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Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Ahí reside el valor de los hastiados que se rebelan.
Con su desprecio a la muerte lo consideran todo perdido y actúan en consecuencia.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Un nicho de hormigón donde las señales de prohibición, dirección y obligatoriedad marcan y acotan una vida indigna y fallida desde el nacimiento en cautividad.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Ni siquiera te permiten acceder a la naturaleza más que unos regulados minutos al mes.
Sólo los asqueados con su desprecio a una vida fallida pueden ejercer la violencia contra los esclavistas, el estado/dios y sus sórdidos, sucios y opacos horizontes que pudren toda ilusión, incluso las neuronas.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
La tribu de los que genéticamente nacen amaestrados, mansos y son inmunes al hastío existencial. Son mayoría y votan también mayoritariamente a la mierda y sus corruptos esclavismos decretados y personificados en sus líderes, sacerdotes y dioses.
Lo malo no es que esté todo roto o mal hecho.
Lo horrible es que está podrido y el hedor infecta el pensamiento, la vida misma.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Nacer en cautividad ha resultado ser una pútrida vida de horizontes de cemento, mierda y asfalto.
Bajo mis pies fluyen miles de metros cúbicos de excrementos cautivos.
Y con ellos el cadáver de la dignidad humana.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
A quien madruga toda una jornada inacabable le espera.
No hay ayuda alguna de un dios maricón, obsceno y cabrón. Un monigote mal dibujado por un hechicero que generó los patriarcas, emperadores, reyes, presidentes y ministros. Y la esclavitud que atenaza y pudre los genitales que, concebirán más esclavos para ese puto dios.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Lo que mal nace pronto se descompone. Desde primera hora de la jornada de prisión, esclavitud y humillación.
Unos cochinos cobardes sellaron un pacto social que hoy me pudre la vida en las venas.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Desear la muerte de quien se odia es privilegio y placentero sueño.
Una actitud de dignidad humana.
Esperar e imaginar que ese puerco que anida en el estado/dios como un hongo de la mugre muera, le da un aliciente añadido a la vida.
Una de esas emociones primigenias que nada ni nadie podrá reprimir.
Porque además, son íntimas, secretas. Siempre que seas astuto.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Cuanto más tiempo se odia, más probabilidades hay de que por fin se desate la liberadora violencia. Un acto maravilloso, obra cumbre de la libertad y dignidad de todo humano.
Todo son ventajas y satisfacciones íntimas con el odio.
No como en el amor que es todo tristeza, depresión y drama entre episodios neuróticos de besos babosos y descoordinadas cópulas que con los meses se harán hastío. Y concebirán bebés esclavos como mamá y papá. Nacerán en blanco y negro, en una grisentería total.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Ahora que los malos sueños se están haciendo realidad, el estado/dios decreta el control absoluto de las castas parias asalariadas, es tarde no hay tiempo para pactos y sus mentiras de libertades adulteradas con fascismos susurrados con voces episcopales y labios temblorosos que evocan un ávido sexo con carne infantil.
Es hora de que estalle una violencia total planetaria y la destrucción de las propiedades y vidas de los que forman y velan por el poder esclavizador y jalean como putas sifilíticas: ¡Larga vida al estado/dios!
Ellos y su cobarde “mejor lo malo conocido” no pueden seguir respirando, son los siervos idiotas del estado/dios. Los hay que deben desaparecer…

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Que muera quien deba y sobre las ruinas y los cadáveres, para no olvidar, se construya otra cosa distinta a este hedor en el que nacimos cautivos.
Hay infinitas posibilidades mejores sin la existencia de los que hoy nos parasitan la vida aquí y ahora.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
La violencia es una necesidad primordial ante una mayoría votante sodomizada y castrada por el estado/dios que no puede imaginar una vida digna.
Consideran digna la mierda que respiran hoy con glotonería e indolencia.
Lo que debe morir ha de morir.
Se requiere una renovación sangrienta de las líneas genéticas podridas por el estado/dios.
Las especies animales fallidas deben desaparecer de la faz del planeta ya que ni siquiera sirven de alimento a otras especies nobles.

Si no puedes vivir la muerte no es amenaza.
Es una guerra perdida, pero si no puedes vivir, la muerte no es amenaza, es dignidad.
No puedes seguir siendo un excremento fluyendo con los meados del estado/dios por las alcantarillas, bajo mis asqueados pies.

Foto de Iconoclasta.

Foto de Iconoclasta.

Butchers, 2020. Crónica del visionado. En Cinesuerte.

Últimos párrafos del diario de Nadie:

Me he equivocado y llevado la pluma a los labios en lugar del cigarrillo. Me doy cuenta porque al aspirar no entra humo en la boca y pienso con distraída ingenuidad que se ha apagado.
Al ser consciente de lo que he chupado y a pesar de estar solo en la casa, miro a mi alrededor con temor a que alguien hubiera visto semejante estupidez.
Temo más al ridículo que a la enfermedad que pudre mi cerebro.
Sé que este es un hecho banal y hace bostezar desesperadamente a las ovejas de puro aburrimiento; tienen razón. Sin embargo, para mí ha sido el suceso más importante del día y no me interesa particularmente la literatura.
No me parece triste, todo lo contrario, lo encuentro cómico. Aunque me temo que la comicidad es una situación triste de quien está acabado. Los personajes cómicos siempre han sido mendigos con un ingenio tramposo para que los obreros se sientan bien en su condición de esclavitud.
Lo que me preocupa es el resultado de la biopsia que me hicieron en el cerebro. Se llevaron un trozo pequeñito de mis sesos, no dolió la extracción; pero sí el agujero que me hicieron en la calavera con una simple sedación local. No puedo conciliar el sueño evocando el chirrido del taladro y ese dolor venenoso de lo que quiere invadir lo más sagrado del ser humano.
Me dejaré morir si me dicen de hacer otra biopsia.
Y ahora espero el diagnóstico de la máquina que me leerá el médico como un notario la puta hipoteca.
Hace años que los médicos ya no saben diagnosticar, sólo son administrativos tramitando citas con las máquinas de analíticas e imagen.
¡Vaya, parece que la tontería de la pluma se ha complicado! No me apetecía escribir de ello en este diario de Nadie. Nadie soy yo, lo vuelvo a escribir porque a veces me olvido de qué o quién soy.
¿Sabes qué te digo? Para morir con angustia tras conocer el veredicto del diagnóstico, prefiero una muerte despreocupada y coloquial con la infeliz ignorancia de morir sin el estrés de saber lo inevitable.
No voy a acudir al administrativo sanitario que no sabe explicar o teorizar entre ignorancia y desidia mi mal. Además, estoy seguro de que me cantará el diagnóstico de un cerdo enfermo por algún error en el análisis de la muestra.
Se parecen más a hechiceros que a médicos.
Lo peor es que no les importa el dolor ajeno. Si les importara te dirían que mejor no pasar por ello. Es innecesario.
La premisa es que no es bueno sumar más dolor a la enfermedad. Si estás condenado a una muerte pronta ¿para qué tanta mierda?
Los cuerdos son cobardes por mucho que duela. Y de ellos se aprovechan los fabricantes de diagnósticos.
No asistiré a la cita con el neurólogo, punto.
Me voy a fumar otra pluma y esperar que dejen de sangrarme los oídos.
¡Cómo ha crecido mi hijo en estos siete años que lleva muerto! Me sonríe desde el umbral de la puerta de la habitación.
Nunca llegué a conocerlo como adulto, murió cuando apenas alcanzó la adolescencia. ¡Qué guapo es!
Si su madre no se hubiera suicidado sería histéricamente feliz de verlo.
¡Qué bonita es la soledad compartida!
Ojalá hubiera estado tan podrido cuando murieron. No habría llegado a escribir estas cosas en el diario de Nadie, no hubieran sido tan dolorosos estos últimos tres años que Sari me dejó sólo.
Mis compañeros de trabajo me envían mensajes de ánimo y pronta recuperación de mi depresión; no tienen por qué saber más. Los más amigos bromean diciéndome que disfrute de mi baja.
Al principio respondía a todos los mensajes con un adiós. Hace ya dos semanas, ni eso. De hecho, el móvil está apagado.
No es locura o un tumor cerebral lo peor.
Lo peor es el hastío.
Ocurre muy a menudo que el corazón parece cansado, se detiene un segundo y luego arranca con un doble latido tan fuerte que me quita el aire del pecho y marea.
Creo que es lógico. Hacia donde voy sólo hay quietud y el corazón lo presiente, quiere parar de una puta vez de puro cansancio y de que un cerebro enfermo le dé órdenes. Estamos nerviosos porque esto dura demasiado. No he sido tan valiente como mi esposa, quiero decir que he sido pornográficamente cobarde y me dejo morir pasivamente en lugar de trabajar en ello de forma activa.
No voy a perder más tiempo aquí, a la mierda el tratamiento.
El fantasma de mi hijo, mi elaborada alucinación se ha esfumado. Supongo que a ningún hijo le apetece ver morir a su padre; pero es mucho más obsceno y turbador que el padre sobreviva al hijo.
Soy un hijoputa.
Sólo quedo yo de todo lo que importa, soy un ganador de mierda.
Ya por poco tiempo.
No. Realmente hay días en los que no estoy seguro de estar vivo. Siento que soy un sueño, el vapor que desprenden los durmientes.
Fumar la pluma ha sido una dosis de realidad. No es cualquier cosa, me recuerda que todo está mal. Yo sólo quiero que esto se acabe, largarme.
Ahora, dos hombres de rostros deformes e indescriptibles reptan por el suelo con rapidez usando sus brazos y manos de dedos rotos y me muerden las piernas en silencio, como insectos. De cintura para abajo no tienen cuerpo y han dejado un rastro de brillante humedad en las baldosa como una estela de baba tras de sí; mi hijo asoma de nuevo sonriente en el umbral.
Tengo tanto miedo a ser devorado indolora y horriblemente que mi mente se ha fragmentado y veo el mundo a través de los añicos de un espejo. Me levanto asustado de la silla y me dirijo al salón sin más razón que el olor a podrido. Arrastro a los semi caníbales que no dejan de devorar mi carne a cada paso, el pasillo parece hacerse infinito y temo no llegar. Es un tópico surrealista, carezco de originalidad alguna.
En el salón, el cadáver de Sari se descompone relajadamente tendido en el sofá y el cuchillo que le clavé en el pecho sigue firme como un hito de altitud en el pico Esquizo a un millón de metros sobre el nivel de la humanidad y su realidad de mierda.
La dejé en el salón porque el hedor en la habitación no me dejaba dormir.
No se suicidó, no puedo mentirme en momentos de lúcido terror. Le clavé el cuchillo en el pecho mientras la follaba tristemente, como todo lo que hacíamos juntos desde que murió nuestro hijo.
Estaba tan cansado de una tristeza que no se curaba jamás…
La maté porque abonaba su tristeza con afán de martirologio, su voluntad era llorar eternamente la muerte del hijo. No cesaba nunca en sus suspiros y lamentos a cada momento. Esa tristeza se hizo tumor dentro de mi cráneo.
En caso de que existiera mi neurólogo, estaría de acuerdo conmigo. Sin mi diario se me escapa mi historia reciente y ni yo mismo sé quién soy.
Y no se corría cuando la follaba, parecía carne muerta caliente.
La llegué a odiar tanto por esa tristeza cultivada durante años minuto a minuto, pudriendo toda alegría incluso antes de que surgiera la esperanza…
Mi hijo me sonríe tan adulto y guapote dejando caer otro medio hombre que sostiene entre los brazos. La cosa, con la velocidad y afán neurótico de una cucaracha, se arrastra hacia a mí y con sus brazos y dientes se aferra a una de mis piernas pasando por encima del otro. Y roe la carne y el hueso demasiado cerca de los cojones.
– ¡Úsalo, papá! –exclama mi hijo señalando el cuchillo en el pecho de su podrida madre.
Claro que lo uso… Para que mi hijo se sienta orgulloso de su padre.
Estas mitades de hombres… ¿Son sus semi amigos? ¿De dónde saca estas cosas? Son tan irritantes que le quitan solemnidad al acto.
¿Por qué morderme si ya apenas existo?
– Estarán contigo siempre, papá –responde a mi delirio.
Está sonriendo, siempre sonríe. No es razonable que tras la muerte y sus amigos cucaracha se pueda sentir feliz.
Bueno… Ninguna sonrisa por sórdida que sea puede hacer daño tras tantos años de elaborada y forjada tristeza.
Ha envejecido rápidamente, está más viejo ¿O es descomposición?
Se abalanza con una sonrisa demente y maliciosa, no tiene piernas ni brazos, se ondula como una oruga para avanzar. Y es rápido… Siempre supe que mi hijo hubiera destacado en muchas cosas si le hubieran dado tiempo.
Al entrar el acero en el cuello, todo se hace oscuro y está bien. No hay dolor porque la certeza de morir lo solapa.
No sé cómo ni en qué momento ha ocurrido. Será que un brazo por un instinto reflejo y sin el control de la locura ha hecho lo que debía por pura piedad y no como mi médico si existiera.
No tengo piernas ni cojones, intento arrastrarme hacia la estela viscosa que ha dejado mi hijo en el suelo para ir con él, donde él; pero resbalo en mi propia sangre.
Sari sonríe por primera vez en muchos años, también se ha desprendido de las piernas como una lagartija de la cola. Cae pesadamente del sillón rompiéndose los dientes contra el suelo. Acercándose a mi rostro, me devora los labios…
¿Cuándo llegará la muerte del cerebro?

La locura es un universo exclusivo para el loco, a su medida. Tan real como el universo en el que primero fue parido.
No hay más realidad que la experimentada. Es innegable la frecuencia de la luz que cada cual codifica con su cerebro.
Los locos son viajeros que vagan entre dos dimensiones lumínicas sufriendo en ambas.
Nadie, loco o cuerdo, puede negar que lo que ve no existe.
¿Qué importa lo que eras y conocías si ahora habitas otro mundo con otra visión, con otro pensamiento? Sólo tienes la certeza de que aquel no eras tú. No eras Nadie.
Encontraste el portal a otra dimensión que los cuerdos invidentes llaman locura.
Las resurrecciones no son lo que prometieron ¿eh? Y la medicación intenta engañar al mundo, no al paciente.
Cuando estés loco no lo sabrás.

(Primeros párrafos del diario de Nadie)

Ya no se puede amar más. He llegado al límite de la cordura y también del control de mis órganos vitales.
Si doy un paso más hacia ti, me perderé en mí mismo. Y seré incapaz de mantener funcionando el corazón.
Llegaré a un colapso generalizado y la locura escribirá aberraciones que sólo se dan en los sueños; emponzoñando la realidad con un cubismo onírico.
Hay una suciedad, una basura entretejida con el amor y la vida en sociedad que acelera el fin de la cordura: la esclavitud.
Esto que han construido y nos hemos encontrado al nacer, es una penitenciaria anti-amor.
Una brutalidad desquiciada y rencorosa producto de la idiosincrasia original y primitiva humana libre y salvaje, está en lucha constante contra las reglas impuestas al amor y la existencia misma.
Es la razón, junto con el celo animal o el follar, del malhumor de los adolescentes. No saben qué cojones les pasa, hasta que los doman y los convencen de que no les pasa nada. “Sólo es hormonal”.
Estamos en una lucha constante contra las reglas impuestas a la libertad y por tanto, al amor.
Resulta que el amor es peligrosamente expansivo y nos hace sentir únicos al producir actividad imaginativa en el cerebro. Para evitar esta expansión molesta y embarazosa, el estado clasifica a sus reses en función de sus hábitos sexuales y hace rebaños homogéneos de ellos, porque con la homogeneidad, se pudre la imaginación y la ilusión. Se les reglamenta el follar y la masturbación para evitar que deseen libertad, porque es necesaria que la mano ajena, la que te han señalado, te haga una paja o te joda.
En esencia es el mismo trabajo que realizan con el cerebro de los niños en las escuelas, destruyendo la capacidad en una gran cantidad de crías humanas para evitar el pensamiento libre y crear así buenos ciudadanos tipo.
Alguno es impermeable a esta castración, pero no es un problema porque las minorías están muertas aunque no lo sepan. Y crearán poca descendencia; tan poca que en unas generaciones más, nadie sabrá qué imaginar.
Yo soy un tarado que no ha conseguido amarte con tristeza y sosegadamente conforme a los dictados de la tradición del estado; sino con la furia de lo que podría haber sido y no lo han permitido.
Y soy el último de mi especie.
No es posible amar más, ya sólo queda decapitar a los amos para amarte sin injerencias.

Llueve y por ello salgo a caminar con premura, temo que cese.
La lluvia aterciopela la atmósfera impregnada de tierra mojada y clorofila picante.
Las nubes besando húmeda e impúdicamente a sus amadas y sólidas montañas hacen de mí un mirón insignificante; no es por lujuria, es simple y tierna tristeza de que un día se acabará todo.
Es buena la soledad que no te llama derrotista o recita un banal consuelo edificante que maldita falta hace.
He resbalado y me he caído, he reflexionado sobre la aceleración de los cuerpos y la densidad ósea.
Me he caído y no ha pasado una mierda. Mi culo se ha mojado y también los cojones están húmedos, cosa que no me molesta. En absoluto.
Me he cagado en el puto dios atea y coloquialmente. He recordado a mi padre que me educó, lo poco que vivió, sin escrúpulos.
También he pensado en la elasticidad de los cartílagos y el miedo mezquino a caer. Ese miedo que hace del cobarde un héroe ante el mal. Los mezquinos fabrican grandes dramas y odiseas para disculparse a sí mismos de lo que son, indignos.
No veo la odisea en caer, levantarse y acariciar el culo recitando una jaculatoria.
Pensando en la cobardía también he visto una bala reventar un rostro en una nebulosa escarlata. Precioso…
Asociar ideas es fascinante.
Pensar no puede hacer daño; pero que nadie se fie, hay pensamientos sobre la desmesurada presión demográfica de la especie humana en el planeta que podrían no ser muy populares entre el puritanismo.
A veces, sin darte apenas cuenta, el pensamiento trasciende a amenaza y tal vez a su conclusión lógica. Son cosas verosímiles.
La cobardía es alérgica a la lluvia y a la libertad. Es un hecho, me limito a expresar lo obvio.
Y así, la lluvia refrigera mi pensamiento evitando neuralgias y el pantalón mojado mis cojones, que los siento alegres y lozanos. Produciendo una leche a toda hostia, fresca y alimenticia.
La obscenidad es un recurso literario que uso con sabiduría para romper con la monotonía del texto. Es pura habilidad literaria instintiva en mi “vivo sin vivir en mí” que escribía muy colgada, la mística e incomprensible Teresa de Jesús.
Yo sólo quiero ser nube y besar ávidamente a mi montaña que me espera con los árboles alborotados de esperanza.
Es hora de fumar y no pensar.
Que mis cojones lo disfruten.
Dios, desde su creación por un mentiroso, siempre fue un fraude; una caja de zapatos vacía.
Y mi pluma tan llena…
¡Qué bonita mi lluvia!

Foto de Iconoclasta.

Estoy suscrito a una compra recurrente en Amazon de despertadores, ni siquiera separo las pilas del despertador que estampo contra la pared, van a la misma bolsa de basura. A ver si consigo que envenenando el planeta envenenarme al comer mejillones en conserva, ya que dado mi desmesurado amor por mí mismo, creo anticuerpos contra el suicidio.
O sea, soy una contradicción con patas: al despertar soy yo por lo único que vale la pena vivir.
No soy feliz y la verdad es que me suda la polla la felicidad.
Huele a lo mismo que ayer. El sonido del planeta es el mismo y mi mente cautiva no consigue encontrar una razón por la que hoy, pueda ser distinto de ayer.
Y todas por las que pueda ser peor, por ejemplo: absoluta y desoladoramente indistinguible.
Los hay que por menos se suicidan; pero yo fui maldecido con el super poder de respirar el hastío como el aire limpio. El asco no consigue deprimirme, sólo acelerarme el pulso hinchando las venas de las sienes. Supongo que también las del cerebro.
Las del nabo requieren acción manual o una gran y obscena imaginación.
Entiendo que la experiencia es como un vertedero de basura donde se amontona la mierda y no se sabe qué hacer con ella, más que formar dunas y pirámides que envenenan a gaviotas y mendigos.
La experiencia es como el aceite que cubre el mar asfixiando a los pescados.
A las buenas cosas les falta el ingrediente de la durabilidad. Como el orgasmo que tras un minuto, no recuerdas haberlo sentido y te preguntas porque la leche se enfría tan rápida.
El placer no deja ni una sola cicatriz para la posteridad. Por eso busco el placer continuamente, nunca sacia.
Además tiene la propiedad de la caducidad, caduca antes que el jamón cocido. Y si se repite con frecuencia, llegará convertirse en tóxico y puro aburrimiento también. Estoy seguro de que los actores porno sueñan con los minions durante el rodaje.
Por lo cual, para darle un asomo de sordidez al placer y sea más duradero, pagas a alguien que sin profilaxis te mal folle.
Y si se da el caso, tienes el divorcio sin demasiadas discusiones.
Y ya. Si me apetece, mañana miro la güiquipedia y cito a Nietzsche que es cantidad de intelectual.

Foto de Iconoclasta.

La melancolía es una tristeza secreta para mí mismo. La pena de lo que nunca experimentaré. Un sentimiento que jamás conoceré.
La decepción de saber que existe una alta emoción que no gozaré jamás.
Me ha sido negada la gracia, cuando casi la rozaba. Estuve a punto de elevarme a ella.
Esta melancolía me lo dice como una conciencia cuchicheando en mi oído, en mi estómago. Reverberando en el tuétano de los huesos.
Estuviste cerca, estuviste muy cerca.
Pobre cosa, pobre hombre ciego.
Tal vez, sea no haber podido escapar de este lugar y tiempo atroces que impiden que la razón se expanda haciendo de mí una ola más en el mar, yo rompiéndome en un hermoso final en la tierra.
Creando una espuma de mí mismo y los mudos coros del universo muerto susurrando: ¡Así se hace!
Y dan ganas de llorar por una abstracción imposible.
Podría haber sido un hálito que agita íntima y tímidamente las hojas de un árbol cuyo rumor agradecería mi sencilla aunque útil existencia.
Me he cansado y hastiado de dolores, decepciones, amores, ternuras y cariños sin espuma; sin el secreto rumor de unas hojas que nadie presta atención.
Nadie más que yo.
No es por trascender, sólo aspiro a ser invisible, un ente ignoto. La belleza sin reflejos de una existencia malograda y malformada desde el inicio de los tiempos que es mi nacimiento.
Sólo lloro con ira por lo que mi vida no ha encontrado, no ha sentido.
Que nadie sepa más de mí, desaparecer como una ilusión. A veces sueño con volatilizarme en el aire sin dejar rastro y todos aquellos que supieron de mi existencia, parpadearan: Me ha parecido ver algo… Parecía tan real…
Ser una alucinación en el planeta.
Que nadie me recuerde.
Porque mi existencia me avergüenza.
Que no me entierren o quemen en tierra podrida.
Esta melancolía que guardo en secreto no es tristeza, si no hastío y decepción de no alcanzar otra cosa más que, un mundo mal hecho por millones y millones y millones de seres humanos muertos y apilados en podridos estratos cuya misión, fue construir y crear la humana mezquindad para el instante en el que yo naciera. Como si supieran de mi futura vida y la decepción que sufriría.
Riendo mezquinos…
Sus dioses inventados son ratas sarnosas que devoran sus pies y los de sus hijos lentamente, y son adoradas como servil pago de gratitud a la miseria concebida.
Sólo así puedo entender el origen de esta melancolía aterciopelada que se derrama bajo la piel y por dentro de los ojos, un llanto secreto también. Adentro…, donde sólo el cálido humo de un cigarrillo templa el frío de mi ánimo.
Fumar siempre fue bueno…
Saber que existe algo hermoso o extraordinario más allá de la mediocridad del aire, es mejor que ignorarlo y me ha regalado la gracia de la decepción y su melancolía.
No nací para sentir lo extraordinario, sólo para observar con mirada terrible y soportar la incapacidad de los que ahora son cadáveres y los que lo serán pronto.
No es tristeza, sino rabia y su llanto quedo y consecuencia de una ola que no consigue hacer espuma, porque una fría y poderosa corriente de mierda la devuelve al monstruoso mar inmóvil sin horizontes y sin fin. Sin esperanza a la vista.
Yo quería algo más que no cabe en este mundo.
Hay una belleza oculta que mi pensamiento añora y no sabe qué es.
No nací para algo elevado, sino para rellenar los huecos de los muros deformes que no sirven para nada. Que los muertos construyeron, que los vivos idiotas hacen más altos.
Son los susurros de mi secreta melancolía.
Me dice que nací por mis huesos, que soy material de relleno de un tiempo y lugar mezquinos.
Podría haber sido maravilloso cuando veo y escucho el rumor de las hojas, las olas romper en la costa con un orgulloso bramido de vida y lucha; pero nací en un excremento habitado por gusanos agitándose inquietos y paranoides, alimentándose con voracidad unos de otros. No puedo salir de la mierda, ni limpiarme siquiera.
Nací en un repugnante lugar donde los seres humanos comen sobre las inmundicias y miasmas que corren bajo sus pies.
Todos los humanos y sus civilizaciones lo construyeron todo mal y podrido, para luego ser enterrados como el gato cubre su mierda. O quemados como neumáticos viejos o basura que apesta.
Y como un aire que no mueve las hojas y la ola que no llega a la arena, nací ciego y con esta melancolía que hace invisibles los horizontes elevados que algo dentro de mí dice que existen, que es todo un error mi nacimiento en este infecto lugar y tiempo.
Un asco.

Tras una larga jornada de miseria, monotonía y mediocridad cobrando una mierda, llega la hora del descanso y un sueño plagado de horrores y deprimentes mundos.
A la mañana suena el cochino hijoputa despertador, me rasco el culo y fumo, meo y fumo, cago y fumo, sorbo un café de mierda y fumo.
Salgo de la puta madriguera de pocos metros cuadrados donde vivo y me dirijo a un tren borreguero a mi granja de explotación.
Y así un día tras otro.
¿Cómo puede haber un futuro mejor si los hijos nacen condenados a mascar la misma mierda que sus padres?
Cada día se hace más necesaria y lógica la violencia y la muerte. Ellas sí que harán un futuro más esperanzador.
Un futuro mejor que el presente sólo puede existir con la extinción de los políticos gobernantes actuales y sus afines de repuesto. Incluida su descendencia.
Si no mueren, si nadie los asesina, el futuro es hoy.
Y los borregos mezquinos, aplaudidores de estafadores tiranos no se enteran de una mierda.
Son la puta mayoría votante. Es inaceptable a pesar de llevar tantos años en esta mierdosa sociedad de hijos de puta, no puedo asumirlo.
Ingenuos infantilizados y obedientes sectarios…
Pero acabarán asesinando sin saber porque ni a quién, no tienen cerebro; sólo un viejo instinto primitivo que surge cuando el oxígeno apenas llega a los pulmones. Cuando es tarde y son débiles.
Les ocurre como a las ovejas, que piensan beatas e ilusionadas ellas, que es lógico que los lobos las coman, nacieron para ser su alimento.
No es triste, es sórdida la presente realidad y su futuro próximo.
Sólo la ingenua esperanza de ver la violencia y el asesinato de los que deben morir para construir un futuro mejor es mi única ilusión, mi íntimo e indestructible paraíso de esclavo de la mierda nuestra de cada día.