Posts etiquetados ‘vanidad’

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No existe ningún problema en el acto de amar, no se debería temer nada puesto que no es un negocio; no hay pérdidas ni ganancias.
Pero hay quien dice que “es complicado”.
No hay complicación en el amor. Es, en esencia, lo más sencillo del mundo. Sólo hay ignorantes de sí mismos y el temor propio de los mezquinos y pusilánimes.
Si el amor “es complicado”, se debe a que no existe. Es decir; no vale él para ser amado, o no vale ella. Eso no es complicado, simplemente se niega que haya amor.
Retorcerlo es un acto que viola la nobleza y la honestidad. Algo de lo que no sentirse orgulloso.
Lo complicado es sobrevivir cada día en esta asfixiante sociedad adocenada, maloliente, degradada, carcelera, controladora, esclavista y envidiosa. Corrupta y hostil.
El amor es tan sencillo como su existencia o ausencia, cualquier otra consideración es mercadeo ruin de un ser provinciano con una injustificada vanidad.
La complicación está en quien pervierte con su limitado y adocenado intelecto el amor mismo, haciéndolo un negocio o inversión.

Hay días que por alguna razón no soporto las amenazas del planeta ni su arrogante vanidad.
Siempre descomunal y hermoso hasta la paranoia.
¿Qué le pasa?
¿No está cansado de sí mismo como yo?
Dicen que la edad da sosiego. Y una mierda. Siento pulsar la ira como el síntoma del estallido de un capilar en el cerebro, en el pensamiento mismo.
Es hartazgo.
Como si me importara vivir más tiempo para simplemente sentirme abrumado por las colosales y amenazantes bellezas que se me regalan como premio de mascota.
Estoy cansado de idiotas y sus vanidades, de subnormalidades, de la vulgaridad de lo ostentoso.
¿Por qué no puede la belleza ser amable y no echarte a la puta cara que eres un mierda?
¿Por qué el planeta no me ama como ella? Como si fuera fácil, como si no se diera cuenta de la miseria que soy, sonriéndome sencilla y rotundamente hermosa como una bailarina de cajita de música…
Sin ternura y cordialidad la belleza es amenaza y humillación.
Hoy es mi día de pasarme la espectacularidad por el culo; mira por dónde.
Esas magnitudes geológicas pretenden aplastar mi pensamiento, destruir mi imaginación para que no describa mundos mejores.
Porque los he imaginado, soñado y escrito.
El planeta es un envidioso censurando incluso, las posibilidades que pudieran ser mejores que él. Por ello, por mimetismo, los gobiernos y su gentuza son los reflejos mínimos de la maldad del planeta. Todo encaja mierdosamente.
¿Todo esa magnificencia para recordarme que la muerte ronda cerca, que soy demasiado insignificante? ¿Se trata de esto?
Tal vez esté un tanto susceptible y la agresiva beldad de lo colosal me pesa absurdamente en el ánimo por alguna química descompensada. Bien, pues me parieron así de descompensado, hay que joderse.
Un hombre primitivo cansado de tanta ostentación de poder planetario… ¿Y la sangre y el dolor derramado también es bello y espectacular? Así debían pensar en algunas ocasiones mis ancestros, aquellos que vivían bajo el cielo negro temiendo ser alimento de un depredador durante la noche.
No debería hacer eso, ya tengo bastante petulancias cada día con los idiotas que son más pequeños e imbéciles que yo.
Y más feos.
Y ahora tú el planeta también jodiendo.
Lo siento chaval; pero hoy no estoy para mierda.
Coño, siempre amenazando con ser temible, como un mierda de puto dios de tantos que hay flotando por todas partes.
Ahora soy yo el que alardea de una maravillosa y liberadora locura… Tan pequeña y tan hostil.
No está mal, me gusta.
Y ahora a fumar ya más relajado en lugar de masticar el filtro.

Iconoclasta

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Las águilas son vanidosas, afirmo.
Porque vuelan muy alto sin ser necesario.
La vanidad es un pecado inventado por los religiosos. Una forma de decir y adoctrinar a los devotos y crédulos que solo dios es digno de sentirse orgulloso de sí mismo y todos los hombres y mujeres son indignos de respetarse o enorgullecerse.
Vanidad u orgullo no es pecado, es la envidia y codicia del religioso. La enfermiza obsesión de los sacerdotes porque los creyentes sean débiles y tristes.
Temerosos hasta la obediencia indigna e imbécil.
Dicen curas y sacerdotes que ellos son los reparadores y sanadores de pecados. Y si no hay pecado se quedan sin trabajo y por tanto; su codicia desconsolada.
Y quieren enfermar para curar con oraciones que matan. Quieren la miseria para dar limosnas que provocan más hambre y debilidad.
Me gustan las águilas porque vuelan sobre toda mísera religión e ideología, como yo que soy mi propio dios.
Y soy perfecto.
Los fabricantes de pecados, miserias, debilidades y enfermedades, lloran cuando observan mi sombra planeando en el suelo.
Mientras yo viva, habrá un hombre en la tierra. Un hombre portentoso.
Y follo con las diosas.
Y desde sus sexos de labios húmedos que me enloquecen de deseo y vanidad, gotea mi semen que riega las catedrales, iglesias, pagodas, sinagogas y mezquitas, dándoles un perfume humano y noble, bendiciendo los templos y sus ministros y sacerdotes con la cremosa verdad tangible e indiscutible, sin debilidades ni enfermedades. Con la vanidad que yo cultivo celosamente en mis cojones.
Mis diosas orinan con traviesas sonrisas sobre crucifijos, lunas, tótems, pirámides y candelabros.
Preciosamente…
Soy el hombre dios que existe, suda y folla. No como esos dioses modelados con excrementos amasados con envidia, pereza, codicia, cobardía, fe y obediencia.
Si Dios existiera, se hincaría de rodillas ante mí.
Y le tiraría unas monedas al suelo y un trozo de carne podrida.

Iconoclasta

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No me puedo quejar, he hecho cosas por las que no he pagado y follado a quien amaba.
He salvado la vida en muchas ocasiones y ganado el suficiente dinero para satisfacer mi vanidad.
He sido esclavo; pero jamás he respetado al amo y lo he engañado.
Y cuando era obligatorio rezar, de pequeño movía los labios sin pronunciar, sin creer. Masticaba aquella hostia insípida y blasfemaba como los mayores con mis primeros cigarros a escondidas.
Me fascinó la pornografía y luego me aburrió, como los videojuegos y las grandes obras de la literatura universal que son afines a la ideología que ha hecho de la sociedad en la que habito, un vertedero de gente sin cerebro y serviles hasta la vergüenza ajena.
Y ahora que he hecho todo lo bueno y malo que me ha sido posible, soy un hombre incrédulo con una imaginación desbordada.
Un hombre que no se niega ningún placer, porque de morir no me libro y no hay premios allá donde no hay nada.
Un hombre que odia este tiempo y lugar en el que ha vivido y se siente ufano de ser feroz e impío de pensamiento y letras con los rebaños de humanos que le rodean y roban el aire y el espacio.
Un hombre con un hijo que sabe despreciar (como su padre lo educó) toda ley y toda tradición que son los grandes cepos de la libertad, la imaginación y el saber. Y sin embargo, sobrevive y consigue lo que pretende en este muladar que nos encontramos al nacer.
Soy un hombre que sabe más que dios y si pudiera, mortal como un césar loco. No me puedo quejar.
Soy un hombre fuera de lugar y tiempo. No ha sido accidental, ha sido mi voluntad, mis cojones. No me puedo quejar.
Soy un hombre que ha dejado miles de pensamientos plasmados en tres dimensiones, táctiles y legibles en el planeta; y nadie ha podido evitarlo. No me puedo quejar.
No ha sido duro ser hombre, ha sido fascinante poder mantenerme libre y al margen de la moral de una sociedad podrida y abyecta.
Algún idiota sin cerebro y con toda probabilidad, algún miembro destacado de esta sociedad dijo: no hay mal que cien años dure.
Y una mierda, el mal es eterno como un cáncer que no acaba de comerse nunca al enfermo hasta denigrar su cuerpo y su dignidad; son las reses humanas las que mueren en y con el mal.
El mal (la sociedad grupal y tribal, la que usurpa y degrada la creación del individuo) es eterno y permanecerá cuando yo muera. No me puedo quejar.
Que se jodan los que queden vivos.

Iconoclasta

Todo es relativo (según dicen algunos genios, mostrando una cómoda tolerancia para quedar bien con todo el mundo), un día frío en una región del planeta será cálido en otro lugar aunque las temperaturas sean iguales.
Cada habitante se acostumbra a su clima, es lógico y no relativo.
En tiempos violentos ocurre igual, un día será tranquilo si hay menos muertes de las habituales; para cualquier otro lugar donde haya paz, una muerte será suficiente para considerar el día como trágico.
Las cuestiones de amor funcionan igual, un poco de simpatía puede confundirse con amor cuando la soledad marca con tristeza los días.
La soledad requiere haber experimentado y conocer suficientes cosas, tantas como para sentirse ahíto. Lo mejor de la soledad se pierde con la flaqueza de ánimo.
Al final nada es relativo, cada situación se adapta con precisión a quien la vive. Con absoluta objetividad.
Porque ¿qué me importa la temperatura de otro lugar del planeta si no soy envidioso?
¿Qué me importan los amantes o los que agonizan en soledad?
¿Qué me importan los que viven o mueren si no los conozco?
Existe un exceso de hipócrita caridad y empatía. Nadie puede querer a tantas personas a la vez a menos que sea un arribista, un ambicioso político enfermo de poder.
Y si hubiera alguien tan altruista, sería una excepción. Y las excepciones no se tienen en cuenta en las estadísticas. Si yo soy pura estadística, estoy autorizado a imponerla con mi buen criterio. Soy vengativo.
E inmisericorde como retorcidas son las ramas desnudas de los inviernos impíos.
Los grandes mesías, profetas, santones e ideólogos de la historia, sufren y sufrieron cáncer de ego.
Yo no necesito que nadie me admire, ni que me escuche Solo comparto momentos con un puñado de personas que con toda probabilidad bastaría con mano y media para contarlas con los dedos.
Por otra parte, considero mi vida mucho más importante que la de la humanidad en general.
Lo malo de los humildes, de su gran virtud, es que esconden una inevitable vanidad y una gratificante crueldad. En el fondo, desean que sufran muchos para lucirse ante el mundo.
Yo me conformo con que un prestidigitador haga desaparecer las cosas y seres que no quiero.

Iconoclasta

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