Posts etiquetados ‘Reflexiones’

Día un millón: estoy en el bosque y suenan lejanas unas campanas, repetidamente.
Son las once de la mañana y es el día de los muertos, es la razón de su insistencia. Llaman a los vivos, es hora de llorar frente a los huesos. O de reír, no todo lo muerto es bueno.
No hago caso, estoy donde debo estar.
Tengo ya unos cuantos muertos en el cementerio; pero no voy a visitar sus nichos, los huesos no tienen nada que decir.
Ni esperan nada.
No son nada.
Pienso en la resurrección y la putrefacción de los cuerpos. Pienso en la reencarnación y en los riesgos de iniciar otra vida de mierda.
Simplemente morir, es lo correcto. Está bien.
Todos los días, al igual que a quien amo, hay un instante para evocarlos, solo requiere una milésima de segundo y hay cientos de miles de ellas en un día.
En el cementerio nunca. Es un lugar demasiado aburrido. Demasiado festivo cuando tocan a muertos las campanas.
Sin embargo, hay días que paseo por el cementerio, para huir del rugido de vida del bosque, se han de cuidar los oídos…
A pesar de que ahí no hay ninguno de mis muertos, paseo convirtiéndome en silencio entre sus tumbas y nichos. Paseo para imaginarme ahí dentro, en una tumba, vertical u horizontal, no importa; para leer cuánto vivieron y ver a quien gano y a quien no ganaré en años de vida. Para fotografiar la decrepitud definitiva…
Es día de muertos, pero el bosque es más poderoso que las campanas. Y mis muertos no me esperan. Y yo no hablo con simples calaveras que ni siquiera tienen ojos. El tiempo es oro y los muertos no aprecian estas cosas.
Flores no necesitan, están rodeados de ellas. Ellos enriquecen el suelo con lo que fueron.
Y la condensación de su cuerpo muerto hace tiempo que se esfumó. Las almas tienen la longevidad de un cigarrillo.
Hay muertos sin nombre que tampoco se preocupan por las campanas. A veces creo que tengo más en común con los muertos que con los vivos.

Iconoclasta

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Soy un espía

Publicado: 6 octubre, 2020 en Sin categoría
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A pesar de la belleza del bosque en otoño no puedo evitar una tristeza que me impregna con suavidad y ternura con la llegada del sueño invernal y sus colores. Es una despedida, un mensaje cifrado en amarillos verdosos, dorados, marrones, rojos, bronces y por fin el gris de los árboles-esqueletos que dibujan líneas quebradas en los cielos blancos.
Dicen los colores en su espectacular tristeza: “Hasta luego, compañero. Si los dos sobreviviéramos…”.
Las hojas caerán muertas de los majestuosos árboles que se convertirán en no muertos de grises claros gélidos.
Lo que hace dos semanas era verde ha comenzado a amarillear; ahora vira al dorado y dentro de unos días, será rojo y marrón. Y un poco más allá, cuando el frío forma nubes con la respiración será el gris de las cortezas lo que domine el bosque. Los rumores de las frondosas copas, se convertirán en crujidos con el viento.
Y así sin darme cuenta, pienso en otoños; porque en los años no hay bellos mensajes de colores de agonía y miedo. Los años son pura banalidad, una invención de los seres que perdieron su lugar en la naturaleza.
Mis otoños no son dignos, solo soy un espía del bosque.
Yo tengo una guarida caliente y alimentos inagotables.
Juego sucio a ojos del bosque, aunque nunca quise hacerlo.
Me deberían fusilar…

Iconoclasta

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He soñado con mi madre que, tras hacerme una de sus bromas de niñez, me daba el beso más tierno que desde mi infancia no he sentido jamás.
Hasta anoche que la soñé.
Pobre madre muerta…
Duelen tanto los seres que amas, vivos o muertos.
Pobre de mí, un patético viejo soñando a su madre.
He pedido morir para no salir de ese momento de absoluta y desesperante belleza.
No quiero vivir más estas tristezas.
Me niego a despertar a las cuatro de la madrugada y fumar para que el ardiente humo evapore todas esas lágrimas que inundan el corazón, los pulmones, el vientre…
Una hemorragia imparable de tristeza.
Y sin embargo, deja los ojos secos como tierra al sol.
Su rostro sonriente se acerca a mi mejilla para besarme con esa poderosa dulzura. Y adquiero la certeza de que no la quería tanto como ella me quería a mí. Y así, a la tristeza se suma la vergüenza de ser un miserable.
Debería haberla besado con esa dulzura arrasadora.
Nunca pude imaginarla muerta.
Estoy cansado de soñar tristezas, es hora de morir de una vez por todas. Aunque deje de existir, sin posibilidad alguna de encuentros con mis amados seres en el más allá o en otras dimensiones.
Solo basta con que cese esta hemorragia que me ahoga por dentro.
He despertado repentinamente, rompiendo esa perturbadora y bella fantasía, una mentira más de mi mente tarada.
Madre… Solo gente especial que besa con tanto cariño, puede aparecer viva en los sueños.
Yo no podría, mama. Tu hijo es un mediocre.
Tu hijo es un mierda que te quiere y recuerda con toda su podrida y miserable alma.
¿Qué se rompió mientras me dabas vida en tu vientre para que tu ternura no entrara en mi sangre en suficiente cantidad?
Si supieras de la dolorosa tristeza de un beso que ya no sentiré, de un niño que hace décadas murió absorbido por mí. Yo me asesiné a mí mismo y luego moriste.
Y ahora solo me quedan tus oníricas ternuras, como si estuviera maldito con semejante bendición.
No debería estar vivo.
Debería estar muerto como ellos.
Mis muertos, mis pobres muertos…

Iconoclasta

El gobierno español de los caudillos Sánchez e Iglesias, junto a sus afectos responsables y sus caciques (presidentes autonómicos); deberían ser acusados y juzgados de secuestro de las libertades más básicas, delito contra la salud pública y genocidio.
Además del personal médico, sanitario y del ejército y policía que actuó con complicidad.
Y por supuesto, los medios de comunicación y la prensa española, encargados de crear y mantener el pánico y la histeria entre la población con mentiras y desinformación.
El fascismo español se defiende de su negligencia y la inutilidad de los cuatro meses de prisión y acoso al ciudadano, alegando que la culpa de los rebrotes es por causa de la juventud y sus botellones.
Pero fue la prisión a la que sometió a la población la que debilitó el organismo de los habitantes durante esos cuatro meses de inmovilidad forzada con severa coacción. Millones de personas se estresaron, se creyeron enfermas y no respiraron aire libre ni realizaron sus actividades diarias. Quedaron estabulados como animales de granja durante casi dieciséis semanas. Y su organismo quedó débil e indefenso.
Y esos cuatro meses fueron premeditación y alevosía del nuevo fascismo español.
Cuando por fin el acaudillado gobierno español instauró La Nueva Normalidad Española, impuso el uso indiscriminado y salvaje de la mascarilla a todas horas y en todo lugar; negando a la población que pudiera respirar correcta y decentemente y por ello, provocando un fulgurante rebrote de contagiados de coronavirus (verdaderos y falsos más que verdaderos).
La mascarilla impide que a los pulmones llegue la necesaria flora y fauna microbiana; y por lo tanto, a la sangre.
Por si eso fuera poco, la mascarilla empobrece el aire, contaminándolo con el propio anhídrido carbónico que normalmente se espira; si no obligaran bajo amenaza policial a llevar semejante bozal.
El gobierno español y sus afectos son los únicos responsables de los “rebrotes” ante su continuo acoso al ciudadano; pero sobre todo, los presidentes autonómicos se han convertido en los talibanes del fascismo del coronavirus, actuando contra las libertades de una forma mucho más radical y fanática.
Por otro lado, si la cobardía fuera delito, el gobierno de La Nueva Normalidad Española debería ser condenado a muerte.
No, no son los jóvenes, ni los niños los que propagan el virus. El gobierno, sus ministros, sus generales, sus policías y sus médicos tienen la absoluta responsabilidad del deterioro de la salud pública.
Y por supuesto, deberían ser acusados de genocidio: negaron el acceso al tratamiento médico y la cirugía de mucha gente grave, sobre todo vieja; que sin duda estaba padeciendo afecciones mucho más graves que el coronavirus (es lógico así que no se realizaran autopsias que los pudiera delatar como asesinos).
Por el gran número de muertos, se les puede acusar de genocidio sin ninguna duda. Así como a los altos funcionarios del ejército, policía y sanidad que actuaron con complicidad para llevar a cabo semejante masacre.
Que nadie se engañe: que el gobierno de La Nueva Normalidad Española sea juzgado de secuestro y detención ilegal, delito contra la salud pública y genocidio; no podría ocurrir jamás. Ya que el mismísimo poder legislativo, autorizó semejantes crímenes.
Abreviando: perro no come perro.
Pero lo importante para la propia dignidad, seguridad y salud, es identificar correctamente el timo y a los delincuentes. Porque de justicia jamás la ha habido ni la habrá.
La ley es lo más lejano de la justicia. Es incluso un escupitajo a la justicia.
Porque ahora, debería ser todo tan honrado y sencillo como: quien tenga miedo, que use la mascarilla y quien no, que lo dejen tranquilo y respeten su libertad. Así los cobardes estarán “protegidos” y los decentes libres.
Pero un solo valiente deja en evidencia a millones de cobardes, y la envidia es el peor virus que existe.

Iconoclasta

Antes de que se fundara el actual conjunto de sociedades industrializadas, tecnificadas y mercantiles, algunos viejos tenían un gran valor por su experiencia y acumulación de conocimientos.
Los seres humanos que llegaban a la vejez, lo hacían gracias a su fortaleza física e inteligencia para sobrevivir hasta tan tardía edad. Tenían la autoridad de la genética, la fuerza y la determinación.
Eran escuchados por su valiosa experiencia y juicio. Aquellos humanos ancianos, transmitían los valores del esfuerzo, el valor y la resolución con la historia de su propia vida.
Quedan muy pocos o ninguno con valores éticos como aquellos.
En la actual sociedad la vejez se ha convertido en algo anodino. Un tiempo y lugar donde los más débiles, tontos, mezquinos y cobardes se han reproducido para luego envejecer hasta edades injustamente longevas; dejando a la estirpe humana varios estadios por debajo de lo que era antes de que se iniciara la estabulación humana indiscriminada en forma de grandes ciudades y su endogamia.
Ha llegado artificiosamente a la vejez lo peor de hombres y mujeres. Y son legión…
De ahí que los actuales viejos se comporten como niños asustados y tontos por el calor, el frío, la lluvia, el café o una gripe. Y todos esos temores, toda esa ignorancia y esa debilidad; nietos y padres las han convertido en virtudes. Porque la mayor parte de los ancianos de esta decadente y degenerada sociedad, transmiten la debilidad, el miedo y la ley del mínimo esfuerzo (salvo cuando van en manada como turistas jubilados y arrasan los bufés libres de restaurantes y hoteles como auténticas fieras, incluso te muerden si acercas la mano).
Y padres y nietos, están de acuerdo con ellos.
Lo que nace y crece con indignidad, indigno envejece y muere.
Una vejez cobarde y anodina es el producto de una vida con las mismas cualidades.
Lo peor que podía pasar ha ocurrido: no todos los abuelos deben cuidar de sus nietos, es antinatural. Los niños son una esponja que absorbe rápidamente lo bueno y lo malo indistintamente. Algunos (muchísimos) abuelos deberían vivir a centenares de kilómetros de sus nietos.
La decadencia de la actual sociedad se ha propagado como una enfermedad infecciosa desde los viejos a los jóvenes.
De abuelos a nietos y de hijos a padres, canibalizando cualquier asomo de determinación e inteligencia entre ellos.
Una marea negra de mediocridad que devora la fuerza, el valor y la dignidad.
La vejez actual es un virus letal para la humanidad. Mezquindad inyectada en vena.
Y los más preocupante es que los actuales líderes políticos y jefes de estado, son nietos de una vergonzosa decadencia; de esos vejestorios apáticos y pusilánimes que han vivido injustamente demasiado tiempo.
Si yo tuviera setenta años y alguien me dijera que fuera con cuidado con el calor, lo envío a la mierda. Nadie puede enseñarme o aconsejarme como he de vivir al sol o al frío.
Si no puedes soportar el sol o la vida; mejor muere. Te lo está pidiendo el cuerpo, hazle caso.
Es tan horrenda la evidente degeneración de la vejez humana de la actual sociedad, que me parece absolutamente natural que nadie haya escrito de ello en estos términos.
Supongo que alguien con demasiados escrúpulos y absolutamente integrado en esta pútrida colonia insectil, se sentiría incómodo describiendo esto, la verdad.
Alguien tenía que hacerlo (emoji de carita tímida).
No lo digo con resignación, es amor propio. Un poco de narcisismo siempre sienta bien sea lo viejo que seas. Mucho mejor que llorar como un niño de tres años por un descafeinado.
Ser viejo y tratado como un bebé, con condescendencia y aceptarlo beatíficamente; es la peor de las películas que pueda imaginar.
Seré macho hasta morir.

Iconoclasta

No quiero vivir rodeado de alegría, es tan banal, mi amor…
Porque la vida está plagada de tragedia y la continua alegría del miedo la ridiculiza.
La sonrisa injustificada de infantiles esperanzas y debilidad le roba la dignidad a la vida, como un cáncer se come una víscera.
Si ha de doler que duela y cuando dejemos de sufrir, reiremos, follaremos, dormiremos juntos nuestro cansancio.
Si ellos ríen siempre, pienso en patéticos e imbéciles.
Porque vivir es morir y desgastarse.
No le veo la puta gracia.
Incluso nacer es trauma.
Cazar o trabajar es causa de heridas y desaliento. De muerte misma.
Yo quiero habitar el Planeta Triste que rinde respeto al esfuerzo y el drama.
Al amor verdadero que nace del agotamiento y la lucha.
Y beber de tus pechos tu esencia, cansado y hambriento.
De tu coño el aceite de la resurrección…
Si amas sonriendo eres un idiota e ineficaz actor o actriz porno.
Los amores mueren en el Planeta Triste. Y los tristianos caminan apenados como si el mundo les pesara en los hombros, buscando otro nuevo amor.
Jamás sonríen cuando duele. Solo ríen por motivos justificados, como la muerte.
No quieren hacer de su vida una ridícula película de superación y final feliz.

Iconoclasta

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Todo ha sido un cuento para conseguir la obediencia, la fe ciega del pueblo en el estado y el control 5G de la población.
El tiránico robo de las libertades, eufemísticamente llamado confinamiento no ha servido para contener la epidemia, ni siquiera estaba pensado para eso.
El único fin, y lo ha logrado el nuevo fascismo global; ha sido hacer de la población un rebaño manso, servil y anodino con sus mascarillas salvavidas. Que se siente temeroso, enfermo y dependiente de los grandes timadores que han sido los responsables de la epidemia del coronavirus.
Los contagios crecen y muchos son pura sugestión (al estado le va muy bien que los cobardes hipocondríacos cuenten como infectados), y siguen muriendo los débiles.
Nada ha cambiado tras meses de prisión domiciliaria; excepto que ya no hay drama porque la chusma está sometida y obediente bajo sus mascarillas y el control policial; pero sobre todo asfixiada por una crisis que los gobiernos mundiales han impuesto.
La han impuesto de la forma más descarada, grotesca y evidente que nadie se pudiera imaginar. Si salvas a un cobarde que piensa que puede morir, la crisis es un buen pago por ello. Así que ni siquiera ningún jefe de estado, como el caudillo Sánchez de España, se escondía de decir que lo peor estaba por venir, lo declaraba con orgullo y con fascista amenaza.
La cobardía anula cualquier especulación que no esté relacionada con la salud.
Es la gran estafa, inmensa, grandiosa y sin necesidad de inteligencia. Para atacar con lo más básico: el miedo a una enfermedad, no se necesitan grandes estrategas ni jefes de estado inteligentes. De hecho, ni jefes de estado se necesitan para realizar semejante timo.
Por supuesto, hay países que lo han sabido hacer bien, y otro como España, que no sabe aún como crear una gran y devastadora crisis y tener el control de ésta.
También se puede encontrar información sobre la mortandad por hambre: debería estar informado todo el mundo en estos asuntos, porque las crisis traen hambre y más enfermedad.
Respecto a los cobardes/as que tienen una fe ciega en su mascarilla por orden de sus timadores amos: si no mueren de coronavirus, morirán de cualquier otra infección que se desarrollará en su sistema respiratorio por lo insalubre de la respiración, incluso envenenados por su propio aliento.
Y si aún sobrevive alguno, las balas los matarán, porque al final estas cosas acaban en guerra.
El coronavirus es solo eso, un gran timo a escala planetaria y la vergonzosa evidencia de una decadente sociedad débil y ya prácticamente muerta.

Iconoclasta

No me puedo quejar, he hecho cosas por las que no he pagado y follado a quien amaba.
He salvado la vida en muchas ocasiones y ganado el suficiente dinero para satisfacer mi vanidad.
He sido esclavo; pero jamás he respetado al amo y lo he engañado.
Y cuando era obligatorio rezar, de pequeño movía los labios sin pronunciar, sin creer. Masticaba aquella hostia insípida y blasfemaba como los mayores con mis primeros cigarros a escondidas.
Me fascinó la pornografía y luego me aburrió, como los videojuegos y las grandes obras de la literatura universal que son afines a la ideología que ha hecho de la sociedad en la que habito, un vertedero de gente sin cerebro y serviles hasta la vergüenza ajena.
Y ahora que he hecho todo lo bueno y malo que me ha sido posible, soy un hombre incrédulo con una imaginación desbordada.
Un hombre que no se niega ningún placer, porque de morir no me libro y no hay premios allá donde no hay nada.
Un hombre que odia este tiempo y lugar en el que ha vivido y se siente ufano de ser feroz e impío de pensamiento y letras con los rebaños de humanos que le rodean y roban el aire y el espacio.
Un hombre con un hijo que sabe despreciar (como su padre lo educó) toda ley y toda tradición que son los grandes cepos de la libertad, la imaginación y el saber. Y sin embargo, sobrevive y consigue lo que pretende en este muladar que nos encontramos al nacer.
Soy un hombre que sabe más que dios y si pudiera, mortal como un césar loco. No me puedo quejar.
Soy un hombre fuera de lugar y tiempo. No ha sido accidental, ha sido mi voluntad, mis cojones. No me puedo quejar.
Soy un hombre que ha dejado miles de pensamientos plasmados en tres dimensiones, táctiles y legibles en el planeta; y nadie ha podido evitarlo. No me puedo quejar.
No ha sido duro ser hombre, ha sido fascinante poder mantenerme libre y al margen de la moral de una sociedad podrida y abyecta.
Algún idiota sin cerebro y con toda probabilidad, algún miembro destacado de esta sociedad dijo: no hay mal que cien años dure.
Y una mierda, el mal es eterno como un cáncer que no acaba de comerse nunca al enfermo hasta denigrar su cuerpo y su dignidad; son las reses humanas las que mueren en y con el mal.
El mal (la sociedad grupal y tribal, la que usurpa y degrada la creación del individuo) es eterno y permanecerá cuando yo muera. No me puedo quejar.
Que se jodan los que queden vivos.

Iconoclasta

Eso de la “nueva normalidad” es un término retórico alevosamente infantil y ridículo del fascismo de los gobiernos del coronavirus.
Es el lenguaje del buenismo infra intelectual y del miedo. El vocabulario que hoy se usa para contentar a los adultos subdesarrollados intelectualmente y adoctrinar a la infancia y juventud en la obediencia al gobierno que les ha salvado su vida de mierda.
Si a la chusma cobarde tras haberla sumido en el miedo a morir y la prisión domiciliaria, le dices que le espera una nueva normalidad (basada en la regresión de la libertad individual y la imposición de controles en la vida diaria con métodos fascistas o comunistas); se sentirán esperanzados.
Cuando ignorantes y cobardes se enfrentan a algo “nuevo” como esa normalidad repugnante y pueril, creen que será bueno. Después de tanto encierro, sobrevivir y una nueva etapa de miseria económica, lo nuevo para ellos es motivo de alegría.
Apoyados los gobiernos por una prensa prostituida y una internet que es un auténtico coladero de dogmas-memes, videos y cuentos infantiles para imbéciles adultos y niños, han convertido las viejas y eficaces dictaduras del pasado en “nuevas normalidades”.
El concepto de “nueva normalidad” lleva grabándose en la población sin cerebro durante meses: perderéis vuestro trabajo, el poder adquisitivo, iréis con el rostro cubierto enmascarillado porque sois débiles y cobardes, os enfermaréis por ello; se acabaron las manifestaciones (a menos que seáis lgtbi o policías). Pero lo más importante: gracias a nosotros (el gobierno) estáis vivos.
Dentro de la nueva normalidad hay que destacar el gran número de hombres y mujeres de paja (héroes de una hipocresía y una indecencia descarada) que se han convertido en el rostro y la voz de la esperanza de los millones de inmóviles cobardes. Chusma que encerrada en sus casas no tenía otra cosa que hacer además de debilitarse y empobrecerse, que escuchar las idioteces de los jefes de gobierno y sus estúpidas marionetas (algunas elevadas sin pudor a rango de expertos y héroes) dando ruedas de prensa amañadas.
El que empresarios y trabajadores hayan compartido el mismo miedo y la misma fe en los corruptos y facinerosos gobiernos, no es normalidad, es accidental; todo volverá a su lugar laboralmente hablando: el empresario arriba y el esclavo abajo.
Sin embargo, en lo que a ideas políticas se refiere, los cobardes radicales de ambos bandos tienen una cosa en común: el bozal, cosa que psicológicamente los acerca.
Y bueno, también veremos a esos televisivos “irreverentes” con la cultura de un gusano (los graciosillos colaboradores de sus amos poderosos); seguir triunfando sin ningún mérito ni gracia más que, el que millones de pusilánimes descerebrados borrachos o no, los observan desde el televisor porque no tienen nada en que pensar, ni podrían hacerlo.
La nueva normalidad es otro de esos grandes insultos a la inteligencia y timo que pasará a la historia. Y qué vergüenza me daría ser un rostro en esa entrada de la enciclopedia de la Historia Universal, capítulo España.

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