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No deja de fascinarme por lo grotesco la facilidad e incluso naturalidad con las que la sociedad global asume la cobardía, indolencia y dependencia cultural y emocional del estado como sus más elevadas virtudes.
Es mayestática la ceguera hacia su elaborada mezquindad, que les cubre el rostro cobarde con un obsceno velo de pretendida beatitud. No la ven, son incapaces de verse mezquinos, miserables… Se tienen por seres celestiales.
Y monumentales son las impunes y corruptas ambición, codicia y maldad de sus líderes político-sectarios votados con festividad y “democracia”. Rastreramente obedecidos y aplaudidos por quienes lucen con orgullo “cívico democrático” sus ceñidos collares de castigo y atados corto. Respirando penosamente depositan sus papeletas inservibles con temblorosa mano e indigna esperanza pueril en urnas de atrezo.
Nunca como en el siglo XXI el ser humano ha sido tan ofensivo y denigrante para la inteligencia y la dignidad de especie.
Tan tecnológicos y mayoritariamente alfabetizados, los actuales especímenes de animales humanos de las sociedades consumistas obedecen y creen a sus mesías políticos como aquellos palurdos que aplaudían en las plazas las torturas y muertes de las “brujas” unos pocos de siglos atrás.

Captura de pantalla de un celular con la imagen de un hombre

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Leer de la ascensión del nazismo en Alemania es terrorífico, roba toda esperanza a la humanidad de tener algún tipo de bondad, ni siquiera elegancia; todo es mezquindad y felaciones al amo o estado/dios personificado en un “mesías”. Por muchas cosas buenas que haya hecho algún ser humano, es un error adjudicarlo a la especie humana. Es un insulto para el creador y una ruin usurpación por parte de la humanidad. No puede una obra de gran belleza o un avance importante de la medicina o la tecnología justificar bondad o sensibilidad en la humanidad tras sacar calcinados de un horno los huesos de un ser humano indefenso asesinado tras una agonía de tortura, sed, hambre y enfermedad. Tras cada asesino genocida jefe de estado hay millones de mezquinos apoyándolo, aclamándolo, votándolo. Denunciando a otros que piensan y actúan decentemente para obtener mezquino beneficio de su encarcelamiento o asesinato.

China comunista. Mao Zedong con su Revolución Cultural asesinó a veinte millones de personas en diez años, 1966-1977.

La especie humana no tiene inteligencia, sólo una maldad congénita que algunas religiones le han llamado “pecado original”. Escupe veneno y bilis en cada uno de sus actos y servilismo, lo hace con frecuencia: aupar al poder a las bestias más repugnantes y colaborar con el estado/dios asesino.
No ha ocurrido una vez, han sido y son aún hoy muchas en muchos lugares.

Holocausto judío 1933-1945. En la Alemania Nazi o Tercer Reich de Hitler. Entre once y doce millones de asesinatos, la mitad judíos y la otra mitad distintas razas y discapacitados psíquicos y físicos. Todo ello con la inestimable ayuda de toda la población alemana.

La especie humana no es inteligente ni destaca por su capacidad de hablar, destaca por ser mala y repulsiva, para ella misma y el resto de las especies animales. Es el hijoputismo mezquino lo que la define y merece, como ninguna otra especie animal del planeta, una pronta extinción.
Que una peste acabe con toda la humanidad antes de que un nuevo Hitler, Stalin, Leopoldo II, Idi Amin, etc., llegue al poder para enriquecerse con sus genocidios tan recurrentes y más que probables.
Esta degenerada, degradada y malnacida especie humana volverá a apoyar a los asesinos que están en ciernes o que aún no han nacido. Es algo tan seguro, tan infalible como la muerte.
Es imposible e incluso inmoral admirar a la especie humana. Odiarla es tan fácil como cortar un flan con una navaja de afeitar.
La filantropía debería considerarse complicidad con los genocidas. Y no hay genocida sin una masa humana que lo adore.

Genocidio del comunismo soviético. URSS de1922-1991. Régimen genocida: estalinismo (por Stalin): cien millones de asesinatos.

Y por muchos humanos que mueran en guerras y catástrofes naturales o civiles, hay una gran desgracia e injusticia en ello: nunca mueren los suficientes, ni en número ni en frecuencia como para extinguirse. Esta injusticia es la conclusión lógica que surge de revisar la historia.
La Mona Lisa, la capilla Sixtina o la Sagrada Familia no justifican los cadáveres que siembran los genocidas electos y aupados por millones de seres humanos mezquinos que actúan de cómplices, como el pueblo alemán con Hitler, el soviético con Stalin, el español con Franco…

Cruzada albigense 1209 y 1244. El 21-7-1209: de siete mil a ocho mil asesinatos. “Matadlos a todos, dios reconocerá a los suyos”, se dice que jaleó Arnaldo Amalric, legado papal e inquisidor.

Toda esa cháchara sensiblera de que la especie humana puede hacer lo más horrendo y lo más bello es una falacia, un mentira podrida. Lo más bello no lo hace la humanidad sólo lo pudre. Y sólo un par de excepciones de siglo en siglo entre millones de bestias ciegas y hambrientas de ser tocadas por su líder-dios-amo, son creadoras a las que la humanidad les ha robado su belleza y creación, adjudicándosela a sí misma. Esas excepciones confirman la regla de que la especie humana es un acto fallido y una peste que se ha de erradicar de la faz de la tierra. Sin juicios finales, con el fogonazo nuclear de un meteorito destructor o una guerra nuclear total. Excepciones que confirman mi regla misántropa y justa para con los inocentes que murieron y morirán y los dos o tres creadores que nacen cada cientos de años para que la globalidad humana parasite su arte y su inteligencia.
Caterva de sádicos hijos de puta los que matan, los que obedecen, los que miran, los que aplauden, los sordos de mierda…
Hay tantos indigentes mentales dispuestos a odiar y matar obedeciendo a su líder-estado-dios, que no es extraña esta náusea con la que me despierto cada día desde que tengo uso de razón. Desde que leí a Juan Salvador Gaviota una, y otra y otra y otra vez.
Y no mueren, no suficientemente rápido y en cantidad. Es algo que me mortifica, la mayor injusticia y error: sus vidas, pululan por el planeta como cucarachas ansiosas de dejar sus babas necróticas allá por donde se arrastran y dejan sus cadáveres.

Estado libre del Congo, 1885 a 1908. Propietario: el rey Leopoldo II de Bélgica. De dos a quince millones de asesinatos durante el régimen.

Fueron tantos millones de cerdos babosos alemanes odiando, humillando y matando a judíos que un día antes de que el retrasado mental de Hitler decretara el odio, eran amigos y vecinos; que mejor hubieran bombardeado toda Alemania con bombas atómicas y no hubiera quedado ningún mezquino vivo que transmitiera su piojoso mensaje genético.
Yo no he hecho nada parecido, ni siquiera he llevado el puto bozal nazi del coronavirus o mascarilla en jerga nazi “en exteriores” como hacían todos los cobardes serviles. Mucho menos hubiera denunciado a alguien por no llevarlo. Y más impensable sería que los no vacunados despertaran odio y miedo en mí, como tanto causaron entre la panda de bestias envidiosas, cobardes obedientes y aplaudidores del fascismo de la covid 19 que obedecían al puto estado “democrático” de mierda con fervor religioso cagón.
Puta chusma asquerosa…

Siglo XIII en Bukhara. Gengis Kan ordenó el exterminio de los mongoles Tata y todos los hombres Kankalis que fueran más altos que una rueda.

Si algo bueno tiene morir, es que dejas de estar entre tantos puercos.
Al final, la esclavitud resulta ser una especie de justicia que se aplica la humanidad a sí misma por ese hijoputismo que la pudre.
Y el estado/dios sabe como yo que su valor como especie es nulo, y por ello unas veces mata a los de izquierdas y otras a los de derechas, a blancos o negros, a moros o cristianos; como cerdos con peste porcina, sin remordimiento, sin escrúpulos. Matar cucarachas a nadie le pesa lo más mínimo. Sin embargo, siempre deja algunos vivos que le produzcan riqueza esclavizados.
La muerte es tan perezosa cuando de mezquinos, envidiosos y cobardes se trata…
Te das cuenta de que la muerte también es imbécil. Absolutamente idiota, incapaz de hacer su trabajo.

Masacre de Haití 1804. Entre febrero y abril fueron asesinados entre tres mil y cinco mil criollos franceses.

Misantropía para calmar la desesperación de pertenecer a esta despreciable especie humana. Este conocimiento, esta conciencia turbadora es el estigma con el que nací.
Y la mísera agua que un cura derramó en mi cabeza no la pudo lavar.
La chusma ignorante y servil no puede concebir y le ofende, que otros actúen sin pedir permiso. Que vivan sin el permiso de la ley del estado/dios, sea para bien o para mal. Y exclaman alarmados y furiosos de envidia: “¡Pero eso no es normal!” o “¡Está prohibido!”. La violencia contra esta gente debe ser instantánea porque su merma y degeneración cerebral arrastrará a otro nuevo genocidio.
La ponzoña que circula por las venas de la gente mezquina sin valor, que no sabría qué hacer con la libertad si la tuviera; hace que se revuelvan como ratas contra los que piensan y actúan libremente. Suelen ser los delatores que se meten en la boca los genitales de sus dictadores y muestran la sonrisa sucia y láctea de placer a sus amos.

República Dominicana, Masacre del Perejil, en seis días del 2 al 8 de octubre de 1937, treinta mil asesinatos.

En lugares como España y casi todas las naciones hispanoamericanas (por poner un ejemplo, porque las maneras se repiten en todos los continentes, en Extremo Oriente y el Medio) sometidos durante décadas a dictadores o caciques-generales corruptos y asesinos, países donde el estado/dios fascista (entiéndase falangismo, estalinismo, comunismo o liberalismo y conservadurismo, gobiernos religiosos de toda índole, etc.) ha matado a los individuos libres y sólo se han reproducido los que agasajan al asesino genocida o dictador. En estos lugares, la población actual es el resultado de una selección genética como la que se realiza con el ganado de crianza para el consumo humano. De ahí, que haya pueblos inclinados a mantener un dictador, lo llevan en la sangre y no lo pueden evitar. En cincuenta años de fascismo franquista, los españoles han sido sometidos a una grosera selección ganadera para que sólo sobrevivan los más mansos y serviles; los delatores que se enriquecieron con los que mataron traidoramente, quedándose con sus propiedades tras comerle la polla a un ministro, alcalde o un comisario de algún cuartel rural. Es algo que insisto, se repite en toda nación o región del planeta.

Genocidio camboyano cometido por Pol Pot de ideología estalinista-maoísta dirigiendo a sus Jemeres Rojos, escuadrones de la muerte. De un millón y medio a tres millones de asesinatos entre 1975 y 1979.

Razas humanas de distintas regiones del planeta que precisan en el día a día que un dictador les indique qué pensar, qué hacer, qué decir y sobre todo, cuándo y dónde pagar los diezmos al estado/dios. Ya sea en un banco o institución como en tiempos fascistas franquistas, o en la web adecuada con el fascismo estalinista actual surgido con el coronavirus en el 2020 D.C.
Realmente, desde los inicios de la historia sólo ha cambiado el decorado, la chusma es la misma. Y aunque hoy saben leer no acaban de entender el significado y precisan de emojis que les dé una pista de cómo se han de sentir al descifrar algunas palabras.
Y así es cómo han ido avanzando las dictaduras, tecnificándose para que el estado/dios reciba puntualmente sus diezmos y tener sometido a control a las reses o contribuyentes serviles, sumisos, crédulos en que esa papeleta que meten en una urna no sirve para limpiarse el culo, sino para otros fines menos escatológicos.
Una chusma seleccionada genéticamente que cuando el estado/dios y su mesías decrete que se debe odiar, se odie ciegamente y asesine en nombre de la patria, su ley, su justicia y a la puta que los parió a todos.

Primer genocidio documentado para algunos historiadores: Destrucción de Cartago 149-146 A.C. Tercera guerra púnica. 450.000 muertos y 50.000 esclavizados.

Cuando los abuelos dicen en “mis tiempos no era así” los nietos se sienten afortunados, ante un espejismo de modernidad y progreso comparándose con los abuelos. Es sólo atrezo, utillaje, oropel…
La ignorancia siempre lleva consigo el infantilismo adulto y su inmadura ingenuidad.
Respecto al carácter de la chusma o globalidad, es todo tan igual que lo ideal sería vivir en coma, ya que los sueños son interesantes y extraordinarios; cosa que en la vida tal como la entienden todas las civilizaciones del planeta, es todo mediocridad y los días se confunden porque son idénticos para los nacidos en cautividad (en una tiranía o pseudo democracia), la inmensa mayoría de la población de la Tierra ha sido parida en ciudades y pueblos, castrada de toda posibilidad de vivir en libertad, como los animales nacidos en un zoo.
Si en la antigüedad agitaban verduras, ramas podridas y basura para aclamar a su rey/amo/dios; hoy hacen clic en un iconito “me gusta/no me gusta” o bien “carita feliz/carita triste”. La iconografía de las actuales sociedades se ha adaptado a ese infantilismo con el fin de mermar más el intelecto de las reses explotadas. Se sienten infantilmente dichosos de haber practicado ese “salvaje” acto de libertad con la firme creencia de que han dado su opinión o aprobación. Es el problema de la ingenuidad antes citada, son tan tontos como si hubieran sido fabricados con plástico.

Masacre de Srebrenica, durante la guerra de Bosnia (el mayor asesinato masivo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial) ejecutada por el general serbobosnio Radilav Kristić. Del 13 al 22 de julio de 1995. Asesinó por fusilamiento a 8372 musulmanes bosnios, incluidos los asesinatos de niños, adolescentes y ancianos para conseguir la definitiva limpieza étnica de la ciudad.

Por supuesto, el teléfono móvil es ni más ni menos que un cencerro para reses humanas en las granjas de explotación donde nacen y son criadas; también conocidas como ciudades, pueblos, barrios, guetos, asentamientos, campamentos… En las que viven estabuladas y verticalmente apiladas en unos míseros metros cuadrados que pagan a precio de cocaína y de putas y chaperos de lujo que compra y contrata su estado/dios amado cada día, parasitando su vida y esfuerzo.
Es indecente que los jerarcas de las naciones sean tan longevos. Una cuestión ésta que me hace chirriar los dientes durmiendo. Odio que la mala hierba nunca muera y odio que ya no exista un solo caballo que al pisar la tierra la convierta en páramo o desierto.
Todo son malas noticias, aciagos acontecimientos y una constante sodomía; es lógico que se prodigue tanto el cáncer de recto y boca.
La misantropía es mi única e inviolable libertad e inteligencia.
Mi conocimiento y experiencia.
Mi sabiduría.

Dios, si existes mátalos a todos, lo hiciste todo mal.

Carta

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En la década de los ochenta del siglo pasado arrancó a plena potencia el proceso de degradación, la imparable decadencia consumista que hoy infecta a todas las naciones o grupos humanos (sociedades) del planeta.
La primera patada a modo de arranque se dio a finales de los sesenta y durante los setenta. Cuando la paranoia musical mostró cómo grandes rebaños humanos se dirigían a aplaudir a sus superficiales ídolos musicales gozando de toda clase de penurias e incomodidades. De vivir entre barro, mierda y orines por cantar y bailar con sus dioses del amor libre y la paz.
Aquella muestra planetaria y multitudinaria de paz, amor y ante todo adocenamiento iluminó al estado/dios en cómo pastorear a los grandes rebaños humanos sin necesidad de grandes sumas de dinero en ejércitos e infraestructuras.
Todo era música y festivales sin pausa, discos, prensa, programas de televisión, películas…
Pero fue en los ochenta con la invasión de los videos musicales cuando el estado/dios colmó los cerebros de la masa humana asalariada o contribuyente de imágenes y música de tal modo que quedara ciega y sorda, ajena a la gran dictadura fascista-estalinista que en el 2020 se revelaría a la humanidad mediante la componenda que fueron los robos de libertades, dinero e inhibición de las necesidades biológicas por medio de la infestación del coronavirus o covid 19. Y así justificaron los líderes fascista-estalinistas de las pseudo democracias occidentales su terrorismo de estado: robos por impuestos de usura y extorsiones policiales y militares, sorprendentemente aplaudidas por esa gran masa cobarde y decadente asalariada y mayoría votante. Las propias víctimas del fascismo surgido con el coronavirus, ahora esclavas y acobardadas por el estado/dios con un simple catarro publicitado durante meses a todas horas todos los días, se arrodillaban quejumbrosas ante el estado/dios pidiendo no morir. Lloraban como críos a sus gobiernos extorsionadores como si fueran padres salvadores. La humanidad retrocedió a la oscura Edad Media.
Y el estado/dios sentenció con una sonrisa satisfecha: “La libertad es enfermedad”.
Los súbditos, aquellos que nacieron en cautividad musical, en el consumismo y el rechazo al esfuerzo, con una importantísima merma intelectual dijeron “Amén”. Y se encerraron sumisos en sus casas-establo, se calzaron un bozal en el hocico que pudría la respiración y la dignidad, en soledad, en sus viviendas y en plena naturaleza. Se apresuraron a meterse en la sangre una “vacuna” que no vacunaba; pero era una orden del estado/dios que, aunque los arruinó y arrebató sus necesidades biológicas como el simple desplazamiento para la supervivencia, obedecieron ciegamente y se vacunaron por miles de millones la falsa vacuna que aún no saben qué cura.
Al igual que los alemanes fueron programados para odiar a los judíos, en el 2021 el estado/dios globalizador adoctrinó mediante prensa, radio, televisión e internet a la masa humana asalariada y burguesa en el odio y el deseo de muerte hacia los que hacían uso de su libertad para no vacunarse.
El estado/dios les inculcó el odio aplicando las estrategias nazis fascistas del siglo pasado, un auténtico cúmulo de sabiduría genocida práctica que los “progresistas” líderes estalinistas, se apresuraron a imitar con una moderna tecnología.
Insisto, este triunfo del neonazismo actual, estalinismo buenista o poscomunismo woke; se debe a aquella gran invasión musical y visual de los ochenta a la que se sometió a la masa humana infantilizándola y deteniendo su crecimiento intelectual, ya que eso de pensar y decidir sólo le incumbe al estado/dios que él sabe lo que realmente le conviene a cada cual y de que sexo debe auto percibirse a pesar de sus genitales.
La invasión de música e imágenes idiotizó e incapacitó a una grandísima mayoría humana para observar e intuir los actos de fascismo veterinario-ganadero que llevaba a cabo el estado/dios. Lerdos y ajenos a todo en su universo músico-visual consumista con síndrome de Peter Pan y su cobardía e indolencia.
En EE. UU., en los ochenta, durante la era Reagan se creó una raza humana pintoresca que serviría de modelo y esperanza a la humanidad asalariada cada día más numerosa y más exigente, la que años más adelante, el estado/dios bautizó como globalidad. Aquella nueva especie rica y efímera fueron los yuppies, jóvenes que conseguían su primer millón de dólares apenas dejaban la teta de su madre y llevaban un tren de vida pletórico de lujo, sexo y drogas con el mínimo esfuerzo, auténticos patricios de la decadente Roma clásica. Los yuppies se crearon para dar una gran expectativa de bienestar e ilusión: todo aquel que se lo propusiera podría ser un millonario como ellos.
Pero a la entrada de los años noventa, aquellos yuppies maniquís conducirían con su torpeza e incapacidad a una gran crisis mundial que arruinó a millones y millones de asalariados.
Y el estado/asestó su dogma de gracia que asentaría el fascismo estalinista como la gran solución: “¿Veis como no es tan bueno ser ricos y vivir con lujos. Ni la libertad en exceso, sin control? Por vuestro bien, nosotros os enseñaremos en lo que debéis emplear vuestros sueldos”. El dogma, gracias a las grandes redes de comunicación construidas para la invasión musical de los ochenta y a internet, se propagó a escala planetaria e impregnó los cerebros mermados de inteligencia y conocimiento de las grandes masas humanas contribuyentes.
Hasta ahora, en el 2024, que se aproxima un “apocalipsis climático” que sólo gracias a la pobreza y esclavitud de la masa asalariada mundial o globalidad castrada de inteligencia y coraje, se podrá evitar.
Los retrasados intelectuales ya se preparan con resignación de mártires e infantiles esperanzas de no morir, para aplaudir de nuevo a aquellos nazis estalinistas que les salvaron de morir por el covid 19 y ahora los salvará del “apocalipsis climático” que aparece publicitado en la prensa y medios de comunicación de cualquier parte del planeta todos los días y todas las horas, exactamente igual que los videos musicales en los ochenta.
Todo se comenzó a pudrir vertiginosamente en los 80. Yo estaba allí, en medio de aquella mierda asfixiante de música y chusma ridículamente disfrazada.
Hoy el infantilismo y la vanidad sin razón han impregnado genéticamente a cada individuo votante y contribuyente de las sociedades o países del planeta. Y no se trata de una plaga, es una involución, una degradación inducida por el estado/dios por medio de la selección ganadera a una masa humana asalariada decadente y de pensamiento tan superficial como sus uñas.
La especie humana está desintegrándose, descomponiéndose velozmente. Ya no es compatible su vida con la del resto de animales y el planeta la rechaza porque ha perdido la gracia y el coraje que la llevó a evolucionar más allá de los monos.
No es el cambio climático lo que hace temer un apocalipsis, sino la corrupción del ADN humano.
Yo estuve en los 80, y ahora en los 20 del siglo XXI doy fe de ello por asco y asfixia.
Otra vez…

Hay películas rebuscadas como Sound of Metal, en la que el batería de un dúo de heavy metal se queda sordo y todo es drama.
Y yo pensaba mientras la veía, qué poco se da el cáncer y graves enfermedades entre los jerarcas en el poder.
Siempre cae la mierda en el rostro del más pobre.
La baja mortalidad de la casta política está dañando gravemente al resto de la especie humana.
Tal vez los sordos serán los que más tiempo resistan sin que se les pudra el cerebro por los dogmas y decretos de los jerarcas; mientras no tengan la mala idea de usar audífonos.

«La doctrina individual de la autodeterminación de los pueblos fue consagrada por Woodrow Wilson en un discurso de 1916 y se convirtió en la base del orden mundial tras la Primera Guerra Mundial. Una de las personas que vio enseguida la contradicción intrínseca de la «autodeterminación de los pueblos» fue el propio secretario de Estado de Wilson, Robert Lansing, que en su diario anotó lo siguiente:
«La expresión está simplemente cargada de dinamita. Alimentará esperanzas que nunca se podrán hacer realidad. Seguro que al final acabará desprestigiada, considerada el sueño de un idealista que no cayó en la cuenta del peligro hasta que fue demasiado tarde para contener a quienes trataban de implantar el principio. ¡Qué desastre que llegase siquiera a pronunciarse la frase! ¡El sufrimiento que provocará! ¡Pensemos en los sentimientos del autor cuando cuente los muertos derivados de articularla!».
Lansing se equivocaba en una cosa: el coste no fue de miles de vidas sino de decenas de millones. Uno de los peligros de la «autodeterminación» es que, en realidad, no existe tal cosa como una «nación» en el sentido de grupo étnico y cultural que coincida con un trozo de propiedad inmobiliaria. A diferencia de las características de un paisaje de árboles y montañas, las personas tienen pies. Se desplazan a sitios donde hay más oportunidades y pronto invitan a sus amigos y parientes a que se les unan. Esta mezcla demográfica transforma el paisaje en un fractal, con minorías dentro de minorías dentro de minorías. Un gobierno con soberanía sobre un territorio que, según afirma, encarna una «nación» en realidad no encarnará los intereses de muchos de los individuos que viven dentro de ese territorio, al tiempo que tendrá un interés de «propietario» en individuos que viven en otros territorios.».
«Los ángeles que llevamos dentro: El declive de la violencia y sus implicaciones (Contextos), de Steven Pinker»

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A efectos prácticos y de comprensión, nacionalismo debería escribirse con z: nazionalismo. Porque es, ni más ni menos, que una forma de acoso racial con adornos de provinciana, puritana e hipócrita pseudo “democracia” chovinista, arengada por líderes sectarios contra decenas de minorías que no resultan ser tal minorías en conjunto. Líderes que son auténticos iluminados esquizoides que rozan el chamanismo más primitivo y responsables de grandes masacres humanas.
Hitler tiene una utilidad como cadáver, es ejemplo de rigurosa actualidad registrada y documentada, de lo que un subnormal que ha disfrutado de unos años de suerte puede hacer con las masas humanas.
Y parece que nadie aprendió la lección.
O tal vez sí, y por una vanidad injustificada se esfuerzan demasiados “líderes” políticos y religiosos en aplicar los mismos principios raciales con la esperanza de ser emperadores “ajustados a derecho” del puto mundo entero.
En la actualidad, dado el nivel estadístico de alfabetismo en la población mundial, muy superior a la de siglos pasados (no puede alegar ignorancia como disculpa) el concepto de “líder” político o religioso tiene el mismo significado que ganadero. Ergo la población… (Véase la simplona y alegórica ilustración).
El mestizaje de razas y culturas, ha sido la evolución más rápida y efectiva del homo sapiens sapiens gracias a que, entre 100.000 y 70.000 años atrás comenzó a migrar de África a Asia.
Esto no ha acabado aún, la especie humana se ha torcido en su concepción de civilización y no es la estafa del cambio climático lo que acabará con ella. Simplemente se devora a sí misma, hasta que al último caníbal se lo coma un oso o un león.

Si el ser humano retornara a su naturaleza, aquella que le llevó a sobrevivir en un mundo hostil y evolucionar. Si olvidara las mentiras de dioses, paraísos, resurrecciones y reencarnaciones haría su presente, su vida mejor. Que es lo único de lo que puede disfrutar hasta que muera y desparezca del universo.
Esto llevaría también a la incredulidad hacia seres soberanos y líderes políticos, ambos encarnando actualmente, en pleno siglo XXI como en el medievo, un carácter divino, la encarnación de un dios.
El problema de que la especie humana degenerara, siempre ha sido la religión y su evolución: la política.
Ambas han arrastrado a los humanos a cohabitar adocenados en pequeños espacios, vivir miserablemente en pro de una vida post mortem paradisíaca y un futuro engañoso y venenoso que no vivirán. Ni siquiera sus nietos.
Si el ser humano retornara a su naturaleza libre, los corruptos codiciosos y ambiciosos políticos y líderes religiosos; sus cráneos vaciados y pulidos servirían para cocinar, incluso en modernas cocinas de inducción.
El ser humano perdió su libertad y gracia por aceptar por cobardía una protección mafiosa: el Estado. Primero creyó al hechicero charlatán de la tribu, éste se convirtió en sacerdote, luego en dios-emperador, siguió como rey o papa y actualmente en líder político de una formación de moda, básicamente un telepredicador dirigiéndose a una chusma de pocas luces, crédula como sus antepasados y tan cobarde como ellos.
Y ahora en pleno siglo XXI la especie humana es poco más que una variedad porcina. Apenas se distingue de un cerdo de granja en el tratamiento que le da el Estado a su mísera vida.
Ha sido tan escrupulosa y secular la selección ganadera que el Estado ha realizado en las distintas razas humanas, eliminando las reses libres y no obedientes por variedades mansas, que ya no existe posibilidad alguna de que la especie humana vuelva a ser digna.
La humanidad adulterada por dioses y Estado, hoy es una especie insectil y sin alma. Lo cual es gracioso, porque creen tenerla y por ello rezan a toscos muñecos, símbolos y libros vacíos de interés e inteligencia. Y por supuesto, se arrodillan y venden a sus hijos al primer telepredicador “demócrata” que les miente con paternalismo, con voz flojita y falsa de meapilas.

Ahora sólo espera sin saberlo, una gran extinción: las reses de superávit que al Estado le sobran por cuestiones de logística y así purificar con más precisión genética las razas humanas con reses más mansas y obedientes que coman menos, las que el Estado permitirá vivir. O dios.

Cuando se afirma que un pueblo tiene el líder (religioso o político, en ambos casos dictadores de una forma u otra) que se merece. Es cierto, pero va mucho más allá de los votantes o ciudadanos adultos eso de “que se merece”.
Las guerras, el hambre, la corrupción del Estado que los empobrece, humilla y mata, no es sólo responsabilidad del líder asesino de turno en el gobierno o estado.
El pueblo comparte íntimamente con sus jerarcas esa responsabilidad. Y culpables son los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc… Por su fanatismo analfabeto o no, obediencia y sumisión al líder; y lo pagan con su vida los hijos que no han vivido lo suficiente para elegir.
Quien pone la vida de sus hijos en la fe, en manos de un dios, firma su consentimiento para que los hijos sean asesinados por el religioso, a su conveniencia.
Quien jura lealtad a un líder político con un voto, por ejemplo, o agitando ilusionado su banderita, firma su consentimiento para que sus hijos sean “criados y educados” por el Estado, autoriza la futura prostitución de sus hijos, la perversión misma de su naturaleza humana, la humillación y esclavitud. Y por todo ello, también su muerte por el tirano político, a su conveniencia.
Un pueblo no sólo tiene el gobierno que se merece, es responsable de la muerte de sus hijos. Y si viven, de que sean tan cobardes como ellos eternizando la mezquindad.
La cobardía y la dejadez, es responsabilidad única del cobarde y desidioso. Y las consecuencias y responsabilidades debe pagarlas en función de su miedo y sumisión.
Que nadie olvide jamás esto, porque no existe un tirano si hay alguien que lo mate o desobedezca.
El concepto de rebaño asustadizo, sólo es digno para las ovejas de pastores. Los seres humanos están por encima de esos animales; así que, si se comportan cobardemente, son los asesinos de sus hijos y de su propio organismo.
Es lo que no aprende la humanidad, una humanidad que dice ser inteligente porque a lo largo de su historia, han nacido tres o cuatro genios que han inventado o creado cosas y la humanidad grupal y bovina ha usurpado la autoría. Lo de hoy es la humanidad más imbécil que jamás ha existido, la cima de una evolución a la degeneración humana.
Los millones de gentes aborregadas, desidiosas y con una trabajada y elaborada ignorancia e indiferencia, son los responsables últimos de la muerte, de los asesinatos y humillaciones del Estado o Dios. No sería extraño, en la actual civilización humana global, que los hijos fueran para muchos padres, el chaleco antibalas y salvavidas: los hijos son artilugios de defensa contra el Estado y Dios; la mezquindad que está alcanzando la sociedad humana, así lo indica.
La cobardía y la pereza de un pueblo alimenta la crueldad y voracidad de sus líderes.
Y eso, tristes humanos, es culpa vuestra, vuestra última responsabilidad; el haber permitido que un dios, un sacerdote de cualquier religión o un líder político se meta en la intimidad de vuestro cerebro, casa o madriguera y os humille y asesine a los niños, y luego se los sirva con una buena salsa en su mesa de oro.
Sois culpables junto a vuestra ascendencia que fue como vosotros, sois los más culpables porque estáis vivos y ofrecéis la vida de vuestros hijos, si así os lo piden, “en holocausto”.
Habéis regalado con votos, plegarias y hurras, la vida de vuestros niños a unos degenerados y caníbales líderes.
No, tenéis disculpa alguna. Los psicólogos deberían existir sólo para preguntaros ante el cadáver de vuestro hijo: ¿Y cómo lo has permitido? Y no para haceros sentir mártires de la violencia y el odio, alimentando así la cobardía y la desidia indignas de un ser humano en un ciclo sin fin que se transmite de padres cobardes e indiferentes a hijos iguales, sin que nadie rompa la cadena.
Tenéis vuestra responsabilidad de adultos: primero son los hijos y sus vidas, luego vosotros y vuestras vidas. Lo que quede, será para vuestro cochino dios o cochino líder.
Habéis regalado la vida de vuestros hijos a vuestros amos. No tenéis perdón.
Sois absolutamente culpables de cobardía y su sumisión.
Quien haya atendido mínimamente a la historia de la humanidad, la política y la religiosidad, no debería tener dudas de ello.
Los seres humanos son las bestias de granja, aumentadas y mejoradas de las que nacieron hace sesenta mil años con el primer pacto social.
Habéis perdido la gracia y el honor de vuestra propia especie. Es extinción.
Pedís respeto para los asesinos de vuestros hijos en un alarde de urbanidad y compresión, porque los habéis votado y jaleado; pero es sólo la esencia más pura y destilada de vuestra cobardía: respetáis al asesino para que no os mate a vosotros. Porque hijos se pueden tener más ¿eh?
El pueblo no tiene el gobierno o dios que se merece, tiene el que refleja en todo su esplendor su mediocridad y mezquindad, que mejora y aumenta.
Idos a la mierda con vuestros llantos tardíos e hipócritas, llantos de indignos adultos bebés.

Pensó demasiado tiempo en el enigma del amor, sus consecuencias e imposibilidades.
Un día prestó atención al espejo y se vio viejo y débil. Humillado con un pañal.
Todo aquel desgaste para al final morir y dejar de importar…
Abrió el mando del gas de la cocina y aceleró el proceso de la agonía.
Pasados unos segundos nadie sabía que un día existió.
Yo lo sé porque soy Dios.
Y como él millones; pero muy pocos encuentran la solución al enigma, el suicidio, y mueren rabiando como ratas con el espinazo partido en una sucia calle.
Se siguen meando encima durante años y años, gastando indignamente sus ahorros en pañales.
No los creé a mi imagen y semejanza, el meteorito que mató a los dinosaurios provocó una nube radiactiva, mutó una manada de titís y el resultado fue la pérdida del pelo y un tumor en el cerebro con el que nace todo ejemplar de la raza humana. Con el tiempo algún figura afirmó que los animales humanos tienen el cerebro más desarrollado de todas las especies.
Y como no había gas, también murió babeando, como la gran mayoría votante.
Son como aquellos monos de mar que se vendían por correo en los setenta, simples amebas.
Han pasado tan solo mil millones de año y ya me aburro.

Un campo con árboles

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El contrato social es una hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social, basada en la idea de que los seres humanos acuerdan voluntariamente ceder parte de su libertad natural a cambio de protección y derechos bajo un Estado.

Donde habitan las bestias el amor es un acto que solo puede impedir la hipocresía que allá no existe.

Solo entre animales puros se dan las altas emociones.

Se ama y se odia sin remilgos sin piedad para ningún sentimiento. A bocajarro el amor y la ternura, el odio y la muerte.

Solo donde habitan las bestias, la ternura brota en los campos y bosques, porque no hay interés que la pudra.

Y donde habitan las bestias los malos y los buenos son devorados sin atender a más razón que su debilidad y torpeza.

Las bestias no entienden de ropajes, posesiones y palabras vacías, inútiles.

Donde habitan las bestias, los humanos viajan según el frío, según la sed, según el hambre, según la ilusión.

No es turismo y su adocenamiento, solo es el descubrimiento y su conocimiento.

Donde habitan las bestias, no siempre entierran a los muertos, hay cosas urgentes que hacer en las que gastar esfuerzo y tiempo.

Y repentinamente un día, por una cobardía indeterminada, se alejaron de donde habitan las bestias y perdieron la gracia de su especie.

El amor se medía, compraba, intercambiaba y adjudicaba.

Los débiles y torpes no eran alimento de bestias y treparon a puestos de poder entre los humanos que se despojaron de su gracia innata. De su dignidad.

La ternura ya no brotaba en los campos y bosques; solo surgía una pestilente condescendencia que ensuciaba el aire.

Y aquellos viajes del conocimiento se convirtieron en trashumancia cronometrada y dirigida por los débiles y torpes. El adocenamiento borró de sus rostros la ilusión y el saber de donde habitan las bestias.

Así sucedió el fin de la humanidad y empezamos a nacer en este tiempo y lugar podridos donde no habitan las bestias ni la nobleza.

Y el adocenamiento es virtud remunerada.

No hay aliciente para el conocimiento y la superación, su tragedia, su alegría, su orgullo. A la humanidad la cubre una pátina de grisentería que hace las pieles del color de una ceniza triste y anodina.

Ahora solo brota entre sus patas la cobardía, abulia y servilismo.

Y hombre y mujeres no saben bien qué son. Ni siquiera para lo que sirven.

Y miran a sus hijos sin saber también, qué son, qué utilidad tendrán.

Malditos sean los muertos y los vivos que me vendieron a los débiles y torpes sin siquiera haber nacido.

Carta

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