Posts etiquetados ‘sinceridad’

El engaño es una constante en la vida cotidiana y la más eficaz arma de supervivencia en sociedad.
El arma más instintiva y pura con la que está dotada la especie humana. Es tan natural y está tan arraigado el engaño en el genoma humano, que por mucho que luchen los progenitores y educadores por lavar el cerebro o adoctrinar a las crías humanas con el concepto de “verdad” o “sinceridad”, fracasan estrepitosamente.
Claro que los progenitores y educadores, son mentirosos profesionales, eso de: “haz lo que yo digo y no lo que hago”, es una táctica cuanto menos, ingenua e infantil. Porque las crías se hacen adultas con todo su bagaje genético en erupción y es imparable el desarrollo de sus armas de supervivencia.
Si quieres tener dinero para comer, en el mundo laboral e incluso en el social, debes callar lo que piensas y decir exactamente lo que quieren oír.
Luego, cuando tengas oportunidad y seguridad de impunidad, harás lo que debas y te beneficie. Siempre y cuando no te hayan emborrachado para convertirte el lunes, en una res obediente y desprotegida, sin capacidad de engañar con inteligencia y premeditación.
La única verdad es lo que piensas, es tu biblia (ya sé que pensar no es popular en gran parte del ganado humano). Lo que te dictan padres y estado es un engaño cuyo origen está en la ignorancia, en la perversidad (pura maldad para joderte e imponerse ellos a ti); o lo más probable: en la envidia, para que nunca seas más que ellos o ganes más dinero (sean padres, amigos o políticos de mierda).
En definitiva, es la mentira la que nos hace libres, o al menos, silenciar herméticamente nuestra verdad.
Dicen que el movimiento se demuestra andando: observa a cualquier ser humano, sobre todo si es de raza política o adinerada y verás como arrastra tras de sí, como una sombra más, una hipocresía como un excremento seco.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

No se puede vivir eternamente, no hay vida extraterrestre tras morir.
El amor tampoco vivirá siempre, se pudre por comparaciones, porque surgen otros mejores, por errores que no se deberían haber pronunciado, por hastío y por gripe.
La felicidad es un ataque de histeria alegre que ocurre tras largos periodos de duros sufrimientos.
Los muertos no se manifiestan, son las mentes vivas que alucinan fantasmas por dolor, soledad o incluso alegría de que lo esté, muerto. Bien muerto.
Te amo; pero es algo que no trasciende más allá de este papel y de mi tristeza vital. Amarte es una isla limpia en un vertedero infinito e insalvable. Eres mi faro, un brillo entre toda la inmundicia. Amarte enriquece mis escasos y breves momentos para la esperanza.
Pero amarte no es consuelo si no te jodo.
El dinero aquí y ahora no da la felicidad; pero hace la vida tan bella que pensar en la muerte causa un terror paralizante y paranoia por la salud y su profilaxis.
Ser viejo es estar muy cerca de morir no le veo alegría alguna a este hecho. La vejez no es una nueva juventud como osan mentir los cobardes. No puedo entender los que dicen sentirse jóvenes y por las mañanas mean sangre.
Los locos cuentan locuras y no verdades.
Los niños tampoco las dicen, solo tienen un limitado vocabulario y carecen de suficientes datos vitales, cosas indispensables para fabricar verdades.
Solo dicen lo que ellos ven tras sus ojos. Esas verdades prodigiosas que dicen, solo están en las mentes de unos adultos banales y con escasas luces. No hay locos cuerdos, solo están demasiado sedados. No hay niños prodigio de la sinceridad, simplemente son demasiado pequeños aún.
Lo siento, cielo. Hoy todo son malas noticias.
Tal vez mañana con un poco de suerte pueda obviar, por una laguna mental, todo lo que sé.
¿Te das cuenta amor, que entre tanta desesperanza te amo? Imagina si hubiera algo bueno en esta vida: con tanto amor y tan poca decepción seríamos una constelación de magnitud luminosa máxima en el universo, más que Sirio.
Tal vez sea que el aire se mueve ya frío y me hace sentir mejor, más fuerte y por tanto más cruel. Estas malas noticias, solo me provocan una sonrisa sarcástica sin considerar que podrían aburrirte, incluso irritarte.
Lo siento, cielo, hoy todo son malas noticias y sonrío feroz y hambriento de ti, cosa que no me hace precisamente más dulce.

Iconoclasta

No hay tiempo o situación que no te piense.
Estás en el bosque, en el cielo, en el río, en la tierra y el infierno.
En las calles todas, donde paseamos de la mano, por fin serenos.
Por fin nosotros.
Estás en mi pensamiento constantemente, sin pausa. Como una pertenencia absoluta y con una carencia que rompe cualquier asomo de alegría.
No sé que hubiera sido de mí en otro tiempo donde la tecnología no comunicaba a nadie con la inmediatez de hoy.
No te habría conocido, no sabría de tu voz.
Estaría más relajado, menos melancólico, menos triste.
Ante la certeza de tu existencia se crea una enorme masa de ausencia en mis brazos y la piel parece querer ir donde te hallas.
Tira de mi carne con cierto dolor inconsolable.
¿Cómo conciliar el conflicto de amar y no tocar?
Es tan sencillo como doloroso: olvidando con fuerza idéntica y contraria al deseo.
Temo mi fuerza excesiva, la misma que te ama en todo momento y lugar.
Temo que mi fuerza me lleve al otro lado del amor: al olvido.
La vida es corta y un prolongado pesar es un largo morir.
Se impone el criterio de la supervivencia y la dignidad.
Convertir tu rostro, tu voz y tus palabras en una triste película; cuyo cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Un drama que pasó durante algo más de una hora en una pantalla de cine.
Tenemos que ser dignos. Es una hipocresía, es una aberración amarnos, prometernos en la eternidad, excitarnos… Y sin embargo, follar, comer y dormir con alguien a quien no queremos, a quien no decimos nada de eso.
No quiero morir indigno e hipócrita. La película ha durado demasiado, y ahora que sé que la muerte está muy cerca, no quiero evaporarme con tanta infamia.
¿Cómo se gestiona el dolor de la muerte de quien no tuviste jamás?
Porque yo moriré antes, voy directo al final. Veloz como un cometa.
Solo que no volveré más, no soy un cometa y no hay universo en la muerte.
Estoy harto de la vida, estoy agotado de amarte, estoy enfadado, cielo.
Soy viejo para esto y lo malo es que aún soy demasiado fuerte.
Debo olvidarte y esconder con vergüenza todos los recuerdos que hemos tejido.
Que no te duela, no te enfades.
Te amé hasta la infamia, cielo.

 

– La carta no llegó jamás a ella. Él murió y ella lo supo tarde, cuando sin darse cuenta ya lo había olvidado.
Cualquier parecido con la realidad es cierto. –

 

 

ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Una vez has acuchillado a Dios cincuenta veces, te has de asegurar que no siga despidiendo su «sagrado hálito» mierdoso. Acerca un pequeño espejo a su boca para asegurarte que no se empaña de su «celoso» aire vital y arráncale con él sus fríos ojos muertos.
Y haciendo todo esto y eyaculando en su sacratísimo rostro, no obtendrás ni a diezmillonésima parte de placer que él obtuvo jodiendo tu vida y la de billones de seres.
Con el pijo aún húmedo, sigue caminando solo, como en definitiva has caminado por la vida. No te apartes de la Vía Solitaria o encontrarás falsa amistad, falsas sonrisas y falso amor.
Llegarás directamente a Mí, y te descuartizaré ante la sonrisa de tu esposa que me estará metiendo un dedo en el ano para excitar mi diabólica próstata. Seré Yo quien diga que he acabado con el cochino Dios.
Y por una vez en tu vida, habrás encontrado conmigo la más pura y rotunda sinceridad.
Tu hija, a propósito, está clavada a mí, ensartada por el coño con mi pene que le ha destrozado el intestino grueso y fracturado su cadera. Está muerta, claro.
Me reconocerás porque soy un Dios Negro en toda su infinita crueldad y porque caminaré con el cadáver de tu hija aún enganchado a mí, destrozando su muerta cabeza caminando por este pedregal.
Ya sé que no te importa demasiado, quien mata a Dios pierde todo lazo de unión con el resto de los primates, sean hijos o padres. Solo quería ser desagradablemente vanidoso y sincero hasta la podredumbre.
No quedará nada de ti, ni un recuerdo delirante por haber matado a ese puerco Dios.
Sabía que no saldrías de la Vía Solitaria, nos vemos en un segundo.
Siempre sangriento 666.

Iconoclasta