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Black Death (2010), es una película cuyo argumento transcurre sobre el 1300, durante una epidemia de peste. Correcta o medianamente ambientada, actuada y dirigida. Entretenida sin más.
Sin embargo, me ha sido inevitable no pensar, evocar, concluir, razonar.
La chusma idiota de viejos tiempos, hablo de estos de la peli y de anteriores, dejaron su huella genética que ha llegado hasta hoy. Ese rastro de miseria y mezquindad propio de la especie humana con escaso intelecto, con necesidad y deseo de ser gobernada y nulo concepto de la libertad, ética e individualismo que a cada ser humano da dignidad e identidad.
Desde los remotos tiempos en los que se creó la primera sociedad humana con un mono jerarca mandando a otros monos para vivir de ellos sin esfuerzo, hasta hoy; donde visten con ropajes coloridos, llevan un teléfono y piensan exactamente igual, ergo votan la misma mierda en grandes manadas. Con la diferencia de que hoy día hay otro decorado y el bozal es más agresivo en su perfil, bonito y colorido que el que usaban en la edad media para combatir, en su infinita ignorancia, la picada de una pulga, la peste. Desde aquellos tiempos hasta la actualidad no ha habido evolución. La inteligencia se ha estancado o atrofiado, solo se ha actualizado (v. X.x) la misma miseria humana o mezquindad. Prácticamente eternizada.
Una evolución lleva centenares de miles de años. Así que en veinte mil años, los monos humanos poco han podido evolucionar en su fisionomía e intelecto.
Siempre surgen rarezas humanas cada cien o doscientos años que han dado conocimientos a la especie humana, y longevidad por medios artificiales: higiénicos y médicos; pero la esencia es la misma.
Cada día que pasa estoy más convencido de que fue la religión la que hizo al ser humano esclavo de otros humanos.
Que la especie humana no se ha desarrollado como debía porque esos tipos que practicaron el timo de la religión, seleccionaron primorosamente a los humanos crédulos y obedientes y los dejaron vivir y reproducirse. Y éstos agrupados en catervas, asesinaban líneas genéticas más fuertes e inteligentes con el fanatismo que les fue inculcado por sus jerarcas religiosos.
Y así la humanidad actual y su comportamiento insectil (globalización) es el producto de aquella rústica selección ganadera que llevaron a cabo los monos jefes religiosos.
Mayoritariamente la sociedad actual está formada por líneas genéticas de humanos de pocas luces, dependientes y obedientes de los mafiosos o jerarcas que los gobernaban (no pueden entender una vida sin prohibiciones o leyes, sin amos que los protejan de su propia cobardía e incapacidad).
Y gobiernan.
Tal vez sea esa la razón por la que se busca pervertir hoy las crónicas históricas; no es una idea popular saber que tienes en la sangre el mensaje genético de la estulticia, la mansedumbre y la fe. Ese carácter gregario de los mamíferos domesticables y rumiantes, tan alejado del homo sapiens sapiens original. Eso, si lo entendieran, me los deprimiría; mejor borrarlo o adulterarlo.
La historia sin los trozos feos…
La política es tan solo una rama de la religión, con ideologías paralelas y convergentes al mismo fin: el cielo para los obedientes y el infierno para los no creyentes.
O lo que es lo mismo, riqueza en vida para los que mandan y un paraíso, tras la muerte, para los obedientes y crédulos.
La evolución consiste en que los más fuertes sobreviven y dejan un mensaje genético de esperanza de ser mejores y más eficientes a las futuras generaciones. Lo que ha ocurrido con la especie humana a lo largo de los últimos veinte mil años aproximadamente, es la injerencia y perversión de la especie humana con el exterminio de las genéticas más aptas y fuertes en pro del poder de los idiotas. El secreto de la victoria de los idiotas está en que son plaga. Por eso las hormigas devoran elefantes…
No lo digo yo, lo dice la historia. Y la biología. Y la ganadería.
Y la experiencia, conocimiento y deducción. Las mías y las de algún listillo también anónimo, de paso por el mundo en la actualidad; pero calla para que no lo asesinen también.
No pudieron acabar con todas las líneas genéticas válidas y decentes; pero eliminaron las suficientes para que las seleccionadas por el ganadero fueran una gran mayoría que en un futuro, votaría a esos monos idiotas prepotentes sin razón justificada.
No existe una “evolución” tan triste y sórdida como la humana en ninguna especie del planeta, salvo la de los insectos coloniales, que los pobres carecen de masa encefálica. Se les puede disculpar por ello.
Ante el temor de que mi sangre pertenezca a la misma mezquindad genética seleccionada a lo largo de veinte mil años de selección ganadera religioso-política, evoco de nuevo y razono estos argumentos para luchar contra mí mismo; como quien lucha contra una enfermedad mortal a pesar de saber que no puede ganar. Es triste, pero tengo ese épico romanticismo también heredado que me lleva a denigrarme fría y calculadamente.
Ver esta película que no tiene ningún viso de intelectualidad, me ha llevado a explorar mi sabiduría acumulada sobre la humanidad y su historia de nuevo. Mi cerebro se acelera ante todo asomo de imbecilidad, fanatismo, mezquindad y cobardía actuales o pasadas.
Es un asco la sabiduría que consume tanta glucosa.
Da jaqueca.
Actualmente, gracias a la tecnología aplicada al adoctrinamiento y amaestramiento de las reses humanas, la selección ganadera religioso-política consigue eliminar con más rapidez las líneas sanguíneas humanas dignas erradicando inteligencia, valor, libertad e individualismo (fuerza creadora) y dejar más espacio a las indignas que son las que dan votos (poder sin destrucción de las posesiones acumuladas por los ricos, es decir, pacíficamente y con aplausos), por ejemplo: la hazaña de una vacunación de maneras carcelarias, ruinosas y fascistas, tan global y veterinaria como la del coronavirus.
Los malos siempre ganan y se reproducen en progresión geométrica insectil, es el corolario o moraleja de la historia de la humanidad.
Porque se sigue hoy, a pesar de una mayor y teórica culturización, con fe ciega votando u obedeciendo a la misma casta de miles de años atrás (que también fue primorosamente seleccionada con artes ganaderas), con igual vehemencia.
Es muy deprimente, triste y monótona la historia cuando te das cuenta de que solo se trata de un cambio de atrezo. Y lo demás, la idiotez, se ha cronificado para siempre jamás. A menos que se produzca por algún azar un cataclismo que destruya la civilización y algunas líneas genéticas indeseables. Y puedan hacerse así bien las cosas de nuevo, sin usar los restos de lo malo o podrido. ¡Alabados sean los dioses todos! (en tal caso y sin que sirva de precedente).
Carita sonriente (que malditas las ganas de risa…).

Iconoclasta

Si existiera el dolor en las cosas seríamos sádicos psicópatas, porque no importaría cuanto dolor se infligiera; las cosas están para usarse, el dolor sería un problema exclusivo de ellas, como es el de los animales de granja su degollamiento y descuartizamiento.
La simple idea de que una cosa sufra es absurda, ni siquiera en un ejercicio de gran imaginación la imagen se sostendría, sería simplemente estúpido; pero dado el caso, no puedo imaginar la gran cantidad de millones de seres humanos que disfrutarían provocando ese dolor.
Es una reflexión demasiado rebuscada, por mucho que quieras imaginar un vaso doliente, por ejemplo, solo conseguirías hacer de tu imaginación una pérdida de tiempo que ni originalidad aportaría. Hay cosas mejores que imaginar.
Tal vez sea ahí, en esa pérdida del precioso recurso imaginario, donde reside la muestra más insana de la humanización de las cosas, en la novela de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.
Realmente, la psicodélica novela no tiene nada de maravilla, no hay aventura; es una auténtica pesadilla llena de extravagancias y crueldades que como niño nunca me gustó. Me llevaba a pensar que Alicia era simplemente idiota y tuvo la mala suerte de ir a parar a un mundo de mierda, donde todos hablaban mal, deprisa y sin sentido. Tantos personajes dementes y tarados… Me incomodaba mucho ver la película. Y por supuesto, el libro ni siquiera lo ojeé.
Como adulto, aprecio el elevado grado de surrealismo, es una obra maestra de lo enfermizo y onírico, a media película se hace ya cargante; pero nada es perfecto. Tiene una descarnada originalidad, aunque vaya en detrimento del argumento, su claridad. Al fin y al cabo, el argumento es absolutamente secundario en el surrealismo cuyo único fin es generar imágenes oníricas o extrañas que impacten en el lector o espectador.
Aun así, a pesar de lo imposible del dolor de las cosas, si un vaso sintiera dolor por beber de él, lo lanzaría al suelo para observar como sufre. No soportaría que nada me complicara más la existencia. Que otra cosa más se sumara a la colección de idiotas que deambulan por el planeta jodiéndome con su solo respirar, me abocaría a un homicida humor.
Apenas habría diferencia entre las cosas y los seres humanos (en muchísimos casos que podría enumerar, se cumple el parecido). Los seres humanos con cosas, lo sé porque se lamentan por otras cosas que simplemente temen y también son usados para matarlos en guerras sin que sirvan para nada y a pesar de ello, obedecen como tiernos robotitos a los que les meto petardos entre sus brazos mecánicos para hacerlos volar en pedazos en las verbenas.
Hay muchas cosas humanas que por una cuestión de vergüenza, prefieren hablar de dolor en lugar de miedo. Al menos el vaso sería una cosa doliente con dignidad en su mudo dolor.
El soldadito de plomo, una de las historias más tristes de la literatura, es otro ejemplo de humanización de las cosas para convertirlas en mártires en esas parábolas infantiles para el amaestramiento de las crías humanas en la infancia. Muestra un amor tan excelso y paranoico que sería incapaz de sentir un ser humano. Se le puede perdonar tamaña osadía por ser una cosa.
Si mi cafetera se lamentara por el fuego, la golpearía hasta deformarla y hacerla inservible, no quiero más mierda a mi alrededor.
Solo soporto el dolor de las putas cuando las follo, porque para eso pago.
Siempre he sido hiperrealista, cosa que me hace ser un hijo puta en lugar de ser un imbécil cobarde sensiblero.
Respecto a la literatura, todo lo que es mentira o invención, es un bálsamo contra esta grisentería que hoy más que nunca se extiende por todo el planeta como un hongo que todo lo pudre infectando a millones y millones de votantes, mártires y santones que lo habitan.
Evoco aquellos naipes soldados de Alicia flipando con las setas alucinógenas del bosque. Su geometría ridícula y aséptica, fea y simple como lo es un cuadrado, recuerda sospechosamente a los playmobil o muñecos lego.
Si he de tener un juguete, que sea alguno con el que me pueda identificar, algo digno que se parezca a un ser humano, a mí. Y no un cubo con patas y cabeza con pelocasco.
Carroll veía aquellos naipes idiotas como a la chusma con la que tenía que relacionarse en aquellos tiempos victorianos, eso es lo que intuyo.
Y desde hace muchos años los muñecos tipo playmobil y lego se imponen como la nueva estética que debería tener el ser humano, para que los niños se hagan cuadrados, sin apenas más ángulos que los rectos, los menos imaginativos y los más simples. Que no sueñe la infancia humana con una anatomía corporal que evolucionó para la caza, el trabajo, el combate, el esfuerzo, la reproducción.
Con naipes y muñequitos geométricos, pretenden censurar y borrar del imaginario de las bestias humanas, su capacidad violenta que los hizo llegar a la cima de la cadena alimenticia y lanzar cosas al espacio. Incluso matar con más rapidez y facilidad. El coño y la polla… Es feo decir semejantes cosas, pero usarlas, si te callas, no es problema.
Hay gente que escupe como si tuviera una polla en la boca cuando lee “follar”. Me gusta provocar esos ademanes de rechazo. Es mi lenguaje y lo uso como me sale del nabo y no como un playmobil maricón; selecciono cuidadosamente cada palabra.
No puedes quedarte solo con una parte del cerdo. Somos indivisiblemente todo eso: toda esa violencia y ternura. Todo ese ingenio y toda esa brutalidad. Todo ese furor y odio que marcará la diferencia entre morir y vivir.
Como se ha visto en esta misma era moderna, cualquiera que quiera castrar al ser humano de una de sus características, conseguirá solo un imbécil, una cosa amorfa de lo que antes era. Las hormigas, no sienten plenamente dolor, son idiotas y simplemente se lanzan mensajes de alarma, según dicen los entomólogos. Es lo que ahora pasa con los seres humanos y sus epidemias de redes sociales y democracias venenosas para la especie humana.
Sería entonces acertado decir que las cosas sienten dolor.
La infancia se ha de sentir monigote y orgullosa de serlo. ¡Qué pena!
Deben aprender a barrer, en lugar de hacerse fuertes, ingeniosos y hábiles con sus peleas infantiles y juegos que solo a los tarados les parecen “violentos”. Mejor comprarles una escoba y un recogedor y se habitúen ya a recoger a la mierda que tiran sus amos, aquellos que les permitirá elegir el color de la escoba y recibir alguna vacuna como premio a su obediencia.
Vota et labora, cosa de mierda.
Si las cosas padecieran dolor, compraría muñequitos cuadrados cada día para pegarles fuego con afán pirómano.

Iconoclasta

Democracia una mierda

Argumentación:
La miseria humana alcanza su más alto grado en los actos deportivos; pero con mayor virulencia en los religiosos y políticos.
La razón es bien sencilla y obvia: la humanidad (chusma) necesita dogmas e ideologías ajenas por la incapacidad de cada individuo para crear la suya.
La humanidad es absolutamente inútil, a nivel de individuo, para crear una idea o convicción que le haga actuar en consecuencia.
Necesitan con desesperación que alguien les diga lo que han de creer, cómo actuar y cuando follar. Esto último es de lo más cotidiano y triste. Si un gobierno dice que hay que tener hijos y que darán una paga por hijo, los borregos se hincharán a follar hasta tener suficientes hijos como para venderlos a macdonals y que hagan hamburguesas con ellos, o como ahora está de moda, venderlos desnudos en internet.
Hubiera preferido nacer ciego o no nacer, a parecerme a la chusma.

Testimonio:
Cataluña, diciembre 2017. He visto gente cuidar de los carteles electorales, recogerlos del suelo con devoción e intentar pegarlos de nuevo o dejarlos bien alisados sobre una baranda o un banco. He visto quien cuida de unas tiras de plástico como bolsas de basura amarillas (emblemas de protesta política), como si fueran delicadas flores. Las volvía a asegurar y las componía como si tuviera una reliquia entre sus manos.
Me han recordado al pobre y mega-divertido Scrat (la ardilla prehistórica de las películas de dibus, Ice Age), cuando con desesperación e ingenuidad, con sus patitas delanteras y con agudos jadeos, intenta cerrar la brecha que se abre en un glaciar y evitar así que el continente se rompa.
Solo que Scrat es divertido, una genialidad. Los ciudadanos que he visto solo son patéticos.
El ánimo de los fanáticos está gobernado por sus amos: obedecen consignas de sacrificio, de ira, de alegría, de tristeza… Con diligencia mutan sus rostros y sus emociones. Se sienten esclavos o libres si así lo desean sus presidentes o líderes.
Les encanta que les digan que son mártires, que todos son un solo pensamiento.
No conocerían ni sabrían que hacer con la libertad si se la pusieran delante de las narices, o se la tatuaran en la frente.
Y siento náuseas, porque no existe nada peor que la uniformidad. No existe mayor degeneración de la dignidad, que una manada de seres humanos gritando lo mismo. Es un insulto a mi singularidad, una amenaza a mi individualismo.
Lo peor que pudiera ocurrirme es verme integrado en un rebaño. Me siento sucio por dentro con solo pensarlo.

Conclusión:
Es la razón por la que jamás votaré: mi voto es mucho más valioso que el de un borrego, jamás dejaría que mi sobre cayera en la misma urna.
Si alguien me aconseja que vote, al igual que al diablo, me bese el culo.
Solo votaría si una junta electoral colocara una sola urna para mí y esa urna tuviera un identificativo: 1x 250000 (mi voto equivale al de un cuarto de millón de votantes). Sí, ya sé que es una cifra muy pobre; pero es solo simbólica, no soy usurero; conque marque una pronunciada diferencia me basta. Algo que explique que mi voto es inteligente, preciso, magnánimo y que he perdido un tiempo precioso para votar.
Una mierda, la democracia es una burda trampa.
Un espejismo para esclavos con pocas inquietudes intelectuales y sin sentido de la dignidad.

 

ic666 firma
Iconoclasta

La verdad de las cosas hermosas

La verdad de las cosas hermosas se muere entre los embates de mil imágenes y sonidos vulgares, entre ingenuas, indignas e imposibles ambiciones.

La nobleza y el valor sucumben ante ídolos de plástico sin mérito, marcados con muchos logos.

Y el vuelo de un águila apenas llama la atención cuando se mira con ojos idiotas la pantalla de un teléfono. Un animal bebe en el arrollo y provoca una ternura que es todo lo contrario (de una forma muy tóxica) de lo que siento por la humanidad.

Se crean de la nada, como malos hongos, los malos escritores de una frase y aparecen acomodados e indignados defensores de la libertad y la justicia, que teclean sentados sobre sus gordos y fofos culos.

Las cosas bellas son arrolladas por aludes de mierda que bajan veloces por un vertedero.

Y los que no deberían haber nacido babean por el coño de una puta de revista que no pueden pagar. Sufren por el coche que no tendrán jamás sin vender el ojo del culo a un banco.

Yo vomito en la intimidad del bosque, me purgo todos los días de tanta mierda que me hicieron tragar y cuido e hidrato el ano que tantas veces me rasgaron.

Solo que no aprendí, yo no aprendo, no lo necesito. Nací sabiéndolo todo y deseaba buenos días con una sonrisa a quien quería ver muerto.

Pido y deseo la guerra, el hambre y la enfermedad en todos los rincones del planeta.

Que los muertos bajen como troncos río abajo, a centenares por minuto.

Que todos los humanos sufran como la verdad de las cosas hermosas agoniza entre la hipocresía, la cobardía y la estupidez.

Si Dios existiera, sería YO. Y no estaríais leyendo esto, bajaríais putrefactos río abajo, con los ojos comidos por los cangrejos.

La verdad de las cosa bellas no da serenidad a mi ánimo; no aplaca la ira, el odio y el asco. Los magnifica hasta crear una apasionante literatura misántropa.

Y me gusta, ya hay demasiados filántropos en el mundo, hay que equilibrar tanta bondad de mierda.

 

 

ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

Hay un libro que no se debería haber publicado jamás para no insultar la inteligencia de algunos. Corren malos tiempos y cualquier basura se publica y se vende si el personaje que lo escribe es lo suficientemente grotesco para la mente adocenada de la chusma o bien, va dirigida a los adolescentes sin inquietudes o con un cerebro perezoso (por llamarlo de algún modo suave).

En este caso, me he ventilado enterito el libro ¡Me vale madres! de un tal Prem Dayal.

Por medio de una literatura para niños de cuatro años y un estilo mojigato y con una redacción del carajo, se detallan cuatro mantras para que los mexicanos y todo aquel que no tenga demasiado cerebro, pueda ser feliz, o al menos sentirse a gusto con la mierda que le rodea y la mísera vida que tiene.

Así que como hay muchos que desean ser engañados y creerse a cualquier gurú analfabeto con ansias mesiánicas, el libro (lo llamo así porque tiene hojas encuadernadas) ha sido imprimido 16 veces desde Octubre 2011 hasta Octubre 2013.

Kilos y kilos de basura que no sirven ni para distraerse.

Kilos y kilos de papel para limpiarse el culo en los cagaderos de los antros o salas de baile de 3ª categoría.

Esto dice muy poco de la inteligencia de los humanos en el siglo XXI y mucho de la mierda que se obsesionan en vender los grandes editores de mierda, que son los auténticos impulsores de las basuras pseudo-intelectuales que se propagan como una mala enfermedad.

No es por censura, es simplemente por dignidad, que hay libros que deberían arder, porque al igual que el Mein Kampf de Hitler era una hediondez de un subnormal paranoico, estos libros como los de Prem Dayal, se constituyen en una fábrica de retrasados mentales y le roban el sitio a autores inteligentes que tienen algo importante que aportar.

Entre esta basura de auto-ayuda y los vampiros, licántropos y héroes de ciencia ficción de moral falsa y completamente amables, empieza a ser difícil encontrar algo que valga la pena leer.

Los cuatro mantras mexicanos que prometen cunillingus o felación gratis si consigues dominarlos son (a pesar de sentirme sucio, voy a seguir escribiendo):

Me vale madres (un equivalente de Me suda la polla o Me perfuma el coño. Cosa de tíos inteligentes cuando se refieren a leer mierda).

A la chingada (un equivalente de A la mierda. Cosa de inútiles que no pueden trabajar o esforzarse por algún tipo de extraña alergia).

No es mi pedo (un equivalente de Me importa menos que el rabo de la vaca ó Las veces que tu madre le ha puesto los cuernos a tu padre. Cosa de cobardes e ignorantes).

No hay pedo (equivalente de No hay problema o No tengo cerebro para entender. Cosa de subnormales).

Esto son las expresiones más humildes y coloquiales del populacho mexicano, redactadas así con un enfermizo afán oportunista que ha dado muy buenos resultados.

Me cago en la puta madre que parió a la virgen por esta mierda que tengo que leer (mantra iconoclasta de verga -en mexicano, en el original- empalmada por la ira).

Ahora, y como prueba asquerosamente irrefutable de la mierda que se escribe, ahí van algunos fragmentos del libro:

«Y si lo piensas bien, si la gente se presentara: «Hola, no sé quién soy, mucho gusto», «yo tampoco, encantado»,  todos se volverían inmediatamente más humanos, se pondrían a reír y se abrazarían sintiéndose hermanos, parte de este mismo irresoluble misterio. Se volverían como Sócrates.»

Este es uno ejemplos de los cientos y cientos de párrafos llenos de filosofía barata, tontorrona, chocha y superflua como ceniza en la mesa.

Que todos se volverían como Sócrates, ni en sueños, aunque de hecho, la mentalidad de muchos es tan vieja como la de este filósofo, que tuvo su mérito en su tiempo, pero tampoco es para tanto.

Que todos se sienten hermanos cuando están borrachos. es verdad. Es entonces cuando no saben quien son o han perdido la habilidad para pronunciar su nombre.

Este párrafo es una mierda, no puede sostener un razonamiento inteligente y decente.

Otra mierda:

«Rezando todos ¡No es mi pedo! ¡No es mi pedo! ¡No es mi pedo! la humanidad se despertará un bonito día en el Jardín del Edén dándose cuenta que nunca había salido de allí.»

Vaya mierda. Y Blancanieves caminará todo el puto día con pajaritos azules y rosas danzando por su cabeza y los pezones no se le marcarán en el vestido, perfecto.

Por otro lado, eso es lo que dirá el puerco que se ha tirado una flatulenta ventosidad en un ascensor atestado de gente.

Sigo pensando que cualquiera que tenga unos buenos contactos puede convertir su mierdalibro en un bestsellerpiojoso.

«La confusión es siempre un hecho positivo. Porque de la confusión algo nuevo está destinado a nacer. Del orden nunca sale nada nuevo. Por esto la mayor parte de los adolescentes son patológicamente desordenados: necesitan el desorden para encontrar un orden nuevo y personal que refleje su individualidad, no se contentan con el orden de los padres.»

De la confusión solo nacen burros, los adolescentes no son patológicamente desordenados por esas razones tan preciosas e idealistas, son desordenados porque no les sale de los huevos trabajar en ordenar sus cosas, hasta que a sus padres se les hinchan las narices de trabajar para ellos y les obligan a recoger la mierda que esos genios tienen en sus cuartos. Porque todos esos «genios» que buscan su nuevo orden estúpido, son los mismos que éramos nosotros, y ya sabemos lo que es la adolescencia ¿verdad? Es una sucesión de masturbaciones compulsivas y un montón de pañuelos de papel sucios bajo la cama. Tampoco hay que hacer dios y genio a cualquiera, luego la humanidad se cree que hay inteligencia y que ellos son ejemplo a seguir.

Y una mierda.

Así que menos oportunismo estúpido, infantiloide e ignorante. De la confusión y el desorden solo nacen seres descerebrados e ideas estúpidas e idiotas. Es la historia de la humanidad, coño.

«¡A la Chingada!

Una correcta práctica de este poderoso mantra te permite liberar todo lo que tienes reprimido, y sentirte otra vez fresco y ligero como una florecita de primavera.»

Una correcta práctica de esta estupidez solo te hace escupir entre los dientes, no liberas nada. Simplemente te has asqueado de hacer lo mismo una y otra vez. Si te sientes como una florecita de un jardín, es que eres más idiota aún de los que era posible. Los predadores no comen hierba y el esclavo no le come el rabo al amo. Como ocurre en el caso de los sacerdotes y sus seguidores o crédulos de cualquier superstición llamada religión.

«si encuentras algo  que te estorba, que obstaculiza la danza de Dios dentro de ti, no mandes simplemente a la chingada, mándalo ¡A la Chingada!»

Esto sí que es pura doctrina y acto de fe. Repítelo con mucha fuerza a ver si la puta chingada va a pagar la hipoteca, el coche que debes y las tarjetas de crédito. No jodas… El cerebro del oportunista de Prem debe ser del tamaño de una semilla de alpiste.

Y para esto un libro de trescientas y pico aburridas y simples páginas…

Y por último, un fragmento de una de sus parábolas apestosas con un rancio aire de mesías gracioso e ingenioso. De mesías puede que lo tenga por los tontos que han comprado su basura, pero de ingenio, ni arrancándole el corazón saldría algo. Por otro lado, la redacción del dichoso cuentito, es tan malo como lo escrito en la biblia y tan repetitivo que uno piensa si ha llegado a pasar por manos de un buen editor y ha sido convenientemente revisado. Claro que no, de lo contrario no existiría semejante estupidez.

«Entonces intentó sacarlos de su cabeza, pero cuanto más trataba, más monos llegaban. ¡No era posible! Empezó a sacudir la cabeza, se paró en una fuente para mojarse la cara, se agarró a cachetadas suscitando la lástima de los marchantes… ¡Pero nada! Más intentos hacía, más monos llegaban: en grupos, en fila, en formación de diamante, en cuadrados, en triángulos, a horcajadas, caminando al revés, de cabeza, en cuatro, sobre una mano, en fila de dos, de cuatro, de seis, en fila india…»

Gracias a Prem Dayal, ahora sabemos las muchas combinaciones que pueden hacer los monos.

Es increíble la cantidad de tonterías que se escriben cuando falla la imaginación, la lógica y la inteligencia.

No compréis jamás semejante basura de libro. Es un insulto hasta para la inteligencia de los que padecen síndrome de Down.

Buen sexo y tomad muchas drogas (es mejor que leer cosas como estas).

Iconoclasta

La cuestión es inventarse patologías nuevas para sacar dinero a los crédulos que se creen enfermos de esos elegantes «trastornos» , o mejor aún que dicen con orgullo que tienen que llevar a su hijo súper inteligente al psicólogo porque es un as de la informática y padece ese mal tecnológico.

«—A ver hijo: ¿7 x 8?

Cinco minutos después de procesamiento en el cerebro del niño:

—126, 42.

Papá y mamá abren desmesuradamente los ojos, y con sus móviles enfocan a su hijo.

­—Vuelve a repetirlo, que lo vamos a colgar en el muro de feisbuc.

En apenas medio minuto suben el video con el título: Nues tro ijo es lla un matemathico habansado de Ojete’s Mates y phïsicas.com, del insigne profesor Marion Wendy Dirty, the Genius Matematic’s man».

Esto es un ejemplo de lo que ocurre a diario en los  muros de las redes sociales y para mayor inri,  esta publicación le gusta a doscientos cincuenta y siete mil ochocientos noventa y tres idiotas.

En fin, que según la prensa, se acaban de inventar los trastornos siguientes para los usuarios de internet, de todas las edades: atención parcial continua (mucho tiempo leyendo en la pantalla, pendientes de muchas cosas sin concretar una mierda de lo que ven) e infobesidad (mirar compulsivamente el correo electrónico para ver si han recibido alguna foto graciosa y ramplona de las que tan de moda se han puesto).

Cosas que no son nada novedosas porque la dispersión mental se ha dado siempre a lo largo de la historia sin tener ni una miserable calculadora. El ser humano ha sido idiota a lo largo de toda su evolución e historia. Abreviando, jamás la peña ha tenido una atención total hacia lo que lee o lo que observa.

Ejemplos de idiotez dispersativa en las que han incurrido los humanos a lo largo de la historia: las pirámides, los cabezones de la Isla de Pascua, la catedral de Notre Dame, la biblia, el corán, el vudú, Madonna, Lady Gaga, Justin Bieber, Justin Bieber y Justin Bieber, etc…

Lo cierto es que de nuevo, psicólogos y psiquiatras han acertado en sus apuestas económicas, puesto que son elegantes patologías que los provincianos usuarios de internet y smartphones, están deseosos de padecer, ya que ello les elevaría el estatus social y deja asentado que son individuos y familias altamente tecnificadas. O sea, que no son unos cualquiera esos miles de millones que babean frente a las pantallitas de sus cacharros.

Y es que los trastornos mentales comerciales son un indicativo de bienestar entre las clases sociales más bajas. No pueden acceder a un reloj elegante o una buena pluma y mucho menos gastarse el dinero en una enciclopedia (no se ha hecho la miel para la boca del asno), ya que ese dinero se ha de emplear en tener una gran pantalla de un millón de putas pulgadas en la sala, con una estantería adecuada para tener a mano las estúpidas gafas para la tridimensionalidad.

Pero el verdadero problema no son esos trastornos en cuestión, el problema es que se creen inteligentes porque saben teclear y descargar archivos. La patética realidad es que el 99 % no sabe escribir, con dificultad leen y nunca son capaces de resumir o expresar en palabras una idea o noticia.

No saber escribir no tiene gracia, y esa falsa cultura de los mensajes y frases patéticamente escritas de internet ,es solo una enorme e internacional feria de la ignorancia.

Hace casi veinte años, con la novedad de los videojuegos, inventaron múltiples enfermedades y fracasos psicológicos para los niños que jugaban. Al final todo ha sido una falsa alarma como tantas otras: los niños no padecieron ningún trastorno, simplemente se aburrían después de tantas horas de juego como le pasaría a un adulto. Aunque los hay que tienen el cráneo vacío y el culo enorme de seguir jugando días y días. Éstos son los menos y lo único que se merecen es que unos padres de verdad los pongan a hacer algo tras darles una buena paliza, coño.

Con el asunto de la atención parcial continua y la infobesidad, pasa exactamente lo mismo. Es decir: nada. La peña sigue sin enterarse de nada de la misma forma que no se entera de lo que ve en la televisión, ni de lo que leen en la prensa.

Y es que no saben hacer la «o» con un canuto. De todos esos individuos, un pequeño porcentaje se sentirá aludido por estas dos tonterías e irá a consulta con su smartphone o tablet bien encajada en los genitales para alardear que son homo tecnologicus y mostrar a la sociedad toda, lo muy al tanto de la tecnología que están.

Y si pueden, arrastrarán a sus hijos (genios en potencia, porque si dicen que son genios, piensan que se debe asumir que será gracias a los padres) para que todos en familia, reciban una charla del psicólogo o un buen tratamiento para la idiotez por parte del psiquiatra.

Ahora queda esperar que se desarrolle ya una realidad virtual avanzada y la gente se quede para siempre metida en ese mundo mentiroso y no abran la boca más que para tomar las papillas que les servirá la enfermera de un manicomio.

Los psicólogos y psiquiatras, a su vez y siguiendo el ritmo de la imbecilidad imperante en el mundo mundial, se han convertido en unos verduleros de la salud mental. Ya solo falta que pongan puestos ambulantes para vender sus consejos y pócimas a los transeúntes con smartphone o tablet que requieran apoyo a su incultura y a una tecnología que les queda grande para el poco intelecto que poseen.

Y es que cuando ya no se puede acceder a un mínimo estatus intelectual, hasta la elegancia se va por el cagadero con toda la mierda. Y la ética médica, claro está.

Iconoclasta