrabando del gel, los líderes políticos y sus gobiernos acapararon riquezas como nunca antes se había visto en la historia. Ante una masa humana que tras la esclavitud laboral, solo pensaba en revivir aquellos orgasmos potenciados más allá de lo que nunca gozaron antes del gel.
Jueces y comisarios ostentaban el estilo de vida de los narcotraficantes de finales del siglo XX.
El gel fabricado en laboratorios ilegales provocaba la muerte antes de llegar al clímax. Y aun así, se movían miles de toneladas cada mes por todo el planeta.
El ser humano evolucionó definitivamente a un nuevo estadio que lo abocó a la extinción.
La reversión de la mutación era una cuestión lejana, ni siquiera había una idea aproximada de qué forma tratarla: genética, farmacológica o quirúrgicamente.
La natalidad prácticamente se detuvo y los contados partos eran cesáreas para evitar al bebé posibles quemaduras y envenenamiento al salir por la vagina.
Tras la confirmación del embarazo y a las preguntas para el historial médico de la embarazada sobre sus hábitos sexuales, si muy raramente una pareja alegaba no haber usado el gel, tras el nacimiento se realizaba un análisis genético. Si el bebé, en efecto, era un humano puro, no mutado y no pertenecía a una casta social alta; el estado lo requisaba para su estudio genético y preservación para los ensayos de tratamiento en los mutados privilegiados. A los padres se les decía que el bebé había muerto.
Capítulo 4
Precisamente, el robo de los hijos por el estado y sus mafias de traficantes, fue la causa primera de que el minúsculo porcentaje de humanos no mutados, se constituyera en organizaciones secretas.
Al igual que ocurrió con las vacunas del coronavirus, hubo una minoría que no usó el gel. Y tal como evolucionaba la sociedad, antes de que fuera demasiado tarde, se crearon grupos secretos de supervivencia y acción de humanos puros. Paulatinamente escaparon de las ciudades hacia zonas rurales o agrestes de difícil acceso, levantando asentamientos, en pueblos abandonados o en los bosques. Nadie debía conocer su existencia. Era gente con cierto nivel cultural y con conocimientos para sobrevivir en ese nuevo medio, aunque no tuvieran una formación práctica. Había entre ellos profesionales de medicina, química, agricultura, técnicos y humanistas, así como libre pensadores que carecían de importancia alguna en la sociedad. Solían ir pertrechados con la lógica de la previsión: herramientas, armas, alimentos en conserva para los primeros días, libros de todo tipo que pudieran acarrear, manuales de supervivencia… Como los últimos seres humanos puros del planeta, debían intentarlo.
Si algún extraño llegaba hasta un asentamiento, se le invitaba con hospitalidad a compartir la comida e incluso un lugar para dormir. Y así conocían de dónde venía, quién era, si había más amigos del intruso cerca y si alguien estaba en conocimiento de su ruta.
Tras la estancia, no saldría vivo de aquel lugar. El secreto era básico para la supervivencia de la especie. Todo aquel compañero o familiar del intruso se cazaba.
Lo cuerpos se enterraban en profundas fosas de entre doce y quince metros.
Los asentamientos o aldeas no debían superar los sesenta individuos, ya fueran agrupados por familias o bien solteros. Era estrategia de defensa (la extensión del asentamiento era básica para su secretismo) e higiene.
Las nuevas parejas o familias que se creaban y superaban el límite poblacional, debían buscar nuevos lugares para vivir a no menos de quince kilómetros de otro asentamiento.
Algunos de los humanos puros que trabajaban para el estado, decidieron retrasar su huida de las ciudades para ejercer como espías, lo que ayudaba a mantener los asentamientos libres ocultos y equipados con las primeras necesidades que surgían ante un cambio de vida tan radical y la falta de experiencia de estos primeros colonos. También informaban mediante mensajes cifrados depositados en lugares pactados, de los movimientos de los mutados; como trabajos de deforestación, carreteras, dragados de ríos, mantenimiento de presas…
Desviaban pequeños y discretos lotes de armas para la defensa de los asentamientos.
La violencia de los mutados se haría extrema, sabrían de su fin y nada les importaba más que su propia presente. Los humanos puros debían responder a cualquier intromisión de los mutados, y de forma definitiva. Un mutado que entrara en contacto con un asentamiento, no podía volver a la civilización.
No había más tarea común que la vigilancia de la aldea durante los primeros años, hasta que se extinguieran los mutados.
Cada cual obtenía sus recursos con su esfuerzo individual, ya fuera un individuo o una familia. Ello evitaría que surgieran líderes y su corrupción. Era el momento de aplicar lo aprendido de la historia.
No podían caer en los mismos errores de la sociedad de la que habían escapado.
Capítulo 5
En el año 2050 se inaugura el primer centro de reproducción y sexo tecnificado solo apto por su coste para las clases privilegiadas.
Lo más acuciante para los gobiernos no era el cese de nacimientos. Era la falta de sexo lo que estaba llevando a muchos países a la guerra civil. La civilización se estaba colapsando.
Así que el sexo y su reproducción se tecnificaron buscando el contento de las masas, al menos de las pudientes primero. Se aseguró a la población que en poco menos de dos años, habría un centro de sexo tecnificado en cada distrito de cada ciudad, y subvencionados.
Las grandes masas humanas infantilizadas, degeneradas; tenían una fe inquebrantable en sus amos políticos: la humanidad continuaría adelante, porque en los peores momentos sale lo mejor de ella.
Pero no tenían nada de sí, solo veneno.
La población humana no aceptaba su fin, no creía en él. Su ingenuidad solo era comparable a su mente castrada y atrofiada por el estado.
La reproducción tecnológica se llevaba a cabo mediante cápsulas rellenadas con semen recién ordeñado que, se introducían en el útero por la vagina, por medio de un tubo cubierto por un falo de látex que se encontraba en el lomo de un potro sexual.
La mujer montaba en él y el falo la penetraba profundamente, sin ningún cuidado. Hasta elevar las nalgas del asiento. Era necesario cierto nivel de dolor y brutalidad en el acto para asemejarlo a la posesión pasional.
Cuando el cuello del útero (monitoreado) se encontraba en su mayor dilatación por la excitación continuada o bien por el orgasmo, del glande de látex surgía un pequeño tuvo que se introducía en el útero y lanzaba con cierta velocidad una de las cápsulas. Había una espera de un minuto para que la cápsula se deshiciera y así el semen se derramara en el útero, donde no se generaba ácido.
Y de nuevo se repetía el ciclo.
A la cuarta píldora solía correrse la hembra reproductora.
Surgía entonces, un molde vaginal levemente calefactado que se adaptaba a la vagina por elasticidad; presionándola y obturándola para que el semen que se alojaba en el útero, no saliera. Además, el seno vaginal efectuaba masajes mediante oscilaciones para relajar el aparato reproductor.
La mujer durante ese proceso de cinco minutos solía correrse un par de veces más. Lo aseguraba el folleto informativo del centro.
Personal sanitario especializado y protegido masajeaba el monte de Venus de la hembra reproductora porque era bueno psicológicamente, que algo humano las acariciase, las hacía más fértiles.
Dos asistentes sexuales, masajeaban los pezones endurecidos, que ya apenas conocían el tacto humano. En sí era una liturgia fetichista que garantizaba una experiencia sensorial a todos los niveles.
La sala del potro reproductor era circular y en su pared había una decena de espejos-ventana que pertenecían a otras tantas cabinas, donde los machos observaban a la hembra en el potro con una ordeñadora masturbatoria eléctrica en el pene (un sensor de ph, monitoreaba la acidez del semen cuando se eyaculaba para evitar que entrara en la hembra una cápsula venenosa). Un saco de gel aceitoso cobijaba a temperatura corporal, con leves vibraciones, el escroto para estimular la producción de semen en los testículos.
En una de esas cabinas se encontraba la pareja de la mujer en el potro. Y el semen que la dejara embarazada podía ser de cualquiera de aquellos diez machos.
Era terapia psicológica para combatir la frustración del instinto humano que no les permitía el acto carnal y provocaba en machos y hembras la ilusión de una lucha por reproducirse en una sociedad tan destruida y decadente que los llevaba inexorablemente a una crónica depresión.
Machos y hembras asumían así que disfrutaban de esa variedad y aleatoria actividad sexual que años atrás se consideraba una forma de integración social, de ciudadanía plena.
La lotería de la fecundación y su adulterio tecnificado, con los adecuados narcóticos, apaciguaba esa sexualidad degenerada en sus cerebros de ciudadanos integrados.
Los hijos, naturalmente eran mutados. La reproducción era puramente cosmética, una ilusión de supervivencia de la especie.
Ni siquiera podían masturbarse en pareja, la profilaxis necesaria para ello era abrumadora. El estado que los cuidaba, les daba la gracia del placer y se sentían agradecidos a sus jerarcas.
Las salas reproductoras, eran también un medio de realizar el acto sexual sin riesgo a morir. Solo era una cuestión de elegir si se pagaba por una u otra cosa.
El porcentaje de muertes por año era del treinta por ciento de la población mundial; de nacimientos, el dos. La sociedad se estaba plegando sobre sí misma, aplastándose.
Desde el momento en el que la humanidad asume que su fin está cercano; las sociedades se desmoronarán: primero la economía, los bienes inmuebles perderán todo valor y por lo tanto, el respeto a la propiedad.
Ya no sería necesario trabajar para un futuro mejor. El primer líder político que dio un discurso meses después de saberse que oficialmente la humanidad estaba al borde de la extinción, en un desliz retórico dijo que se debía seguir mejorando ciertas condiciones sociales para asegurar un futuro mejor. Se convirtió en un auténtico payaso de moda durante meses. Los videos de las risas de la población que lo escuchó, se harían virales.
Las organizaciones secretas de humanos puros eran una causa de la gran mortalidad.
En veinticuatro años (desde la comercialización del gel) habían muerto dos terceras partes de la población mundial. Y la mortandad se aceleraba, los alimentos escaseaban, las fábricas se paralizaban.
Los países con la población más envejecida y menos recursos económicos, como Grecia, Portugal, Hungría, Rumanía, Chipre, Sarajevo, España o Marruecos, dejan de existir como naciones tras extinguirse su población, oficialmente entre los años 2070 y 2075. Dichas ciudades se convertirán durante el tiempo en los que los camiones de los ejércitos continuarían operativos, en necrópolis para enterrar o incinerar los cadáveres que constituían un serio problema por su acumulación millonaria. Un último intento para evitar que la descomposición llegara al mar.
Capítulo 6
Hombres y mujeres se convirtieron en especies rivales. No había sexo, no había atracción, la reproducción solo podía llevarse a cabo con costosos métodos.
Se odiaban, pretendían un poder que no existía ya para nadie. Había prácticamente una guerra civil entre hembras y machos en todo país.
En el año 2055 murieron seiscientos millones de seres humanos en altercados violentos. Los que morían de enfermedad, hambre o bien en el tercer mundo no había forma de contabilizarlos. No obstante, fuentes de la época, sostenían que entre muertos por hambre, por enfermedades habituales como el cáncer sin tratamiento, toxicidad en los alimentos y el uso del gel prohibido, se deberían sumar mil doscientos millones.
No fue solo por la violencia de la guerra entre hombres y mujeres y guerrillas urbanas contra las fuerzas armadas. Las sociedades secretas de humanos puros, habían infiltrado voluntarios en los puestos de poder y consiguieron el acceso a los depósitos de suministro de agua potable de una veintena de grandes ciudades.
En una operación sincronizada, con la facilidad de acción que ofrecían las ciudades en guerra o arruinadas y los líderes políticos bloqueados, superados por el colapso social, inmóviles ante el fin de la humanidad; las sociedades secretas envenenaron las redes de agua potable.
Construyeron bajo las conducciones de agua, almacenes donde acumularon toneladas de arsénico. Practicaron injertos en las conducciones de agua para conectar una vía de entrada que dosificara el veneno. Con bombas peristálticas programadas inyectaron durante semanas el arsénico en las redes hidráulicas.
Al horror de las guerras y el vandalismo social, se sumó un envenenamiento doloroso que afectaba a todas las edades de humanos mutados. No descubrieron nunca los gobiernos de donde salió aquel veneno que mató a tantos millones de humanos a lo largo de tres semanas.
Una ventaja colateral, es que las ratas en las ciudades se extinguieron; pero la putrefacción de sus cadáveres invadía las ciudades y causaba infecciones.
Saboteaban constantemente centrales transformadoras eléctricas creando caos. La destrucción era achacada a los grupos violentos de mutados.
Era habitual que dos individuos que se cruzaran por la acera, pelearan por solo mirarse.
Niñas y niños que no habían llegado a la adolescencia se usaban como actores para realizar videos pornográficos (por no haber llegado a la adolescencia no segregaban veneno) para una globalidad que necesitaba unos instantes de consuelo, evocando como era el acto sexual antes del Gel del Éxtasis Sexual. Las televisiones públicas transmitían diariamente y en distintos horarios aquellos videos que podían durar media hora. Durante la emisión, cesaban los altercados. La gente observaba fascinada a las niñas y niños de entre tres y ocho años, practicar torpemente sexo mientras lloraban asustados ante las cámaras, con los cuerpos marcados por golpes y torturas de los directores de las películas. A los niños se les introducía por el meato varillas de plástico que dieran la ilusión de erección. Morían de septicemia.
Las sociedades secretas de humanos puros, si querían sobrevivir y permanecer como especie en el planeta, debían acelerar como fuera el proceso de extinción de los mutados, ya una especie salvaje, destructiva por odio puro; con esa desinhibición lógica y previsible de quien sabe que va a desaparecer y que nada quedará de ellos, nadie que los recuerde.
Continuaron sin cesar sus sabotajes y acciones terroristas contra la población mutada, con una discreción absoluta. Se demolían puentes estratégicos, se destruían líneas de comunicaciones, se volaban silos de cereales… Eran breves y fulgurantes ataques que se repetían por todo el planeta.
La globalidad no pensaba que hubiera humanos no mutados y si los hubiera, eran tan pocos que ya habrían muerto de hambre, en las guerras, en los envenenamientos, cosa que ayudó a protegerlos.
En el año 2060, un recuento de la población arrojaba una cifra aproximada de 3000 millones de seres humanos, todos ellos mutados. Los ¿seis millones? de humanos puros repartidos por distintos lugares del planeta, no existían para nadie.
Y surgen los primeros grupos o tribus caníbales en las ciudades.
Todas las previsiones se vieron rebasadas en el avance de la extinción de la humanidad.
Las naciones del tercer mundo, resistían mejor el cataclismo social. Su población estaba habituada a la penuria, cazaban y proseguían con su labor agrícola manual en las aldeas. No obstante, también afectados por la mutación, la población envejecía a buena marcha.
En el año 2103, ya no hay instituciones u organismos demográficos que puedan dar una estadística de la población mundial. Algunos expertos, en su opinión y siguiendo la historia de la debacle, hablan de entre 400 y 600 millones de habitantes y la inmensa mayoría, supera los 70 años de edad.
Los animales salvajes amplían su territorio incluyendo las ciudades: osos, lobos, jabalíes, pumas, coyotes, águilas, buitres… En las capitales nórdicas, los osos polares condicionan la escasa y avejentada vida de las ciudades que ya tan solo ofrecían cobijo sin calor.
La alimentación de los predadores era fácil y abundante, se basaba en presas humanas viejas, por su lógica disminución física.
Son los últimos coletazos de la especie humana.
Los hijos del éxtasis engendrados en los potros sexuales, no superan los dos millones. Y ya no existe medio reproductor alguno. Sus edades se encuentran en el rango de los cincuenta y tres años de media, solo son suposiciones.
La extinción se acelera. Y en el 2110, se supone una población de 100 millones.
La población de los humanos puros, su número, es una incógnita y siguen siendo un mito entre los mutados.
Algunos mutados, huyendo para escapar de la muerte inmediata de las ciudades demolidas y buscando alimento y refugio, se encontraron con algunos Asentamientos Libres.
Se les aceptó con hospitalidad. A la mañana siguiente estaban muertos, habían envenenado la comida que les ofrecieron.
Si no había veneno en el asentamiento, la muerte sería bastante más violenta; pero nunca como la crueldad que practicaron los mutados en sus ciudades, entre ellos mismos.
De alguna forma u otra, como pagas, cobras.
Debía desaparecer toda mutación. Los Asentamientos Libres no podían permitir seres mutados entre ellos. La dependencia de un gobierno de estos individuos y su estúpida esperanza de recuperar algún día el estatus de vida que conocieron, podría destruir la libertad y futuro de los humanos puros. Por otra parte, solían ser demasiado viejos ya, individuos deprimidos, incapaces de valerse por sí mismos que creían que debían ser alimentados por simple bondad y respeto a su edad.
Todo mutado que entraba en contacto con un Asentamiento Libre era sacrificado, no verían un nuevo amanecer tras el primer contacto con aquellas gentes.
Las generaciones que nacían en aquellos asentamientos eran de fuerte y rudo carácter, con una independencia intelectual absoluta. No conocieron estado, autoridad o gobierno alguno. Habían nacido libres y para ellos morir era una posibilidad frecuente y natural.
Capítulo 7
Actualmente, en el 2126, se considera extinta la población mutada.
No se conoce el número exacto de humanos puros que habitamos el planeta, no se realiza ningún seguimiento, no hay gobierno ni administración, ni instituciones.
No importa cuantos somos, no es un conocimiento necesario, lo único que nos preocupa es la supervivencia y mantener vivo el lenguaje oral y escrito. Es básico para que los conocimientos adquiridos los pueda usar otra gente que los ignore y precise ayuda.
A pesar de ello y en las tertulias que celebramos, creemos que la población humana mundial está entre los diez y treinta millones repartidos por el planeta.
Con el tiempo dejamos de necesitar cosas superfluas y apreciamos las herramientas y los pequeños objetos que nos pudiéramos fabricar por vanidad.
Se debe conocer, de ahí la presente crónica, el vergonzoso pasado de la humanidad para no caer en ello de nuevo.
La lectura y la escritura, han marcado la gran diferencia de la especie humana con el resto de especies; no se puede perder.
Como medio de comunicación y fondo de conocimiento útil, es fabuloso.
Se pidió a los miembros de los asentamientos, que dedicaran un tiempo a dejar anotados sus conocimientos, en sus propias casas, que cada cual llevara su pequeño diario y archivo de efemérides y conocimientos adquiridos, por si alguien precisara información o buscara consejo. Si alguien lo hace o no; no importa, solo era una idea.
Y si alguien no ayuda a otro, no será ayudado. Como pagas cobras, es una ley tan lógica como natural.
No existe industria pesada ni automatizada, las armas de caza se fabrican artesanalmente por los miembros de cada grupo familiar o cabaña para su uso exclusivo, no hay comercio; pero en algunos casos hay intercambio, según el grado de amistad o parentesco entre vecinos.
Disponemos del suficiente conocimiento de la metalurgia.
No hay límite de uso de en la tecnología, siempre y cuando no afecte a los vecinos y se use en la intimidad del hogar. Y no afecte al entorno para la caza y recolección de supervivencia.
No se escribirá jamás una sola ley.
Advertencia:
En la pasada primavera, el jefe del clan familiar, William Romero, propuso en una tertulia entre cazadores a la orilla del lago Tibum; la creación de un ayuntamiento para gestionar las necesidades de la aldea, una biblioteca y tal vez un archivo de registro de las casas, para facilitar y crear tareas comunitarias que mejoraran la calidad de vida.
A la orilla lo decapitamos y con clavos a través de los ojos clavamos la cabeza a la puerta de su cabaña. Con un cártel que decía: “No habrá jamás autoridad o gobierno alguno”.
A la esposa y a sus dos hijos de doce y diecisiete años, se les dio la opción de abandonar la aldea y montar su propio ayuntamiento si así lo deseaban, para ellos solos. O bien, seguir en la aldea sin volver a proponer jamás otro retorno a los gobiernos pasados.
Eligieron quedarse; pero no les permitimos sacar la cabeza de la puerta.
Decidieron construir una nueva cabaña y mudarse a ella.
No ha habido ningún intento más de control o gestión de la aldea.
No somos salvajes ni ciudadanos. Somos seres humanos con nuestros instintos íntegros, con el afán de aprender o curiosidad propia de nuestra especie. Con el ansia de conocer nuestro medio.
Solo el día, la noche y la climatología, marcarán horarios para quien desee seguirlos por necesidad o por convicción.
Los errores ocurren, la gente muere. Nadie debe pagar por un error.
Y que cada cual juzgue, si es necesario al prójimo según su experiencia, según su instinto. Así será tratado también por los demás. No es nada nuevo, es lo que hacemos todos desde el momento que nacemos, aprender y juzgar va de la mano.
Porque conocemos nuestra especie, sabemos que surgirán problemas de territorialidad, envidia, robo y asesinato. Creemos que cada cual sabrá responder a un abuso en la medida que crea sea justa y necesaria. A nadie le debe importar lo que ocurra entre dos oponentes.
Si la violencia se llegara a extender a la aldea, se extinguirá. Será un proceso lógico y natural.
La tierra no es un propiedad, es un uso. No se acapara.
Lo aquí escrito es la historia de la vergüenza y el bestialismo humano. Quienes escribimos esto, y lo hicimos todos los miembros de la aldea Tibum; no permitiremos la existencia de leyes, convenciones sociales o religiones; no si salen de la intimidad de cada hogar. El individuo y su núcleo familiar si lo tuviera, es lo más importante de cada asentamiento.
Cualquier propuesta de autoridad, intento de control, religiosidad o moral, será erradicada matando al que la propone.
Una vez muertos los presentes, el futuro no nos importa. Somos lo que nos hemos propuesto cuando ha sido necesario. Si futuras generaciones lo hacen o no, es cosa que no nos atañe. Será elección de otros.
La educación o el conocimiento, la lleva a cabo cada familia o cada individuo, el nivel de conocimiento se ajusta así, a las posibilidades y necesidades de cada cual y al tiempo que disponga para ello según sus habilidades, aptitudes y trabajo.
Rara vez interactuamos con otros asentamientos, están lejanos por esa razón; es peligroso el hacinamiento, está probado. Sin embargo, ante una esporádica visita de cortesía, o bien porque ha ocurrido alguna catástrofe geológica o climática, tenemos la suficiente ética para dar la bienvenida y ayuda a quien lo necesita realmente.
Lentamente, van naciendo futuras generaciones, que llegado el momento, deberán buscar otro lugar donde realizar su asentamiento, si se supera el número de sesenta individuos.
Y por fortuna, ya no tenemos historia que escribir, en la actualidad no hay reinados, ni conquistas, ni inventos que transformen el planeta.
¿Dónde escondes la libertad para que el hijo de puta no te la arranque? En el culo no, porque te lo petarán con hierros ardientes. En la cabeza tampoco, te la abrirán a martillazos. En los dientes menos, porque te colocarán electrodos en los genitales y se romperán cuando los aprietes por el dolor. Bajo las uñas ni lo sueñes, tienen alicates oxidados. No metas la libertad en la mochila del colegio de tu hijo. Olvídalo, hay pequeñas cabezas decapitadas clavadas en picas justo al lado de las banderas de los hijos de puta, a la entrada de los colegios. Podrías haber escogido traficar con drogas, los hijos de puta te la quitan, se la quedan y te dejan tranquilo. Hubiera sido mejor que traficar o usar la libertad. Has cometido delito de anatema. Podrías meter la libertad en una bala y disparar al hijo de puta por la espalda antes de que sepa que piensas libre y salvaje, sin escrúpulos concebidos, con las palabras exactas y precisas. Y a ver si luego es capaz de extraerse la bala de la cabeza y confiscar tu libertad si tiene cojones. O coño. O compra símbolos religiosos y los contaminas con tu semen libre y espárcelos por la calle, cuando algo es gratis la gente te lo quita de las manos huela como huela, o se agacha si es menester. Y se untarán los dedos y tal vez los labios con tu láctea libertad. Usa trocitos de banderas como pañuelos desechables… Lo cierto es que si hubieras escogido cualquier delito material tendrías posibilidades de sobrevivir; pero ¿escribiendo ideas libres con palabras descatalogadas y prohibidas por la moral de mierda? No sabes lo que has hecho, mano. Nunca debiste cometer esa herejía, por muy libre que te creas, por la verdad que sea. Si hubieras contado alguna superstición, como la religión o algo ideológico como política de ganadería de rebaños humanos o cháchara pseudo filosófica de magnates aburridos; tu vida no correría peligro. Desde el mismo momento que escribiste “El ojete del culo no es un órgano genital como una polla o un coño”… Que dios, si existiera semejante burro, se apiade de tu alma. ¡Huye!
Cuanto más pretenden educarme, mayor es mi hostilidad y rebeldía. Nadie tiene nada que enseñarme. Sé lo que he necesitado aprender. Y una vez aprendido, me he dedicado a adquirir conocimientos libremente. No voy a perder mi vida aprendiendo mierda. Porque aprender es absorber un método y un código para interactuar en sociedad. Y yo lo he aprendido todo. Lo que quieran obligarme a aprender, se lo pueden meter vía rectal, hijos de puta. No es casualidad que piense como lo hago. No es casualidad el desprecio que siento hacia una sociedad imbécil. Cuanto más aprendes, menos eres tú y más asfixiantes son ellos, los mezquinos, los vulgares. He tenido algunas cositas que desaprender para sentirme libre y salvaje. Aprender es para los niños, y yo hace mucho tiempo que escupo una leche cremosa por un pijo, por el capullo. Pretendieron enseñarme que lo correcto es glande. Elijo cada palabra con precisión, con voluntad, con la suficiente displicencia para dejar claro que nada aprendo y algunas cosas por las que tanto se esforzaron enseñarme, están pegadas en una tira de papel de limpiarse el culo. Mi idea del mundo y quienes lo forman está forjada en una fragua poderosa que hay dentro de mi puta cabeza. Cualquier ideología, dogma o fe, es agresión. Pasó el tiempo de aprender. Mi método para vivir en esto que me rodea es adecuado. La ideología o fe es algo anal. Y por el culo solo salen las cosas, no entran.
No niego la belleza de las pequeñas cosas tiernas que se guardan con veneración en el puño cerrado con pasión; pero ¿sabes qué ocurre, cielo? Que necesito la grandeza de los cielos azules ektachrome, las largas, altas y lejanas cadenas montañosas. Es que no cabe nada en las miniaturas, son tan pequeñas que apenas entra un lágrima. Y las pequeñas cosas no se merecen ser aplastadas por un romanticismo enorme que carece de los conocimientos básicos de la hidráulica del amor y otros fluidos. Imagina esas camisas baratas que venden en los mercadillos a precio de mearse de risa y a pares, tengo que probar tres tallas más de las que me corresponden y el vendedor se coloca un chaleco antibalas para que los botones no lo acribillen mientras me dice: “Te queda perfecta, incluso holgada”. Y yo rojo de asfixia. Así me siento amándote entre cuatro paredes. No quiero ser pretencioso, amor. Es porque me desenvuelvo bien en los grandes horizontes, aunque me humillen con su enormidad. El color de mi piel comparado con el azul, los verdes y los marrones invernales, con la impoluta nieve lejana; casi me hacen cadáver. Un insecto tísico, descolorido. No importa. La razón más importante es que solo la grandeza puede contener mi amor y deseo. Las hermosas y pequeñas cosas, pobres, no pueden contener lo que te amo, no cabes en ellas. Necesito todo el espacio que mis ojos abarcan para que mi amor se expanda y te arrolle y te envuelva y te cobije y te susurre, ahora sí, mis pequeñas palabras que se deslizan suavemente por las laderas boscosas y nevadas, por los valles y los ríos. ¡Que todo sea enormidad! Que mi amor se libere de la compresión de mi corazón y pulmones, que se expanda hasta cubrir tu piel. Siempre pienso al ver una flor, en la belleza que concentra; pero evocándote concluyo que es poca cosa para contenerte y definirte. Y créeme, si no tienes un buen espacio para liberar todo el amor, te asfixias por dentro como si la cabeza y el corazón se aplastaran contra sí mismos en una fisión de amor atómico. Es como ser alérgico y meter las napias en una flor para esnifarla, llevado por el suicida romanticismo. No. Necesito gritar y que mi voz resuene lejana entre las montañas y digan al oírme: “Ya está el macho en celo de nuevo”. Sí, ya sé que me denigro yo mismo, no sé venderme con elegancia; pero es que no quepo ya ni en mí de tanto que te quiero. Todo se hace pequeño si no hay unos amplios horizontes. No puedes alimentar a un león con berberechos y salmón ahumado con galletitas saladas. Ya sé que a veces salgo de los límites del buen gusto literario y me dejo resbalar de culo por la pendiente de la vulgaridad; pero es que estoy hasta los huevos de estar tan comprimido, coño. Por mucho papel y tinta que use, el amor se me derrama de los límites de las hojas y al no contenerlo, siento que es pérdida y tontas ganas de llorar. ¡Pobre amor derramado sin lugar a donde ir! Créeme, el amor es un fluido y soy un buen mecánico en hidráulica. Sé lo que digo… Sé lo que siento, sé lo que duele la presión de una columna de amor por centímetro cuadrado en la piel y en algún lugar dentro de mí. Hacia el horizonte lanzaré este amor que avanzará a través de los bosques y las altas cimas, por los mares y los ríos, y llegará a ti como una avalancha, un alud de ternuras y pasión. De sueños que no se cumplirán, pero recitaré en tu oído como una plegaria a la esperanza. Instantes de ilusión…
Esa libertad e impunidad que da la guerra para vivir y matar indiscriminadamente debe ser tan maravillosamente adictiva… Yo quiero… Solo debes pensar que estás prácticamente muerto. Y todo aquel que mates, es un placer que obtienes antes de que tu cuerpo empiece a pudrirse. Es mejor que follar. Después de pasar decenas de años encerrado en una ciudad-pocilga, acosado por los sebosos cerdos del estado como presidentes, ministros, jueces, policías, sacerdotes, etc… La guerra y su salvaje libertad de matar a quien te plazca y que además te paguen (lo que sea por ello), es un auténtico oasis en la vida. La definitiva culminación como ser humano. Matar y saquear… Para correrse. No le veo dignidad ni ventaja alguna a la cobardía del pacifismo; pero entiendo perfectamente que los borregos balen cuando sienten a los lobos. Al final, después de tanto conocimiento y sabiduría, resulta que lo que más ansío ahora es un guerra; sin importar cuanto pueda durar yo en ella. Cualquier cosa que destruya esta sociedad podrida y sus habitantes, es mejor que vivir como un triste puerco bañado en mierda, controlado por las asfixiantes leyes de jerarcas, sacerdotes y jueces hijos de puta. Todo el puto estado muerto y los que lamen sus genitales también decapitados. Hemingway sabía bien lo que decía. En una película alguien llevaba un collar con orejas humanas cortadas a los que asesinaba o cazaba, yo no lo llevaría por lo maloliente; pero me hace sonreír con ternura. La joie de vivre… C’est la vie.
Hay una raza de reses humanas, la crédula. La más numerosa en el planeta; la predominante. Por su característica principal: la fe, la credulidad; ha desterrado la inteligencia de su genética, puesto que la fe no requiere intelecto, solo obediencia; la evolución la ha liberado de esa pesada carga que es el intelecto. Hoy, a esta raza que obedece a brujos, religiosos y políticos; para no humillar a sus individuos, se la conoce con el eufemismo “masa votante”. A lo largo de los milenios de la historia, cientos de miles de generaciones han luchado de forma instintiva, agresiva y voraz contra la inteligencia (infectándola), el sentido común (corrompiéndolo) y la libertad (destruyéndola) de una forma inconsciente e insectil. Por puros impulsos eléctricos en sus pequeños cerebros que ellos mismos son incapaces de entender y que son ni más ni menos, los preceptos que sus amos, brujos, sacerdotes de todo pelaje y políticos les han inculcado. Prácticamente, la raza crédula ha extinguido al primigenio ser humano cazador y creador o inteligente. Y grandes zonas del planeta han sido invadidas por individuos adaptados al servilismo medieval. En esta característica primordial de la raza crédula, políticos, dictadores, brujos, ideólogos y estafadores de todo tipo de sectas, encuentran la forma de acceder a la fama y al dinero millonario y fácil. Esto explica porque a la menor oportunidad las “democracias”, gracias a una simple epidemia, se han convertido en dictaduras con los aplausos de sus crédulos o votantes. Y cuanto más represiva ha sido la dictadura contra esta raza, más reses se han vacunado y revacunado y adoptado el bozal (mascarilla en argot fascista) como símbolo religioso y prenda de vestir cotidiana. Hay que precisar que los crédulos no han aceptado bozal, acoso, prisión y vacuna por miedo a su gobierno dictatorial, sino por fe. Por auténtica fe en la salvación que les promete su caudillo elegido por ellos mismos “democráticamente”. Dicen que todo pueblo se merece el gobierno que tiene; pero es mentira. No pueden elegir, es así de simple; carecen de capacidad de elección. Ayuda que los jerarcas de esta casta, obedecen a la ley de: Cuando el cerdo (el político) prueba la sangre (la dictadura represiva o fascista) no quiere otra cosa. Esta ley también explica por qué las dictaduras son los gobiernos más longevos de la historia de la humanidad. La gran virtud de esta casta humana, además de su fertilidad conejil natural y también forzada por la sanidad del estado (no todo iba a ser hediondo en los crédulos, algo bueno debía tener esta raza o casta para que tuviera tanto éxito demográfico); reside en la capacidad de recibir latigazos de su caudillo, sacerdote o brujo, sin renegar por ello o dolerse; esa insensibilidad al dolor hace que sea sumamente fácil y económico estabularla y conducirla. La letra con sangre entra o Quien bien te quiere te hará llorar, son sentencias aceptadas e inculcadas ya genéticamente en su básico intelecto, y explican clara y básicamente el funcionamiento intelectual de la casta crédula. Generación tras generación a lo largo de los siglos, la obediencia de esta raza se ha hecho más fanática y obediente a sus amos y mesías. Se puede afirmar que la raza crédula ha perdido su primigenia humanidad. Las próximas generaciones carecerán de las básicas características humanas como, la capacidad de esfuerzo, la determinación, la independencia y el coraje. Lo que nacerá en las próximas generaciones, será una cosa híbrida de mamífero vacuno. El auténtico ser humano, se extinguirá. Es muy difícil que un ser humano libre y pensante se decida a estropear su propio linaje con otra especie menor. Este es el tan cacareado fin de la humanidad propia y puramente dicha. No han sido precisas grandes catástrofes nucleares o naturales. La raza crédula ha ido extinguiendo al ser humano hasta llegar a nuestros días, en los que quedan tan pocos seres humanos libres, que la estirpe primera es irrecuperable ya. No me gusta nada; pero alguien debía decirlo, describirlo y escribirlo; antes de que no quede nadie inteligente y esa raza crédula y sus sacerdotes que la azotan, corrompan la historia y la hagan mierda relegando al olvido al ser humano real y verdadero.
Una anécdota ilustrativa: En marzo del 2020, con la epidemia de coronavirus o covid; algunos países decidieron emular la paranoica, genocida y delictiva dictadura de China: España, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Austria… Decidieron instaurar una férrea dictadura que conllevaba además, una libre actividad de corrupción y enriquecimiento fácil y rápido de la clase política. Y así adueñándose de la prensa y todo aparato de comunicación para instaurar su estado del terror, impusieron las más severas medidas de estrangulación, acoso y prisión contra la población y segregación racial (por su metodología). España fue la más dañina por su segregación, prisión y respiración, puesto que fue el único país occidental que obligaba a calzar el bozal en el hocico (mascarilla) a cielo abierto. Prácticamente el estado español, prohibía respirar. Hace unos meses atrás viajó a España la Merkel, la presidenta alemana. Le preguntó al Sánchez (presidente o caudillo español): – ¿Cómo es que tanta gente lleva mascarilla (bozal) por la calle, en espacios abiertos? –le preguntó fascinada al caudillo español- ¿Aún es obligatoria? – No, ya no es obligatoria; pero el pueblo español está muy concienciado de la prevención y profilaxis por la covid –respondió el caudillo con orgullo, obviando la cobardía y el pánico de un pueblo sumiso y sometido a una dictadura brutal. La pregunta de la alemana, por si sola, ilustra el nivel de paranoia fascista de unos cuantos países como España y su pasmosa facilidad para retirar el decorado de una democracia, y volver de nuevo a principios del siglo pasado a la menor oportunidad.
Todo indica que en pocas semanas el Gobierno Penitenciario Fascista Español Homosexual y Sanitario, decretará encarcelamientos nocturnos masivos contra la población (en jerga nazi “toques de queda”). Y prohibirá con controles policiales la circulación entre ciudades y pueblos (en jerga nazi “confinamiento perimetral”). Tal vez, ante los lógicos y necesarios estallidos de violencia, decrete además, un estado de excepción y cartillas de racionamiento, que afectará también la vida diurna. Todo ello con “el aval de la justicia”, lo que explica el afán del Caudillo Penitenciario Homosexual Sanitario Español por apropiarse del sistema judicial español. Se trata de una medida “cosmética y psicológica” para hacer creer a la chusma que todo es legal, que nada ha de temer del Gobierno Dictador Homosexual Sanitario. Todo es por el bien del ciudadano y que quien bien te quiere te hará llorar. Y la letra con sangre entra. Ni que decir tiene que, los presidentes o caciques autonómicos están preparando sus propias baterías de represión, ya muy experimentados en la dictadura: encarcelamiento, acoso y segregación racial (en este caso según la región geográfica y su folclore) contra la población con sus pasados y muy recientes decretos de encarcelamiento y extorsión por coronavirus. Y todo ello justificado y avalado por la justicia para evitar el “gasto energético” o “crisis energética”. Como el gasto nocturno derivado del descanso laboral de la población: bares, restaurantes, salas de baile, cines, etc… O sea, controlar los hábitos de ocio de la clase paria o baja trabajadora. Y prohibir el uso de combustible de automoción en los fines de semana de la masa trabajadora, prohibiendo que puedan salir de sus granjas dormitorio. En definitiva, los acosos y extorsiones y encarcelamientos llevados a cabo desde la instauración de la Dictadura Penitenciaria Fascista Homosexual Sanitaria Española el 14 de marzo del 2020, volverán a tener plena vigencia en pocas semanas para “luchar contra la crisis energética”, extendiéndose en el tiempo con la “crisis climática” con el aval de la justicia, de propiedad de la Dictadura Homosexual Española. El Caudillo Homosexual Español lleva meses profetizando que decretará “días difíciles”; pero no son días difíciles; se trata de “días oscuros” de persecución a las más básicas libertades. Los próximos encarcelamientos, acosos y represiones son una estrategia necesaria, ya que la clase trabajadora va a conocer el hambre de primera mano y las necesidades de temperatura por la gran crisis instaurada por el gobierno en España, lo cual se traducirá en violencia, en revueltas sociales y podría desembocar en una guerra civil. Por ello el Gobierno Penitenciario Fascista Homosexual Sanitario Español, acabado el periodo vacacional, comenzará el acoso y derribo contra la libertad y los básicos derechos biológicos de los ciudadanos españoles. Es algo que se ve venir de una hora lejos. Y la lógica consecuencia de la instauración en España de la Dictadura Penitenciaria Fascista Homosexual Sanitaria. En toda dictadura, es preciso recordar cada breve tiempo a la población que no es libre, que no existen libertades ni derechos, se trata de gobernar con franquismo, por decretos ultra fascistas. Los días oscuros en España son ya la norma de un gobierno de marcado y delictivo fascismo. El narcisismo injustificado (no valen ni un céntimo de lo que se creen) de los dictadores y su complejo mesiánico, regirá y llenará la vida de la población española de nuevo durante décadas, en un país ya acostumbrado a vivir con los decretos de políticos asesinos, como los franquistas, tan cercanos, tan vivos y con sus descendientes ideológicos ocupando los cargos de poder españoles. Aún así, que lo sepan los amantes de la libertad y el libre pensamiento: veremos de nuevo aplausos al Caudillo Penitenciario Homosexual Español y todos sus secuaces, como ministros, caciques autonómicos, jerarcas funcionarios, funcionarios y los aparatos represores y acosadores que usa el estado maricón.