Los gélidos y grises días de invierno deben ser registrados en la memoria mediante documentos gráficos, como fotos y dibujos y sus correspondientes reflexiones como prueba irrefutable de que has estado allí, que has deambulado sin morir por el páramo y el bosque a pesar del clima que predican. Has de acumular todos los documentos posibles que acrediten que eres un ser humano puro, íntegro. Atesorarlos como trofeos al valor y la determinación, como en los atávicos tiempos en los que el ser humano era capaz de sobrevivir sin un cochino estado/dios de mierda ladrón y asesino, que estropeó la especie humana seleccionando a los especímenes mansos y cobardes para poblar de contribuyentes y votantes sus granjas/ciudades de explotación humana ganadera. Lo que provocó la práctica extinción de los seres humanos puros, valientes e independientes. Debes recordar con tus memorias que jamás te has estabulado en casa por las homilías y bajo la protección del estado/dios ladrón y asesino. Y que ante todo no eres una de los miles de millones de reses humanas castradas de valor e independencia por el estado/dios ladrón y asesino. Cuando te digan que eres como todos los demás, un gusano más entre miles de millones, admirarás con vanidad tus triunfos y absoluta independencia del estado/dios ladrón y asesino. La actual especie humana que puebla las granjas de estabulación o ciudades de todo el planeta ha sido castrada desde tiempos inmemoriales y nacen emasculados de coraje y capacidad de esfuerzo; una selección ganadera/veterinaria que el dios/estado ladrón y asesino, que aún hoy día prosigue para crear humanos válidos para la explotación, con el objetivo de que en muy próximas generaciones nacerán con la capacidad intelectual mermada, listos para que sus seleccionados y pequeños cerebros sean llenados con las consignas fascistas homosexuales climáticas y sanitarias de la Agenda 2030 y sus mandamientos de amar y pagar al amo/presidente/dios/caudillo sin rechistar. Pasarás de ser humano a insecto si no tienes tus triunfos y certezas imbatibles contra las doctrinas, salmos y mandamientos ganaderos que degradan la especie humana para enriquecer al estado/dios endogámico. Ladrón y asesino. Ladrón y asesino… Los seres de la naturaleza viven bajo el frío aliento de la muerte. Se enfrentan al planeta sin un estado/dios ladrón y asesino que les predique normas o decretos. Nacieron con su instinto operativo para la vida. Y a los humanos, en las escuelas, destrozan y pervierten sus capacidades de supervivencia y libertad, con la esperanza de que un día, del coño de una madre surja un insecto mamífero. El estado/dios ladrón y asesino ha destruido al ser humano. Ladrón y asesino. Ladrón y asesino…
El uniforme de la libertad no existe, es una gilipollada. La libertad se te pudrirá en el ánimo ante un uniforme, una bandera, una frontera, una aduana, un decreto político, un mandamiento religioso, el salmo de un ideólogo de la paz, un desprecio al individualismo o una simple señal de tráfico aunque no conduzcas. Para ser libre sólo se requiere hacer lo que uno debe y si el tiempo es hostil, protegerte del frío, la nieve o la lluvia. Si quieres, haz lo que te salga de la polla. Y ante todo, ni caso al hijoputa que te prohíbe. El sombrero no indica libertad, sólo es una superficial vanidad que realza mi belleza innata y da cierto carismático misterio. Aunque no te acuerdes de que lo llevas. Y ya en el exterior, en la libertad que te has propuesto, insisto: no obedecer al primer hijoputa sea policía o civil que te diga que deberías estar en casa porque hay riesgo climático, por poner un ejemplo de tantos que hay de hijoputismo fascista prohibidor. Es ahí donde entra en juego el paraguas, al civil o policía que te inoportune le metes en la boca el paraguas cerrado y mantienes la presión hasta que en sus ojos aparezca en las escleróticas un derrame de sangre, eso quiere decir que ha muerto asfixiado y ya eres libre de molestia alguna y de ir donde te salga del coño o la polla. Experimentarás que la sensación de libertad será más gratificante que una corrida. Y camina, camina, camina… Acuérdate de arrancarle el paraguas de su boca muerta, porque es posible que te encuentres con otro durante tu paseo y debas matarlo también. Esto es sólo un ejemplo de hipotética situación y su resolución. No tiene por qué ocurrir; pero mejor llevar el paraguas y no necesitarlo, que no llevarlo y necesitarlo Cuida que el viento no se lleve tu sombrero porque es muy patético correr tras él, hay chusma presta reírse, tanta como ávida de prohibir porque tiene envidia de los libres que los deja en evidencia de cobardía Y que jodan a los vivos y los muertos mártires de la esclavitud que mueren tan lindos de asco, miedo y obediencia por el decreto de un hijoputa fascista. No me negaréis que la libertad es salvaje y energizante. Un chute en vena de jaco libre… Genial.
Caminar lentamente es un concentrado hipercalórico de experiencias sensoriales. Lo que lleva a una reestructuración intelectual del concepto de la vida y sus emociones, dándoles la justa admiración e importancia que se ignora con el caminar apresurado y neurótico de los que nacimos en cautividad y unos millones no son conscientes de ello. A cada metro que se avanza pausadamente se forma la precisa existencia de las cosas y los seres. El caleidoscopio adquiere sentido… ¡Despacio! Se concluye que todo existe, mucho más allá de lo que se creía. Que las cosas están más vivas de lo que pensabas. Y te creías tan vivo… Es entonces cuando el chorro de agua de una fuente casi se detiene en la visión fraccionándose en lo que de verdad es: una corriente de anónimas gotas que avanzan rápidas. Hay cosas con voluntad y sin ella. La voluntad requiere un esfuerzo que los que corren deprisa no tienen tiempo de realizar. Ni ganas. Y esperan una aleatoriedad que les satisfaga caminando rápido contra el tiempo. Será a la velocidad pausada del sentir que apreciarás una sola gota que importe, esa que vale la pena mirar porque ha conseguido escapar, formar y caerse sola e intrépida. Y tiene una montaña en su interior…
Lentamente… A la velocidad del sentir. Será una sola gota la causa de una emoción y es la que escucharás caer como un metrónomo cuando todas las cosas duermen. El tiempo que nos robaron o perdimos al apresurarnos, es en realidad un crimen a sangre fría. Nos asesinan en vida, como el mar devora con pequeños bocados a las inmensas ballenas que no ven ni sienten lo que ocurre en el otro extremo de su cuerpo. Tal vez llores, tal vez rabies. Que sea a la velocidad del sentir. La ira es pasión y es importante, es nuestro humano combustible y debes usarlo para mantenerte a la velocidad calma. Ser rebelde es algo íntimo, jamás un espectáculo. Si no eres capaz de caminar lenta y por tanto libremente, morirás sin conocer lo más íntimo y significante de la vida y lo único que aplacará la ira. Y no importará si había una gota con una montaña dentro. Serás ciego a los universos mínimos.
Sólo la violenta y real brutalidad instintiva del ser humano puede resolver los problemas de fascismo y su esclavitud que padecen miles de millones de ilusos seres humanos ignorantes de ser mero ganado (la globalidad) a los que son sometidos por unos pocos de miles: el estado/dios. Si no quedara nada de esa brutalidad, la especie humana debe considerarse extinta sin supersticiones de cambios climáticos, ella solita se ha extinguido por indolencia degenerativa. La violencia es la fuerza que hizo inteligente al ser humano permitiéndole evolucionar en el hostil y competitivo planeta. Y es la única fuerza que puede salvarlo de la extinción total, antes de que los miles de millones de seres humanos se auto perciban convencidos de ser cucarachas o incluso amebas. Y es fácil: unos miles de millones deben cazar y matar a unos pocos de miles que forman el estado/dios. Sería la batalla más corta y menos cruenta de la historia del planeta Tierra. Porque hoy, en este instante, las pasarelas de reses de los mataderos del estado/dios no cesan de acarrear seres humanos hacia las salas de despiece, las que con sus ilusos votos “democráticos” han elegido, también ignorándolo por esa indolencia degenerativa en la que han caído.
Esperanzas impávidas, sin emociones visibles, son las que mantienen los rotos que conocen la frustración y las imposibilidades de las cosas, donde cosas = humanos. Los humanos son cosas porque son ajenos a la esencia natural del resto de las especies animales. El humano, mayoritaria y secularmente, es una especie animal de mente insectil y cuerpo de mamífero. ¿Qué animal se puede permitir unas vacaciones y no morir de hambre? O peor aún ¿qué animal es capaz de vivir esclavo toda su vida? Excepto los de explotación ganadera que nacen muertos o temporalmente vivos. Dios creó a los animales y ya harto y hastiado, al ser hombre y a la mujer como su esclava. No me invento nada, está en las sagradas mamadas. Datos, datos, datos…. Pero existen las cosas rotas, los humanos rotos que fuerzan la pasión más allá de lo que la lógica y mediocridad pueden entender. Se fragmentan, desgastan y agotan la vida con muy pocas esperanzas de ganar.
Hay una voluntad de trágico romanticismo en romperse una y otra y otra vez. ¡Qué valientes son los seres que se dejan rasgar el alma y la piel por la pasión de amar! Por deseo. Por trascender. Por sentir. Por existir. Por un amanecer con su amante. Porque se equivocaron una vez e insisten en volver a equivocarse. Se parten en dos mentes, una es para quien desean y la otra sobrevive en la realidad en la que son presos. No existe el amor perfecto y eterno; pero no se rinden acunando su fragilidad, protegiéndolo incluso de la propia química de sus biologías. Y temen lo peor: que cuando el amor se haga tangible se infecte de mediocridad, de la realidad. La realidad es un lugar hostil para algo tan etéreo como el amor. Lo saben y por eso han partido su mente en dos pedazos, en dos dimensiones, en dos universos: en un sueño de acceso restringido que los hace únicos y abandonados. Y una praxis que les permite las elementales tareas de supervivencia. El sueño al que asisten cuando la realidad los aplasta y les roba la alegría tan poca. No dan consejos de amor y pasión aunque son ingenieros doctorados en arquitecturas oníricas del amor y la pasión. Seres que escriben metáforas arcanas, indescifrables para los intrusos y otros hongos. Se abrieron el pecho con sensualidades y construyeron dentro una cámara acorazada de seguridad contra la vulgaridad para su tesoro de amor. A veces divago… Me gustaría ser un superhéroe del amor; pero es tarde. Mis fracturas no se regeneran ya no cicatrizan. Un día con una tos, se me escapó el amor de mis pulmones rasgados. No puedes romperte continuamente y pretender salir ileso. Quedan secuelas. Al final de la fortaleza, sólo queda un eco de amor que podría derivar en locura. El amor nos degasta porque es su función, se alimenta de ilusiones de nuestro pensamiento, del cerebro, del alimento, de nuestro tiempo… El amor es frágil, pero exige fortaleza para resistir sus embestidas. Os veo sangrar por dentro y llorar quedamente por fuera con una sonrisa que no engaña. ¡Cómo os admiro, mis apreciados quebrados! El amor debe ser violento en su pasión y demoledora exclusividad; pero al igual que con una tormenta, no se puede luchar contra él. Sólo soportarlo y que su viento no te arrebate de la realidad y te precipites a un purgatorio donde nadie tiene la posibilidad de hacer tangibles los deseos mínimos. Donde no es posible dar o recibir y colapsa la mente. Una vez experimentado el amor, no sólo se pierde el miedo a la muerte. Hay momentos de angustia que te preguntas dónde está esa hija de puta para llevarte lejos de tu tragedia de amor. Lo peor de un tiempo sin amor es la visión de un horizonte vacío. Los rotos sois unos privilegiados de la tragedia. Puedo escuchar vuestros corazones forzados y buscar el aire del amor dibujando sus labios en el aire con un dedo que gotea la esperanzas muertas. Vuestra agonía es la más hermosa, fascinantes vuestras fracturas y la determinación de no curarlas. Y lo más increíble es que toda esa épica, un día la volveréis a vivir. ¡Qué locos mis rotos! Qué generosidad derrochadora de vida. Alguien os aconsejó prudencia y dijisteis: Y una mierda. ¡Bravo, mis ensangrentados seres admirados! Mujeres y hombres rotos derrochándose, dándose a sí mismos como materia combustible. Regalándose a pesar de la realidad que los somete con su vulgaridad, cotidianidad y banalidad. Un cártel de mafias que como la banca, siempre nos vence. La cuestión es cuánto tiempo aguantar. Por ella o por él, bien vale una fractura ¿verdad? Y otra más… Qué delirio y privilegio ser uno de los pocos rotos que habitan en la Tierra. Nadie contará vuestra historia porque el amor no es un libro, es un vapor, una emotividad, un padecimiento y placer que escapa a toda lógica, mesura, planificación y voluntad. Si el amor dotara de una visión superior a los amantes se verían como hermosos zombis con rosas clavadas profundamente en el pecho y los sexos palpitantes porque no hay pasión sin una carne que la contenga. No en esta dimensión. Guardáis silencio porque no os fiais de mí, que sólo soy una gris realidad. Tan solo ejerzo de notario, sin afán de lucro. Gracias por mostraros abiertos, sólo pretendo admirar lo que ya no puedo sufrir porque ya no hay tiempo y un ataúd es el aislante perfecto del amor y su desproporcionado voltaje. Cortocircuitos neuronales, fisuras entre el tejido muscular, roturas óseas, hernias y corazones al límite del fallo cardíaco; son las patologías de los rotos por amor y la pasión en un lugar donde un liquen mezquino lo cubre todo. Los puedes distinguir porque sus miradas están saturadas de curiosidad y determinación, como si miraran a tus espaldas cosas invisibles. Captan las invisibles e inaudibles frecuencias del amor. Yo mismo soy un roto; pero ya desgastado, apenas tengo una poca carne para el amor y ningún hueso que ofrecer. La pasión es una droga degenerativa para el organismo. Soy un yonqui con las venas podridas.
Tras cada dios y estado hay una caterva de hijos de puta pregonando el sacrificio, pobreza y humildad o humillación al dios/estado para que ellos, administradores de su dios/estado maricón y psicópata, recauden todo el trabajo y esfuerzo y parasiten la vida de la plebe, prometiéndoles la grandiosidad del cielo o un futuro mejor para sus tataranietos cuando mueran secos, miserables, obedientes y engañados. Que su muerte sea el gran viaje a nueva vida y un mundo mejor para los que quedan. El paraíso para los retrasados mentales ni más ni menos. Esta es la base común a toda religión/estado sólo cambia la liturgia, retórica y las mutilaciones corporales de los crédulos o plebe para que follen menos y produzcan más beneficios al dios/estado. Y entre toda la liturgia, el cambio de horario entre invierno y verano es otra de las eucaristías y mandamientos del cochino y maricón dios/estado muy común en muchos países del mundo. Una medida que ayuda a que las gallinas y gallos humanos pongan más huevos y se engorden más rápidamente; pero ante todo que aprendan de una puta vez que es el dios/estado quien ordena salir y ponerse el sol. Algo básico en la plebe insectil o cariñosa y eufemísticamente conocida por globalidad. Sólo que las gallinas humanas carecen de la vistosidad de las reales y decentes gallinas y pollos y no sé si se sienten ofendidas por el símil de las gallinas humanas.
Hay gente que no puede morir porque ya está muerta aunque se mueva estúpidamente. Sólo se descomponen y se consumen sin dejar siquiera ceniza. Nacieron cautivos y prácticamente muertos de voluntad. Sin embargo, los patos están a salvo. Si han de volar contra el viento, vuelan. Tienen mucha vida, la suficiente para hacerlo. No tienen que sentirse libres porque desconocen la cautividad, es connatural en ellos no divagar sobre estas cosas. Tienen lugares a donde ir, cosas que hacer y no rendir cuentas a un estado/dios esclavista. Son libres sin otra consideración más que su desconocimiento de la esclavitud o cautividad. Por ello, esclavos y cautivos son muertos vivientes, sin voluntad, sin determinación. Viven con el único fin de acatar y obedecer. No han conocido la libertad y no sabrían qué hacer con ella si se la dieran. Me provoca una gran melancolía ver marchar a esos escandalosos patos. Siento que las esperanzas de libertad se van con ellos a otros lugares, a otros mundos ajenos a los humanos. Y a veces quiero llorar de rabia y resentimiento. Regar mi tierra de mierda con mis lágrimas cautivas y rencorosas por la libertad que me han castrado. Entiendo las ansias de violencia que asumo con la misma vehemencia que el crédulo la sagrada hostia entre sus dientes. Volar nada tiene que ver con la libertad que es el conocimiento de uno mismo y obrar según tu naturaleza dicta. Los pilotos no vuelan, flotan en una cabina, encerrados. O los paracaidistas, cautivos de sus cuerdas, a merced del viento. Los barcos son cárceles flotantes que no buscan libertad, sino otra prisión donde atracar. No, eso no es libertad por mucha poesía que le metan. Es una patética ilusión y un engaño para esconder la frustración de lo que nunca podrán ser: libres. Los animales nacidos y criados en cautividad ya no son aptos para vivir libres. Y los urbanícolas son primates nacidos en cautividad que viven en su propio zoo acotado física y mentalmente por alambradas de corruptas leyes dictadas por el estado/dios para su propio beneficio, el maleficio para los cautivos; su pecado original presente en todas las sectas políticas y religiosas. Yo debería vivir como los patos, caminar hacia dónde el horizonte me tiente y usar las aduanas y fronteras como cagaderos. Estamos muertos, nacimos muertos… Volved pronto, volved con un atisbo de esperanza. Por favor…
Un xilófono de madera y agua, íntimo y sereno. Un goteo en el corazón que palpita lento siguiendo el ritmo de la lluvia en mi sombrero, en mi rostro cuando lo enfrento a las nubes, en mis labios que la beben. El silencio del bosque lluvioso es atronador y apaga los sonidos de las lejanas carreteras, incluso las campanadas de la iglesia parecen retroceder ante la frondosa muralla silenciosa. Los animales mojados y fríos guardan sereno silencio esperando unos rayos de sol que les temple pelaje y plumaje. Y así, el ánimo. Un bosque lluvioso es la misma intimidad inviolable con la que se ama. Con el melancólico temor de perder el amor como las gotas de agua se hunden en la tierra. De una forma instintiva intentas cobijarlo entre los brazos porque es tesoro y calor. La lluvia en el bosque no es una alegría, es una reflexión de la vida que no es cuestión de belleza, fascina el coraje de los seres, sus dramas y luchas. Y si no luchas, no te mojas, eres estatua; una talla accidental en el bosque. Aún gotean las ramas a pesar de que ha cesado la lluvia. La penumbra lucha silente contra la luz del sol que el lento gotear de las hojas anuncia como tamborileros derrotados. Lucha contra la luz que descubre los secretos y las vidas exponiéndolas al cazador y la envidia aplastando la preciosa y deliciosa intimidad. El silencio del bosque es refugio y la compañía cómplice de seres ocultos que no obedecen a nada más que a su naturaleza. No hay discusión y sólo la muerte zanjará alguna duda al respecto. Caen las gotas sin orden ni concierto, con la aleatoriedad de la gravedad, con un destino ineludible como lo es amarte aquí, en mi refugio y capilla erigida a ti entre mi ropa calada. No sé si soy una azarosa y anodina metáfora de la naturaleza y sus leyes no escritas. Un mirlo que se moja lentamente entre la fronda de un árbol esperando la luz, a ti… Comprendo con una lucidez delicuescente que este silencio es el universo que la mayor parte de nuestra vida nos es vedado porque es peligroso experimentar la dulzura y la determinación de la libertad. Podrías querer más… Es la quintaesencia de la libertad: puedes dejar tu refugio entre las ramas y empaparte hasta la extenuación sin que nadie tenga una ley con la que extorsionarte por ello. El silencio del bosque no es para los seres humanos nacidos en cautividad, en las ciudades. Es para los que aman sinceramente, sin necesidades ni pactos sociales. Aman sin legislación vigente, salvajemente; como está prohibido y condenado. El bosque silencioso y lluvioso es el reducto de la anarquía serena y valiente, sin histriónicas hipocresías, sin marcas a batir ante nadie. Vivir no es una carrera, no es competición; es mucho más trascendente, una lucha entre tú y el planeta, para ganar basta no llorar ante una lluvia y tener un valor mínimo. Ganas por cada bocanada de aire que respiras, mueres con el último latido. Y todos sabemos que la banca siempre gana, no es un drama cuando los animales más pequeños del bosque no se preocupan por ello. Hay cosas básicas que aprender en el bosque lluvioso esperando los rayos confortadores del sol: forjar el coraje y la voluntad. Y esperar el canto alegre del mirlo que anuncia la luz, el primero que sale a chapotear en las sendas.
Ya no se puede amar más. He llegado al límite de la cordura y también del control de mis órganos vitales. Si doy un paso más hacia ti, me perderé en mí mismo. Y seré incapaz de mantener funcionando el corazón. Llegaré a un colapso generalizado y la locura escribirá aberraciones que sólo se dan en los sueños; emponzoñando la realidad con un cubismo onírico. Hay una suciedad, una basura entretejida con el amor y la vida en sociedad que acelera el fin de la cordura: la esclavitud. Esto que han construido y nos hemos encontrado al nacer, es una penitenciaria anti-amor. Una brutalidad desquiciada y rencorosa producto de la idiosincrasia original y primitiva humana libre y salvaje, está en lucha constante contra las reglas impuestas al amor y la existencia misma. Es la razón, junto con el celo animal o el follar, del malhumor de los adolescentes. No saben qué cojones les pasa, hasta que los doman y los convencen de que no les pasa nada. “Sólo es hormonal”. Estamos en una lucha constante contra las reglas impuestas a la libertad y por tanto, al amor. Resulta que el amor es peligrosamente expansivo y nos hace sentir únicos al producir actividad imaginativa en el cerebro. Para evitar esta expansión molesta y embarazosa, el estado clasifica a sus reses en función de sus hábitos sexuales y hace rebaños homogéneos de ellos, porque con la homogeneidad, se pudre la imaginación y la ilusión. Se les reglamenta el follar y la masturbación para evitar que deseen libertad, porque es necesaria que la mano ajena, la que te han señalado, te haga una paja o te joda. En esencia es el mismo trabajo que realizan con el cerebro de los niños en las escuelas, destruyendo la capacidad en una gran cantidad de crías humanas para evitar el pensamiento libre y crear así buenos ciudadanos tipo. Alguno es impermeable a esta castración, pero no es un problema porque las minorías están muertas aunque no lo sepan. Y crearán poca descendencia; tan poca que en unas generaciones más, nadie sabrá qué imaginar. Yo soy un tarado que no ha conseguido amarte con tristeza y sosegadamente conforme a los dictados de la tradición del estado; sino con la furia de lo que podría haber sido y no lo han permitido. Y soy el último de mi especie. No es posible amar más, ya sólo queda decapitar a los amos para amarte sin injerencias.