Detrás de todo fracaso está mi firme voluntad. Muchas veces el fracaso no se debe a un azar, sino a mi ansia de experimentar aunque me joda. No me bastan las experiencias ajenas relatadas como parábolas evangélicas de ilustres próceres o de mi madre o padre. ¡Pst, no sé…! Que hubiera nacido más tarde que todos ellos, no significa que deba vegetar dándole vueltas al espetón de los Sapientísimos Salmos de la Experiencia. Pasa lo mismo con lo que afirmo, escribo y describo; siempre hay alguien que suelta muy ilustrado: “Eso ya lo dijo Pitágoras” o el incomprensible y cargante Aristóteles, del que he leído su ladrillo Metafísica, y me doy gracias a mí mismo por escribir como lo hago. Qué vergüenza debe pasar el alma/sustancia del arqueo-filósofo cada vez que le dé un repaso a lo que escribió. Bueno, “pues ahora lo digo yo” respondo o pienso, aunque tuviese a Pitágoras redivivo frente a mis napias. Yo no tenía el control de cuándo nacer, y si así fuera, si me muerdo la lengua me enveneno. El mundo de las citas y proverbios es muy decorativo; pero la gracia está en ser ingenioso en el momento y lugar adecuado, lo que es garantía de un excitante, aunque inservible fracaso; lo que yo creo que es el momento oportuno, está visto que para otros no lo es. Qué asco de mundo imperfecto… Dijéramos que los muertos y los vivos, puedo asegurarlo ante un cochino juez, no usaron o usan mis ojos para observar la vida y lo que contiene. Por muy electricista que haya sido, no tengo por qué escribir de cómo cortar y pelar cables. Me place más explicar de lo muy eficaz que soy follando. Y cuando no, de mis apoteósicas pajas de esas que uno acaba pensando y jadeando con el semen aún ardiente entre los dedos y los huevos: Si quieres un buen trabajo, hazlo tú mismo. No sé si es comprensible mi concepto del fracaso e ignorar a los “ilustres sabios”, porque no confío en la capacidad del votante tipo actual. Y sobre todo porque hay una constante universal que dice: el escritor sabe lo que escribe; pero no lo que el lector lee. Sea como sea, me lo paso genial conmigo mismo sin vivir en mí (parafraseando a la mística y alienada Teresa de Jesús de un acusado fetichismo sexual).
Lo repugnante e indigno de esta sociedad consumista “democrática” (sus ciudadanos, porque la casta político-estafadora está en otra órbita que nada tiene que ver) que alardea de conocimiento y tecnología, está en que pide y suplica como en los tiempos oscuros (sin electricidad), un dictador y un dios que la castigue y pastoree indignamente: que le dicte qué pensar y qué decir si tiene permiso para ello. Esta sociedad cobarde de afeminamiento, infantilismo y haraganes quiere ser cuidada y alimentada, depender como ganado del Estado Agrícola. Para ello, vende su dignidad, libertad y a sus hijos para que los jerarcas “democráticos” los conviertan en cosa como ellos, sus padres. La sociedad de hoy, ciega y dependiente hasta el sectarismo del Estado, es la misma que la de hace ciento cincuenta años, y espera que el gobierno le sirva para su comodidad y descanso unas brazadas de forraje para comer a través de los barrotes de una jaula. La misma sociedad tipo que en España entronó a Franco como norte de sus vidas, entrona al corrupto arribista Sánchez de hoy. O a cualquier otro iluminado que llene sus orejas cobardes y temblonas de ratón, de unas pocas palabras estúpidas y sin sentido surgidas de los belfos ambiciosos y babosos de los políticos curalotodo que, les enseñan también a follar como es debido en su “democracia” bastarda. Ya no se mueren los ciudadanos de hambre en las calles, de momento; pero caminan con un coma cerebral atiborrados del pienso del Estado, buscando en el teléfono una salida a lo que son realmente sin conocer la palabra que los define: mezquinos o serviles. Están cerebralmente muertos mirando idiotamente videos de gatitos, accidentes, coños y pollas, putas, judíos y palestinos, políticos corruptos de izquierda y derecha de su democracia idiota (ambos nazis o fascistas), etc… Esperando el mensaje o noticia de su amo, un político del gobierno, para tener algo de que hablar cuando llegan a sus guaridas porque son incapaces, por la dificultad de su nulo vocabulario, de explicar cómo ha sido su día laboral o escolar. Necesitan las demencias paranoicas e ignorantes de un gurú, charlatán o jerarca para que los guíe por la oscuridad de su analfabetismo y mezquindad. La democracia es el gobierno de los tiranos con el plácet en forma de voto o aplausos de los mendigos mentales, de los cobardes del esfuerzo, de los despojados de su propia naturaleza y determinación. De aquellos que sienten fatiga por trabajar si no se trata de ser ejecutivo de un grupo empresarial, en el colmo de sus sueños palurdos de grandeza. La democracia es el gobierno de la humillación y de los parias miserables y serviles que esperan con la boca abierta el trozo de mierda, que como un sacerdote la hostia, su líder político les deposita en la lengua. La democracia es el gobierno de unos millones de bestias que humillan a unos pocos libres y con inquietudes éticas, operativos intelectualmente. Una población decente, humanamente digna, no precisa ideólogos de la mierda; sólo administradores y gestores que, de tener alguna idea o pauta conductual o de la hipócrita moralidad, se la apliquen a sus hijos o se la metan por el culo. Las ciudades están llenas de luces y colores; pero los parias son gris mate, sin brillo que refleje la luz, como el hormigón, vacíos como las palabras llenas de estafa de sus líderes políticos. Su semen y óvulos son también grises sin brillo y nacen hijos del color de la tristeza y lo anodino para convertirse en cosas obedientes que votan a la misma grisentería secularmente: la gentuza que más los humilla y los despoja del conocimiento y su naturaleza. Ya ni siquiera saben de qué les sirven los agujeros de sus cuerpos. Confunden los meatos y ya los hay que creen que los bebés salen por el culo. Hordas de mendigos mentales haciendo lo mismo, al mismo tiempo, en el mismo lugar, con los mismos “me gusta” que es lo único que entienden: frases de no más de tres palabras y monosílabos. Que sueñan que en sus países no puede haber guerra a pesar de que en el vecino se están descuartizando los cuerpos. Que le lloran al Estado su permiso para follar, comer y cómo educar a sus hijos. Millones de bestias carentes de la mínima capacidad instintiva e inteligencia para reconocer a un loco asesino que los devorará por ambición y codicia. El amado líder que ha hecho del asesinato y la muerte una industria automatizada, ideológica y religiosa. Cada pocos años la historia se repite asquerosamente, idénticamente, podridamente, desesperanzadamente… La sociedad se derrumba por el peso de la desidia, de la ignorancia y su ingenuidad, la de los grises. Adultos que sueñan con ser niños, aún con reyes magos y santas claus, de bondadosos mesías que nacen en míseros establos de una madre con el coño impoluto. Adultos que creen en las sonrisas podridas de la ambición y la codicia de un líder en descomposición ética, como Dorian Gray, como Hyde. Ahora los hitler escogidos democráticamente no matan judíos, sólo peroran que a ningún ciudadano se le ocurra pensar. Si alguien debe pensar, son ellos, los hitler elegidos en una democracia humillante por un absurdo fanatismo de la ignorancia e indolencia borreguil de una chusma degradada. Los hitler descendientes de sangres sucias de endogamia por la que nacen ambiciosos, codiciosos, ajenos a la inteligencia; sólo poseen un fugaz y azaroso oportunismo, que no populismo. Los que hacen de la ética y la lógica, una tosca lavativa matinal todos los días. Sólo administradores y gestores, nada más. Los gurús e ideólogos deberían ser colgados por el cuello en las farolas de las grises ciudades. Con las ideologías que hagan lo mismo que hacen con la ética y la lógica todos los días al despertar. La democracia no debería haber existido jamás; pero la especie humana carece de la suficiente capacidad intelectual o instintiva para no depender de morder un pedazo de mierda a cambio de indignidad y preservar su desidia y comodidad de decadentes romanos clásicos sin clase. Las democracias se han convertido en criaderos de dictadores, de palurdos e ignorantes psicópatas ambiciosos. La honestidad ha dado paso a la codicia desmedida en la misma medida que la sociedad ha degenerado. Los líderes políticos de las democracias son perezosos y han descubierto con las redes sociales el engaño fácil a la población, influyendo en sus seguidores con alguna frase corta y graciosa con la que ganan grandes estercoleros de dinero sin dar un palo al agua. Tramando grandes imbecilidades como los traductores de españoles para españoles; el colmo del ridículo y el delito, de la decadencia, la vergüenza y la prostitución que una población absolutamente abducida por la imbecilidad no ve. Condenan a los niños a pasar encarcelados cinco años más en colegios e institutos para aprender todos los lenguajes y dialectos de la España corrupta, imbécil, ladrona y fascista que han “reeditado”, como gusta de decir hoy como si fuera un cultismo. Porque no se reedita nada, una dictadura instaura y crea más pobreza donde la había, y humilla nuevas dignidades todos los días. En un país en el que se han creado feudos no sólo fascistas, sino de verdadero nazismo en el que cada Cacique Nazi Autonómico impone sus ritos, impuestos e idiomas sin piedad, extorsionando a la población que no ha tenido la menor oportunidad de nacer en un lugar decente. Presidentes y ministros cocainómanos que por su privilegio tienen acceso fácil y gratuito a la farlopa, sus ojillos inquietos de comadreja los delata como su oratoria lenta, dificultosa, de bajo tono porque les falta la determinación que la farlopa devora. Las democracias se han convertido en el gran fracaso y la forma más gansteril de totalitarismo. Una sistema de gobierno en el que cualquier palurdo provinciano con el suficiente dinero y firmas influyentes puede presidir una nación contratando a miles de “expertos” porque es incapaz de leer un solo documento con claridad. Y hacer de esa nación mierda ante la pasividad de una población decadente, degenerada y cobarde que se asusta de un resfriado hasta el punto de dejar su sustento vital en manos del narco dictador que ha votado y sigue sus mensajes en las redes sociales. Las democracias están en manos de linajes viejos y endogámicos, corruptos. Son el gran fracaso del inicio del siglo XXI y las que originan las nuevas guerras civiles e internacionales. Aunque sean universos paralelos la casta política y la casta paria o trabajadora, ambas han ido degenerando de la mano en proporción directa: a más idiotas (la población), más ladrones (el Estado). Y si un pueblo tiene el gobierno que se merece, el gobierno democrático, colosal en número de ministros, secretarios y funcionarios; tiene en la población el dinero que codicia y hará todo lo necesario para sangrarla con una mano y con la otra, meterse un tubo para aspirar sus rayas de farlopa en sus palacios de narco traficantes.
Porque nací en el mismo instante que supe de tu existencia.
Cuando ya había consumido demasiada vida.
La escribiste rápida con una sonrisa pícara en la cama y la pegaste en una página en blanco de mi cuaderno. Estabas desnuda y al reír tus pechos oscilaban hipnóticamente como el mar respira sus olas. Y te besé hasta el orgasmo.
Asistí al primer amanecer de mi vida a tu lado.
Aquella nota nunca se separó de mi cuaderno.
Y así, cuando soñando me alejo del mundo.
Cuando blasfemo por el mal lugar y tiempo en los que nací.
Cuando miro absorto la vida no humana del bosque.
Cuando duele algo en lo profundo de un hueso o bajo la negra piel sin sangre parece que corren hormigas.
Cuando cierro los ojos al placer e intimidad del silencio humano en mi elaborada soledad; abro el cuaderno y leo tu nota con tristeza porque no son tus labios acercándose sensuales a mi oído, los que susurran lo innecesario.
Estás en todas partes y en todas las edades del universo.
No es una nota, es un papel impregnado de la esencia de tu alma. Acaricio el relieve de tus palabras y siento que es tu piel cálida y vibrante, de una vida contagiosa.
Conservo como salvavidas tu breve y tierno pensamiento, grabado como hacían antiguos escolares, rasgando y arrancando cuidadosa y silenciosamente la esquina de una hoja de la libreta, para escribir una hermosa ingenuidad. Y entregarla con la mano rápida y secretamente en clase de historia.
Como renacuajos traficantes de amor.
Este posit es lo único palpable de ti, me ancla a la tierra donde tú estás. Un breve pensamiento como una sonrisa traviesa eternizada en mi cuaderno de locuras.
Podrías haber escrito “te odio” y seguiría sintiendo la suave y húmeda tristeza de no ser tu voz la que susurrara la confidencia.
Toda palabra que escribes está impregnada de ti como polvo de hada.
No podría olvidar amarte, cielo.
———————–
El hombre, inclinándose más hacia la rodilla donde apoyaba el cuaderno, repasó las letras del posit con el bolígrafo. Y cuando cerró la desgastada tapa de la enésima bitácora de la soledad, la guardó en la mochila como si fuera algo importante. Se levantó con cierta dificultad de la roca donde se había sentado muy cerca del río.
Y no había ilusión o emoción alguna en su mirada, nadie excepto él había escrito aquella vieja nota.
Salió al camino con el fracaso colgando de un hombro otra vez.
Con su solitaria mentira y el eterno fraude de sí mismo.
Tal vez, cuando encontraran su cadáver y alguien leyera esas dos palabras de la nota en su cuaderno, nadie pensaría que su vida había sido tan árida como él se sintió siempre de seco y vacío.
Adoraba mi soledad; pero desde que conocí su existencia acostumbro a renegar de ella. Nunca pensé en la posibilidad de que fuera real. Debía tratarse de un ser mitológico para arrancarme de mi profunda sima de cultivada soledad. Si aun así existiera, no llegaría a conocerla porque los solitarios provocan desconfianza y dan grima, nadie quisiera verse como yo. Soy un apestado. Cuanto más solo estás, más deseas estarlo. Y la distancia hacia cualquier ser se hace abismal. Pero ya se sabe aquello de: cuando yo dije sí, mi caballo dijo no. Apareció dando una patada a mi dimensión solitaria e hizo mi triste paz añicos. Mi mente epatada ante la diosa, creyó oír: “Debes amarme”. Yo dije: “Es cierto, ahora no puedo dejar de amarte”. Fue fulminante. Obedecí su mandamiento único con la solidez de mi pensamiento aislado de toda humanidad. Sentí que me lo había cincelado en el pecho con sus dedos divinos. Pactamos con las lenguas enredadas un futuro incierto de encuentros y desesperos. Di templanza a sus pezones endurecidos de deseo con dedos incrédulos. Y besé la hostia entre sus muslos, la lamí hasta que profirió blasfemias. Ella una diosa… Me clavé a ella cayendo vertiginosamente en su esponjosa viscosidad. Sentía como su coño ardiente como un crisol fundía mi glande que goteaba un agresivo deseo. Y se desdibujaron los límites de las carnes; no supe cuál era la mía o la suya. Caí en su entrópica dimensión hasta correrme con un atávico grito de posesión. Era ella la que me poseía… El amor de la diosa es inescrutable, y yo me creí fuerte para afrontar una tragedia de amor. Dejé de sentir la soledad como amiga y don. Tornose una cruz astillada en mis hombros. ¡Oh mortificación! Y díjome: “Debes esperarme”. La esperaba con ansiedad animal frotándome la piel helada de soledad. Esperando otra oportunidad para fundirme de nuevo en ella; pero el tiempo de la divinidad aplasta y deja en el limbo al amante mortal. La cruz astillada empezó a pudrirme las venas, el caballo no conseguía aplacar la ansiedad ni la desproporcionada presión de la columna de soledad que caía sobre mí con implacable asfixia. El infierno acortó la distancia hasta mí comiéndose el rojo de mi sangre velozmente. Y por más jacos que chutara en vena, no conseguía dejarlo atrás. Hoy he pinchado la vena y ha dolido como nunca. He sentido con un chirrido de dientes la aguja raspar el hueso. La sangre ha salido blanca, el infierno me ha alcanzado. Fue un error obedecer el mandamiento de la diosa. ¡No! Fue un error nacer… Soy la enseñanza del fracaso.
Tengo la impresión de que escribo mi pensamiento incansablemente. Buscando la versión más digna de mí, o la más piadosa. No lo consigo, siempre escribo algo que me causa repulsa y hastío de mí mismo. Quisiera ser un buen tipo, parecer interesante, destacar por encima de la mezquindad; pero apenas he escrito la primera frase, no puedo imaginar otra cosa que a un mierda escribiendo con la pluma. Si tuviera lágrimas me gustaría derramarlas y consolar mi rostro agriado. La cuestión es que estoy seco como un árbol muerto. Y que las lágrimas, un día se vertieron todas a un tiempo y me sequé. El llanto seco es el más indigno y el que más daña los ojos. El que me hacer parecer un hipócrita y me deja así, desnudo ante el planeta mostrando mi inmundicia interior. Por eso elevo el rostro al cielo cuando llueve, para recordar cómo es llorar y esconder lo que soy. Para que la tinta que describe con precisión mi naturaleza, se emborrone y ni yo mismo me comprenda. Un día me propuse que las palabras hirieran y dolieran. Y lo hice. Lo hice bien. Y se me encogen los huevos avergonzado cuando me reflejo en este espejo de papel sin brillo, sucio de mí. Nunca le pregunté a madre si mi nacimiento fue especialmente doloroso para ella, temía que dijera que fue un infierno. Ya tengo mis certezas, no necesito las pruebas de nadie para afirmar rotundamente lo que soy. La mierda que soy. Soy bueno engañándome también. Y aún no así, no puedo evitar escribir que un día follé por pura animalidad, sin un solo ápice de cariño. La tenía dura, el glande empapado. Se la tenía que meter. Luego aquel coño salvaje que resultó tener cabeza y un rostro, me besó tiernamente en los labios pensando que fue un bello y romántico impulso. No me acuerdo de su nombre, si alguna vez lo supe. Algo falla en mí que no puedo borrar los capítulos más sórdidos de mi vida. Ni dejar de trazarlos. No los puedo disfrazar de drama, de existencialismo. Soy un mierda.
La única tierra prometida es la que ella pisa. La que amo, la que añoro, la que necesito, la que quiero abrazar, la que me la pone dura, la que quiero follar, poseer, amamantar, con la que quiero empezar y acabar el día. La que quiero solo besar… Una grandiosidad de alma y coño… Y yo un poco cosa, un paria de la tierra demasiado alejado de todo. Infinitamente lejano de lo que amo. Un nómada en el planeta buscando sus huellas. Con el corazón partido en dos, una mitad roja y brillante que corre miles de kilómetros por delante de mí, hacia la diosa. Y la otra negra, como podrida, que envía con golpes dolorosos la sangre a las venas que parecen reventar de un cansancio, de un hastío, de una eterna puta suerte que no cambia. Y aun así, me mantiene mierdosamente vivo enviando sangre a mi polla amoratada. Una sangre que parece coagularse y hacer del rabo una maza mórbida, obscena, de violenta penetración ávida y feroz. Me gustaría que fuera más gorda, más larga; pero nada es perfecto. Tengo que trabajar este problema, algo cosmético antes de violar a mi diosa si eso ocurriera. “Oye viento, dile a la diosa que llego. No sé dónde estoy, pero voy”. Deliro por el camino creando esperanzas en el Páramo de la Desesperanza. Esperanzas de magnitudes tan grandes como el amor desesperado que me lleva a desintegrarme, a erosionarme en mi camino hacia ella. Esperanzas colosales que no me caben en el pensamiento y se marchitan. Dejo un rastro de alegrías muertas tras de mí. También imagino mis dedos extendiendo pequeñas ternuras por su piel, y siento unas repentinas ganas de llorar… Le vendo la parte sucia de mi alma al diablo que la desea. Ha emergido de un espejismo de gas que flota sobre la tierra quemada por el sol. “Te la cambio por unos miles de kilómetros y de años que me acerques a ella.”. Se ríe y me dice “Vale”. Sabe que no tardaré en morir y tendrá mi alma entera sin nada a cambio. Bueno, no puedo hacer gran cosa contra ello. Solo espero que cuando llegue a ella no muera, sería una broma de mal gusto. Que me dé tiempo a mentirle jurándole que estaré con ella toda la vida. Porque sé que he gastado ya toda mi eternidad en fracasos; como el astronauta que sale al espacio y solo ve muerte. Tanto afán, tanta ilusión alimentando sensaciones y fantasías, para acabar flotando en toda esa letalidad aséptica. Lo único que escucha es su respiración y se deprime. El universo no hace ruido, solo es un inmenso vertedero de piedras que no permite el más mínimo jadeo de vida. Al menos los cementerios tienen la gracia de los epitafios. Sin embargo, el espacio que ocupa mi diosa de pezones lamibles y plenos de vida, es la máxima expresión de lo carnal en un mundo de ángeles asexuados. Tiene suerte de que no es un planeta, porque no podría evitar estrellarme contra ella, su atracción es como la de un agujero negro. Y me pregunto si su coño me absorberá y sacará de aquí. Me lo pregunto con un hálito de esperanza dándole la espalda al diablo que aún sonríe astuto detrás de mí, esperando que muera. El sol incide con una hiriente verticalidad sobre mi cabeza y crea entropía en mis neuronas ardiendo. Me encuentro calculando la órbita de aproximación de mis dedos entre lo más íntimo de sus muslos. Y mientras me acerco en elipses cada vez más pequeñas, le rezo que la amo. Y flotan blancas lágrimas en el espacio que se congelan con un dolor en mis cojones. El sol me evapora la razón en este páramo sin horizonte y antes de olvidar quien soy, lanzo un beso a mi amor, que corre a la velocidad de la luz antes de que el sol también lo evapore. Yo camino con determinación; pero el diablo, dale que te pego, me susurra: Muérete ya. No te quiere, no te quiere, no te quiere… Qué tentador es el hijo puta… Te quiero cielo, voy a ti, dame unos minutos. Y con una carcajada vomito todos los dolores añejos y rancios, son de carne podrida. Es un peso que me quito de encima y el diablo los devora con glotonería. Es hora de dormir, mañana será otro día. “Sí, mañana. Duerme”, dice el Astuto en mi oído. Bendita sea la horizontalidad de la muerte.
Soy el verso inverso que rima lo que no sintió y esconde lo que no fue. Soy un verso inmerso en un frustrado universo el eructo de un festín inapetente.
Se puede escribir del orgullo de ser, la vanidad de lo logrado. Del sudor bien empleado. Del tiempo acelerado. O se puede esconder lo que hice, lo que no supe, lo que no pude.
O se puede no escribir y dejar que la presión provoque un aneurisma cerebral y morir. No soy orgulloso, soy un fracasado y si no escribo, no existo. Seguiré escondiendo mi fracaso con cierta malicia, porque de morir no me libro.
Veo películas de ciencia ficción e inevitablemente sueño con viajar al pasado y reparar el error del tiempo y el espacio que se cometió conmigo. Imagino vívidamente lo que haría para conseguir nacer allá donde tú lo harás unos años más adelante y así, encontrarnos sin perder tiempo y vida con otros amores que de nada han servido. Mis sueños de ciencia ficción giran siempre en torno a esa galaxia inalcanzable que eres tú, cielo. A veces mis sueños salen mal y soy un astronauta que ha debido abandonar su nave rota y flota en el espacio esperando que se agote el aire de su traje, con la mirada clavada en la lejana galaxia a la que ya no podré llegar. No podré llegar a ti y moriré asfixiado y fracasado aquí en la nada, lejos de ti. En otros sueños sobrevivo al viaje y cuando alcanzo tu galaxia todo es luz, esa cegadora luz de tus grandes ojos que me fascinan, la gruta carnal que forman tus labios para que bese la entrada. La increíble calidez que preciso después de tanto tiempo viajando por el gélido espacio, está toda en tu piel. Y después de eso, despierto y no estás. Quisiera arrancarme los ojos. La realidad fue todo un error, amor. Ahora solo queda engañar a la vida luciendo una sonrisa que es puro quebranto, por mantener la más mínima dignidad ante la frustración de una vida sin ti. Pienso en bebés muertos, no fui uno de ellos; pero nací en un espacio triste y deformado sin ti. Sin posibilidad alguna de reparar un daño que no cometí. Los bebés muertos no sufren, solo viajan congelados como asteroides alrededor de estériles astros, con los ojos muy abiertos, como cuentas de cristal translúcido. Yo que sobreviví, no quiero nada de lo que hay en este mundo, ni siquiera la alegría; sino lo que está desesperadamente lejos de mí. Lejos en el tiempo y sus circunstancias. Tan lejos de ti… Mis películas de ciencia ficción son las más tristes que se han hecho jamás.
El amor debería ser personal e intransferible, debería tener la propiedad conmutativa solo entre los amantes. Todo lo demás es injerencia e intromisión.
Es una lente que deforma lo real para hacerlo ideal, no hay nada de malo en ello; al contrario, es hermoso que alguien te convierta de la vulgaridad a un ser especial.
Lo malo del amor es que es una dulce e hipnótica trampa y cuando falta lo que amas, la vida pone las cosas en su sitio. Y tu sitio es el rincón polvoriento frente a un televisor apagado. Con la gloria erecta entre las piernas que se ha convertido en un monumental tótem al vacío.
Hubo una lente que lo hizo grande. Demasiado.
No es monumental, es solo sórdido.
Y cuando falta lo amado, es vergüenza.
Cuando fallan las propiedades del amor y dejas de ser personal e intransferible, te conviertes en una patética caricatura de lo que un día te hicieron creer ser. La realidad te empuja a la cuneta del camino, tomas tu tótem, tus ilusiones y tus vanidades y desapareces devorado por el espejismo que crea un implacable sol en el horizonte.
Dejas de ser valioso, dejas de ser especial y vuelves a la mediocridad con el peso de la vida cargando en los hombros, un reo condenado a trabajos forzados.
Personal e intransferible se convierte la penumbra que buscas para ocultar la vergüenza.
Personales e intransferibles son las ternuras, los deseos, los reproches y el ridículo que los recuerdos esconden. Y sigue habiendo belleza ahí, es lo malo, es lo tortuoso.
Piensas en los que ahora son los personales e intransferibles, los que ocupan y compiten por el trono…
El universo es cambiante. ¿Cómo no lo iba a ser el amor?
Pecaste de inocencia, dejaste un resquicio demasiado grande a los sueños. No es arrepentimiento, volverás a caer en ello. Solo una decepción, otra más para el álbum.
Tal vez algún día vuelvas a ser personal e intransferible, pero no te fíes, el tiempo pasa y la gente muere. Y tú mueres más rápido que nadie, es tu propiedad. No eres personal e intransferible, solo eres mortal.
Sigues amando lo que creíste ser exclusivo tuyo, no hay porque dejar de hacerlo, no es necesario si solo lo piensas y lo sueñas.
¡Shhh, calla! Solo piensa…
Eso no hace daño más que a ti mismo. Nadie te reprochará nada si no te oyen.
La falla generalizada de las propiedades del amor se convierte en una penitencia, un cilicio que hace llagas en la piel que cubre las costillas y agrieta el prepucio cuando las manos sucias de polvo y sílex masturban con tormento.
Tal vez la exclusividad vuelva algún día a hacerte especial, tal vez…
Eres tenaz a pesar de tus culpas.
Los errores no se tienen en cuenta, forman parte de la realidad, eres falible, eres en ti mismo un error de tus padres. Fallos en la genética, en el pensamiento…
Volverán las equivocaciones y confusiones y serás culpable y responsable de nuevo, es un ciclo finito, la muerte lo acaba todo. Eres lo suficientemente maduro y has sido suficientemente castigado para saber que fallarás de nuevo. Eres tan falible como el amor.
Follarás de nuevo…
Es una suerte que sea un ciclo finito.
Muerte rima con suerte, es una ironía macabra.
Personal e intransferible, con toda certeza, es la parca, nadie puede sentir la muerte como uno mismo, nadie puede sentir tanto dolor y miedo como el que muere. Cuando sientes que la vida se escapa de los pulmones, el corazón se hace cada vez más lento, la sangre deja de correr… No hay muerte dulce.
Nadie te acompaña ahí, ni el amor ni lo amado.
Personal e intransferible… Solo a veces.
No me gustaría tener amigos porque tendría muchos errores que confesar en deprimentes charlas. O debería mantener un incómodo silencio respecto a mí.
No me gustaría tener hijos porque no me gusta ser indigno, hay cosas mejores que ser.
Solo me gustaría tener padres vivos y preguntarles qué hicieron mal conmigo, dijéramos que quiero saberlo. Porque el resto del planeta se lo pasa bomba.
Solo es curiosidad.
Les diría que he soñado que dormía con un tubo de gas en la boca en lugar de un marlboro.
Y que duermo en un incómodo colchón de ilusiones rotas, de esfuerzos que no sirvieron de nada, y de enfermedades por las que no valió la pena esforzarse en sanar. De trabajos mediocres y de gente con trabajos y sueldos magníficos.
Que algo salió mal porque no hay un equilibrio entre satisfacciones y males, casi todo son males.
Les diría que veo el mundo a través de un cristal roto y que mi vista está un poco cansada.
Llevo gafas, coño.
Algo tienen que ver los padres con los hijos.
Yo no quiero tener hijos por eso, los querría demasiado para darles algo de mí.
Pudiera ser que padre y madre lo hicieron bien conmigo, todo lo bien que pudieron para un cerebro tan mermado como el mío.
Tampoco me gustaría tener padres vivos, porque la verdad no sería agradable.
Entonces tiene sentido el gas en mis pulmones.
Algo salió muy mal conmigo.
Me gusta la soledad porque mantiene claro en mi mente lo que no quiero.
Y sueño que todo se deshace, va hacia atrás. Da vergüenza todo eso… No jodas.
Si no estuviera solo debería haber avisado que al entrar en casa no encendieran las luces.
No hay nadie en la casa, solo el gas y yo.
Ningún ser vivo más que lo que era yo.
Al menos no es un error…
A veces tengo suerte y acierto con lo que quiero, aunque fueron tan pocas veces…