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La verdad de las cosas hermosas

La verdad de las cosas hermosas se muere entre los embates de mil imágenes y sonidos vulgares, entre ingenuas, indignas e imposibles ambiciones.

La nobleza y el valor sucumben ante ídolos de plástico sin mérito, marcados con muchos logos.

Y el vuelo de un águila apenas llama la atención cuando se mira con ojos idiotas la pantalla de un teléfono. Un animal bebe en el arrollo y provoca una ternura que es todo lo contrario (de una forma muy tóxica) de lo que siento por la humanidad.

Se crean de la nada, como malos hongos, los malos escritores de una frase y aparecen acomodados e indignados defensores de la libertad y la justicia, que teclean sentados sobre sus gordos y fofos culos.

Las cosas bellas son arrolladas por aludes de mierda que bajan veloces por un vertedero.

Y los que no deberían haber nacido babean por el coño de una puta de revista que no pueden pagar. Sufren por el coche que no tendrán jamás sin vender el ojo del culo a un banco.

Yo vomito en la intimidad del bosque, me purgo todos los días de tanta mierda que me hicieron tragar y cuido e hidrato el ano que tantas veces me rasgaron.

Solo que no aprendí, yo no aprendo, no lo necesito. Nací sabiéndolo todo y deseaba buenos días con una sonrisa a quien quería ver muerto.

Pido y deseo la guerra, el hambre y la enfermedad en todos los rincones del planeta.

Que los muertos bajen como troncos río abajo, a centenares por minuto.

Que todos los humanos sufran como la verdad de las cosas hermosas agoniza entre la hipocresía, la cobardía y la estupidez.

Si Dios existiera, sería YO. Y no estaríais leyendo esto, bajaríais putrefactos río abajo, con los ojos comidos por los cangrejos.

La verdad de las cosa bellas no da serenidad a mi ánimo; no aplaca la ira, el odio y el asco. Los magnifica hasta crear una apasionante literatura misántropa.

Y me gusta, ya hay demasiados filántropos en el mundo, hay que equilibrar tanta bondad de mierda.

 

 

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Iconoclasta
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Hay momentos buenos por los que vale la pena pagar, porque lo bueno no existe gratis.
No importa que la idiota mienta y diga lo maravilloso que soy. Ya soy mayor para creer toda esa mierda, sé lo que soy, como soy.
Y el que yo sea un ser despreciable, no convierte a nadie en algo mejor que yo.
Hasta yo, siendo tan desarraigado e indiferente a las vidas y emociones de los demás, supero ampliamente en calidad a cualquier otro espécimen.
El mundo es sórdido, yo solo soy un producto de él, de lo que han creado. Que se jodan, a mí me va bien.
El condón me incomoda, pero ese coño rosado promete una muerte dulce e infecta. No soy un suicida.
Un billete de quinientos y otro de doscientos asoman en el bolso de la puta, cuando ha sacado el condón para vestirme la verga, le he pagado.
Follar entre miseria tiene un aliciente y una intensidad que no tienen los buenos burdeles de altos precios para gente como yo.
El niño de unos cuatro años, juega con el teléfono de la puta de su madre. Se encuentra justo a mi lado, sentado en una silla a la cabecera de la cama. Yo jadeo sin ningún pudor mientras me la come rico.
Le gusta mucho el sabor a frutas del condón, se nota.
Me relajo, yo pago y ella trabaja, no me preocupo si ella siente placer, no me gusta preocuparme más que por el mío.
Su coño, encima de mi cara porque así se lo he pedido, está seco como el tabaco al sol.
Entre chupada y chupada dice cosas como: «¡Qué rica verga, papi!». Su vulva lo desmiente.
Me gustaría decirle que dejara de rajar mentiras y estupideces, pero crearía un mal ambiente. La zorra hace su trabajo, es inevitable.
Cuando ya se ha cansado de darle al «que te pego» con la boca, se sienta en mi vientre clavándose mi polla, noto la habilidad de su vagina estimulándome, tiene prisa de que me corra rápidamente.
El niño se queja de que el móvil se ha quedado sin batería, lo dice varias veces y me irrita. Está tan cerca que darle una bofetada es inevitable. Así que le cruzo el rostro con el dorso de la mano derecha haciéndole una pequeña herida en el labio superior.
La puta, entre jadeos y cabalgándome, le dice que le ha estado muy bien, que se ha ganado la hostia a pulso. El niño apenas llora, se limita a bajar la cabeza con el teléfono entre las manos y hacer como que no existe su madre follándose a un desconocido en su casa.
El monte de Venus de la guarra sube hasta casi el ombligo, seguro que aparece en internet. Es un vello negro y rizado de esos que da asco lamer. No haces más que escupir todo el rato. Por otro lado, hay que estar muy loco para pegarle una mamada al coño de una puta.
Llega el momento de eyacular y lanzo mi pelvis hacia arriba, la puta sonríe porque por fin puede descansar y como una buena amazona, mantiene el equilibrio sobre el caballo.
Blasfemo de placer y ella se retira, durante unos segundos aferro con fuerza el pene entre el puño vaciando los restos de semen que aún salen con pequeños espasmos.
«Qué rico te vienes, papi», dice bostezando.
«Cállate, joder», le respondo.
Ahora me da asco, cuando eyaculo, durante unos minutos no soporto a la mujer y me contengo de darle un puñetazo en la nariz y aplastársela.
Me saco el condón y lo tiro encima de la cama, el semen se derrama en la colcha, pero la puta no lo ve, está lavándose el coño.
Al niño lo aparto de la silla para sentarme y atarme los zapatos.
«Vuelve pronto, mi amor», me dice desde algún lugar del baño.
No respondo y al salir del dormitorio su marido está dormido frente a la televisión sin volumen. El pantalón está desabrochado y sus calzoncillos tienen una gran mancha de humedad.
No me importa que se masturben mientras follo siempre y cuando no lo vea o no me molesten. Este puerco me debería pagar a mí. Su cabello negro está sucio de polvo y cemento de la obra.
Vale la pena pagar por estos buenos momentos, porque cuando pagas eres amo y no existe nada más adictivo que la posesión de un ser humano. O de una familia entera.
Podría meterlos a ambos en la trena durante toda la vida y a su hijo meterlo en una picadora de carne. Decido perdonarles la vida.
Enciendo un cigarrillo y lanzo el fósforo aún caliente entre su cabello.
Su vaso de algún licor con hielo está a medio terminar y lanzo un salivazo dentro.
El puerco no se despierta a pesar de mi proximidad. Es una razón por la cual muere mucha gente: es demasiado holgazana hasta para estar alerta. Menudo cabrón.
Es lo que decía: con todo lo despreciable que soy, estoy por encima muchos idiotas en ética, valor e inteligencia.
Cuando entro en mi casa, mi santa ya tiene la cena servida, comemos en silencio porque no tengo nada que decirle, al menos algo que le guste oír.
No tenemos hijos porque a mí no me ha dado la gana, hace años que le dije que si se quedaba preñada, no soñara con tenerlo, porque la haría abortar a patadas en la barriga si fuera necesario.
De postre me saca una cremita que está mala, ácida. Me jode que no tenga cuidado, por lo que le doy una paliza de casi cinco minutos con cinturón y patadas.
Uno de los golpes le ha ido al pecho izquierdo y se le ha inflamado. Tanto, que me la pone dura.
La levanto, la obligo a que se ponga encima de la mesa con las piernas abiertas, le rasgo la bata y le arranco las bragas. Se la meto y comienzo a follarla; pero como estoy cansado se me arruga y la llevo al dormitorio para que me la chupe. Tras veinte minutos de una mala mamada, no consigo correrme de nuevo. No tengo ganas de darle otra paliza y me duermo.
Me despierto, llego a mi trabajo, me visto con la maldita toga que la haría arder y cuando entro en la sala, golpeo con el mazo para dar inicio a la sesión y me convierto en dios.
Vale la pena pagar por los buenos momentos.
Y que te paguen por tener en tus manos la vida y el futuro de otros, no tiene precio.

 

Iconoclasta

¡Oh puta entre las putas!
Tus mamadas son grandiosas, me arrancan la leche y la sangre dejándome vacío. Hacen débiles mis huesos.
Y provocan mil blasfemias, donde la virgen recibe un sagrado rabo meándose de placer.
Sé que tu boca vale más que trescientos cincuenta pesos. Tu arte no tiene precio, puta.

¡Oh, ramera, naciste para esto! No necesitas amar ni ser amada, tu vanidad basta para que me destroces la polla con lengua, labios y dientes.

No haces ascos, no temes.
Si tuvieras hijos serían presidentes, escritores, artistas, jueces…
Si no tuvieras una matriz tan podrida…
Te ríes cuando te llamo zorra. Eres una delicia, mi puta. Por trescientos cincuenta pesos rompes la monotonía que destroza mi ilusión convirtiéndome en un pene triste que escupe su lefa sin alegría.
Contigo el semen brota como cuando tenía dieciséis y ya han pasado dieciocho.
Trescientos cincuenta pesos y va incluida alegría y buen humor. Si no fuera un pobre de mierda te pagaría tres veces más.
Si no fuera porque mis hijos tienen que comer, al menos mañana, te abriría la boca y te haría tragar otra vez lo que hace pesados mis cojones.
Me perteneces, eres mía en estos minutos que tu increíble boca da placer a toda esta carne entre mis piernas.
Provocas dolor dentro de mis huevos cuando me corro. Es tanta la presión que provocas en los cojones…
Estoy seguro que si durmiéramos juntos, el hechizo se iría a la mierda, como ocurrió con la madre de mis hijos. Tiene una boca cuidada y limpia, no fuma; pero es aburrida como el puto dios que la parió.
Y tu coño… Es tan prieto, tan tenso. Si pudiera pagar más, te la metería sin condón más a menudo.
Es tan prieto, tan tenso…
Quien lo diría, con las vergas que te han clavado.
Las putas sois tan especiales…
Ojalá mi madre hubiera sido una puta como tú, porque ahora sería un cochino presidente o un juez como esos subnormales que van disfrazados por los juzgados, así podría meterte diez mil pesos en tu puta boca de puta ramera, puta, puta, puta mojados con mi semen.
Soy un asqueroso pobre, ramera. Y por unos segundos tu boca y tu coño eficientes son míos.
Si no tuviera hijos o no comieran, te daría más dinero para pagar los pezones que te arrancaría con los dientes.
Pero estos trescientos cincuenta, es lo que he ganado en estos tres días en la obra. Date cuenta cuanto te valoro, cuanta admiración… Vales más que el hambre de mis hijos y la de mi patética esposa.
No te puedo pagar más tiempo, puta.

Juan Greco Zamora hunde una vieja navaja oxidada y sucia entre las costillas de la puta, el aire que escapa por la herida es como el de un neumático pinchado. Se encuentran bajo las oscuras escaleras de un bloque de apartamentos sucios y ruinosos, en un barrio bajo de Puebla.
La puta no puede separar la cabeza de entre las piernas de su cliente, una mano ancha y fuerte de piel sucia de cemento, mantiene su nuca inmovilizada contra esos cojones que huelen a orina y sudor. Se ahoga con el pene, con el semen que baja por la garganta y la sangre que sube de su pulmón reventado. Son las últimas cosas que percibe Evangelina antes de que su boca se llene completamente de sangre. Tiene treinta y cuatro y hace quince que es puta barata. Especializada en mamadas rápidas, muere también rápidamente con una polla en la boca y trescientos cincuenta pesos metidos en el sostén blanco y sucio.
Así mueren las putas: con las pollas puestas.
Una vida de mierda y una muerte igual. Es de risa…
Cuando Juan llega a casa, su mujer le pide dinero para comprar huevos, él le dice que no le han pagado. Mañana…
Toma a su parienta por los hombros y la dirige a la mesa, donde la obliga a postrar el pecho. Le levanta la bata, le baja las bragas y le mete el pene sucio de sangre en el coño. Ella jadea desganada y aburrida. Él eyacula silenciosamente y los dos pequeños juegan en el suelo con las colillas de un cenicero, no prestan atención a la follada.
Cenan gelatina y se van a dormir muy pronto.
A la puta muerta la descuartiza un forense en una especie de matadero con azulejos que jamás serán ya blancos.
Y a la mañana siguiente no habrá variado absolutamente nada; porque otra puta ocupará la vacante del portal y Juan Greco Zamora, un mediocre peón de albañil que no es hijo de una ramera, comprará carne de puta cuando vuelva a cobrar su jornal de mierda por ser analfabeto.
En otro lugar de México muere una cantante y cientos de miles de seres lloran su muerte y otros piden justicia por la muerte de un periodista.
Es de risa…

 


Iconoclasta

Ahora floto en lo corrupto, en mi ansiado aislamiento.

He llegado tras un descenso impetuoso de un río desbocado. Y elegí no ir al mar, estoy ahíto de amor, cariño y compañía.

Durante el descenso atisbé una charca de agua estancada con peces flotando de lado, muertos. Maloliente y opaca; pero sobre todo, nadie quiere llegar aquí. Mi soledad perfecta… Habito allá donde todo el mundo repudia.

Me masturbo con imágenes del pasado. Yo la follaba; pero ella imaginaba que era la lengua de otro, la polla de él, sus uñas lacerando su piel, no las mías.

En esta charca inmunda me confieso yo también corrupto, no deberían existir seres como yo.

Se la metía usurpando el lugar de otro, eyaculaba en su coño sabiendo que otro semen deseaba mi esposa.

Y empezó a ser perfecto porque lo que quedó de mi amor se convirtió en una perversión. Y cuanto más amaba al otro, más dura me ponía la polla.

Las aguas muertas me acogen en una soledad utópica y cálidamente putrefacta. No era necesaria una cabaña en un inhóspito paraje de montaña.

Solo ella amando a otro y yo jodiéndola por detrás.

El amor, la pasión y los sueños que un día nos unieron, solo eran un caudaloso río con más espuma que agua. Una canoa que conforme descendía, ganó demasiado peso. El amor no es para tres.

Y la soledad es solo para uno. Me quedé con ella, con la soledad y mi polla dura.

Olí la descomposición y salté a las aguas muertas.

Ellos ahora están en su océano de amor y yo me baño entre algas podridas y cuerpos hinchados de animales que se mecen en la superficie de la inmundicia a mi alrededor. Más abajo, en lo invisible hay otras cosas que giran y se meten por entre mis piernas llevados por algún movimiento acuoso que no sé de donde viene. Un sapo con su espalda obscenamente cubierta de huevos, me observa parpadeando tranquilamente, no pondrá sus huevos en mi reino venenoso.

Aguas ponzoñosas como mi pensamiento y mi vida.

Ni siquiera las alimañas quieren estar aquí.

Mi mano se agita serenamente dentro del agua, acariciando el pene. Mi glande descapullado roza cosas ignominiosas que no quiero saber que son.

Ella acuna a su amante en la noche, lo desea y despierta a cada instante con una luz de esperanza brillando frente a sus ojos. Y yo no siento pena ni amor, solo deseo metérsela por el culo y mentirle que la amo, con mi polla dentro de ella, con su verdadero deseo frustrado y empujado por mi carne dura.

Hace tiempo que no es mía, hace tiempo que descendiendo por las salvajes aguas del amor y la vida, subió otro a nuestra canoa.

Me la follaba disfrutando, sabiendo que pertenecía a otro. Era pútridamente poderoso.

Me aburrí o sentí asco con el tiempo. No sé, no importa, solo son elucubraciones de las aguas muertas. Mi pensamiento, mis dudas, mis carencias… Son mi compañía fiel.

Y llegó mi momento, como una llamada en la oscuridad sentí la necesidad de ser solo una unidad, de no ver más de todo lo que ya sabía y conocía.

Decidí que la descomposición era mi sitio, mi lugar. Nadie querría venir aquí y enturbiar mi perfecta soledad.

Ya nada me sujetaba a nadie y me zambullí. Las aguas muertas no dejan ver mi cuerpo de tan sucias y oscuras, solo siento mi pene y mis miembros balancearse entre carnes muertas y mierda.

Mi semen sale despacio y sin fuerza, tan muerto como estas aguas; pero el placer es mil veces más intenso. Mana lentamente por el meato, como una crema que forma filamentos en esta agua venenosa y estancada. Y mi jadeo profundo que nace de lo más solitario, da cuenta de un placer que crece lentamente y se prolonga en el espacio y el tiempo. Una paja en la aguas muertas, es enésimamente más placentera que lo que he conocido. No existe mamada, ni vagina que prolongue el orgasmo con tal fuerza.

Todo ha sido pérdida de tiempo, tantos años…

La punta de mis dedos rozan pieles, huesos, cosas duras y cosas blandas. El asco está vencido y no tengo miedo. A veces vienen ratas heridas a morir aquí.

Tal vez sea una rata herida, pero me siento joven, me siento bien. Pareciera que la suciedad verdosa que esplende el agua en la que vivo, tiñe la atmósfera también de oscuro y me siento a salvo de la luz.

No echo de menos mi polla en su boca, ni el tacto de su piel. Echo de menos invadirla cuando su alma estaba con él. Tomar posesión de su cuerpo y hacerla mártir del amor que sentía por otro.

Estoy podrido como las aguas muertas; solo yo he podido convertir la infidelidad en mi paranoica perversión.

Convierto lo malo en peor. Soy el superlativo de la miseria humana.

En algo tenía que destacar, era imposible ser tan mediocre.

Es una charca pequeña, no puedo nadar; pero me basta con mi pensamiento, con mis recuerdos.

Ellos nadan en aguas limpias, porque los deshice en ácido en la tina tras matarlos con un bate de béisbol en la habitación donde follaban. Sus cabezas reventaron para luego ir deshaciéndose con cada golpe. Perdieron facciones, belleza e identidad. El bate era un amasijo de cueros cabelludos.

La muerte no es un buen cosmético.

En mis orejas se acumulan las moscas y los escarabajos juegan con mi pelo. Los mosquitos me pican los párpados. Y si el agua no fuera tan pútrida, las sanguijuelas se alimentarían de mis ingles. Aún así, no me atrevo a llevar la mano entre mis nalgas, me conformo con pensar que es una alucinación y no hay algo vivo buscando mi ano abriendo paso con pequeños mordiscos en los glúteos .

No los odiaba, simplemente me molestaban para desaparecer, para llegar aquí. Existen trámites por los que no quería pasar, tenía prisa por marchar hacia el aislamiento. Me aseguré que no me buscaran para cosas banales.

Todo es silencio, todo es oscuridad en esta charca del pantano.

Por alguna razón que desconozco, sigo vivo tras una semana aquí, solo como los insectos que se meten en mi boca y bebo esta agua repugnante cuando me duermo y sin querer mi boca se llena de ella. A veces he sentido el acre sabor de mi propio semen en la boca.

No puede quedar mucho de vida.

Lo bueno si breve dos veces bueno…

Y una mierda.

Vivo en aguas muertas, y no me hace gracia morir. Ahora no…

Iconoclasta

Hay días, meses, años y vidas enteras especialmente molestas.

Puedes escuchar a alguien cantando en inglés que dice que la vida es maravillosa: wonderful.

Me cago en dios…

Yo le podría enseñar lo que es una vida maravillosamente mierdosa.

Ya soy mayor para creer en límpidos campos de trigo y en cielos esplendorosos, tan claros que parecen espejos reflejando nubes suaves y ligeras que flotan como putos ángeles de dios.

No me creo que haya gente sonriendo por nada, pensando que su vida es maravillosa. Somos prisioneros de la tierra, de la envidia y de la esclavitud. Solo ríen los que lo tienen todo. Y esos puercos no salen en videos.

No hay niños que juegan alegres en la playa simplemente dando vueltas en torno a un poste. No lo hacen lentamente ni con elegancia.

Vamos, gente de la farándula y malos escritores, no jodáis con toda es mierda de vida maravillosa.

Escritores idiotas que tachan palabras malsonantes por una cuestión de envidia, porque no son escritores, nacieron mamarrachos que escriben de cosas bellas de la vida a pesar de haber comido, leído y mamado basura a lo largo de toda su vida.

Premios nobeles que eternizan el hastío, la monotonía y penalizan la libertad…

Mierda de mundo maravilloso.

La puta chupa pollas por dinero y se traga orina y mierda a cambio de unas monedas. Eso es maravilloso, porque a veces con poco dinero puedes alquilar una vida y llenarla con tu propia mierda. Solo tienes que sacar la picha y dejar que se sumerja en la boca de la zorra y que chupe y chupe y chupe y chupe…

¿Por qué no hacen un video de lifes wonderfules tratando de cantar con la boca llena de falo y semen?

Tengo fotos para convertir la maravillosa vida en la más vomitiva imagen.

No jodamos, hay días que no estoy de humor.

Si tu vida es maravillosa, la mía está abonada de muerte y miseria. No creo en tus palabras dulces y banales.

No escucho esa porquería maravillosa, solo es un ritmo que va bien para acomodar mi mísera vida. No soy idiota, no me creo mis propias mentiras, como tú.

Mierda de escritor que no usas la palabra polla, coño, vulva o follar. No tienes ni la más remota idea de escribir, marica. ¿A quién vas a engañar con tus pueblecitos idiotas de bonitas calles por las que pasean mujeres con unas sensuales media de raya y tacón alto? Idiotas…

Vivo entre ratas y perros abandonados, me paso por mi culo sucio y lleno de granos tus bellas estampas de “pueblitos” estúpidos.

No existen seres a los que admirar ni paisajes limpios.

Cagamos sobre mierda y comemos sobre muertos y más miseria.

Dame un muerto de hambre y cuando vea sus excrementos salpicados de sangre, yo le cantaré lo wonderful que es MI vida cotejando mi purísima mierda con la suya enferma.

Wonderful life… Dile a la puta que no se quite de la boca tu pene hasta que eyacules y te mirará con los ojos brillantes de admiración, no te jode…

Hasta ella puede ver reflejado en el espejo lo mísera que es su vagina ya dilatada por demasiadas folladas.

Meteos en el culo vuestros pueblecitos, vuestras mujeres sensuales que no se meten una polla en la boca, vuestros niños perfectos y vuestra mierda de vida que salpico con mi semen rancio y viejo.

Iros a tomar por culo, coño.

Iconoclasta

Doce años presa; pero ya hace tiempo que es su voluntad, su deseo, su espera.

Su deseado tortuoso y doloroso desenlace.

Doce años de un maldito, penoso y venenoso embarazo. Es la elegida.

Mil oraciones de diez mil devotos la convencieron. La enloquecieron.

Y a veces sus dedos sin uñas estrangulan ratas que luego se mete en la boca, saboreando los miasmas de lo hediondo.

Los Oscuros Padres Dolorosos la raptaron el día de su primera y espantosa menstruación. Madre le bajó la falda, le separó las piernas, metió los dedos en su vagina y frotó la sangre entre sus dedos: era oscura como ninguna otra. Fue en busca del Padre Muerte y éste le dijo:

—Tu hija es la Elegida, su vientre será el pútrido útero de nuestro Doloroso.

—Yo me arrodillo ante ti, Madre de Todas las Penas y Todos los Dolores —dijo el sacerdote vestido con traje oscuro y corbata negra, arrodillándose ante ella y posando sus labios en la ensangrentada vagina.

Entre madre y padre, bajo la letanía de obscenas maldades que el sacerdote recitaba por la calle y a plena luz del día, la llevaron a la Catedral de los Despojos Humanos. Se encontraba a treinta metros bajo tierra, el colector de todas las cloacas. Le aterraba el rugido de las seis enormes cataratas de agua sucia de todas las materias que la humanidad crea, plena de excrementos, orina y el semen de los desgraciados, de todos los seres humanos que malviven en la putrefacta ciudad. Seis enormes tubos del diámetro de la altura de un hombre, arrojaban toda la inmundicia humana posible, en todas sus combinaciones. Compresas manchadas de una sangre más clara que la de su menstruación eran festín de las ratas, las predicadoras de la miseria que pregonaban en el exterior entre la basura y las casas rotas, la venida al mundo del Hijo de Todas las Penas.

Y con sus muslos manchados de sangre, entre los gritos casi enmudecidos por el hedor y el estruendo de la Catedral, agujerearon su monte de Venus apenas poblado de un vello oscuro, con botellas rotas para meter en sus entrañas tubos mugrientos que la llenaban de todas las miserias innombrables. De todos los espermas de todos los hombres, de la sangre de menstruaciones. Pus y restos de enfermos, mutilados y heridos.

Flotaban en el agua ciento un fetos roídos que comían los discípulos y creyentes durante las misas que dedicaban a su vulva púrpura de necrosis, siempre abierta ante ellos.

No murió infectada, era la elegida. La real Madre de Todas las Penas y Todos los Dolores.

Con veinticuatro años su vagina eternamente expuesta a la mierda, es una costra oscura e insondable, la carne de sus nalgas son llagas que no curan nunca, hogar de larvas que anidan en ellas retorciéndose, canibalizándose. La piel blanca es un mapa de oscuras venas que se arraciman en los pezones para extenderse como un virus por todo el cuerpo, regando cada rincón de su organismo con infección y corrupción.

Sus dientes están podridos y un incisivo cuelga de su filamento nervioso, cuando balbucea plegarias ininteligibles de oscuros vómitos. Su mente está perdida en el dolor y el hedor.

Es ella en verdad, la Madre de Todas las Penas y Todos los Dolores.

De todas las infecciones e insanias.

Doce años de un embarazo leproso y ahora ante la letanía de los miembros de la Santa Podrida Iglesia del Dolor, se desprenden las costras de su coño por la dilatación del útero, va a parir.

“Negra Madre Virgen de Todas las Penas y todos los Dolores, que tu pena y la orina de tu sangre que pudre las venas, se extienda por la humanidad”.

Son los rezos de los innombrables.

La Madre grita y sus adoradores, de caras vendadas con telas sucias de icores venenosos y sangre vieja se llevan las manos a las sienes gritando su dolor también. Sus muslos gordos y albinos manchados de mierda se separan y de su coño sale un hedor que asciende a la superficie por los conductos sarnosos de la ciudad causando asco en la gente luminosa, en los de arriba, en los cobardes que adoran dioses de madera y mentiras piadosas.

Rompe aguas colmadas de cabezas de negras antenas y patas de insectos.

“Oh Madre de Toda la Podredumbre, danos nuestro rey, danos la oscuridad. Que se pudran los benditos y los limpios, los que en su vida tuvieron suerte y todo lo tienen, los que esperan una muerte dulce y un premio de miel. Oh, Madre de Todas las Penas y Todos los Dolores, que el Bastardo de los Humanos Despojos, sea escupido por tu Sucio Coño”.

El Padre Muerte encabeza y dirige las plegarias de las diez mil mentes podridas.

— ¡Jamás llegó a renacer Cristo, no hubo una segunda venida! Escupid al feto que fue arrebatado de su madre virgen antes de su alumbramiento —sermonea a la multitud mostrando un frasco de vidrio en cuyo interior flota un feto humano con los brazos y las piernas rotas.

En el frasco, escrito con mierda figuran las palabras: Iesus Cristus, segunda venida.

— ¡Jamás llegó a nacer la Bestia! El anticristo murió a manos de la Santa Iglesia Podrida del Dolor —ruge con furia el Padre Muerte, mutilándose el lóbulo de la oreja con una navaja de afeitar —. Ni siquiera Satanás ha conocido el dolor y el asco, nunca lo imaginó así.

Eleva a la congregación otro frasco con el feto de un bebé con cabeza de macho cabrío. “Maléficus Satanás”, reza en el frasco.

— Todas las religiones han errado. Se han perdido en la hipocresía y la estafa, en el abuso y el engaño. Ahora pagarán y no habrá redención. Nos alimentamos de mierda y despojos, nos alimentamos de dioses y diablos.

—Ella es virgen, ella está infectada del Espíritu Corrupto, miradla parir.

La Madre de Todas las Penas vuelve a gritar y su cuerpo se agita con el dolor del parto. Los tubos insertados en el pubis se desprenden por la violencia de las contracciones. Sus pezones se han resquebrajado como cristal, pero apenas sale nada de ellos.

Cinco ratas lamen el corrupto líquido amniótico que ha dado protección en el sucio vientre al Bastardo de los Humanos durante doce años.

— ¡Cómo me duele este puto coño, me cago en Dioooos! —grita la Madre de Todas las Penas ante cientos de miserables que se masturban ante ella.

El bebé sale de entre sus muslos para caer al suelo lleno de agua sucia, liado con el cordón umbilical y una placenta verdosa. Un perro famélico la devora y rasga el cordón ante la mirada agresiva de las ratas.

— ¡Ha nacido, el Bastardo de los Humanos Despojos! Que se alimente de tus miserias, Madre de Todas las Penas y Todos los Dolores! Dale lágrimas y asco con la que alimentarse y hacerse Dios. Que comience el Nuevo y Pútrido Mundo —grita el Padre Muerte.

—¡Que mame el Bastardo! ¡Que mame el Bastardo! Que la Madre Puta de los Dolores lo cebe con lágrimas y penas.

El bebé no llora, su boca se abre mostrando unas afiladas encías y los dedos de uñas partidas se mueven ansiosos. Sus piernas atrofiadas se debaten en un pataleo en el aire. Se revuelca en el suelo mostrando su columna vertebral descubierta y deforme.

Hay hombres y mujeres que se clavan los unos a los otros trozos de vidrio en la espina dorsal descubierta por una largo corte que se mantiene abierto gracias a alambres y tenedores viejos. Sus gritos de dolor apagan el ruido de las Sagradas Cataratas de la Ponzoña.

Un niño de cuencas vacías toma al recién nacido en brazos, la Catedral se ha inundado de silencio.

Cojeando se lo entrega a la Madre de Todas las Penas.

Lo toma en su regazo y lo lleva a su pecho, para que mame.

El Bastardo clava sus encías en el pezón derecho, y la carne se rompe, como algo seco, algo sin vida.

No hay leche en los pezones, ni sangre. Las mamas están secas y repletas de orina y lágrimas cristalizadas que crujen como el vidrio e inundan la boca del Bastardo.

El pequeño mastica toda esa inmundicia y su boca se hiere. Mana la sangre que inunda su pecho. Y su primer grito de puro dolor y asco que asusta a hombres y ratas, se extiende por toda la catedral, por todas las superficies.

En la ciudad, la gente vomita sin saber bien porque. Cuando los fetos de las embarazadas caen muertos en el suelo, el hedor en toda la atmósfera es insoportable. Cuando los gritos de miles de enfermos salen por las cloacas y desagües de las calles y casas, ya es tarde. La infección ha hecho presa en los felices, en los luminosos y las iglesias se derrumban, cae todo lo que una vez fue bendito, sacro o santo.

Es la Nueva Era del Dolor. La Verdad la estuvimos pisando, cagándonos en ella.

Ahora la Verdad se caga en nosotros. Y nos mata.

Que la Podredumbre sea con nosotros.

Iconoclasta

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