Posts etiquetados ‘excitación’

¿Qué mierda es esa de no desear, no follar a la mujer?
Por supuesto que desearé a la mujer del prójimo.
Me importa poco que la mujer hambrienta tenga prójimo.
Importa que la mujer me pide que la joda, que la trate como a hembra en celo. Y me desea con las bragas manchadas de humedad.
Su prójimo no le come el coño como yo, hambriento, sediento, animal, sin piedad, humillándose ante la diosa.
A su macho le da asco su raja. Y se la mete para taponar ese sexo que le repugna.
Convierte el follar en una paja mal hecha, solo para él.
La mujer del prójimo abre sus piernas ante mí y separa los labios resbaladizos y brillantes de su coño exigiendo con mirada hambrienta y jadeando, mi lengua arrastrándose por su raja, hundiéndose en su vagina anegada.
¿Quién cojones dice que no desearé, que no se la meteré después de haberle arrancado obscenidades corriéndose en mi boca?
Si la mujer me desea, yo jodo a la mujer.
Le irritaré sus cuatro labios y los pezones de tanto besar, mamar y lamer. Y regaré sus gemidos con mi leche.
Volverá a su prójimo con el coño irritado.
Me importa poco un mandamiento o ley mierdosa, me suda la polla.
Nada me puede impedir que joda a esa bella hambrienta mal follada.
A la mujer del obediente prójimo y a su hija si también me desea.
¿Qué retrasado mental pudo dictar semejante prohibición mierdosa que busca con saña el hastío de la mujer?
Ella desea y yo la jodo.
Ésta es la ley.

Iconoclasta

Una mujer caliente, sexualmente excitada, es la mayor fuerza de la naturaleza, no puedes combatir contra ella.
Debes arrodillarte y leer el salmo de su coño. Ciego, con la lengua, con los dedos descifrando un Braille de gemidos y espasmos que brotan de sus muslos y boca.
Has de humillarte ante su fuerza y acompañar su pelvis en cada estremecimiento que padezca, que se corra llena de ti.
Y observar como exhala su alma entre los labios jadeantes.
Y beberla.
Que grite o susurre impúdica e implacablemente su placer.
Es imposible sentir su húmedo poder y contener un semen que hierve, que duele presionando en los cojones. Que brotará por un glande cárdeno henchido de sangre.
Mascullar íntimamente a la diosa desatada que es tu puta, que la odias por su poder que te convierte en su siervo y esclavo. Y que la leche que rezuma por su coño está formada por tu alma y tu corazón.
Preguntarle: ¿Quieres matarme? Es eso lo que quieres ¿verdad, cielo? Que derrame lácteamente mi vida dentro de ti, sobre ti. Y aún muerto seguir amándote con desesperación.
Somos el sacrificio de la diosa.
Y una obscena redención.
Un suicidio líquido y cremoso.

Iconoclasta

Tengo un tic nervioso, un Pinocho inquieto en la bragueta.
No me creas banal o vulgar, solo es obscenidad, sincera lascivia.
Soy viejo como el mar y la ingenuidad es un cadáver entre los huevos.

Una usual calentura, un cipote de madera ardiente.
Un infierno en los cojones, una leche como lava.

Ni por un momento pienses que es defecto de fábrica o de un Gepetto senil, acabado.
Acepta tu responsabilidad, amor.

No crece la nariz con mentiras, ocurre con tan solo un aleteo de tus pestañas, solo con una mirada tuya, mi puta.
Ante ti, diosa del alma y la carne plena de sangre pulsante, pudiera parecer que miento; pero solo rabio de deseo.

Mi hada azul de destellos húmedos y regueros blancos en tus recónditos muslos…
No es por mentir el Pinocho inquieto, cielo. Simplemente una lógica indecencia de tal magnitud que el universo mira a otro lado con una tos de embarazo.

Iconoclasta

No sé si tengo una innata capacidad, una facilidad semántica y sintáctica para ser absolutamente obsceno en mis pensamientos y sus palabras; o es que tú y tus hermosos pezones, tu coño perfecto y tu culo precioso, son los que provocan esta pornográfica verborrea de la que hago alarde sin asomo alguno de pudor.
Más concretamente sin piedad para todos aquellos mediocres capaces de sentir la polla en la boca cuando simplemente la leen.
¿Sabes que tengo el rabo lleno de heridas? Te pienso, te evoco y me agarro al nabo con fuerza, como esas veces que te pido que lo cojas con el puño y me hagas daño, que lo aprietes y lo retuerzas hasta que se me escapa un dolor baboso por entre los labios y se me encogen los cojones del trallazo doloroso. Y tú lo haces con tanta fuerza, mi puta…
Yo mismo podría ser tu Jesucristo, que pide ser crucificado ante ti con la polla tiesa.
Ya sabes lo delicada que es la piel que cubre esas venas por las que circula la sangre y el semen, a veces el organismo se confunde con todo este puto deseo; me has mamado la polla tantas veces, que la has dejado perfectamente tonificada. A veces le hago fotos solo para pensar como tus labios cubren el pijo y sorben…
Bueno, cuando cierro el puño al soñarte, es inevitable que las uñas se claven en la piel con cierto furor y empiezo una frenética masturbación que acaba escupiendo una leche rosada que se queda prendida, aún latente entre los pelos del pubis y los huevos.
La primera vez, por un instante me asusté ante la posibilidad de que tuviera cáncer de cojones; pero vi la piel de la polla en mis uñas y me sentí feliz. Derramé alcohol en ella y rabié, porque cuando siento dolor y grito, es como liberar a la bestia y no hay mayor libertad que ser lo que uno es realmente.
¿Estás segura de que algunas noches no te sientes violada con la presión de algo que te llena el coño mientras te mana una baba espesa por la raja? Y dormida llevas las manos entre los muslos y sin pretenderlo rozas el clítoris que emerge agresivo de tu vulva cremosa, tan erecto para ser aspirado con fuerza rozándolo con los dientes. ¿Recuerdas como aferras mi pelo cuando te como el coño y me obligas a lamer con más fuerza y casi me asfixias? Pues eso, puta…
La presión que tu vagina ejerce en mi rabo herido, hace del joderte algo balsámico que da un mortificante descanso a la desgarrada piel de mi pene que tanto busca tu agujero. Cualquiera de los tres que luces, mi amor, mi puta diosa…
¿Has visto, cielo, con que naturalidad y amor te escribo?
Pues eso, mi hermoso coño, te amo y cada noche te jodo esté o no a tu lado.
Y en tu despertar te imagino húmeda, con el chocho resbaladizo y pegajoso que ha dejado una mancha en la sábana. Y yo lamiendo todo ese caos con la boca en tu llaga divina.
No sé, tal vez alguien pueda decir que esto no es literatura.
Y tendrá razón, porque el único y premeditado fin de mis palabras es joderte, tanto y tan profundamente que el ojo ciego de mi pijo llegue a atisbar tu alma.
¡Psé! Se pueden meter el Nobel en el culo, me suda la polla.
Hasta la próxima follada, mi amada, mi puta.

Iconoclasta

El espíritu y la carne

Tengo un relajante dolor y una descarada de falta de pudor.
El dolor es de amor, siempre lo es.
La impudicia es una erección y un pensamiento de una obscenidad absoluta.
¿Cómo puedo conciliar la espiritualidad del dolor con la carne dura, obscena y goteante que está firmemente presa en mi puño violento?
Tal vez pienso demasiado, tal vez la amo demasiado e inútilmente y mi organismo conjura el dolor con un bálsamo blanco que escupo como una plegaria hirviente.
No sé… No quiero entender.
Me basta correrme con tristeza, me lleva a trascender más allá de esta mediocridad.
Lo sórdido es densidad, cuanto más humilla, más importancia adquiere la vida.
Un sacrificio lácteo, un deseo rojo en mi cerebro; como la sangre fuera de las venas.
No hay conciliación de soma y psique, soy demasiado absurdo.
Son reacciones lógicas a la monstruosidad de amar y desear sin consuelo.
Solo soy una consecuencia de mí mismo.

 

ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta