Posts etiquetados ‘paz’

Escribía con la cálida luz de un claro del bosque, en una zona de descanso a unos pocos metros de la orilla del río y presentí a las almas, que sin ser necesario, ocupaban silenciosas e invisibles los bancos para admirar la luz y sus sombras.
Ocurre cuando no hay estruendo de voces humanas y pisadas, cuando los mirlos saltan por el suelo piando graciosamente y un cuerpo sentado en otro banco, frente a una mesa de cemento, rasguea con su pluma en el papel aparentemente ajeno a ellas.
Tal vez yo también sea una de ellas.
No sé…
Anhelan la luz, les hace recordar que un día habitaron la carne.
Echan en falta las cosas táctiles y visibles.
¿Y si las pobres sienten pena de que nadie sepa de su existencia?
Silentes miran al centro del claro, a la luz que hace visible lo tangible y evocan lo que un día fueron.
Pobres almas tristes…
Puede que sean novatas. ¿Y si hace poco que sus carnes murieron y aún no saben qué hacer?
Un pensamiento que no era mío entró en mi cerebro desde los bancos donde las almas admiran la luz tristemente.
– ¿Si vives por qué estás aquí ahora, más solo que nosotras?
–Porque debo presentir que pronto estaré aquí como vosotras, un gas transparente y mudo.
–Nosotras no lo hicimos nunca. Incluso como almas y sin vernos las unas a las otras, nos reunimos aquí cuando los rayos de sol alargan las sombras. Tú no eres de aquí aún; pero no pasa nada. Si te pesara la soledad no estarías, es tu voluntad. Es bueno.
Te gustará morir, es una paz instantánea. No necesitarás ver y tocar para vivir, para sentir. Saber que ya nada malo puede pasar… Y reconocer que estás serena y deliciosamente solo.
–Como ahora con vosotras.
–Adulador.
El alma ríe y sus compañeras, pareciera que agitan la fronda creando un murmullo de brisa que me lleva a entornar los ojos gozando de una inusitada armonía.
Sin embargo, no puedo dejar de percibir cierta tristeza en ellas.
Y piedad.
Esa necesidad de luz… Cómo si algo fallara en ese mundo invisible.
– ¿Estás bien?
–No lo sé, no lo sabemos. No hay cielo ni infierno. Es una apabullante libertad, como ocurre en la infancia cuando madre y padre no están cerca mirándote. Cuando te haces vapor añoras ciertas sensaciones. Somos un grupo de almas jóvenes, las veteranas no vienen aquí ni a sitios donde una vez vivieron. Se han adaptado a prescindir de todo lo orgánico que conocieron y viajan por el universo acumulando conocimientos. Hablando con seres más lejanos en el pasado y futuro, como yo hablo contigo. A nosotras nos da miedo esa inmensidad, hace tan sólo unas luces que tuvimos que dejar el cuerpo que ya no se movía. Creemos que estamos pasando por una infancia y adolescencia espirituales hasta adquirir la plena conciencia de nuestro ser.
– ¿Olvidaréis que un día vivisteis lo tangible?
–No. Cuando nos atrevamos a sentir el universo conoceremos tantas vidas, cosas y seres que nuestra vida orgánica quedará sepultada como un recuerdo lejano, una experiencia útil. ¿Sabes que las almas veteranas son felices y se ríen amablemente de nuestro temor?
–Son buena gente. Y a vosotras ya no os preocupa el tiempo y podéis hacer lo que queráis. Me gusta sentiros aquí, me da paz.
–Te voy a decir un secreto: ¿Sabías que no existe dios?
–Sí.
– ¡Qué chasco! No has muerto y ya eres un alma veterana.
Y la fronda del bosque se volvió a agitar por otra brisa invisible formando una sonrisa coral. Dejé de escribir mirando con ternura e ilusión los bancos de las silentes y transparentes almas novatas.
No les dije que ellas tampoco existen, que son producto de mi locura. Odio la crueldad innecesaria que nace del afán de demostrar ser poseedor de la verdad. Las mentiras siempre son más hermosas y necesarias que las verdades que destruyen la imaginación y sus almas. No hay necesidad de destruir las bellas cosas que imaginamos. Son cuadros de una galería que no pueden hacer daño a nadie, y cuando dejas de mirarlos vuelves a la dimensión triste y gris para hacer lo que puedes, mientras llega el momento de surcar el universo como una frecuencia invisible viajando a la velocidad de la desintegración.
Yo quiero volver mañana a mi soledad y que estén allí, haciendo susurrar la fronda del bosque con una hermosa inocencia y unas sonrisas sinceras en mi pensamiento.
Soy una de ellas, lo sé. Y no tardaré en viajar lejos hasta hacer de mis palabras un difuso recuerdo entre los fuegos incineradores de un sol.
Debo conseguir unas inmateriales gafas de protección pronto.
Mis amigas, mis bellas e ingenuas almas, serenas, sin prisas, cordiales. Que hablan en susurros dentro de mi cabeza, cuidadosamente…
Hasta mañana.

Foto de Iconoclasta.

Es fascinante, mágico e incluso espiritual observar las almas surgir y desprenderse de la tierra y los árboles cuando el sol derrite la escarcha de la noche.
Hacen el frío más cálido y aterciopelado, no muerde con tanta fuerza el pensamiento.
Tal vez sea por respirar las almas libres y serenas que se extienden por el prado silentes, sin drama.
Las saludo en silencio, con la mano acariciando el aire. Y les deseo feliz viaje a donde quiera que vayan.
Con cierta melancolía anticipada pienso que en mi último latido, antes de la definitiva horizontalidad, añoraré estos hermosos y escasos momentos que el mundo regala.
Me gustaría que el sol hiciera eso conmigo, sacarme con su calidez de la tierra y darme la libertad de la flotabilidad.
Pero sé que me quemarán como un puto neumático viejo o meterán en un cajón de hormigón. Aunque una vez muerto, me sudará la polla lo que ocurra.
Estoy en el momento y lugar preciso para variar. Es lo único que ahora me importa y gozo.
Y casi siento desprenderme de mi piel siguiéndolas y dejar mi carcasa aquí y ahora que todo es perfecto.
Es importante acabar bien.
“Vivir agota ¿verdad, amigas?”, pienso.
Siento…
À bientôt! bellas almas.
Ya pronto…

Foto de Iconoclasta.

Eres mi fascinante fotografía que evoca todo lo que deseo y me falta.
Una explosión de sonrisas, besos, piel y palabras.
Una ternura y deseo a todo color.
Y una implosión íntima de suaves grises otoñales que dan una especial trascendencia a amarte; volutas de humo gris que hipnóticamente se transforman en todas las emociones que impregnan el aire que respiro. Y llegan tan adentro…
Eres la deslumbradora luz que acelera el corazón y el reposo de una íntima y evocadora penumbra de confidencias en susurros.

Foto de Iconoclasta.

Así será la noche en la casa cuando esté muerto.
No me parece trágico, tan sólo sereno, suave, suave, suave…
Irremediable.
Fue un buen lugar.
Unos besos a quien amo, antes de que la casa quede vacía, serena…
Antes de lo irremediable.
Aún que puedo.

Foto de Iconoclasta.

De repente te aíslas del rugido del agua, de las voces y la lluvia seca; el crepitar de las hojas muertas que caen y pisas.
Mantienes la respiración porque algo va a ocurrir.
Y el silencio lo llena todo…
El silencio despliega el telón de un momento de inusitada belleza y paz.
El agua, la fronda y la garza parecen girar en un caleidoscopio hasta fijar el momento perfecto de la serenidad y la armonía. Y provoca un vértigo en el pensamiento.
La garza está ahí porque puede, es la pura esencia del ser, sin necesidad alguna, sin vanidad. De hecho, es ajena a todo, hasta tal punto que niega mi existencia.
Yo no existo y ella es el único ser vivo de ese mundo que ha sido revelado.
¿Sabes, cielo? Así te sueño, en el momento perfecto. Yo manteniendo la respiración, inexistiendo para que nada enturbie tu mundo al que aportas fascinación. Soy un admirador fantasma, un testigo accidental e intangible de cosas hermosas.
No está mal mi privilegio para ser un fracasado…
Hay momentos de melancólica dicha que parecen ríos de agua tibia corriendo bajo la piel.
Adiós garza.
Adiós, mi amor.

Foto de Iconoclasta.

Monstruosidades en miniatura son los besos y palabras que minan a través de los intersticios moleculares de los tejidos anímicos los diques de contención, consiguiendo desbordar las emociones.
Pequeñas son las lunas de plata que se deshacen como mercurio tras emerger por los lagrimales, derramando el veneno del amor en los labios durante la íntima noche de los recuerdos amontonados. Lanzándonos al mundo sin espacios, esperas y límites que nos convierten en materia onírica prácticamente perfectos, sin ansiedades, donde todo es. Ajenos a nosotros mismos.
Primorosas las palabras que tan rápidas se leen y, como cargas de profundidad, explosionan en el corazón acelerándolo a cien por hora sin pensar en la posibilidad de que se rompa.
Como muñequitos irrompibles porque no tienen huesos…
Mágico el papel de las cartas nunca enviadas que crujen como tristes fracasos entre los dedos: el amor escarificado con la presión del anhelo, tatuadas las mortificaciones con la tinta de la pasión.
Áspero como el semen seco en mi vientre.
Alegres las oraciones que se dirigen al alma y su cuerpo tan palpable y lejano en las probabilidades. Y sin embargo, como un aire fresco cierra los ojos como si hubiera paz y la vida te acariciara.
Acogedora soledad que cerca la intimidad necesaria para que lo llene todo de ella que la amo.
Una perinola en miniatura en el bolsillo para hacer girar el mundo, cuando de tan quieto parece muerto. Para fascinarme con un equilibrio que sólo ella posee y con vanidad gira y gira y gira… Y luego, asistir a su tristeza al verse abatida con un agónico y último roce contra la superficie.
Y pienso que descanse en paz, aunque podría hacerla girar y que de nuevo vibre de alegría. No soy Jesucristo, no tengo un interés especial en la dicha de las cosas sean orgánicas o no. Cuando me apetezca.
La ambición, ya saciada, es un juguete que adorna la estantería de los recuerdos y las certezas de amar y ser amor.
Unos pequeños dados en el bolsillo, la aleatoriedad de la vida y la muerte. Y apuesto a un doble seis de amor mis últimos cinco minutos de oxígeno en el espacio, esperando sus labios salvadores.
He buceado en su mundo líquido durante horas sin necesidad de respirar. O tal vez, he respirado su agua; pero estaba pendiente de su existencia y no de la mía. Qué pequeñitas subían las burbujas hacia la superficie, contentas de haber hecho su trabajo y llevarse el aire de los pulmones y así, llenármelos de amor líquido extra fuerte.
Soy la toma un trillón y… ¡Acción!
Una orden innecesaria para amar sin horizontes, infinitamente. Donde la entropía me lleve. Soy un neutrino atravesando la coraza subatómica del cuántico amor.
El microbio ganador asaltando el palacio de tu principio creador de carne y sueños.
De fluidos y gemidos.
De ropas rasgadas sin ultrajes mediante.

Foto de Iconoclasta.

Pienso que con tantos millones de humanos presionando la corteza terrestre hasta la ruptura, no hay suficientes muertes.
No tardará en faltar espacio para expandir los pulmones y respirar.
Es necesario que la muerte haga su trabajo.
Que surja una especie animal cuyo alimento sea exclusivamente la carne humana.
O eso, o que en los transportes públicos, cines y edificios-colmena; en asientos, paredes y mamparas se instalen pantallas de Rayos X camufladas con publicidad, a la altura adecuada para que radien constantemente los genitales de los usuarios y vecinos. Sería una solución incruenta.
Pienso que hay demasiado amor en el mundo, amores infundados y fabricados según las circunstancias y que se confunden con reproducción por una cuestión de ignorancia y una vanidad injustificada.
Yo sólo quiero a dos o tres personas, no es por elitismo o ser celosamente selectivo. Es fisiología, mi cerebro tiene un estrecho canal afectuoso. Y el puto Amazonas como canal de libertad y fascinación por los espacios libres.
Llegan fechas institucionales de paz y mierda, con los arrebatos angelicales de bondad en todo su esplendor hipócrita y mezquino tan propios de la eufórica y alcohólica narcosis navideña. Y yo me retraigo hacia el negro tumor de mi cerebro, donde el exceso de azúcar no puede penetrar y sólo caben los muy pocos que quiero.
Aquel mendigo mitológico, Jesucristo, murió por “nosotros”.
Bien, tanto celebrarlo con lloriqueos de ternura y empatía; pero nadie toma ejemplo y se deja destripar y crucificar.
Se celebra paranoicamente la vida y se ofrecen los mejores deseos a los millones de desconocidos e indiferentes seres que hay en el mundo. Y la pragmática y sincera muerte se asfixia entre bisturís, vacunas, pastillas, oxígeno en lata y otros tratamientos médicos. Con los edictos fascistas de los “padres bondadosos” que velan por la salud y productividad de sus millones de reses contributivas. Que salmodian como villancicos lo mala que es la libertad para la salud y que un cigarrillo mata más que los asesinos que ellos dotan de armas y misiles, recompensan y aúpan a su nazista órbita de poder.
El amo nazi adoctrina a sus borregos que aquellos que degüellan, aplastan con coches y revientan con explosiones a seres humanos en el nombre de Alá, son ahora sus amigos del alma. Que el islam, a pesar de decir que hará de todas las naciones su reino mediante el terror y la muerte, es amigo navideño. Se les debe amor a los asesinos sectarios, dice su ilustrísima nazi del coronavirus.
Mágicamente, de la noche a la mañana, aquellos que odian a los que no rezan a su dios, se han convertido en seres de luz. ¿No es precioso, después de siglos de matanzas, que de repente se obre el milagro merced a un líder nazi de una falsa “democracia”?
Y los borregos decadentes y serviles del amo nazi se apresuran a salir a la calle con todo su amor y banderas que no son suyas, a dar el aleluya a sus nuevos y amados amigos.
Cada pueblo tiene el líder nazi que se merece, y por tanto la muerte que se merece también.
La propia conciencia insectil de la humanidad, pide a gritos su propia muerte porque se reconoce venenosa y plaga. Asqueada de sí misma a nivel instintivo.
Desde mi tumor, el que siempre protegí de curas y tratamientos, soy el megáfono del oculto y oscuro pensamiento del hombre sin doctrina y sin amo.
Hay tanto amor, que irremediablemente voy a ir a vomitar al cementerio, el mejor sitio para ello. Si no los amé en vida, mucho menos sus esqueletos.
Tal vez sean ellos, los asesinos sectarios, la nueva especie animal que se alimentará exclusivamente de seres humanos.
Me parece una buena idea que la chusma sea asesinada por la mano amiguísima de quien ama. Es una ternura que dejará espacio.
No importan los medios, importa el fin, generar espacio e higiene para mis pulmones.
No pueden hacer daño unas navidades oscuras como este tumor, este refugio anti hipocresía desde el que divago. No a mí, claro.
Más vale una docena viviendo dignamente que millones lloriqueando frente a sus móviles y sus mensajes de blanca imbecilidad.
Blanca pornografía de corridas níveas….
Desde el negro tumor de mi cerebro: feliz navidad y sus millones de muertes. Y el más kilotónico y aterrador fin de año.
Y si comienza otro, que sea el año uno garabateado con un pedazo de uranio en las paredes de una caverna gélida y oscura.
Hay quien discutirá que sería el año cero. Bien, me suda la polla, al fin y al cabo el cero es el símbolo de la nada, me parece genial también.
Siempre vi problemas cerebrales en mis profesores en sus salmos cuando intentaban castrarme y adoctrinarme en la escuela. Siempre veo problemas mentales de subnormalidad en los decretos de paz y amor del jerarca y su fascismo que no cesa, como un parásito que me amenaza desde mi nacimiento.
Y exhibo con orgullo ese fracaso “escolar” cuando me apetece acariciándome el rabo.
Soy humano, tengo mis vanidades.
No podían ellos saber de mi poderoso tumor y refugio anti amor gratuito e indiscriminado.
Lerdos…

No hay tragedia en el árbol tumbado por el viento. Incluso es motivo de alegría por su leña.
Con los seres humanos anónimos ocurre lo mismo, por el espacio libre que dejan.
Los árboles no lloran por sus muertos y los humanos se angustian porque el cadáver les recuerda cuál es su destino final. Los hay que lloran por perder a un ser amado; pero la práctica es que la indiferencia es una absoluta mayoría; la vida es corta y solo los estafadores y maníacos sienten dolor por cada humano muerto en el mundo. Son los únicos que tienen tiempo para las indiferentes muertes.
Los antílopes no lloran por el que devoran los leones a pocos metros de donde pastan y no hay nada que reprochar.
El mundo gira a la misma velocidad cuando muere un árbol, un humano o un amor.
Los amores muertos no dejan residuos y sus vapores no afectan más que a los amantes, es una tragedia íntima que todo ajeno ignora y de poco alcance radiactivo, no más de tres o cuatro centímetros desde la piel.
No hay responsos por los árboles, humanos y amores muertos, no para todos los cadáveres. Solo puedes sinceramente, observar los restos y las tristezas que evaporan y razonar que no es tu momento.
Que ya lloraste a los que debías y que la vida es una mecha rápida e imprevisible.
Podría ser amable y desearle buen viaje al árbol caído (como el ángel…); pero no pide ni necesita hipocresías.
No puedo regalar un tiempo que se me escurre rápido entre los dedos.
No pierdo el tiempo con los muertos porque son demasiados y no todos fueron buena gente cuando respiraban.
Soy selectivo.
Existentes ciertas insensibilidades que se desarrollan con la praxis vital, herramientas necesarias para que los forenses puedan hacer su trabajo relajadamente.
Y para que yo la siga amando sobre todos los cadáveres de La Tierra.
Así que cierro los ojos ante la repentina ráfaga de aire fresco que relaja mi piel y el tabaco templa mis pulmones rudos y experimentados.
Buen viaje, arbolito.
Tampoco cuesta tanto saludar a los muertos si te apetece cuando nadie te ve.
Y podría sonar Spiegel im Spiegel es un buen momento; pero nada es perfecto.

Foto de Iconoclasta.

No se conforman con volar, tienen que trepar arriba y abajo por los árboles.
Volar es demasiado fácil, demasiado vulgar.
Son buenos escaladores…
Y yo solo hago lo fácil.
Mierda…
Verticalmente, cabeza abajo avanzan tan veloces como hacia arriba.
En la ribera del río, donde escribo a menudo, se me queda suspendida la pluma a unos milímetros del papel observándolos. Y me doy cuenta de que no es necesario escribir, solo ser. Al final, carezco de importancia.
Soy menos que ellos.
Escribir es una patética vanidad, un intento por trascender a nada.
Cuando el silencio es largo y sin roturas, se acercan y me miran desde el árbol girando la cabeza con curiosidad, me arrancan una sonrisa secreta. Y al cabo de un instante, se acercan a mis pies sin timidez.
Pero cuando se acercan las estridentes voces humanas o sus horribles músicas ajenas a ellos; se van.
Y me dejan solo con los que no quiero.
Quisiera trepar y volar tan veloz como ellos, para alejarme con rapidez de los otros, los invasores. Y no puedo, soy de una torpeza que me da vergüenza escribir.
Nací estropeado, o algo pasó que no fue bien en mi concepción.
Si fuera un trepador, no me acercaría a alguien como yo, tan anodino… Pero son buenos tipos. Demasiado buenos.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.