Posts etiquetados ‘Reflexiones’

Hay gente con suerte y no como yo.
Gente que ha vivido y amado los desiertos, las áridas estepas, los mares más tormentosos y la tierra helada.
Si hubiera nacido en el lugar y momento adecuados, tal vez hubiera tenido tiempo y medios para conocer esos lugares.
Mantengo un moderado rencor hacia mis padres, no puedo dejar de pensar que soy hijo de la mediocridad aunque ellos, como todos los padres, pensaban que cualquiera de sus hijos podía ser único y no la mediocridad que refleja todos los días el espejo, cuando me arranco las legañas y luego limpio con saliva la sangre.
No sé si hubiera tenido cojones, aunque me temo que sí. Y que ya estaría muerto. Ser valiente tampoco es un certificado de aptitud.
Mi gran logro en la vida ha sido caminar durante algunas horas sobre una pierna podrida. Follar no es un logro, es algo que ocurre quieras que no, siempre hay alguien con mal gusto.
No es deprimente, solo triste, yo no me deprimo ni ante Jesucristo vomitando sangre, ni ante el bebé que se descompone.
Soy absolutamente ira y rencor por todo aquello que jamás haré.
No me voy a ir dando gracias a la puta vida, aunque como dicen algunos, deba sufrir más por esa ira. No pueden hacerme nada que no me hayan hecho ya.
Mierda… Puta mierda.
Y podría ser peor si me rompiera una uña.
Las uñas son las cosas que más duelen ¿Te has rasgado alguna vez una uña con una púa de acero que surgía de una persiana metálica? ¿Te han taladrado una uña para drenar un edema por aplastamiento del dedo? ¿Te han arrancado una uña de un tirón?
¿Has gritado alguna vez a la luz de la luna “hijos de puta”?
Los dientes no duelen tanto, cuando se pudren te llevan directamente a la locura y encuentras tornillos de ti mismo en la almohada.
He aprendido que la locura es mejor que el dolor.
He aprendido que soy un mierda.
No, no he conocido ni un solo desierto, solo he conocido miseria y mierda.
Es triste y vergonzoso reconocer toda una vida de monotonía que ha pasado lenta y estéril.
Podría hablar de la alegría del amor y de un hijo; pero no me sale de la polla; yo no me consuelo tan fácilmente, he llegado a viejo por no ser un pobre iluso. O por que el planeta y lo que lo habita, no ha sabido como matarme aún.

Iconoclasta

Haber conocido día a día la faz más mezquina y cobarde de la chusma, de la masa humana tal y como ha revelado el coronavirus, ha sido la experiencia más nauseabunda que he experimentado. Todo mi desprecio por la masa humana se ha visto aumentado hasta la desesperación por no tener un medio potente para acabar con ella o crear un sufrimiento que lleve a las reses humanas a retorcerse de dolor durante días antes de morir vomitándose a sí mismos, como guantes a los que se les da la vuelta.
Solo es comparable la repugnancia que siento al verlos y sentirlos cacarear su miedo de mierda con esa mezquindad, a la de la primera imagen pornográfica que ves en la infancia y te ofende sin que puedes entender por qué. O el primer olor a carne descompuesta, el de una rata, que te revuelve las tripas hasta llevar el vómito a la garganta.
Así de agria y repugnante es la visión que he tenido y sostengo ya inmutable en mis retinas de la masa humana.
Hasta tal punto que me siento sucio de mezclarme con ellos, de respirar la atmósfera que pringan de mierda con su presencia, con su sola existencia despreciable.
En forma alguna puedo concebir ya la existencia de filántropos a menos que sean ciegos y deficientes mentales. Tal vez el filántropo sea el summum de la repugnancia y por ello cuida de sus semejantes.
Entiendo así mismo, la razón de que los dioses que la propia chusma apestosa inventó, traten a las multitudes humanas como trozos de mierda con sus continuas amenazas de castigos, plagas y extinción.
Si esos dioses existieran, la humanidad haría miles de años que estaría extinta.
Es imposible e inconcebible la dignidad y la ética en cualquier multitud humana.
El mito de Jesucristo y su traición y muerte, es el resumen y la verdad definitiva del género humano como rebaño de pastoreo y estabulación. Jesucristo quiso morir no para redimir de una mierda a ningún cobarde hipócrita; sino para demostrar lo obvio, para que ellos mismos esa multitud repugnante humana se diera cuenta de lo muy cerdos que son cada uno de ellos.
Es lógico que algunas novelas de ciencia ficción conviertan a las grandes concentraciones humanas en carne prensada y luego procesada para alimentar a otros iguales que ellos.
Debido a mi conocimiento acumulado de la historia y la peste que es la multitud humana, nunca como hasta ahora he creído tan necesaria una violencia indiscriminada contra el ser humano en cuanto a multitud y hacinamiento.
Pienso en la necesidad, mientras mueren violenta y dolorosamente, de dosificar anticonceptivos en el agua y otras bebidas de consumo humano para hacer un trabajo definitivo, con el que se garantice el fin de la especie. Y es absolutamente necesario que empiecen a dinamitarse los cimientos de las actuales sociedades, para que los escombros entierren u oculten los cadáveres.
Por lo demás, a los que forman los gobiernos que están pastoreando este ganado con su fascismo, oportunismo, falso paternalismo y robo, les deseo la lepra y que sus órganos genitales se deshagan como una diarrea antes de que mueran.
Esto es lo mejor que puedo pensar de la especie humana. Y con este manifiesto contra la mezquindad, la cobardía y la hipocresía de las grandes manadas humanas; doy fe de mi asco por si la locura o el olvido de mi cerebro podrido borraran en lo que me quede de vida, lo que una vez digna y furiosamente sentí.
No tener empatía alguna con los cerdos es el más grande regalo que pudieron darme mis padres.

Iconoclasta

Si estás lejos de todo y eres capaz de mantener la entereza en la oscuridad hasta dudar de tu existencia, sin que importen los sonidos que como acechos te llegan cercanos de lo oscuro; adquieres la dimensión de lo irreal.
Y nada te impide ya imaginar cómo es la muerte y serlo; aunque sea para ti mismo, pero si no existes ya, qué más da.
Un jabalí con sus movimientos nerviosos agita ruidosamente la vegetación en algún lugar, oscuridad arriba. ¿Cree que soy la muerte? ¿O teme que la oscuridad que me ha comido lo devore a él?
¿Qué ocurrirá cuando llegue a la luz? ¿Tendré una guadaña en mis manos y haré el trabajo que me corresponde? Aunque temo que seré la misma mediocridad que la luz desenmascara todos los amaneceres.
Me quedaré aquí no existiendo, que el jabalí me tema. No tengo otra cosa que hacer.
Me siento irrealmente poderoso.
Bye, vida.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Pareciera que la luna tiene sus días buenos y malos.
Un día aparece serena, flotando suavemente, iluminando las cosas inanimadas fría y tétricamente.
Y otro día parece desgarrarse en una lucha contra las nubes que la quieren asesinar en un desgarro tormentoso por pura maldad.
Y ahí abajo, invisible para el universo, un poca cosa como yo observa con un cigarro y cierto cinismo la gloria y el drama nocturno.
La luna no puede explicarme nada que no sepa yo.
Ni las nubes.
Ni siquiera el universo.
Ni siquiera dios.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Mientras temes niegas las pequeñas ternuras que suceden.
Con el miedo desvaneces las ilusiones.
Y el miedo te roba la fuerza.
El miedo da oídos a charlatanes y mientras mueres, te pudren con promesas y mentiras la vida que te queda.
Por miedo rezas cuando nunca lo haces, el miedo te hace hipócrita.
Y te hace idiota, porque si lo pretendes encuentras mil razones al día para sufrir por miedo.
Si por miedo no vives, no respiras, cavas tu tumba con más rapidez que el sepulturero.
Si no sabes vivir, la muerte la llevas montada en los hombros; morir está a un paso.
Si te apartas por miedo, te apalean por gusto. Porque el miedo te hace mezquino y despreciable a otros ojos.
Si naciste cobarde, cobarde morirás. Simplemente, alguien tenía que decirte las consecuencias de lo que eres, no por aconsejar, solo por meter un dedo en tu llaga y ver como te mortifica.
No puedes morir, no puedes irte sin ser plenamente consciente de tu indignidad.
No es por ti que escribo esto; es por mí, que despreciándote, siento que hago algo de justicia en este error de mundo en el que me escupieron.
Una cosa más, cabestro; si caminas en naturaleza con el bozal en el hocico, ten la decencia y dignidad de suicidarte, o morir lo más pronto posible. Y mientras alguna de esas dos cosas ocurre, no te reproduzcas, no dejes que tu genética y su cobardía trascienda más allá de ti; no más de lo que lo hayas hecho hasta ahora ensuciando generaciones.
Y ahora sigue, ve y teme.
Y muere pronto.

Iconoclasta

Cuando escucho las sintonías de los dibujos animados de mi infancia pienso que entonces mis seres más queridos estaban vivos.
No podía imaginar su muerte por esa inocencia que nos deja indefensos a todo.
Y admito que nunca se me había ocurrido pensar que debería deshacerme del niño para ser hombre. Lo hice de repente, como una revelación que nada tenía de divina.
Es mentira, el ser humano adulto no puede ni debe esconder al niño dentro de sí. Es obsceno solo imaginarlo. Lo ha de matar y asumir su forma definitiva adulta.
Jamás un adulto debe usurpar edades que no le corresponden, porque es indignidad y cobardía.
Los recuerdos de mi infancia son las pruebas del crimen, lo que queda tras el asesinato que cometí.
Si te matas a ti mismo, matar lo demás es casi intrascendencia. Si has asesinado al niño que fuiste y te has untado la cara con su sangre, te has hecho adulto. Es un bautismo cruento.
No hay lenta metamorfosis, un disparo en la cabeza y tomas el mando.
Y mejor así. Si el pequeño residiera en una parte de mí se asustaría como cuando despertaba gritando por una pesadilla.
La pesadilla era yo, el adulto, el poderoso; un tumor que acabaría con él.
No lo echo de menos, no quisiera volver a ser aquel indefenso Pablín; pero a veces miro su esquela y le digo que lo siento; aunque no sea verdad, no puede hacer daño.
Si el mal está hecho, no es necesario ensañarse más.
Hay días malos y días peores.
Mejor que esté muerto.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Este pensamiento ya estaba escrito e iba a publicarlo cuando he sabido de la muerte de mi amigo, de mi viejo amigo Gerardo Campani. ¡Qué puta tristeza!
Por eso es mejor que el Pablín esté muerto, para que no llore por las muertes de los seres queridos. Porque hoy, al saber de la muerte de mi amigo, hubiera llorado dentro de mí.
Gerardo me llamaba blasfemo (con tal gracia que me hacía reír durante todo el día) a menudo, era un creyente, era uno de esos genios que sabía lo muy puta que era la vida y aún así, cultivaba una ternura rayana en la inocencia con su creencia religiosa.
Varias veces le hablé a mi hijo de que era realmente uno de los pocos y grandes amigos que tenía, un académico de la lengua con un elegante sarcasmo que para si hubiera querido Camilo José Cela.
No siento en absoluto lo que voy a decir, él sabía que lo quería mucho, incluso sonreiría por esto; que Dios se pudra por lo que ha hecho.
Hago un ejercicio de esa fe optimista de Gerardo, y digo que pronto me tocará a mí, y allí nos encontraremos.
Que se pudra Dios, porque ha estropeado más el mundo al matarte, amigo mío.
Que se pudra…

Pablo López Albadalejo, 25/02/2021.

Si al español medio, al votante usual y visitante asiduo de los centros comerciales, se le supone una edad intelectual media de unos cinco años infantiles, los políticos ascienden en el escalafón intelectual hasta una madurez máxima de siete, ocho años máximo. Es por ello que se pueden subir tranquilamente en la chepa de sus votantes y darles por culo con una sonrisa comprensiva del sodomizado. Ambas especies están muy lejos de mis ciento setenta años de madurez mental. Bueno… Que se le va a hacer, hay idiotas ricos, idiotas poderosos, idiotas pobres, y luego estoy yo. Mi humildad es algo que llevo con dignidad; aunque si pudiera compraría una de las muchas y follables presentadoras y mentirosas profesionales de los telediarios, elegida al azar, para hacerla puta mía de lujo.
Visto esto, si el nuevo y normal fascismo español del coronavirus decretara a su chusma votante y obrera (sin que le temblara la mano) el viaje de una nave espacial al Sol para embotellar rayos UVA y Gamma de primera calidad con los que combatir el coronavirus, más conocido como La Covid 19. Y por ello, decretara a su vez un nuevo robo o estafa subiendo el IVA en todos los productos de alimentación y profilaxis un 1000 %; los que disfrutan de una mentalidad de cinco años, aplaudirían ilusionados (otra vez) y colgarían de sus ventanas y balcones pancartas con dibujitos de Pocoyo y mensajes como: “Todo irá bien”, “El Sol nos cuidará, el Sol nos salvará, el Sol es nuestra esperanza”, “Os esperamos astronautas, feliz viaje, ángeles”, “Que viva el Zumosol” y más mierda como éstas.
Los más lelos, con su bozal muy bien puesto, irían por la calle con botellas vacías de vino, sin tapón, para recoger rayos de sol y ducharse con ellos en la intimidad y la endogamia de sus casas de mierda.
En definitiva, si a los españoles les venden que se puede viajar al Sol; los españoles buscan en internet vuelos low-cost de fin de semana a Nuestra Preciosa Estrellita con gafas ahumadas de regalo.
El resto del mundo, sobre todo países con cierta dignidad y valor, como Holanda y algunos países nórdicos; incluso algunos mexicanos relajados del miedo; exclamarían: “Pinches españoles culeros”.
Y así, en dos semanas el nuevo y normal fascismo español con sus infantiles votantes, vencerían y erradicarían el coronavirus cambiándolo por una epidemia de cáncer de piel que los mataría a todos lentamente y aplaudiendo a sus respetados caudillos y sus decretos de mierda; dejando (con un poco de suerte) espacio a nuevas generaciones con una mejor y mayor madurez mental y dignidad.

Iconoclasta

No se puede entender el amor como ocurre en las películas, la literatura, la música o el arte.
Se debe tener muy presente, porque las artes existen para evadirse de la realidad. De la mediocridad.
Ir a un museo o al cine para ver más de la misma decepcionante realidad sería un asesinato a la imaginación.
El amor real (si lo hubiera) no alimenta el cuerpo ni construye decorados preciosos.
El amor real se diluye, se asfixia con mil y un problemas que lo sepultan todos los días a lo más ignorado del pensamiento. Cuando el amor debe compartir espacio con la supervivencia, ésta lo pisa, le mete la cabeza en el barro. Porque la supervivencia es feroz, nada puede oponerse a la instintiva lucha por la vida.
Podríamos pues, concluir que el amor, el romanticismo es el producto de una sociedad acomodada, ergo decadente. Tal vez… Pero para eso existen las artes y el cine, para proteger el amor de la decadencia y la indignidad.
Y la dura realidad es que solo unos pocos privilegiados decadentes pueden vivir del amor bohemiamente.
Además de esto, el amor es sesgado porque el hedonismo va de su mano. Y la búsqueda del placer per sé, es una de las grandes aspiraciones de cualquier ser humano.
Es lógico pedir otro amor, y otro, y otro. Renovación. Es tan bello tan trascendente que, sería estúpido castigarse, castrarse.
Y también es cierto que la lealtad es una virtud hermosa: ahí radica también la lucha, la tragedia de amar.
El mundo, la vida está llena de posibilidades y cuanto mayor es la imaginación, las ansias de amar son más voraces.
El único amor, esa unión religiosa de por vida, es una imposición de los poderes políticos, religiosos y económicos que pretende limitar la felicidad y el placer para dedicar todo el tiempo de vida posible del trabajador al enriquecimiento de los que ostentan esos poderes.
Tampoco hay que confundir la búsqueda de amores con la poligamia; el amor debe ser único en su justo momento, es su naturaleza voraz y acaparadora; fiel hasta que se extingue y dure lo que dure. La poligamia es solo ganadería, reproducción. Putas y putos en un corral de gallos y gallinas ponedoras que follan como si cagaran.
Necesitamos la literatura, las películas, la música y las artes para que nuestros sueños e ilusiones adquieran el tinte de la posibilidad, aunque solo sea por un par de horas un día en el cine, frente al televisor, escuchando esa música preciosa que nos transporta a un tiempo y lugar que está lejano, tanto en el pasado como en el futuro. Un par de horas de amor hermoso en esta vida inmersa en una sociedad venenosa que es pura mezquindad y mediocridad, puta mentira y abuso.
Y estafa.
Hay mentiras hermosas por las que vale la pena abandonarse un tiempo y solazarse en una desinhibida ingenuidad.

Iconoclasta

No ha conocido jamás una época de tanto trabajo.
Ni de tantos desengaños.
Hay cientos de miles de almas que se han encontrado entre los circuitos electrónicos, con una inmediatez que supera sus esencias humanas y por tanto su vida. Los cuerpos no pueden moverse a la velocidad de la luz; por ello hay tanta frustración y crean necesidades que realmente no lo son para entenderse a si mismos, para curarse.
Los expedientes de amor se acumulan y son tantas las esperanzas infundadas, que la tristeza le contagia.
Tantos amantes desincronizados en el tiempo y en el lugar…
La tecnología es una apisonadora que no da un respiro; descuartiza a los amantes en partículas infinitesimales que vagan en frecuencias que no importan a nadie más que a lo que queda de ellos. Y mueren amores, las pieles vagan por un limbo de penas, insensatez y locura.
No hay un respiro para reflexionar y que la madurez guíe en consecuencia a esos hombres y mujeres entre todas las posibilidades y lo imposible.
Pero él es quien dicta sentencias y cree en el amor y su fuerza que, trasciende más allá de lo que la razón pueda aconsejar. Y aunque duela, el amor necesita una oportunidad; que sea efímero o no es una cuestión que no sopesa ningún amante. Se ama en presente, sin fin.
Se ama con una fuerza sísmica; la misma que un día arrasará todas las ilusiones.
San Valentín solo quiere un descanso a todas esas contagiosas melancolías y tristezas de esperas y soledades compartidas mediante impulsos eléctricos.
Se siente pringado de desesperaciones y anhelos.
Las almas que antaño no llegaban siquiera a sospechar la existencia de quien hoy aman, son legión buscando el ansiado encuentro entre palabras fulgurantes y suspiros que empañan las pantallas.
Son muchas melancolías que gestionar.
Fuma y observa desde la ventana de su despacho en el ministerio del amor, en el octavo coro celestial, a los amantes sorteando como buenamente pueden sus horas de soledad.
Y como en casa del herrero, cuchillo de palo; San Valentín está solo, solo y triste, solo y agotado.
Solo y abandonado.
Sentencia un amor por vía ejecutiva y respira aliviado, la número ochocientos mil quinientos seis en lo que va de jornada.
No quiere mirar a su izquierda, donde hay pilas de expedientes que suben hasta el techo. No quiere pensar que muchos amantes, cuando dicte sentencia, ya estarán muertos.
San Valentín desearía que las computadoras ardieran, es inhumano tanto trabajo. Es cruel.
Tantos perfiles que acarician punteros inútiles, tantas necesidades y mensajes y promesas y sueños…
Sabe muy bien que muchas de las peticiones de encuentro de amor que se han solicitado con tanta urgencia, acabarán en un desengaño. Y deberá anular la sentencia que ayer dictó.
Muchos de ellos llegan a la decepción de que no son especiales cuando los besos no son lo que soñaban, lo que sus labios pedían; cuando el abrazo no llega al tuétano de los huesos. Y sentirán vergüenza de su infantilismo y del padecimiento de meses de angustia de espera que han empleado en nada.
Solo un microscópico porcentaje durará el tiempo suficiente para llenar años juntos o hasta su muerte. Aquellos pobres románticos que añoran escribir al ritmo de su pensamiento, reflexionando sobre cada idea y emoción que traza la pluma en la carta que envían a su amor. Aunque tarde en llegar.
Que los amantes tengan una prueba tangible de amor entre sus vacías y necesitadas manos, es el único consuelo a esas distancias y tiempos aterradores que tienen por delante. Esas palabras en un papel bastarán para alimentar la fuerza necesaria para afrontar las esperas. Y para llorar la muerte con cierto consuelo cuando se da el caso.
Por poco que vivan, habrá valido la pena el agotamiento de San Valentín.
El amor vale lo suficiente para merecer un papel escrito con amor, algo a lo que aferrarse cuando la soledad y la desesperanza los aplasta. Es un sacrificio hermoso, si lo fuera. Porque lo que amas no es sacrificio. El amor solo exige ilusión y determinación.
Qué menos que tener la esencia de alguien en el papel que ha tocado, leer las palabras que salen directas de su sangre. Y llevar toda esa triste pasión al pecho cuando duele.
Bálsamos de amor de tinta y papel aplicados al pecho, al corazón… ¡Qué belleza!
Y eso se acabó… San Valentín piensa que incluso se ha banalizado el amor.
San Valentín no tiene quien le escriba.
Ni tiempo para amar.
Está agotado y no sabe si podrá continuar por más tiempo dictando sentencias de amor.
San Valentín piensa que se han vuelto todos locos.
Y él es solo uno.
Y está solo.
Y un revólver descansa junto a su tabaco, para dictar su propia sentencia de paz.

Iconoclasta

Sentía la almohada en mi rostro, suave y dulce; una mortaja de paz.
Y soñando en ella, avanzar por un camino de vapor de seda y calidez.
Algunas cosas, algunos seres, muchos; iban delante de mí, detrás y a los lados, rodeándome. A todos los sentía, los reconocía, avanzaban felices, festivos. Y ninguno era lejano.
Era todo lo que me ilusionó e ilusiona, todo lo que amé y amo. Todo estaba a reventar de vida, los podía tocar, abrazar, besar, les podía sonreír sin tristeza.
Estaban tan vivos que me contagiaban alegría y fiesta.
Vi Su bondad, la belleza de la inmensa ternura y alegría que la Muerte trae.
Y lloré con los ojos cerrados cálidas lágrimas de descanso.
Y la serenidad impregnar una sangre que ya no tenía.
No puede ser un sueño… Me decía.
Las lágrimas que se escapaban por mis ojos cerrados, daban una humedad de realidad al sueño mojando la almohada y de mi rostro hacía un difuso recuerdo.
No puede ser un sueño. Me repetía…
Por favor, que no lo sea, que no lo sea, que no lo sea…
Me aferré a la almohada, al sueño, para no perderlo en ningún momento. Para no volver de aquel camino, de aquel mundo de dicha absoluta. Y Cantares de Serrat era un himno de una belleza que me arrebataba cualquier valor que un día pudiera o pude haber tenido para dibujarme la sonrisa más feliz que nunca haya esbozado.

“yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón”.

Nunca me había sentido tan bien llorando.
Qué bello es morir…
Caminaba entre recuerdos traviesos, tan diminutos como miniaturas. Y eran miles.
Y Super Mario tan pequeñito, corría y saltaba y me hacía reír… Pinche Mario…
Todo aquel desfile de mis recuerdos y yo, que también lo era; formábamos una silenciosa dicha presurosa.
Y una sonrisa cubría mi alma.
Todos éramos táctiles, los recuerdos se hicieron sólidos…
La muerte es Dios resucitándolo todo.
No teníamos prisa por llegar no sabíamos adónde; pero casi corríamos solo por gozar de aquel camino sin fin. No sé, pero era tan extraño…
¿O era la simple alegría de una hermosa muerte?
Qué bello es morir…
Un estruendoso y silencioso rumor de alegría; lo llenaba todo, toda mi vida, toda mi bella muerte.
Y mis lágrimas tibias, de aceite… Por favor, se parecían a los labios de mi madre y mi padre cuando de pequeño me besaban, antes de ser la bestia.
Padre y madre estaban allí… Ya no eran una tristeza.
Quiero llorar, no quiero dejar de hacerlo.
Qué bello es morir…
¿Quién puede querer una resurrección y volver?
Qué bello es morir….
Cuando las lágrimas se deslizan por los párpados cerrados, crees que pequeños ángeles te besan los ojos.

“Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse…
Nunca perseguí la gloria…”.

He despertado sin recodar durante unos instantes, que una parte de mí está muerta y al plantar el pie en el suelo, no ha dolido.
Hoy no ha dolido.
Y la almohada estaba mojada.
Y mis ojos también.
Y sentía la tristeza de un sueño que tan solo era eso, mientras que aún resonaba en mi cabeza el eco de las silenciosas alegrías de mis amigos los recuerdos.
Super Mario que no estaba quieto…
Qué bello es morir…
Qué pena, que puta pena volver.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.
Versos de la canción Cantares, de Joan Manuel Serrat.