Posts etiquetados ‘belleza’

Se debe caminar lentamente y en silencio en la naturaleza para conocer y sentir la vida y la muerte.
Tal vez porque soy un tullido y no tengo más remedio, he aprendido el concepto de caminar sosegadamente y prestar atención a todo lo que vive y lo muerto. Y entender así que no hay justicia divina, ni hay inteligencia en la naturaleza. Sólo azar, caza, cansancio y debilidad.
Los animales cometen errores, he visto ardillas caerse de la rama y polluelos muertos caídos del nido. Un majestuoso zorro que parecía dormido en una cuneta. Jabalíes y sus crías, serpientes y salamandras aplastadas o simplemente muertas sin más.
Los animales están sujetos al azar y a sus errores. Y a la vejez que los mata, como a mí.
Al mismo azar, errores y penalidades que los animales humanos, que además pueden elegir asesinar a sangre fría.
Y arrastrando mi pierna podrida, he visto una hermosa ternura que me ha inspirado un instante de serenidad.
¡Qué bonita la pata! Tan atenta y concentrada en el tesoro que cubre con su vientre.

Tiene tanto que defender y cuidar…
Y tan solita, demasiado cerca de grandes seres más peligrosos de lo que pueda ser ella nunca.
Eso es coraje.
A veces, tras la ternura y la paz, siento una hiriente vergüenza de mis incapacidades y naturaleza humana. Soy un cojo torpe de una especie animal rastrera, miserable y cobarde. Envidiosa hasta la auto extinción.
¡Adiós, bonita!
Que todo vaya bien, pequeña patita guapa.
Una admiración, un mudo cariño que no te pueda inquietar.
Bye…

Fotos de Iconoclasta.

“Ven, ven, esta es mi llamada”
“Ven, ven, vuelve padre a casa”
“Ven, ven, madre se ha dormido”
“Ven, ven, haz que se despierte”
“Ven, ven, ¡oh te quiero padre!”

Viens, viens en español: Ven, ven.
Interpretada por Marie Laforêt, 1973.

Hay tristezas tan bellas y hondas que me llevan a aborrecer la posibilidad de una sonrisa.
Y siento el alma convulsionarse líquida y arrasadora en los ojos.
Mi primer y hermoso drama en la infancia.
El alto arte es escaso, se da de siglo en siglo, con suerte.
Y yo estuve en ese momento, cuando surgió.
Nunca lo olvidé.
“Ven, ven” la quebrada llamada ha permanecido como un hermoso e íntimo sortilegio en mi memoria. Nunca olvidé, ni olvidaré lo que sentí de niño y de mayor con mayor precisión, un quebranto de hermosura que el tiempo no puede debilitar.
“Ven, ven, madre está sufriendo”.
Pobre madre, pobre padre, pobre hija.
Es un buen momento para fundirse en la oscuridad.
En una aflicción de terciopelo y llanto.
“Ven, ven”
Estoy abandonado a mí mismo.
Misericordia.

Video con audio en español:

Video de la versión francesa:

Es fascinante, mágico e incluso espiritual observar las almas surgir y desprenderse de la tierra y los árboles cuando el sol derrite la escarcha de la noche.
Hacen el frío más cálido y aterciopelado, no muerde con tanta fuerza el pensamiento.
Tal vez sea por respirar las almas libres y serenas que se extienden por el prado silentes, sin drama.
Las saludo en silencio, con la mano acariciando el aire. Y les deseo feliz viaje a donde quiera que vayan.
Con cierta melancolía anticipada pienso que en mi último latido, antes de la definitiva horizontalidad, añoraré estos hermosos y escasos momentos que el mundo regala.
Me gustaría que el sol hiciera eso conmigo, sacarme con su calidez de la tierra y darme la libertad de la flotabilidad.
Pero sé que me quemarán como un puto neumático viejo o meterán en un cajón de hormigón. Aunque una vez muerto, me sudará la polla lo que ocurra.
Estoy en el momento y lugar preciso para variar. Es lo único que ahora me importa y gozo.
Y casi siento desprenderme de mi piel siguiéndolas y dejar mi carcasa aquí y ahora que todo es perfecto.
Es importante acabar bien.
“Vivir agota ¿verdad, amigas?”, pienso.
Siento…
À bientôt! bellas almas.
Ya pronto…

Foto de Iconoclasta.

Hace frío y la niebla rechaza el sol.
El frío agota más que nada el organismo; y pérfido te invita a dormir…
Rompe la piel de las manos y pies, se mete hasta el tuétano de los huesos.
Hasta el desánimo de no saber cuánto resistirás.
Congela el tiempo que se queda quieto como un último suspiro en la boca muerta.
Y a pesar de ello hace de la naturaleza una obra de arte de hermoso dramatismo.
El frío te consume bellamente, es astuto con sus trampas.
Es urgente desear tu calor que también me consume. Elegir tu piel que acapara los rayos del sol y te erige en este frío páramo en una diosa áurea.
Pero nada es perfecto ¿verdad, cielo?

Foto de Iconoclasta.

He visto un extremo del arcoíris tocar la montaña y parecía refulgir oro la tierra, los árboles y las cosas.
Si dios existiera no sería tan bello y mágico.
Tan monumental…
He sentido que ha valido la pena vivir para llegar a este momento, incluso con la pierna podrida. No importa.
También he jurado que si alguien me impidiera ver esta magia le cortaría el cuello y por el tajo le arrancaría los pulmones.
No existe dios, ni la bondad.
Existe el arcoíris y sé dónde nace o muere.
Ya no necesito saber mucho más.
Pero morir será ahora un poco más triste…
No importa, pensaba morir sin verlo hasta hace unos segundos.
No existen los paraísos, sólo los bellos azares.
Tengo la prueba, tengo el efímero tesoro tatuado en las retinas.
Es hora de fumar como si hubiera follado.
Bye.

Foto de Iconoclasta.

Desde el antiguo puente del Raval, sobre el cauce del Freser, he sentido estar en el palco principal del Gran Teatro Planetario.
El cortejo fúnebre más bello.
Y yo solo y aplastado en el palco de honor por el peso de una belleza casi voraz. Sin ser nada, sin ser nadie.
Sin merecerlo.
Un ocaso tan hermoso como monstruoso.
Me pregunto qué veneno lleva el cielo, porque sé que las cosas más bellas del planeta son venenosas y cortantes para evitar que los mediocres las marchiten.
Las nubes parecían dirigirse a devorar los restos del sol agonizante, teñidas de sus últimos estertores lumínicos.
El sol en agonía…
La lucha del Este contra el Oeste.
Y al igual que ocurrió con la última corona lunar, nadie miraba la bellonstruosidad que pasaba sobre sus cabezas.
El espectáculo planetario, el desfile de la grandeza y del color.
Si la televisión o internet (el Estado en definitiva) no lo anuncia, nadie mira al cielo oscuro del anochecer.
Caminan con las cabezas gachas, con temor, con servilismo; como si llevaran un bozal que los humillara. Caminan con el reflejo sucio de un teléfono en sus ojos incoloros y velados, con el cerebro desconectado del planeta.
Son tan dolientes los colores…
Sin opción a filtros o corrección alguna, porque es una creación perfecta. Insuperable, inimaginable cuando te encuentras ante ella.
Y tan grandes los espacios, amor… Y nosotros tan pequeños que sólo puedo pensar que un fenómeno cósmico nos enfrentó y nos reconocimos en una fracción de segundo, con el ángulo exacto del tiempo y la luz.
Desde este viejo y pétreo púlpito, con las manos ateridas por el aire gélido que arrastra el río, observo este inefable y efímero momento de apoteosis. Apenas durará un minuto, el tiempo que el sol recorra tan solo un milímetro más hundiéndose en el camposanto del Oeste.
Todo lo bello está ahí, todo el arte y toda la grandeza.
Si estuvieras aquí… Hubiera cogido tu mano, no sé si atemorizado o epatado, buscando tu calor y la fuerza de tu cariño para que las nubes no me arrastraran a la oscuridad donde muere el sol.
Porque es tentador seguir el rumbo hacia el bellonstruoso ocaso de malva agonía.

Foto de Iconoclasta.

Es un día de sol otoñal, de los que hacen sudar al caminar largo rato y al detenerse, la piel se enfría más rápidamente de lo que se consume el hálito del moribundo atiborrado de morfina.
Si te detienes estás muerto, desconfía de dios si existiera.
Pienso en las infecciones pulmonares y la penicilina.
Y extrañamente, en el soleado camino, se encuentra orando al sol una mantis en lugar de estar fundida con la hierba.
Cuando me he acercado a fotografiarla no se ha movido de su lugar, simplemente ha girado su predadora e impía cabeza y me ha observado con su mirada gélida a pesar del sol que la baña.
¡Qué valiente!
Me emociona ese ingenuo coraje de los animales pequeños. No temen, no huyen y protegen su tiempo y lugar que ocupan.
–No eres más que yo –dice con su mirada mecánica y las mandíbulas mordiendo las palabras apenas han salido.
Lo mata todo… Qué envidia.
Y no lo soy, no soy más que nadie. No necesito que una mocosa mantis me lo diga. Sólo nos parecemos en el verde de los ojos, si se le puede llamar “parecido” a su verde intenso y vital contra mi verde irritado por el sudor, el acumulado exceso de luz y desgastado por un hartazgo vital.
Todas sus patas son perfectas, yo tengo sólo 1,2.
Ella es perfecta, eficaz, una cazadora nata. Yo un cerdo que se alimenta plácida y cómodamente.
Ella es estilizada, la cima de una evolución perfecta. Yo un gorila a medio hacer, torpe y asqueado de mi especie.
– ¿Por qué estás en el camino y no oculta en la fronda?
–Porque soy alérgica al diente de león y hay mucho por aquí.
– ¿Cómo va la caza?
–No tengo hambre, sólo quiero secar la humedad de mi coraza.
–Como se dice que eres tan voraz…
–Yo no viviré tanto como tú, me he de apresurar en cazar y matar cuanto pueda, no es una cuestión de hambre, si no de trabajo. Disciplina, disciplina… –divaga ella olvidando mi presencia.
–Pues ahora mismo estás muy tranquila, relajada.
–Estoy pensando en cómo sería devorarte, no seas frívolo.
–Te podría haber pisado.
–Claro… Lo que no ocurre, no importa. No soy humana y mi tiempo es breve.
Ninguna parte de su cuerpo se ha movido en todo este tiempo, y su mirada ha adquirido la frialdad de la luna muerta. Parece haber eclipsado el sol. Tan pequeña…
Pienso que está neurótica, nada es perfecto.
Le digo adiós, como se saludan los caminantes en alta voz, sin que sea necesario, antes de alejarme cojeando de su camino. Me responde con un adiós rascado, triturado.
Las comparaciones entre ella y yo no son odiosas, son tristes. Aunque muerdo con fuerza el cigarro por una rabia que arde en mi cerebro, la tristeza me arrastra siempre a la ira, tal vez por hacerme sentir avergonzado.
No puedo entender cómo, en algún momento, mis padres llegaron a sentirse orgullosos de su hijo. Madre me quería tanto que me hace sentir ser un fraude, aún que está muerta. Incluso en la adultez vi en sus ojos el brillo del cariño. A veces pillaba a mi padre mirándome con orgullo. Agradezco a sus amados cadáveres aquellos halagos.
No sé… Los padres se equivocan tanto como los hijos, incluso más porque abusan de su tamaño y fuerza.
La mantis mira al sol pensando en cómo devorarlo. Sus espinosas garras se agitan en un tic constante intentando desplegarse y cazar.
Y agradezco al día el encuentro con la señorita mantis, agradeciendo también no ser el señor mantis atraído por esos ojazos suyos.
Aunque morir no es bueno ni malo, simplemente sucede.
Así que le deseo sin dramatismo o teatralidad alguna, larga vida (más que la mía) a miss mantis, ella sabe disfrutar del planeta con su orgullosa mirada y estilizada perfección letal.
Dios es un mierda, es imposible que la creara.

Foto de Iconoclasta.

Se juntan, reúnen, asocian y compiten.
Se solapan bellezas y coloridos unos sobre otros en un caos de hermosa psicodelia.
Tanto que me hacen ajeno al planeta. Me pregunto qué cojones hago yo aquí, tan gris, tan incoloro…
Tan neutro y anodino.
Corporativistas orgullosas…
No comprendo mi existencia en el planeta ante la Corporación de la Belleza y el Color.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Las cosas bellas lo son por su sutileza, son livianas. Diáfanas como una ventana al dulce sol del amanecer.
Un aleteo de mariposa, un pétalo a caballo de un soplo. Un trasluz volátil, efímero.
Pero no pueden resistir el embate de lo horrendo, denso, opaco, oscuro.
Tan oscuro…
Tanto dolor y su muerte.
Dame refugio.
Aún quepo en tu corazón…
Soy el hombre roto, muchas veces arrollado, aplastado por las brutales cosas horrendas.
Me arrebataron mis pocas cosas bellas.
Las desintegraron con la absoluta indiferencia hacia la ternura que hace posible todas las crueldades del mundo.
Y siento que a mí con ellas.
Me quedé tan vacío…
Aún quepo en tu corazón.
Por favor…
Si pudiera crear cosas bellas, sólidas.
Y a la vez sutiles, que parezcan de plata a la luz de la luna.
Dime que es fuerte la luna, que es una belleza sólida luchando contra lo horrendo.
Si pudiera crear de nuevo las ternuras despedazadas…
¡No puedo! Todo yo siento ser una triste fractura. Un muñeco sin brazos en un vertedero.
No puedo crearlas, no aquí en La Tierra.
Si no estuviera más muerto que vivo…
Tan viejo, tan antiguo de mierda.
No dejo de ver una y otra vez los cadáveres marchitos de los sutiles y bellos momentos descender ingrávidamente, como barcos a la deriva en un mar muerto. Y hacerse polvo al caer en mis zapatos.
Sentía abrirse la carne de mi pecho y vaciarse el corazón.
¡Oh devastación!
Soy un rimero de odios y rencores, grito veneno por vengar la muerte de las cosas bellas, caiga quien caiga, muera quien muera.
Quiero dolor, sangre y muerte. Abrir fuego indiscriminadamente.
Si no puedes con el enemigo, muere odiándolo.
Seré un rencor inmortal.
No quepo en tu corazón, cielo.
Sin mis cosas bellas soy otra oscuridad, una ponzoña en ti.

Iconoclasta