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Crónica de la muerte del hombre como especie, una muerte premeditada.

Lo han conseguido, han sido feroces. Han eliminado al individuo y su intelectualidad.
Han culminado el golpe de estado terrorista a la cultura, la libertad del pensamiento y la creatividad; una fiera extinción del individuo y su creatividad, sepultándolo bajo los despojos sensibleros, infantiloides y musicales de las masas de borregos.
Sazonado todo ello con los memes de la ignorancia más chabacana.
Todo empezó en el inicio de la década de los 70 del siglo pasado, con la formación y concentración de aquellas decenas de miles de colosales rebaños de reses humanas, constituidos por cientos de miles de humanos alucinados con la gran variedad de drogas que se pusieron de moda, follando en barro amasado con orina y mierda, trascendiendo espiritualmente ante banales grupos de rock y pop y charlatanes sectarios. Fue entonces cuando el poder advirtió el verdadero y simple espíritu gregario o grupal de las masas. Vio el potencial que ofrecía para su explotación y sacrificio. Y se sentaron las bases para formar una sociedad estabulada y pastoreada.
Así dio comienzo una estrategia para convertir la mente de las masas humanas en un solo pensamiento y deseo insectil y maleable que, convertiría a hombres y mujeres en cabestros castrados y mansos, consumidores y votantes de unas democracias basadas en el voto estúpido o inculto.
El bombardeo de banalidad y consumismo llevaría a la humanidad al actual (mayo 2021) grado de decadencia, gracias a su acusado carácter gregario y la inducción del pensamiento único con la fórmula magistral de drogas, alcohol, música, consumismo y sexo que eliminó de la faz de la tierra las consideraciones intelectuales de pasadas generaciones de autores, filósofos y científicos. Un nuevo oscurantismo estaba arrasando el intelecto colectivo, ya de por si muerto por un consumismo febril. Se adoctrinó contra el tabaco porque es un hábito reflexivo (a las empresas el cigarrillo les salía caro por el tiempo laboral perdido y porque el obrero recapacitaba en su esclavitud mientras fumaba cansado del abuso); y en paralelo se permitió que los coches envenenaran masivamente las ciudades (es tal el analfabetismo inducido que los borregos temen más al humo inocuo de un cigarrillo que al humo tóxico y letal de los coches). No se ilustraron las bebidas alcohólicas con fotos de accidentes de coches, hígados podridos, pobreza y violencia que el alcohol provoca, tal como se hizo con el tabaco. Y nadie vio la trampa, la hipocresía. Las borracheras de los hijos fueron toleradas en nombre del gran esfuerzo que era estudiar y luego el porro y su narcosis, la coca y su euforia… Básicamente se siguió la pauta de la extinta URSS, consistente en alcoholizar y por ello anestesiar al obrero asfixiado por una vida gris. Sin embargo, la heroína tuvo poco recorrido, porque en lugar de castrarlos mentalmente, los mataba y el poder perdía contribuyentes y ganado humano que explotar. Por supuesto, creaba zombis de comportamiento imprevisible y violento.
Las ciudades no son metáfora alguna, son auténticos termiteros dominados por una casta de muy pocos individuos que rigen la colonia de millones de ciegas termitas, que se sacrifican sin ninguna utilidad a capricho de sus amos y dioses. Con la absoluta fe en la democracia: la más virulenta trampa contra la libertad y el hombre como especie creadora y libre. No existe peor gobierno que el elegido por una masa humana ignorante y miedosa, decadente y pueril.
Así se explica como unos pocos con repugnancia, hemos llegado a ver a esos millones de aplaudidores cobardes, mansos y analfabetos de las genocidas dictaduras “democráticas” que han emergido tras la infección de las ciudades por medio del coronavirus.
El proceso de castración emocional e intelectual de la humanidad ha sido lento, ya que las logias o castas de poderosos debieron esperar pacientemente a que murieran los grandes filósofos, escritores y científicos que eran el referente de la cultura a nivel planetario, quienes abogaban con naturalidad y sin dogmas por la libertad advirtiendo del fraude de la democracia.
Esperar que se extinguieran los intelectuales tenía dos objetivos: no tener excusa para aplastar/censurar con más banalidad e idiocia los programas divulgativos de cultura que eran habituales: entrevistas semanales con escritores, filósofos, biólogos, físicos, médicos, realizadores de cine, pintores, historiadores, etc… Y el otro objetivo: los políticos son seres surgidos de los mismos miasmas que la sociedad, con idéntico analfabetismo, con idéntico adocenamiento; pero nacidos en familias de poder económico y político. Esos políticos analfabetos, tenían que permanecer en la sombra mientras un erudito de libre pensamiento aún respirase para no quedar en evidencia.
El cine se prostituyó hacia las nuevas doctrinas de la mansedumbre (el exacerbado pacifismo que consiste en pura pasividad y abulia) y el mono pensamiento. El cine para adultos junto a la divulgación cultural en forma de programas televisivos, ha sido censurado para que la edad intelectual de la población insectil humana no supere los cinco o seis años (Marvel y Disney más concretamente).
Actualmente apenas hay diferencia de poder entre las grandes multinacionales, las dueñas de las redes sociales y los políticos. El mundo empresarial, su dinero, quita y pone políticos y es quien dicta las tendencias que han de seguir las masas en cuanto a consumismo y conducta social. El lugar de la cultura y la ciencia se ha usurpado por empresarios millonarios actuando con su retórica de iluminados, como sacerdotes ante un público ansiando comprar sus productos, líderes sectarios de absurdos radicalismos y falsas causas ecologistas o sociales que se han creado para llenar con paja los cerebros vacíos de los superficiales y maleables habitantes de las naciones.
Y lo mismo con la literatura, incluso algunos títulos de libros del siglo pasado, han sido descatalogados para mantener las librerías llenas de la actual bazofia con la que se adultera el escaso espíritu de los insectos.
La divulgación cultural fue empujada, arrastrada al arcén con una invasión de música rock psicodélica en los 70, en los 80 eclosionaron los videoclips musicales que coparon las emisiones televisivas y crearon un sinfín de estilos musicales con el propósito de que cada intérprete y autor pudieran hacer su videoclip. Cuando llegó internet, los videos de caídas y accidentes ridículos, fueron ocupando el espacio de los videoclips que ya comenzaban a saturar las pocas neuronas de la chusma. Y claro, los videojuegos se convirtieron en los juguetes de la infancia. Juguetes que evolucionaron hacia la realidad aumentada que la gente juega por la calle como si tuviera (de hecho la tiene) una grave deficiencia mental. Mientras tanto la informática invadió como otro virus los hogares y se formaron las redes sociales. En paralelo surgieron los programas basura televisivos, los reality show; una forma de voyerismo blanco para ir a dormir con el cerebro abotargado por la repetitiva visión de los monstruos absolutamente estúpidos y anodinos, parásitos que ganaban dinero exhibiendo su imbecilidad y analfabetismo como una forma de vida desenfadada y divertida. Las redes sociales mientras tanto ganaban a velocidad lumínica millones de adeptos.
Los únicos programas divulgativos que han sobrevivido son los reportajes de vida animal a las horas en las que los termiteros bajan su actividad metabólica, como la siesta tras la comida. Y se desarrollaron las performances de los gurús de youtube (falso periodismo inhibidor de la cultura y la dignidad) con monstruos extraídos de los excrementos de la sociedad: putas de lujo y putas de calle, vividores estafadores, aristócratas rancios y arruinados, falsos médicos, falsos actores, falsos cocineros, falsos cantantes, malos políticos olvidadizos y en los últimos quince meses (a fecha de la redacción de este ensayo) la ingesta doctrinal del coronavirus o Covid 19. No se puede obviar el absoluto y apabullante adoctrinamiento sobre el uso del humillante e insalubre bozal o mascarilla contra el coronavirus, la necesidad de vacunarse aunque cause en “pocos casos” la muerte y saber que antes no estabas protegido porque las aspirinas son venenosas y que la libertad es lo que menos que te conviene porque es enfermedad. Veinticuatros horas al días, siete días a la semana sin descanso. En televisión, internet y los teléfonos.
Con la adjudicación a cada ciudadano de un teléfono inteligente, han modificado el lenguaje pervirtiéndolo hacia lo más básico y popular para que el analfabetismo del termitero fuera capaz de entender y asimilar los dogmas. Un lenguaje puramente funcional para una sociedad formada por hormigas que van y vienen y se reproducen sin pudor alguno para mayor gloria de los analfabetos poderosos de dinero.
Coche y casa de propiedad son las consignas de triunfo social de las masas, a pesar de que muchos morirán antes de ser dueños de una casa por la que se han hipotecado más allá de la vida; es literal.
Los que fracasan en el logro de ambos objetivos, en el teléfono móvil encuentran las suficientes razones y argumentos para no sentirse fracasados y acceden a pornografía gratis que combina muy bien con la borrachera y la narcosis para olvidar que son unos fracasados.
La aniquilación del individuo (el que crea arte y pensamiento, así como conocimientos científicos) se ha hecho realidad de una forma tan definitiva y con tanta habilidad que los propios insectos que alimentan el poder, no son capaces de verse a si mismos como realmente son. Es el gran triunfo del fascismo de la nueva y normal decadencia y cobardía: que un bicho o insecto llegue a creer que es un individuo con capacidad lectora, con libre albedrío y obediente hasta la emasculación.
Los logros de un individuo son parasitados por un controlado y numeroso grupo de hormigas robando una autoría de algo que jamás hubieran conseguido sin la existencia de ese único e irrepetible ser humano.
Mientras ejercían el oscurantismo (control absoluto y censura de la cultura) en escuelas, televisión, prensa y puestos de trabajo, ponían el pie sobre la cabeza de cualquier intelectual que pudiera destacar y afirmara que la creatividad y el intelecto no se encuentra en un hormiguero, si no en cada cerebro humano con inquietudes humanísticas. Que la colectivización es esclavitud del pensamiento y convierte al hombre en un animal sin otro fin que la ganadería: su explotación y sacrificio. Los intelectuales o libres pensadores que murieron desde la década de los 70 del siglo pasado, hasta la entrada del presente siglo XXI; no tendrían continuación alguna. Alea jacta est.
El fraude que constituye la democracia desvelado con las voces tranquilas entre humo de cigarrillos en tertulias y entrevistas de los intelectuales, quedó silenciado. Y por tanto la libertad del individuo se convirtió en enfermedad y rechazo social.
En el actual neofacismo solo se permite la existencia dentro de un enjambre si no eres millonario.
La victoria del fascismo de la insectil sociedad y su cobardía y mansedumbre, explotó como triunfo en Marzo del 2020 (tras haber infectado a la población con el coronavirus y su pánico) sometiendo una población acobardada, su supervivencia y alimento a los designios de políticos analfabetos nacidos de familias ricas. Una sociedad cuyos insectos llegaron a creer con ferviente anhelo que sus amos políticos los alimentarían quedándose en casa y conservarían sus valiosas propiedades como casa y coche. Que salvarían sus vidas de un resfriado si se quedaban encarcelados en el hogar aplaudiendo el fascismo y su genocidio.
Y fueron millones y millones de hormigas pensando lo mismo, respirando lo mismo: su propio aire viciado y gastado inhalado cientos de veces al día que les hacía el cerebro más lerdo y los pulmones más débiles. Y enfermizos.
En todas las naciones del planeta se libró una guerra entre políticos: quien sería el mayor y más temible tirano. Entre la población: quien sería el más obediente y aplaudía con más fuerza.
Ya nadie se acuerda de los bebés de la talidomida cuando aparece una vacuna en menos de un año. Y si se acuerdan, es para decirte que ahora solo muere algún desgraciado raramente por trombos; pero que vale la pena que mueras por el bien de las hormigas y su imbecilidad y cobardía.
Es de película de terror que todas aquellas entrevistas en blanco y negro a Borges, Josep Pla, Cela, García Márquez, Dalí, Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, Severo Ochoa, Carpentier, Benedetti, etc… Un día sean borradas, para que ya nadie las pueda ver en youtube; para que nadie ose pensar, ser libre, ser individuo único, irrepetible e imprescindible.
Es de película de terror cómo se ha pervertido la educación, incluso a niveles biológicos, para confundir a la infancia y que no acaben de saber si son mujeres u hombres. Si su futuro dependerá de si tienen pene o vagina y si deben transformar sus genitales y anatomía.
Bajo la prohibición de la tauromaquia por razones animalistas humanitarias, subyace la cobardía y la envidia. Que un hombre de setenta kilos se enfrente a un toro de casi seiscientos y asuma el riesgo de morir para crear una emoción en el público, es algo que no pueden soportar las generaciones adoctrinadas por el fascismo de la cobardía: el miedo a la lucha, a la violencia más primigenia. Reses se sacrifican cientos de miles cada día en el planeta. Que un toro tenga el privilegio de luchar contra su enemigo, es algo que admirar.
Admirar a ambos.
Es tan solo una anécdota de tantas sobre la evangelización de la globalidad: todos igual de pobres, igual de ignorantes.
Han creado al cobarde perfecto con la cultura del miedo enmascarada de ecología y animalismo. Esos insectos que a lo sumo se atan a un seguro arnés para dejarse caer unos metros al vacío y gritan con euforia infantil su valor, son una pequeña muestra de la cobardía sembrada entre la población y que ha dado generosos frutos.
Es lógico que las hormigas se quedaran en casa quietas, sin una sola protesta ante la prohibición de realizar sus más elementales actividades de supervivencia como encontrar comida. Dejaron sus vidas y las de sus hijos, de forma absurda y alienante en manos de unos dictadores. Se repite sin hornos de cremación (por ahora), el borreguismo judío del Tercer Reich.
Una proclama como: ¡Quédate en casa! (cabestro). Sesenta años atrás y con el nivel cultural veinte veces superior al actual, no se hubiera obedecido.
Ernest Hemingway se hubiera reído de semejante basura cobarde.
Ahora que se ha demostrado que el ser humano no es más que una hormiga y se ha prohibido y penalizado el individualismo (lo que hizo evolucionar al hombre y le dio más años de vida y conocimiento), todo irá a peor. El miedo de los bichos a una gripe es tal que, prefieren sacrificar el alimento de sus hijos quedándose en casa aprendiendo que hace más pupa una aspirina que una vacuna.
Ya no hay eruditos, solo sacerdotes oscurantistas que evangelizan el miedo y la pasividad, el analfabetismo y la enfermedad que es la libertad.
Sé corrupto y cobarde tendría que ser el lema de la nueva logia sectaria del poder surgida con el coronavirus.

Iconoclasta

El odio no es extraordinario, es otra cosa mediocre, cotidiana. Por ello pasa desapercibido odiar es de lo más adocenado; sobre todo en su versión más suave aunque más infecciosa: la envidia.
El amor no puede pasar desapercibido: causa una extraña inquietud, es un aire fresco y picante en la nariz, como menta o cítricos. Provoca un nerviosismo del que no acabas de entender su causa, no sabes si nace del estómago, de los pies o de las manos que se abren y cierran continuamente.
En los amaneceres, al despertar, por el amor tienes la angustiosa sensación de que te falta alguien. Te has despertado tan solo…
El odio te hace maldecir y desconfiar de los nuevos días, todos.
Hasta que llega el extraño y exótico amor y desbarata tu cultivado cinismo.
Por eso el amor no puede pasar jamás desapercibido, cuando aparece rompe la nauseabunda percepción de mediocridad que te provoca la humanidad en masa y su uniformidad.
Te ofrece a alguien a quien localizar si no sabes su origen y si lo sabes, a alguien con quien descubrir las cosas bellas que entierra la humanidad bajo sus excrementos.
Alguien con quien escapar de este momento y lugar al que te han condenado.
Sientes algo que podría ser esperanza si tu mente cínica se permite jugar con la ingenuidad.
Podrías no hacer caso de él, no buscarlo o no pensarlo; es tan fácil ignorar como odiar; es tu íntima decisión. Haz lo que quieras.
Sea lo que sea lo que hagas con el amor, recuerda el momento y fija en tu memoria las emociones. Es necesario que quede constancia de algo tan extraño en tu vida. Tan inusual.
Serán archivos importantes que pueden dar paz a tu mente cuando lo nauseabundo te acorrala; cuando la puta vestida de amor te ofrece sus servicios con las bragas llenas de mierda.
Mantén los datos localizables porque hay días que te agarrarías a un clavo ardiendo donde sujetarte de cansancio. Que no te engañe la puta.
Y haz lo que debas.

Iconoclasta

En las noches del toque de queda marcial del nuevo fascismo español, a pesar de la maravillosa lluvia, las calles huelen a rancio, añejo y mierda.
La lluvia no puede con toda esa indignidad que cubre como un manto de mierda las calles nocturnas de prisión. No puede la pobre lluvia, arrastrar el hedor de la dictadura y su cobardía. Su asfixiante presión.
No es por el bozal (o mascarilla como pretenden que se le llame) por lo que cuesta dios y ayuda respirar; es por los mezquinos carceleros que lo apestan todo. La dictadura pudre hasta la mismísima lluvia. Pobre amiga…
En mi pueblo la lluvia no es ácida, es tóxica y huele a excrementos y suciedad de prisión. A viejas muertes que ya nadie recuerda de otra dictadura cuyas estelas de olor a mierda, siguen flotando en el aire como las de los reactores en el cielo.
Y así una noche, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra… Hasta inevitablemente vomitar desde el balcón a la sucia calle fascista empapada de miserias. Literalmente el dedo del fascista que te lleva a la náusea.
Mierda con mierda se paga.
Mi pobre lluvia que han podrido…
Buenas noches de mierda a los puercos.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

La amañada legalidad corrupta de los nuevos fascismos surgidos con el coronavirus, cuyos corruptos jueces son los que le dan el falso sello de legalidad a todo tipo de estafas, crímenes y acosos a la población; esgrime un lema letal, preñado de hipocresía, oportunismo, populismo e infantilismo: “Prevalece el derecho a la vida”. Resulta que la propia salud y la necesidad de moverse con libertad, es veneno.
¿De verdad se ha llegado a este límite de lo dictatorial, corrupto y criminal para acusar a cualquier individuo elegido al azar y condenarlo culpable de atentar contra la vida por respirar? Culpable de vivir.
Y las ratas cobardes encerradas en sus casas royendo sus propios excrementos entre aplausos y lloriqueos.
Solo hay un nombre para esos jueces y gobiernos: Marranos hijos de la gran puta.
Con el “Prevalece el derecho a la vida” han ejecutado a decenas de miles de enfermos, han encarcelado a millones de humanos y han arruinado a otros tantos. Así, genocidamente. Y eso solo en España.
Es una secta fascista golpista que ha cometido crímenes y estafas contra una sociedad indolente, cobarde e intensamente mezquina. La secta fascista del coronavirus, ha dicho que el individuo es un veneno, quiere borregos adocenados. Porque el individuo, es infeccioso, su veneno es el más letal.
Está tan podrido el nuevo y normal gobierno fascista del coronavirus que los jueces esgrimen “Prevalece el derecho a la vida” como un bolígrafo entre sus corruptos dedos con aburrimiento, cómplices impunes del fascismo.
Porque si “Prevalece el derecho a la vida”, se prohibirá el vino, la cerveza y el resto de bebidas alcohólicas que a tantas reses de ganado humano enferman y matan al año. Por el puto y cochino “Prevalece el derecho a la vida”, prohibirán la conducción de vehículos para evitar las muertes. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán los deportes de agua, de saltos, de escalada; para proteger al ganado humano. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán caminar por montañas, para que no se pierdan las reses humanas y caigan por barrancos. Por el “Prevalece el derecho a la vida” prohibirán las manifestaciones, los actos políticos electorales, los conciertos de música, los eventos deportivos, las visitas a los museos, los transportes públicos; porque en el hacinamiento hay peligro de perder la vida.
Y luego, por el “Prevalece el derecho a la vida”, podrán adueñarse de los hijos que ellos consideren que peligran por la ineptitud por la que juzgarán y condenarán a los padres. Porque necesitarán mantener un banco de órganos bien surtido, para ese selecto grupo que decreta los “Prevalece el derecho a la vida”.
Y por “Prevalece el derecho a la vida”, permitirán o no, follar a los monos humanos, a las reses que se gobiernan con “una mano que no tiembla”.
¿Es ahí adonde quieren llegar los bastardos gobiernos neofascistas y normales del coronavirus? ¿A prohibirlo todo, absolutamente todo?
Sí… A eso quieren llegar estos hijos de la gran puta.
Les saldrá mal, les estallará su dictadura en el rostro y se convertirán en muertos y sepultureros. Porque los políticos, los jueces y otras cosas con riqueza y poder, son el reflejo mismo de la sociedad, solo que en un lugar que han obtenido por la suerte de nacer en el momento adecuado y en el seno de una familia del selecto club del poder. Esta chusma no es inteligente, son de la misma calidad mediocre e ignorante que el pueblo que gobiernan. La misma torpeza, la misma cobardía, la misma mezquindad, solo varía su nivel de impunidad.
Hijoputas deficientes mentales…
Nunca en la historia han peligrado tanto y han sido destruidas las más básicas y elementales libertades, con una hipócrita, facilona e idiota coletilla como “Prevalece el derecho a la vida”, es un insulto a cualquier intelecto. No ha existido jamás un golpe de estado a las libertades más básicas; tan brutal como el que comenzó el mes de marzo del 2020 en todo el planeta al mismo tiempo, perfectamente sincronizado.
Tiene que llegar una guerra aniquiladora, devastadora para que les digan a los soldados que “Prevalece el derecho a la vida”.
A ver que dictan los corruptos jueces genocidas, carceleros y envenenadores profesionales.
No solo joden mi libertad, insultan mi inteligencia con su podredumbre.
Mi libertad y salud está por encima de cualquier consideración, de cualquier manada de borregos de dos patas. Mi libertad y yo no matamos a nadie como han matado los fascistas gobiernos y sus jueces hambrientos de carroña. Como los mezquinos cobardes, que han colaborado con tantas muertes cagándose encima de miedo.
Me hierve la sangre esperando la gran ola de violencia que mate y destruya lo podrido, hasta los mismísimos cimientos de estos cochinos fascismos y sus legalidades de estafa global. Que la muerte de millones y millones de humanos (o lo que quiera que sean todos esos mezquinos), sea renovación para nuevas líneas genéticas.
Ya toca, me lo dicen mis cojones plenos de mal semen, con el escroto duro como el cuero.
Es necesaria la guerra, la violencia; la masacre para respirar de nuevo libremente.
Que sea una muerte planetaria.
Está bien, la otra opción (pero ya es una cuestión de azar y por lo tanto mucho menos probable que un gran conflicto bélico mundial) sería que un meteorito colosal impactara contra La Tierra e hiciera con rapidez, lo mismo que aquel (que dicen) extinguió a los dinosaurios.
Lo que sea que tenga que pasar, que ocurra pronto, antes de seis meses; porque necesito que mueran muchos para poder respirar de nuevo.
Mis cojones ya duelen mucho por el esperma ya fermentado de tanto fascismo y persecución.

Iconoclasta

Hay momentos en los que siento que me falta algo. Y me niego a pensar de que se trata.
Tener plena conciencia de lo que se carece es echar leña al fuego de la frustración. Esa certeza provocará un nudo en la garganta que imposibilitará respirar decentemente.
Si a una determinada edad te falta algo, tienes ya la certeza de que morirás sin ello. No es necesario darle más vueltas y es mejor que la ignorancia lo suavice.
Así que busco en Amazon algún producto inservible en oferta flash y distraigo toda esa tristeza de una forma banal e incruenta para acto seguido, convencerme de que no eres tú quien me falta, que no me falta nadie.
Es un pequeño conato de paz durante unos minutos, hasta que llega la sensación de que he tirado el dinero. Entre que me pregunto como puedo ser tan imbécil y de que me puede servir la cosa que he comprado, no pienso en ti. Lo juro.
Porque la otra opción sería sopesar largarse de aquí, de este lugar, de este momento, de este planeta; y creo que sería excesivo.
La desesperación es mala consejera.
Mejor confiar en Amazon y sus baratas frustraciones en oferta.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

“Quién no escribió un poema
huyendo de la soledad.
Quién a los quince años
no dejó su cuerpo abrazar.
Y quién cuando la vida se apaga
y las manos tiemblan ya,
quién no buscó ese recuerdo
de una barca naufragar.”

(Canción Amores, de Mari Trini)

Hay un espanto, un terror que eriza los pezones y contrae los cojones, cuando la tarántula Mediocrus está cerca y nos observa con sus seis envidiosos ojos.
Uno ojo envidia el coraje porque no tiene y por ello; se asoma a su balcón, la muy puta tarántula, a diez metros de la calle con un bozal, con su cobarde mascarilla. Otro, es por la voluntad, que no la encuentra. Otro por la libertad, que no sabría usarla. Otro es por la fuerza, porque a pesar de lo grande que es, se rompe de debilidad y miedo. Otro por la creatividad, que nació sin ella. Y el último por la independencia, que le provoca pavor solo pensar verse sola.
Porque si tienes coraje nada te calla a nadie te rindes. Esa es su envidia.
Porque si tienes voluntad eres invencible y único. Y ella está formada por miles de millones de cosas cuya única voluntad es poner sus huevos venenosos y agotar recursos del planeta.
Porque si eres libre te consideras ajeno a todo y caminas allá donde te place, guste o no a quien sea. Y ella muere mediocre en la vulgaridad y bastardía donde nació. Donde nacieron los millones de parásitos que dan forma a su cuerpo repugnante.
Porque si tienes fuerza combates. Y ella solo tiene un veneno cobarde que se le escapa como una baba de la boca, goteando por sus colmillos.
Porque si tienes creatividad, ella es absolutamente estéril en su cerebro, si lo tuviera, si fuera apto para ello.
Porque si eres independiente no tienes grupo, y eso es malo para la tarántula Mediocrus.
La tarántula Mediocrus solo ataca a los valientes que a ella y al mundo, hacen cobarde.
Te envenenará porque tu existencia hace la suya gris como un asfalto tapizado de ratas aplastadas. Tu vida hace la suya cobarde y triste. Despreciable.
La envidia de la tarántula no tiene como fin sorber junto con tu carne envenenada por su mordida, tu independencia, valor o determinación. Ni siquiera tu creatividad. Solo busca que no existas para que no la pongas en evidencia con tu dignidad. Si no hay dignidad, no hay indignos. Si no hay valientes, no hay cobardes. Si no hay inteligentes, no hay lerdos y así hasta el infinito.
Los mediocres quieren que todo lo que les rodea sea mediocre también; para que nadie pueda juzgar su genética mezquindad, su cobardía inmovilizadora y vergonzosa.
A la tarántula Mediocrus se la follan y no siente nada. Los mediocres solo se reproducen espantosamente dejan su leche y se dejan fecundar en un acto pornográfico que insulta el buen gusto. Y luego depositan sus huevos en sus vertederos o casas-celdas, en las que eclosionarán cientos de indignidades y mediocridades como ella. Y se sentirán ciudadanos ejemplares de mierda.
La tarántula Mediocrus, pobrecita, no tiene pezones. Nadie mamaría de su abdomen asqueroso su correcta y vulgar leche insípida.
Solo mata lo que es mejor que ella. Es por eso que apenas nadie la teme y es mascota preferida en casi todos los hogares del mundo.

Iconoclasta

Hoy sonrío al viento frío del atardecer a un jilguero que salta sin dejar de piar, de rama en rama, de hueso en hueso.
Es más pequeño que muchas hojas de árboles, apenas lo puedes ver entre la fronda; me pregunto cuanto medirá su vida.
La vida es proporcional al tamaño, eso he aprendido de los libros. Pero yo tengo un gran volumen y la impresión de que mi vida está acabada; y no sé que hago aún aquí, entre caderas de vaca y árboles. Más me valdría haber sido jilguero y vivir menos, solo lo estrictamente necesario.
Los huesos de los árboles ostentan la engañosa grandeza de lo que un día tuvo vida, el bosque no entierra, deja señales para que nadie se engañe. Me gusta lo grotesco que la naturaleza esconde, no tiene clasificación moral por edades.
Que cada cual sienta lo que deba y se joda.
Sonrío porque nada ni nadie, excepto morir, puede evitar que vea cosas y respire como, donde y cuando yo quiera; sin que importe quien viva, muera, tema o sea indigno.
No me debo a nada ni a nadie.
Dicen que no soy libre, y no lo soy; pero si nací para algo, es para no obedecer. Y procuro hacer mi trabajo cada día. Dicen que todo tiene un precio, cada decisión; pero a mí me suda la polla, procuro hacer mi trabajo cada día (es énfasis, no iteración).
Y luego fumo.
Para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Es el epitafio de mi vida, una vez muerto, los epitafios son simples espacios para musgos y líquenes. Para hipocresías florales tradicionales de santos difuntos, que de santos no tienen una mierda. Es mejor decir estas cosas ahora porque los muertos no hablan y mucho menos escriben.
Habla ahora o calla para siempre (me gusta más la segunda parte, se habla demasiado).
Sonrío al viento frío y al pequeño jilguero que ya no veo, solo escucho.
Y a los huesos de los árboles porque tienen la plasticidad de la muerte, y quieras que no es arte.

Iconoclasta

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Existen suficientes idiotas en el mundo como para contaminar todo un océano con sus cadáveres. No es gracioso, es un peligro ecológico. Preguntadle a la niña sueca de la trenza si no.
Que la peña muere de muy variadas formas y con frecuencia no tiene que espantar a nadie, a nadie que tenga un poco de madurez intelectual, claro.
Morir ocurre tan habitualmente que no me voy a encerrar por miedo en un puto piso o apartamento de mierda.
Morir no tiene ningún arte, te mueres sin ninguna y elegancia y luego no pasa nada. Los maridos se follarán a otras mujeres, las mujeres a otros maridos y los hijos crecen (si no mueren). Es el ciclo de la vida.
Hay que entender que quien no se cuida muere por cáncer o de infarto. Y quien se cuida también muere por cáncer o de infarto. Y así ocurrirá siempre.
Los seres humanos se renuevan por el viejo y atávico sistema del “unos mueren y otros nacen”.
Así que como dicen en las pelis: podrás correr; pero no esconderte.
Lo escribo porque hay mucho lelo que cree que escondiéndose como los topos se va a librar de morir.
Alguien os lo tenía que decir y no siento ser yo: moriréis todos.
Es que todo son malas noticias. Sí… ya sé (emoji de carita sonrosada por timidez).
La cuestión ya no es morir, pues. La cuestión es como gestionar la vida, si con cierta decencia, elegancia o dignidad; o ser una rata.
Pero sí, es cierto que humanos y ratas llevan ya tanto tiempo conviviendo juntos y hacinados que se confunden entre especies.
Incluso reproduciéndose (he visto una escena horrible y escalofriante de rato follando estilo misionero a rata en Dos policías rebeldes II y es muy desagradable, por mucha risa tonta que nos dé).
En fin, que esto del coronavirus es una cuestión de que mueran las ratas que deban y a seguir viviendo el resto.
Eso sí, mientras el fascismo siga estrangulando las más elementales libertades de respirar y movimiento, la vida de ratas y humanos será indigna y la muerte lo mismo.
Y es que los gobiernos que han implementado en sus países el fascismo por medio del coronavirus, sus líderes esnifan demasiada farlopa y por ello, ellos mismos se creen sus mentiras, sus estafas y sobre todo, sus mensajes mesiánicos de ser salvadores de la vida; pero a costa de arruinar a sus países y ellos enriquecerse con absoluta impunidad, libertad y apoyo de sus cobardes pueblos que se cagan por la pata abajo por una gripe.
Les saldrá mal, el que hayan tenido suerte de nacer ricos y de familias poderosas no les otorga una inteligencia superior a la de la chusma que gobiernan. Tener buena cuna y votos, al contrario, es inversamente proporcional a la cultura y la inteligencia. Los criadores de cerdos no tienen porque ser inteligentes, solo estar ahí y matar cerdos, es una subespecie humana que nació para ello, y ya. No sueltan chorros láser de inteligencia por sus ojos.
Incluso hay más maricones entre ellos que entre la gente pobre.
Los nuevos caudillos, caciques, ministros y otras bestias de los fascismos o nuevas falsas democracias morirán muchos de ellos, porque harán las cosas mal (las están haciendo mal) y una regla de oro es no acorralar una presa que acosas porque te atacará aunque tenga que morir.
Insisto, son tan ricos y ambiciosos, es tanta la cocaína que esnifan y son tan estúpidos; que esa narcosis les lleva a creerse inmortales. Deberían leer a Maquiavelo, en el 1513 ya hablaba de que príncipes y ministros podían ser tan estúpidos y tarados como cualquiera; pero sobre todo (y es su consejo al príncipe) debían ser unos grandísimos hijos de la gran puta. Y el bueno de Nicolás se permitió la osadía de dirigir su tratado a un príncipe, qué cojones tenía…. Ahí está la gracia del gran diplomático, filósofo y escritor que creó las bases de la política moderna.
Como he dicho, ser político no es una cuestión de inteligencia, es solo arribismo, oratoria de predicador barato y haber nacido con demasiado dinero.
Y por ello condenan a la ruina a millones de cabestros humanos. Y a sí mismos; que no se engañen, son idiotas y lo harán todo lo mal que puedan.
Al menos, no son inmortales, ni mucho menos. ¡Vaya, parece que no todo son malas noticias!
Bueno, ya somos mayorcitos para llorar como niños!
Un poco de dignidad, plis…
Por último, hay algo que me jode mucho, o más bien me incomoda muchísimo. Me hace sentir realmente mal: ¿Por qué los hobbits tienen los pies tan gordos, grandes; pero sobre todo, tan repugnantemente peludos? Es que da grima, es asqueroso.
Tolkien ya no puede pedir disculpas por eso tan desagradable; pero los directores de cine deberían colocar a esos bichos unas buenas botas; incluso remasterizar las películas realizadas cubriéndoles esas pezuñas monstruosas y peludas. Es que no puedes comer ningún snack con tranquilidad mientras hay hobbits de por medio, los acabas escupiendo.
¡Bye!

Iconoclasta