Si la humanidad fuera un organismo, un cuerpo; yo estoy alojado en su ponzoñoso corazón. Un corazón que hace lo que debe; pero es infeliz y bombea la sangre enfadado, con presión excesiva por ser envidioso e ignorante. Y hace la sangre espesa como el engrudo. Yo soy su infarto, el infarto de toda la humanidad; a la espera de hacer mi trabajo con rápida y entusiasta diligencia.
El pequeño Uli (Ulises) reposaba en la butaca tras su sesión de quimioterapia. No se sentía cansado especialmente, no más que otros días. Nada le dolía; pero poco antes de detenerse la bomba que dosificaba la medicina por la vía insertada en el codo derecho, se iniciaba ese mareo que le provocaba náuseas.
El primer día que ingresó en el hospital, hacía ya dos meses, Santi el doctor de planta, le explicó que el mareo se debía, a que inyectaban un veneno muy fuerte para matar al “microbio” que lo enfermaba. Era normal marearse, pero no necesariamente malo: “Lo que importa es que mate al bicho bien muerto. Los mareos y quedarse calvos como bombillas os hace auténticos guerreros”. Cuando Uli escuchó aquello de “calvos como bombillas” le sobrevino un ataque de risa y contagió al doctor.
Bebió de su vaso jugo de naranja y volvió a sonreír mirando las bombillas que iluminaban la sala de quimio.
Sentía una fuerte comezón en el codo, donde tenía clavada la vía; pero si la tocaba le dolía. La enfermera llegó para desconectar la vía y observó un pequeño derrame de sangre en el pliegue del codo. Después de comer, a la tarde, se la quitaría y colocaría una nueva en el otro brazo. No le gustó, no le gustaban nada los pinchazos, decían que no dolían; pero sí.
Cuando llegó a su habitación, compartida con tres niños más, con el jugo aún en la mano, se sentía estupendo. El mareo había pasado y pronto sería la hora del payaso, iría con sus amigos a la sala de juegos.
En la sala de juegos solían ser poco más de una veintena de niñas y niños, todos los pacientes de oncología en tratamiento. El payaso, además de contar chistes y darse golpes tontos, cantaba alguna canción y cada viernes, al finalizar la actuación, repartía juguetitos baratos de gente y comercios que los donaba al área de oncología infantil. Las niñas eran las que más gritaban y se llevaban los primeros juguetes que el payaso sacaba del saco de terciopelo verde tras hacerse mucho de rogar por el mini público.
La paciente mayor no había cumplido los once años y el más pequeño tenía cuatro. A pesar de las risas y la ilusión de los pequeños, era el lugar más triste del mundo.
Ese día fue distinto, al finalizar la función, el payaso Pepe entregaba los regalos envueltos y cada paquete tenía el nombre de cada paciente. A Uli le entregaron un libro, estaba claro. Esperaba que fuera de dibujos y tuviera pocas letras. Aún no sabía leer muy bien, le costaba descifrar muchas palabras. Tenía seis años.
La enfermera los apremió a ir a sus habitaciones a jugar con los regalos ya que se debía hacer la limpieza de la sala.
Cuando los cuatro pacientes llegaron a su habitación, cada uno se lanzó a su cama para abrir su regalo. Uli en aquellos momentos se sentía cansado, se le habían formado oscuras ojeras y las venas de los brazos, cuello y sienes se marcaban como suaves trazos de acuarela púrpura bajo la pálida piel.
– ¿Qué te ha tocado Uli? –le preguntó León mostrándole la figura de un caballero medieval en un majestuoso caballo.
– Un libro.
– ¿De qué?
– No lo sé, lo abriré luego, estoy cansado.
León no insistió más y los compañeros bajaron el tono de sus voces cuando Uli se estiró en la cama. Había días que a ellos les pasaba igual tras la quimio. Uli dejó el libro sobre su mesita, y se durmió sin darse cuenta, dulcemente.
A pesar de que no sentía mejora alguna, se esforzaba en creer al Dr. Santi cuando decía que pronto se curaría. Ningún niño de aquella planta tenía la percepción de la muerte. Era algo de lo que no se hablaba porque no tenían edad biológica para sentir semejante miedo.
Uli intuía el mal a su inocente manera, como un velo que oscurecía un poco la luz del día. Dos meses ingresado y cada viernes, tras los análisis del jueves, esperaba que el doctor le diera el alta para volver a casa. ¿Y si no volvía nunca? Eso era lo que le preocupaba.
Antes de cerrar los ojos, había mirado el reloj de grandes números digitales en blanco sobre el televisor de la habitación: marcaba las 11:30. Su madre siempre llegaba a las 13 y un poquito más, le ayudaría a leer el libro tras un montón de besos y abrazos. Tantos que hasta sentía un poco de vergüenza.
———————————————
Dios, aburrido en el cielo, observaba con displicencia los impúberes genitales de los querubines que revoloteaban a su alrededor. Distraídamente, posó su omnipresente mirada sobre una trabajadora que, en el taller de una imprenta de la Tierra, montaba un libro infantil con decorados troquelados auto desplegables y figuras que simulaban movimiento accionando tiras de cartón. Debía de ser cosa de uno de esos editores románticos que aún creen en las cosas táctiles y no en las dibujadas en una pantalla, pensó Dios con desgana.
El libro se titulaba El Príncipe Indómito y la Princesita Perdida. El príncipe decide salvar a la princesita de un reino vecino, que se ha perdido en una selva y está rodeada de peligros.
En el final feliz del libro, su última ilustración troquelada en un claro de la selva bañado de luz, al accionar la tira de cartón, los personajes se acercaban hasta simular un beso en el encuentro.
Y de la misma forma que a Uli le regaló la leucemia, con el mismo hastío existencial, impregnó Dios de magia curativa el libro.
Lo pensó mejor, y encarceló un alma nueva destinada a ocupar un ser humano en cada una de las figuritas de cartón de los dos personajes del cuento; así proporcionarían un poco de espectáculo y divertimento a una magia que tenía la asepsia emocional de una aspirina.
El cuento viajó de la imprenta, envuelto como un regalo con el nombre de “Ulises”, a las oficinas de la empresa de entretenimientos y espectáculos que ofrecía sus servicios al hospital. Junto con el resto de los juguetes para aquel viernes, se lo entregaron al actor que realizaría la función para los niños de la planta oncológica.
Los amantes troquelados (el príncipe indómito y la princesa perdida) sintieron desde un primer momento de su existencia, la profunda necesidad de encontrarse en su oscuridad de cartón, eran los únicos seres de ese pequeño universo finito y estúpido. A su mundo sólo llegaba la luz cuando alguien abría el libro. Padecían angustia existencial, no podían fluir de su celda de cartón y salir de la oscuridad. Y luego eran presa de un neurótico optimismo cuando conjeturaban en su oscuridad, en el ignoto cuándo del encuentro al que estaban destinados por la magia del libro. Las dos almas, podían escucharse y hablarse lejanamente a pesar de que el libro estuviera cerrado. Había un mínimo consuelo en ello, en el acto de que Dios les negara un cuerpo.
Dios hizo una chapuza, mezclando la magia con las almas e insuflar alma a un cartón es una aberración.
El plan de Dios consistía en que Uli disfrutara del cuento, y al finalizarlo y accionar la tira de cartón para que los muñecos con alma, al fin felices se dieran un beso; la sangre de Uli se curaría.
Dios es un mal escritor, un guionista idiota.
—————————————
Luz, la madre de Uli, como cada día, llegó presurosa y agobiada al hospital tras finalizar la jornada de trabajo. Antes de encontrarse con su hijo quiso hablar con el doctor Santiago.
–La quimio no ha mejorado el recuento de leucocitos. Mañana empezaremos, durante una semana como máximo, a dosificar un compuesto más agresivo, con lo que deberemos sedar a Uli para paliar la dureza de los efectos adversos –expuso con indisimulada tristeza y decaimiento el doctor Santiago.
Tras cuatro años en la planta oncológica infantil, no había conseguido mantener una correcta distancia emocional con los pequeños pacientes y sus padres. No nació con el superpoder de la insensibilidad.
Si a Luz le quedara algo de optimismo o una razonable esperanza, se habría derrumbado ante el médico; pero desde dos semanas atrás, ya le avisaron que el tratamiento apenas era efectivo.
– ¿Me deja llorar aquí sola? No quiero que Uli me vea así.
Santi abrió un cajón de su mesa, sacó un frasco sin etiquetar y en un vasito de papel dejó caer una pastilla que dejó frente a la madre. Salió del despacho y en pocos segundos volvió con un vaso de plástico con agua refrigerada.
– Tranquila, no hay prisa. Tómese todo el tiempo que necesite. Es diazepam–añadió señalando la pastilla–, tómela, por favor. Le ayudará y a su hijo también.
Apoyó una mano en el hombro animándola y salió de su despacho. Se dirigió al centro de enfermeras y les pidió que no pasarán llamadas a su despacho.
– ¡Pobre mujer! –exclamó la enfermera.
–Pobres de nosotros –respondió desanimadamente Santiago.
Accedió por una puerta del corredor a la escalera de incendios para fumar un poco más de cáncer. Qué más da…
Uli se despertó cuando su madre saludó alegremente a los compañeros al entrar en la habitación. Se había limpiado los ojos y el rostro de maquillaje estropeado por el llanto. El sedante había relajado su angustia y era capaz de sonreír sinceramente, con ganas.
– ¡Hola guapos! ¿Cómo estáis?
– ¡Hola, Luz! –respondieron los niños mostrándole los regalos con los que estaban jugando.
Uli se había sentado en la cama con el regalo aún por desenvolver. Había recuperado el color de la piel y las ojeras habían desaparecido.
Luz caminó hacia él inclinando un poco la espalda hacia adelante, con pasitos cortos y muy rápidos, taconeando con fuerza y haciendo reír a los niños. Abrazó y besó teatralmente a su hijo, sabiendo que lo avergonzaba. Al final de la sesión de mimos los niños sonreían divertidos.
Y Luz también, a pesar de las espinas que sentía en la garganta. Bendito sedante.
Uli rasgó el papel descubriendo su regalo y se lo entregó a su madre.
– ¡Qué cuento tan precioso! ¡Y es animado! –exclamó Luz al abrir el libro y desplegarse un castillo.
Los amigos de Uli subieron con él a la cama para admirarlo.
Uli se sintió aliviado al ver que tenía pocas palabras. En la puerta del castillo un rey joven hablaba con un rey viejo. Por un instante creyó oír en su cabeza: “Mis respetos Marqués de Uli”, no sabía lo que era un marqués; pero sonaba chulo.
No quiso tomar el libro en sus manos, le encantaba ver a su madre sostenerlo y contarlo. Sabía que mamá decía más palabras de las que había en las páginas. Cuando se marchara a casa, lo leería y jugaría con él hasta dormirse.
–Mañana por la maña, vendrá papá a pasar el día contigo, yo llegaré como siempre. Léele el cuento y no dejes que se duerma ¿eh, cariño?
– ¡Claro! –respondió Uli mirando la tele, sentado en el suelo con sus amigos.
A las ocho de la noche Luz salió del hospital hacia casa.
Debía explicarle a Vicente, su marido, la definitiva mala noticia. Y esa ansiedad parecía robarle la respiración. En el autobús, camino de casa, lloró de nuevo.
Dos meses llevaban viviendo en la penumbra, en la zona más oscura donde sufren los vivos. Pobre Vicente, siempre ha mantenido sin discusión, que todo saldría bien. Y no tenía un diazepam para él. No tenía nada con que ayudarlo.
—————————————–
A las nueve de la noche y no a la tarde como le dijo Ana, la enfermera llegó con una bolsa de medicación intravenosa para Uli, antes le insertó una nueva vía en el brazo izquierdo y le extrajo la que le provocaba comezón y derrame. Conectó la medicación a la vía y les indicó a los niños que no tardaran en acostarse para dormir.
La medicación debía atenuar los efectos del nuevo tratamiento más agresivo, por ello Uli fue el primero en quedarse dormido.
A la mañana siguiente, la enfermera del turno acompañó a Uli a la sala de quimio, un lugar con las paredes pintadas en verde pálido, desleído como una acuarela y el techo azul cielo. Los altavoces emitían una suave música ambiental.
Uli llevaba el cuento para mirarlo durante la sesión de quimio.
Santi, que ya estaba en la habitación ajustando los parámetros de la bomba dosificadora, le tomó el pulso, auscultó el pecho y le preguntó si sentía bien, como siempre.
Conectó el tubo de la bomba dosificadora a su vía.
–Ya sabes, que si te sientes mal o quieres compañía, pulsas el botón y Eva o yo, estaremos contigo enseguida.
–Hoy es sábado… ¿Si llega mi papá le dirán que estoy aquí?
–Claro que sí; pero ya sabes que esto dura poco, en cuarenta minutos ya estás en tu habitación con tus amigos –el doctor conectó la dosificación y salió de la salita.
Abrió el libro por la primera página, y como ayer con su madre, del libro surgió un castillo grande y vistoso con banderas en cada uno de los dos torreones, de cada almena de la muralla colgaba un escudo o un banderín.
–Soy el Príncipe Indómito, Marqués de Uli. ¿Me acompañaría en la misión de rescatar a mi Princesa Perdida? –de nuevo sonó en su cabeza la voz de ayer.
Ya estaba seguro de que era un libro mágico.
–He despachado con el rey Gustavo X, padre de la Princesita. Me ha dado su bendición para emprender la búsqueda. Pediré su mano cuando se la devuelva sana y salva.
– ¿Para qué quieres su mano? –le preguntó sin mover los labios.
–Es una fórmula de cortesía y subordinación para que nos permita casarnos. Como sus padres lo están, Marqués de Uli. ¡Partamos ya, no hay tiempo que perder!
– ¡Partamos! –se le escapó un grito a Uli.
Pasó a la siguiente página desplegándose una frondosa selva, el Príncipe se encontraba en la pequeña senda que la cruzaba con la espada en alto y el escudo ante el pecho; una serpiente, al accionar la tira de cartón del borde de la página, se abalanzaba sobre el héroe. Entre los árboles y las plantas había ranas, tortugas, lagartos, monos, dos loros, uno verde y otro rojo y negro.
– ¡No temáis, Marqués! Soy el mejor espadachín de los Veinte Reinos de toda Quimiolandia.
Uli se reía con ganas de “Quimiolandia”, como le ocurría cuando pensaba en “calvos como bombillas”.
Y se durmió vencido por el cansancio de una guerra mucho más dura que la de ayer sin darse cuenta. El libro se le resbaló de las manos y cayó cerrado al suelo.
En una pequeña cámara de video, en lo alto del tabique, frente a las tres butacas de medicación, se encendió una luz roja; desde la sala de enfermería habían accionado el zoom para observar la quietud de Uli.
La enfermera entró en la sala y suavemente lo despertó.
– ¿Te encuentras bien, Uli? ¿Te has mareado?
–No, sólo me encuentro cansado.
–No pasa nada, es normal. Quedan dos minutos para acabar la dosificación, así que me quedo contigo para desconectar la vía. ¿Te gusta el cuento? –le preguntó alcanzándoselo tras recogerlo del suelo.
–Sí, es muy chulo–respondió casi con un bostezo.
————————————
Vicente compró cuatro bolsas de golosinas variadas para su hijo y sus compañeros de habitación.
Comprar aquellos dulces en un momento en el que su hijo moría le pareció surrealista. No entendía el mundo, no se entendía a sí mismo. Tenía la sensación de ser cada vez menos, como si el aire mismo lo diluyera. Su pensamiento se hacía volátil, errático; le costaba un tremendo esfuerzo fijar una idea o voluntad. Y ese nudo en el estómago que le evitaba respirar con normalidad…
Y hoy más que nunca debía ocultar su triste desesperanza ante su hijo.
No se sentía cansado, simplemente estaba derrotado.
Uli miraba el televisor y de vez en cuando mordisqueaba una galleta con mermelada sentado en la cama con las piernas cruzadas, los compañeros también comían con cierta apatía sus desayunos prestando atención a los Simpson.
– ¡Buenos días, enanos! – interrumpió la paz Vicente.
– ¡Hola! –respondieron uno tras otro.
–Quien quiera unas chuches, por favor, que pase por taquilla– anunció mostrando las bolsas de golosinas en alto.
Uli se puso en pie en la cama para abrazarse a su padre.
– ¿Cómo ha ido la quimio hoy?
–Bien, me he dormido y no he sentido mareo– respondió Uli antes de meterse una fresa de gominola en la boca.
– ¡Mira, papá! Es un cuento mágico.
Se sentó en la butaca de visitas y abrió el libro. En aquel momento solo se escuchaba el sonido a bajo volumen de la televisión y el ruido líquido de las bocas al sorber y masticar el dulzor de las golosinas.
Tardó unos veinte minutos en “leer”, comentar y explicar el cuento a Uli, que a veces miraba la tele, otras rebuscaba su golosina favorita en el cucurucho de papel o miraba el nuevo diorama desplegado por su padre al pasar página.
Jugaron al dominó, la oca o el monopoly en versión “suave y distendida” para niños. La habitación era grande, evidentemente preparada para acoger a los pacientes y sus padres; pero a medida que llegaban familiares y amigos de los críos, la habitación parecía encogerse y chocaban las palabras unas con otras.
Eran niños cansados, sometidos a un tratamiento duro; así que tras la temprana comida de mediodía, no es extraño que se adormilaran hasta caer en una reparadora siesta. Momento que los familiares aprovechaban para comer en el restaurante del hospital o en otro cercano.
Vicente esperó a Luz en la parada del autobús frente al hospital, irían a comer juntos.
———————————-
– ¡Marqués de Uli! Os ruego que despertéis. Debemos seguir con nuestra misión.
Uli escuchó muy lejana la voz del Príncipe, llegaba de una montaña muy alta. Él se encontraba en un profundo pozo.
– ¡La Princesita debe estar muy sola y angustiada!
Con un épico esfuerzo ascendió por aquel pozo construido con sueño, cansancio y enfermedad. Se despertó e incorporándose abrió el libro sobre las piernas. Sus compañeros dormían con profundas y tranquilas respiraciones.
Pasó páginas hasta llegar a la mitad del cuento, donde había un río lleno de cocodrilos. El Príncipe Indómito debía cruzar a la orilla opuesta por encima del agua lanzándose con una liana.
– ¡Ahora, Marqués! – le apresuró.
Uli accionó la tira de cartón que surgía del borde de la página y el Príncipe osciló en la liana temblorosamente hasta la orilla opuesta, por encima de las fauces abiertas de los cocodrilos.
– ¡Bien hecho! – le gritó ya a salvo en la otra orilla –Sólo nos quedan tres aventuras más para rescatar a la Princesita.
Sin embargo, Uli se había dormido de nuevo, sentía frío en el cuerpo. Un frío que se surgía de dentro, bajo de la piel. Al fin, con el libro aún entre las piernas, se dejó caer en el colchón y dejó de oír la voz del Príncipe Indómito.
Hay una ley no escrita que dice: si dejas un libro abierto sin leer, se sentirá abandonado. Sus hojas quedarán indefensas a un mundo agresivo y cruel. El papel es tan frágil que cualquier suspiro lo puede dañar, cualquier ser malvado; por ello siente miedo y tristeza. Además, al ser abandonado, piensa que no gusta, lo que cuenta es aburrido.
Por ello, la magia de Dios, se esfumó de cada hoja como un espejismo de sol sobre el asfalto mientras Uli dormía. A nadie curaría ya.
Y unos minutos más tarde se olvidó de respirar.
Aquel frío que sentía bajo la piel emergió y tornose pálida. Sus pecas rojizas se oscurecieron y sus labios se hicieron lívidos.
Nadie oía los lamentos y llantos de tristeza del Príncipe y la Princesita por la muerte del ilustre y valeroso Marqués de Uli. Separados ambos por una gran selva, sus almas encerradas en cartón, no sabían ya de su destino. Estaban desolados, las almas tenían miedo.
——————————-
Luz y Vicente llegaron a las tres de la tarde a la planta oncológica infantil. La enfermera les pidió que esperaran al Dr. Santiago Méndez; pero la joven lloraba. En la ronda de las dos, encontró a Uli muerto.
A Luz se le aflojaron las rodillas, Vicente no tuvo reflejos ni fuerza para sujetarla y ambos quedaron sentados en el suelo de la recepción como muñecos rotos.
Santiago salió corriendo de su despacho y una enfermera de la farmacia, cuando escucharon pedir ayuda.
Lo demás ya no importa.
——————————
El cuento se guardó en un pequeño cuarto que servía de almacén, adyacente al cuarto de limpieza. Los juguetes que se quedaban sin dueño eran revisados y si estaban en buenas condiciones, se enviaban a hospitales de otras provincias para que nunca los niños pudieran reconocer el juguete de un amiguito muerto.
El Príncipe y la Princesita se hablaban en la oscuridad e inmovilidad de su mundo.
– ¿Vamos a vivir siempre así? –preguntaba la Princesita silenciosamente como hablan las almas.
–Dios, nuestro creador nos ayudará. No temas Princesita, pronto estaremos juntos bañados de luz.
Dios ya no recordaba la existencia de aquellas almas apresadas en cartón.
Ni siquiera recordaba que hubo un niño llamado Ulises que había existido y luego murió; como siempre ocurre, unas veces antes y otras más tarde según la negligencia del Sagrado Idiota.
Dios es una cosa innecesaria, una máquina defectuosa en el mejor de los casos; pero, sobre todo, Dios es el mal de la especie humana.
————————————–
Florencia trabajaba en el turno de noche para una empresa de limpieza contratada por el hospital. Una viuda bajita y regordeta que, veintisiete años atrás había llegado a España desde Lima en busca de una vida más esperanzadora. Con sesenta y un años no veía el momento de jubilarse, cada jornada de trabajo requería mayor esfuerzo y voluntad para cumplirla.
Comenzó su jornada a las diez de la noche en la sexta planta fregando los suelos de los pasillos y aseos. Eran las dos de la madrugada y aún le quedaban cuatro horas más de servicio. Se encontraba en la planta de oncología infantil. La semana entrante había rotación de turno y haría el de tarde. Los turnos de mañana y tarde pasaban más rápidos y no se sentía tan agobiada con el silencio del hospital y sus cientos de toses, gemidos y respiraciones forzadas, algunas tan enfermas…
Antes de entrar en el cuarto de la limpieza, abrió la puerta del cuarto de los juguetes y cerrando la puerta tras de sí revisó si había alguna novedad. Cuando había uno bonito y en buen estado, se lo llevaba para su nieta Rebeca de tres años.
Cobraba una mierda mensual, escasamente le llegaba para pagar el alquiler y comer, ya no tenía edad para hacer doble chamba como hacía tres años atrás, cosa que la penalizaba económicamente. Se sentía más pobre aún, cuando al visitar a su nieta, no le podía regalar un bonito juguete.
Se podían ver los mismos juguetes durante meses. Revisarlos, empaquetarlos y enviarlos era algo que hacían las enfermeras cada mucho tiempo. Primero por el exceso de trabajo, y luego porque era una tarea deprimente, las llevaba a evocar los niños muertos por los que tanto cariño sintieron durante meses de tratamiento.
Era muy raro, y razonable, que los padres no quisieran tener un recuerdo en casa de aquella época de enfermedad y muerte de su pequeño. Sus hogares estaban llenos de buenos recuerdos, no necesitaban aquellos juguetes por mucho cariño que les hubieran tenido sus pequeños.
Y así fue como se llevó una pequeña muñeca con melena de color rosa y aquel cuento tan bonito de El Príncipe Indómito y la Princesita Perdida, que lo guardaría en casa para cuando Rebeca fuera más mayor. Ambas cosas las metió en su vieja mochila junto al bocadillo que no había comido aún, y que guardaba en el cuarto de la limpieza.
Más de una vez le habían ofrecido las enfermeras que se llevara en la mochila cualquier juguete que quisiera para su nieta. Algo que les ahorraba espacio y tristes momentos; pero la mujer sabía que cuando algo se pide, tarde o temprano te lo niegan por el simple placer de joderte con autoridad. Ocurría en Perú, en España y en cada ciudad de esta cochina vida.
—————————————-
Damián despertó sobre las nueve de la mañana, su madre roncaba en su habitación. Como las últimas dos semanas, había llegado del hospital a las siete de la madrugada y sobre la mesa del pequeño comedor, había dejado una muñeca y un cuento para Rebequita, su sobrina, la hija de su hermana Yeraida. Era el hijo menor de Florencia, con veinte años, no trabajaba. Formaba parte de una pequeña banda ecuatoriana de tráfico de drogas y extorsión, no tenía grado alguno en la jerarquía del clan y se dedicaba a trapichear como camello con pequeñas cantidades de drogas en colegios e institutos de las zonas más degradadas de la ciudad y cobrar los impuestos mensuales por protección a los míseros comercios que aún funcionaban en aquella ciudad dormitorio vecina de Barcelona.
Tomándose un café y un vaso de anís, con el cigarrillo colgando del belfo ojeaba el cuento. Le gustó y se le ocurrió una idea divertida. El Principito le habló, pero el cerebro de Damián no estaba habituado a sutilezas. De hecho, su cociente intelectual se encontraba en el límite mismo de la idiocia clínica.
De un cajón del armario de su habitación sacó unas tijeras, una barra de pegamento y de la cocina, un rollo de papel de aluminio.
Con el papel de aluminio hizo tiras que enrolló hasta formar cilindros, los cortó a la medida adecuada y los pegó en las distintas ilustraciones del príncipe indómito como si de un pene plateado se tratara. Se reía como si tosiera, pareciera que su risa imbécil le surgiera del culo.
En la última ilustración del libro, el pene hacía contacto en la larga falda de la princesita. A la que, además, había pintado en el pecho pezones con dos puntos rojos.
Damián se bebió de un trago lo que quedaba de anís en el vaso y con el cuento bajo el brazo, encendió un porro de maría y salió de casa.
———————————-
La princesita tenía miedo de ser destruida por el subnormal que los llevaba bajo el apestoso sobaco. Tal vez, porque aún estaba “infectada” de la indefensión de su personaje.
– ¿No te das cuenta? Somos almas, los muñecos son nuestra cárcel, si escapáramos del cuento seríamos libres. Debemos conseguir que el idiota lo destruya para que podamos existir juntos –le explicaba el Príncipe intentando animarla.
–Dios no hará nada por ayudarnos– respondió con repentina sobriedad y serenidad la Princesita.
–Ni siquiera se acuerda de que nos creó. Y si hubiera tenido algo de decencia, no hubiera dejado que nos humillaran. O que Uli muriera; pero el imbécil nos dio el poder de interferir en las mentes como haríamos en los cuerpos a los que deberíamos ocupar. Entraremos e invadiremos la mente del subnormal.
Las almas estaban tomando conciencia de su real naturaleza por minutos.
–Ya no me siento princesa, soy algo más grande que este muñeco en el que estoy atrapada –afirmó tras reflexionar sobre lo que el Príncipe había expuesto.
–Me ocurre igual. Nos estamos liberando de la magia del cuento y desarrollamos nuestra voluntad de almas independientes.
–Cuando el idiota abra el libro nos meteremos en su pensamiento con fuerza, juntos. Hemos de conseguir doblegar su voluntad. Y si lo hemos de destruir a él, que así sea –expuso con determinación la Princesita–Y aunque no sea necesario. Lo odio.
– ¿Cuándo seamos libres, seguirás conmigo?
–Seguiré contigo, mi Príncipe. Desde que fuimos encarceladas aquí siempre me has buscado. Quiero ser libre, un alma libre contigo, con magia o sin ella.
–Ahora debemos tomar conciencia del instinto humano y su naturaleza. Al fin y al cabo, íbamos a habitar un cuerpo antes de que ese imbécil nos metiera en estos muñecos. Hemos de esforzarnos para que aflore rápidamente nuestra pura sabiduría, con la que íbamos a impregnar los cuerpos, conociendo cada parte del organismo y la mente, de sus emociones y límites. Descansa, Princesita, deja que la magia de Dios que te ensucia se desvanezca de tu ánimo. Guardemos silencio hasta que seamos puras almas de nuevo. Trascendamos.
–Trascendamos, amor.
Y las almas callaron. Se cerraron en sí mismas a cualquier frecuencia o injerencia exterior.
Capullos metamorfoseándose… Elaborando su existencia más allá de lo que Dios les había destinado.
———————————-
Damián entró en una tienda de comestibles especializada en productos latinos, saludó al cajero del minisúper y accedió a la trastienda, donde el almacén servía como “oficina y club social” de la banda.
El comercio se había montado en una nave industrial de planta baja, un pequeño almacén adyacente a una gran nave industrial que, en su tiempo, antes de ser abandonada por quiebra, era un almacén de tejidos. Se hallaba en un polígono industrial prácticamente abandonado, los pocos que compraban en la tienda llegaban de un distante complejo de viejos y altos edificios-colmenas como celdas, una construcción típica de la Cataluña especuladora de los sesenta y setenta del siglo pasado. Ahora habitada por parias y delincuentes, por trabajadores que no ganaban lo suficiente para vivir en un lugar digno.
– ¡Ey, Dami! Toma estas diez papelas de farlopa y las doce bolsas de maría y te vas a al instituto San Martín, putito. Aprovecha la salida de mediodía de los niñatos. Te vienes de nuevo y pasamos cuentas. Y no te metas nada mientras esperas. ¿Qué llevas ahí? ¿Ahora lees?
– ¡Qué va! Es un cuento de niños que se ha traído mi madre del hospital para mi sobrina.
Damián abrió el libro ante Riobravo, el jefe del clan sentado frente a una vieja mesa de oficina metálica, y le mostró las hojas con el príncipe armado con un pene de metal.
– ¡Eres imbécil! ¿Y esto te hace gracia? Déjalo aquí y cuando vuelvas te lo llevas, no quiero que te distraigas. Y si no lo vendes todo, te vamos a dar un curso de ventas a patadas en la cara, joputa tarado. A las dos te quiero aquí para ver cuánto has vendido.
Fred, el segundo y matón del grupo, se acercó y le dio una sonora palmada en el cogote.
– ¡Espabila, cabrón!
Damián salió a la calle con la mercancía repartida en los bolsillos del pantalón y el ajado y sucio anorak. Antes de sentarse en uno de los bancos de la plaza y parque infantil adyacentes a las puertas del instituto, repartió disimuladamente la droga bajo los huecos de las ruedas de un par de coches que había alquilado la banda a un par de vecinos de confianza, por si la policía les pedía a los camellos los papeles y los cacheaban.
Miró la hora en su móvil, no sabía por qué; pero sentía cierta ansía por tener de nuevo el cuento en sus manos y admirarlo. Había tenido la vaga sensación de oír una voz muy bajita cuando lo ojeó. ¿O era cosa del anís? Como tenía muy poco cerebro, se quedó dormido enseguida, hasta que la alarma del móvil lo despertó para empezar a trapichear con los chavales que salían del instituto para ir a comer a sus casas.
——————————————————-
Tras haber provisto de mercancía a tres camellos más, Fred salió a la calle para vigilar que estuvieran en su lugar de venta y sin colocarse con la mercancía.
El año pasado, el Michis se había dormido frente al instituto del Poblado Gitano fumándose un porro de hachís y no vendió nada. Aquella misma tarde lo llevó a la oficina y ante el resto de camellos de la banda, seis en total con Damián que era nuevo, le cortó una oreja.
–Vete al hospital y cuenta lo que quieras; pero si la pasma viene por aquí, te cortaré el cuello de oreja a oreja.
El Michis se había convertido en ejemplo de que en el barrio, con los Riobravos no se juega.
Ya a solas, Riobravo extendió las piernas sobre la roñosa mesa tras haberse metido cuatro tiros de farlopa. Con la nariz blanca y los ojos llorosos, abrió el cuento sobre su vientre y comenzó a pasar páginas y accionar las tiras de cartón con estúpidas sonrisas.
Cerró los ojos por un súbito y agudo dolor de cabeza, alguien hablaba dentro ella.
– ¿Sabes que Damián corta la mercancía y saca el doble de lo que te entrega? Va a estropear el negocio vendiendo esa mierda. No os va a comprar nadie –el Príncipe le hablaba con el conocimiento del mundo que el humano tenía en la mente, asimilaba y usaba sus conocimientos de una forma natural y fluida.
Era ya un alma íntegra, completa y potente, y sabía que la Princesita también.
El muñeco, el Príncipe, había girado el rostro hacia él y le hablaba.
Riobravo sonrió por su delirio. Bajó los pies de la mesa y del cajón sacó la bolsa de farlopa, hizo con una navaja cuatro gruesas rayas en la mesa, retirando a un lado el cuento abierto. Solo quería meterse dos; pero la voz le decía que otro par más, el Príncipe le había guiñado un ojo. Con la última raya, había dejado escapar un par de gotas de sangre por la nariz.
–Métete un chute de caballo, que se te ponga bien dura la verga, cabrón. Te quiero muy, muy colocado para montarte. Mira mis pantis, los tengo mojados, el hoyo de mi concha gotea de caliente que estoy. Métete el caballo y cógeme lindo –era la voz lejana y suave de Sandra, la zorra de Fred con la que tanto fantaseaba metérsela allí, sobre la mesa. –Quiero tu rabo duro y largo, como el de ese Príncipe del cuento. Sácala, quiero ver lo dura que se pone con el caballo. Quiero que seas mi Príncipe de verga de plata. ¡Uy! ¿Me harás daño con eso tan grande, Riobravo?
La Princesita, desde la oscuridad de la fibra de cartón que la mantenía presa, bombardeaba el cerebro del traficante al mismo tiempo que el Príncipe lo invadía, escuchando lejanamente la voz de su amante. Y supo que todo iría bien tras haber asumido ambos su naturaleza pura, limpios de la suciedad de Dios.
Las dos voces en la cabeza del traficante se hicieron reales, las palabras del Príncipe se convirtieron en su conciencia, y creía ver a Sandra ante él con la blusa abierta mostrándole los endurecidos pezones.
–Cuando llegue ese idiota, que Fred lo amarre a la columna, empapáis su puto cuento con alcohol, se lo metéis bajo los huevos y le pegáis fuego. No se juega con el jefe. Que sepan todos quién manda; que camine sin huevos por el barrio como muestra de tu poder –lo aleccionaba sin descanso el Príncipe.
La Princesita, a la sazón no dejaba de inducirle ideas e imágenes. Ya había hecho hervir la heroína diluida en la cuchara con un encendedor y se ceñía al bíceps el torniquete, un tubo sucio de silicona transparente. Con el pantalón desabrochado dejaba ver su pene erecto ante nadie.
–Ahí no. Clávala en esa vena gorda que te corre por la verga, esa que palpita. No sabes lo muy dura que se te pondrá, me harás gritar como una perra durante horas, pinche cabrón. No, no es malo. Fred lo hace para cogerme duro, la tiene mucho más pequeña que tú y me hace sudar, me duele el coño. Imagina la tuya. No me dirás que tienes miedo… Pues me largo a casa de mi padre a esperar que venga Fred a cogerme rico en mi cuarto. Mira mi concha.
Riobravo fascinado, observaba a Sandra separar los labios de su vagina para mostrarle cuan mojada estaba.
Se inyectó el caballo en la vena dorsal del pene por ser la más grande; pero no era tan recia ni amplia como la del brazo. No se dio cuenta de que se había rasgado y estaba formando un gran hematoma; cuando vacío la jeringuilla el pene había adquirido un tono morado profundo. Parecía haber sido aplastado por una bota contra el suelo.
–Has de quemarle los huevos a ese imbécil, y si se muere que Fred se encargue del fiambre. Sabrá tirarlo donde se lo coman las ratas –El Príncipe no cesaba de bombardear su pensamiento –Métete otro par de tiros, tío. Te hace falta.
– ¡Oh, dios! Me llega hasta la mitad del vientre, qué vergazo… Reviéntame duro, Riobravo –gemía la Princesita.
El traficante sentía y tenía la absoluta certeza en su mente, que Sandra lo montaba, estaba empalada a su pene morado y áspero de sangre seca.
En realidad, se estaba masturbando con la mano sucia embarrada de sangre, que con cada movimiento, aún exprimía unas gotas por la vena rasgada.
– Empólvate la nariz, gran verga –gimió obscena la Princesita en su mente.
Cesó de masturbarse para aspirar la farlopa directamente de la bolsa a través del tubo de un bolígrafo de plástico vacío. Se frotó el puente de la nariz como si tuviera vidrios clavados y continuó meneando el rabo con paroxismo hasta eyacular.
Las escleróticas estaban cubiertas de telarañas rojas y por el prepucio rezumaba semen caliente, su pene aún palpitaba con el orgasmo.
Y así quedó dormido. Aunque en realidad, toda aquella droga que había tomado estaba llevando al límite el organismo. Era pura pérdida de conocimiento.
El corazón y la sangre debían vencer una gran resistencia química contra la droga acumulada en tan corto espacio de tiempo. Las almas sentían los efectos; pero no los sufrían, los asimilaban como alimento y las fortalecía.
–Ha sido perfecto Princesita. En poco más de una hora seremos libres–le susurró el Príncipe desde la lejanía en su prisión de cartulina.
–Me gusta este poder, las emociones que he sentido en ese pensamiento. ¡Quiero más!
Y ambos sonrieron lejanos, cada cual en su selva de cartón.
————————————————-
A las dos y media de la tarde llegaron Fred y Damián a la oficina para hacer el balance de cuentas que exigía Riobravo cada día. El tipo que trabajaba de cajero había cerrado la tienda para ir a comer. Fred abrió con sus llaves y cerró de nuevo cuando Damián cruzó el umbral.
Al acceder a la oficina Fred se acercó a la mesa y lo sacudió por los hombros. Riobravo abrió los ojos con un sobresalto sin saber dónde se encontraba.
Y se apresuró a esconder el pene y abrocharse el pantalón.
– ¡Joder qué cebollón llevas, mano! –exclamó Fred. – ¿Te encuentras bien? ¿Te dejamos solo hasta que te recuperes un poco?
Fred hablaba con sarcasmo y desdén. Al fin y al cabo, mientras el jefe se ponía hasta el culo, él estaba cuidando del negocio.
–Tomad la pasta y la mercancía que ha quedado por vender. No ha ido mal… –Damián se acercó a la mesa del jefe.
Metió la mano en el bolsillo y sacó el dinero y las drogas dejándolas ante Riobravo. Cuando quiso cerrar el cuento y tomarlo para ir a casa, Riobravo lo impidió plantando la mano encima, rompiendo la figura del príncipe colgado de una liana sobre un río lleno de voraces cocodrilos.
– ¿Te ha dolido? –le preguntó la Princesita en su oscuridad al saber que uno de los Príncipes troquelados se había rasgado.
–No. Ha sido un instante de liberación. Pronto saldremos de aquí, lo hemos hecho bien. Sobre todo tú, qué calor… Daban ganas de tener cuerpo.
–Sí… Estoy hambrienta de más.
Riobravo sacó una navaja de un cajón de la mesa y la abrió con un movimiento rápido, produciendo un chasquido metálico. Y apuntó con ella al rostro de Damián.
– ¿Cuánto te has quedado de lo que has cortado, idiota? –a continuación, se dirigió a Fred – ¿Sabes que se dedica a cortar la mercancía para ganarse un extra, Fred? Porque si no lo sabes y no lo evitas, es porque no haces tu trabajo.
–Eso es mentira, los controlo a todos y conozco a los chavos que les compran. Ni ha cortado nada, ni nadie se ha quejado.
–Alguien me ha dicho, aquí mismo, que la coca parece azúcar de bollería –Riobravo hablaba lentamente, forzando la mirada para mantener los ojos abiertos.
– ¡Y una mierda! Siempre he sido legal con vosotros, no os he puteado nunca –gritó Damián.
–Alguien te ha contado mierda a la oreja ¿y tú lo has creído? Te colocas demasiado con tu mercancía –intervino Fred.
–Hagamos una cosa, dentro de un par de horas se aclarará la verdad. Damián se queda aquí hasta que hablemos con el pibe que me ha venido con la información–dirigiéndose a Fred señaló una de las columnas de acero del local, cerca del lavabo – Que se siente allí y lo amarras al pilar, no quiero que salga por patas cuando menos lo esperemos.
Fred levantó los hombros con indiferencia, metió la mano en un saco de plástico vacío que se encontraba en una estantería oxidada apoyada en un muro y sacó unas cuerdas.
– ¿En serio me vais a amarrar, hijueputas? –gritó Damián.
Fred lo empujó de mala gana. Damián gritaba que no era necesario, que no se escaparía. Con una violenta bofetada que le rompió el labio superior, lo hizo callar y sentarse en el suelo con la espalda apoyada en la columna. Con varias vueltas rodeando columna y pecho, lo inmovilizó.
Riobravo había metido la cara en la bolsa de farlopa y esnifó, porque Sandra se lo pedía con el coño chorreando de caliente que estaba. Tosió varias veces y miró con odio a Damián.
– ¡Métele al idiota un trapo en la boca, que no siga jodiendo!
Fred entró en el lavabo y salió con una sucia toalla que le embutió en la boca.
Riobravo rebuscaba en el botiquín de la mutua de accidentes, que por ley debía encontrarse en lugar visible y accesible. Estaba a un lado de la puerta de acceso a la tienda.
Se dirigió de nuevo a la mesa y empapó concienzudamente el cuento con el alcohol que había encontrado.
–Pónselo debajo de los huevos.
A Fred le importaba una mierda Damián, tenía hambre y quería salir del local para ir a comer al apartamento de su madre y echarse luego una siesta.
Le ordenó elevar las piernas y deslizó el libro hasta las nalgas.
Damián intentaba hablar, las venas del cuello se hincharon dolorosamente por el esfuerzo y se dio por vencido cuando le subió vómito a la garganta.
Fred se acercó hasta Riobravo, que volvía a hundir el rostro en la bolsa de cocaína.
–Esto es demasiado, Rio. Nadie se me ha quejado y estoy seguro de que a ti tampoco. Algo tienes hoy con Damián.
–Eso ya no importa –le respondió Riobravo ya más apaciguado por la sobredosis de coca. –Si alguien dice que vendes mierda, debes resolverlo con un castigo ejemplar que acalle cualquier rumor. Y le ha tocado al idiota. Cuando lo vean por la calle caminar sin huevos, los del barrio sabrán que con nosotros no se juega.
Fred pensó que era una buena lógica dado el negocio que llevaban.
Riobravo se acercó hasta Damián y gastó el alcohol que quedaba en la botella vertiéndolo sobre la bragueta del pantalón y entre los muslos.
Y volvió a sentir un agudo y repentino dolor de cabeza.
– ¡Ahora! Que arda el idiota junto a su mierda de cuento, hasta que sean solo ceniza –le apremiaba violentamente el Príncipe en la mente.
Con un encendedor prendió los pantalones de Damián, el fuego se extendió dulcemente azul hacia el libro y los genitales, subiendo por el pecho y haciendo arder la toalla que le colgaba de la boca.
– ¡Abre la puerta trasera y las cuatro claraboyas con el gancho! –le ordenó a Fred ante la humareda que se estaba formando.
Damián, durante tres largos minutos, pataleó y se rompió el cráneo dando golpes contra la columna a la que estaba atado.
Hasta que repentinamente se relajó. Los ojos o se habían quemado o estallado por el fuego; pero ya no los tenía. Respiraba afanosamente y le salía sangre mezclada con saliva por la nariz; estaba extrañamente sereno para estar tan asado. Entre sus piernas solo había un bulto negro y amorfo de carne, ropa y papel calcinados. Riobravo recordó haber leído que cuando el fuego quema los nervios, se acaba el dolor. Pues eso le debía pasar al Damián, por eso estaba tranqui. El anorak de nailon se había deshecho fundiéndose con la piel y la corriente de aire generada por la aireación, hacia volar por todo el local las cenizas del cuento.
De los restos calcinados del cuento surgieron un par de volutas anaranjadas que se desvanecieron entre el humo que flotaba denso a media altura.
El Príncipe y la Princesita eran libres y poderosas almas no sujetas a ninguna materia, hambrientas de las emociones que ya habían experimentado desde la lejanía de sus celdas de cartón.
El humo se disipaba, el fuego sin más combustible perdió potencia con la evaporación de la carne de Damián, su ropa y el cuento.
– ¡Eres un vergón, Rio! –le susurró la Princesita como la caliente Sandra. –Ahora córtale el cuello a Fred y así seremos libres de coger cuando se nos dé la gana. Ya sabes que mi panoja está siempre mojada para ti.
Riobravo se desnudó el torso sin prestar atención, se ahogaba de calor.
La Princesita lo apremió, daba la impresión de que se dormiría de pie viendo agonizar a Damián con interés narcótico.
–Métete un par de tiritos más de farlopa, mi Super Verga! Y deshueva al Fred a navajazos ¡ya!
El Principito entró en la mente de Fred y se hizo fuerte en su pensamiento para tomar el control.
–Riobravo te matará. Está loco, completamente ido. Debes pegarle un navajazo en cada pulmón y que se ahogue con su pendeja sangre. Ya no tiene control. Mátalo, va a por ti; se coge a tu Sandra y la quiere para sólo para él –Fred dejó con sigilo la pértiga con la que acababa de abrir la última claraboya del techo y desplegó silenciosamente la navaja.
Riobravo aspiraba la cocaína inducido por la Princesita, como las bestias comen del morral, cuando Fred se acercó por su espalda y le asestó dos rápidas puñaladas en cada costado. La hoja entró hasta el puño entre las costillas rasgando ambos pulmones; lanzó un gemido sin fuerza, el aire salía por las heridas formando burbujitas rosadas. Respirando como un fuelle intentó asir su navaja sobre la mesa; pero Fred le clavó el puñal en el cuello repetidas veces hasta que quedó inerte en el suelo.
–Ahora te vas a meter un pico para celebrarlo. Ya eres el amo del negocio –le inducía el Príncipe.
Fred usó la misma jeringuilla que Riobravo había dejado en la mesa junto a la cuchara y el tubo de silicona. Retiró con un pie el cadáver y se acomodó en la silla para realizar el ritual de la heroína.
Cuando vació la jeringuilla en la vena sentía deseos de cerrar los ojos y alucinar.
– ¿A qué esperas para meterte el chute? Y cárgala bien, que ya sabes que el cabrón de Riobravo la corta mucho –le hizo pensar el Príncipe.
Y volvió a inyectarse otra jeringuilla.
El Príncipe volvió a hablar en su cabeza.
–Vamos, hombre, métete el caballo de una vez no lo pienses tanto. Duermes un poco la mierda que te has metido te vas a ver a Sandra, la coges y luego le pegas una buena paliza a esa puta.
Aún no había acabado de inyectarse la heroína por tercera vez, cuando convulsionó sobre sobre la silla con la boca llena de espuma. Cuando su cabeza golpeó el suelo, ya estaba muerto.
——————————————————–
Conceptos como el bien o el mal, el odio o el amor, adquieren una cruel y desinhibida intensidad en las almas.
El Príncipe y la Princesita habían desarrollado la plena conciencia de su naturaleza, ya limpias de la magia con la que Dios impregnó el libro ensuciando, vejando las almas.
Las almas son entes que no están sujetos a las normas y necesidades de la carne. Desconocen el dolor y el placer carnal; pero sintetizan cada emoción o frecuencia sensorial, en el pensamiento o las que se propagan por la atmósfera. Son voraces receptoras de sensaciones y su único fin, es experimentarlas a través de cuerpos que invaden, porque los que les correspondía les fueron negados.
–Vayamos a conocer el cuerpo de Sandra, a experimentarla –le propuso incorpórea al Príncipe –Quiero más.
Ambas conocían todos los detalles y secretos de las mentes invadidas. Y flotaron entremezclándose como efluvios invisibles hasta el barrio de los edificios colmena.
Sandra vivía con su padre borracho en la décima planta de la colmena. Fred vivía en la planta inferior. Allí se conocieron y allí cogían según convenía, en uno u otro apartamento. Fred le daba dinero a Sandra con el que su padre y ella se mantenían sin trabajar. La madre había muerto hacía muchos años, cuando Sandra tenía ocho años de los diecisiete que ahora tenía. Un cáncer de pecho la colonizó toda, no hizo caso de los bultos. Tal vez, porque le dolía tocarse los pechos por los golpes que le daba el borracho de su marido. Y claro, también le prohibía ir al médico; pero eso no lo sabía Sandra conscientemente, eran recuerdos ocultos, dormidos que la Princesita encontró en su cerebro.
El Príncipe se metió en el sucio y maloliente pensamiento del borracho que dormitaba frente al televisor encendido, mientras la hija en su habitación chateaba con el móvil.
Ambos habían acabado de comer. Sandra esperaba a su Fred y el padre sesteaba antes de meterse otro litro de vino antes de cenar.
La chica dejo el móvil encima de la almohada, se quitó los leggins azules y el tanga. Con los pechos asomando entre la blusa roja desabotonada se dirigió al salón.
–Sandrita quiere coger rico –la Princesita gobernaba la mente de Sandra obligándola a acariciar profundamente la vagina ante el borracho ya despierto que dejaba desprender un hilo de baba por el labio inferior.
–Chúpamela primero –ordenó la voz quebrada del padre ocupado por el Principito.
Sandra se arrodilló entre sus piernas, desabotonó y bajó la cremallera del pantalón; tomando el pene en la mano, empuñándolo con fuerza lo excitó hasta la erección. Dio un fuerte tirón del prepucio para descubrir el glande y se lo llevó a la boca.
Las almas gozaban y los cuerpos sentían ingobernables espasmos de placer.
–Muérdeme el pijo –pidió el padre.
La hija mordió el glande sin cuidado, unas gotas de sangre se formaron en sus labios. Cuando se lo sacó de la boca, el glande tenía los incisivos marcados en el meato, que se había rasgado.
Sandrita tiró del piercing que coronaba el vértice superior de la vagina excitando a su padre, al Príncipe.
–Siéntate en mi boca –su padre se había estirado en el sofá.
Sandra colocó cada pie al lado de la cabeza y apoyando las manos en el reposabrazos para mantener el equilibrio bajo las nalgas hasta sentir el roce de los labios.
El padre la sujetó por los muslos y elevó el rostro. La lengua recorrió pesada y seca los labios, el clítoris y luego la metió repetida y rápidamente en la vagina.
La Princesita pedía más y el Príncipe jadeaba en el cerebro del borracho.
Sandra se desplazó hacia atrás y tomando el pene, lo dirigió a su coño. Se sentó en él con un grito. El padre gemía ronco y Sandra comenzó un perreo violento empalada.
Las almas, asumieron todo el placer de la carne, incluso el dolor los enloquecía. El pene del borracho se lesionaba con el veloz coito, cuando se salía de la vagina se aplastaba doblándose y los testículos estaban siendo machacados por las nalgas de su hija.
Cuando se corrió, la leche tenía restos de sangre y la Princesita sentía expandirse con el colapso del orgasmo. El cuerpo de Sandra se estremeció con el dolor de los labios rasgados, avanzó hasta la cabeza del padre torpemente y le pidió que siguiera lamiéndola, quería correrse otra vez. Se corrió cinco veces y al borracho se le torcieron los incisivos en la encía por las continuas presiones de su hija corriéndose.
Ahora las almas fluían por el aire juntas, comunicándose. El padre y la hija estaban mudos, sorprendidos, confundidos. Quietos, ella con la vagina en el rostro de su padre cuyo pene estaba lacio.
– ¿Vamos a por más, mi Príncipe Salvador?
–Vayamos, Princesita Ardiente.
Fluyeron hacia la oficina por curiosidad y porque tenían todo el tiempo del mundo. El cajero había llamado a la policía cuando encontró los cadáveres en la trastienda, por ello la zona estaba acordonada para los humanos, bomberos, personal sanitario, ambulancias y policías habían montado el circo habitual.
Y en ese mismo instante, en el complejo de edificios próximo, un borracho reventaba su cabeza contra el pavimento de la calle, tras un viaje desde la ventana de un décimo piso.
Sandra sin comprender nada y ver su coño metido en la apestosa boca de su padre, se puso furiosa. El padre le decía que había sido quien inició aquello, y durante la discusión lo empujó contra la ventana del salón. Y luego se lanzó ella, aunque no quería, simplemente le apetecía hacerlo.
Y así fue como el Príncipe Indómito y la Princesita Perdida se hicieron libres y fluyen libremente por el mundo en busca de alimento para sus almas: a veces se alimentan de ternuras, a veces de la violencia y el dolor; pero el placer del sexo ¡guau! era su bocado preferido.
Su poder para someter el pensamiento de los cuerpos hasta llevarlos a la muerte los elevaba a divinidades.
Y lo mejor era que Dios se había olvidado de ellas.
Así que no olvidéis, niñas y niños, que cuando el Príncipe Indómito y la Princesita Perdida se encuentren cerca de vosotros, relajaos, porque nada podréis hacer. Sólo les importa vuestras emociones y sentimientos, la carne es solo una butaca en un cine.
La fantasía de los humanos-bestias como licántropos, sirenas, medusas, esfinges, arpías, sátiros, centauros, vampiros, etc…; en el imaginario humano adulto está íntimamente ligada con el sexo. Imaginar, soñar o reflexionar cómo sería el acto sexual con estos seres fantásticos o mitológicos de características humanas y por otra parte la bestialidad y violencia implícitas en el acto sexual, excita escrupulosa y secretamente la libido de muchas gentes. El sexo brutal, doloroso y peligroso, absolutamente desinhibido; en las mentes adultas supera el miedo al desgarramiento de la carne, de los huesos y los órganos. Porque en los sueños no hay límites, no debería haberlos; de lo contrario sería una patológica castración que haría de la humanidad una manada de focas esperando que las orcas las devoren en la playa donde dormitan. Apáticas, desidiosas, incapaces… El acto sexual con estos humanos-bestias lleva implícita una sumisión o posesión masoquista de la que mucha gente no se atreve a hablar, exteriorizar y mucho menos proponer; pero avergonzados imaginan y sueñan con sufrir o provocar el dolor. El hombre lobo arañando sus pezones, penetrándola con un pene oscuro y velludo que la golpea profundamente hasta el intestino, empalándola… La vagina redundantemente húmeda de la sirena, sus gritos enloquecedores al penetrarla, equiparable al riesgo de follar con una mantis. Los vampiros subyugando con hipnosis a hombres y mujeres. Un acto sexual por aspiración de la sangre y el alma. La penetración de los colmillos en la carne como el acto íntimo donde ¿quién necesita un pene o una vagina para subir al cielo orgásmico? Y el gran premio: vivir como ellos eternamente. La bestia solo hace lo que debe, para lo que nació, comer y follar. No es el miedo a tales bestias, no en los adultos lo que les apasiona. Es la esperanza de un sexo irracional y brutal que rompa los límites marcados con alambradas de espinos morales a su libertad y pensamiento. En los adultos mediocres es un deseo oculto y vergonzoso, inevitablemente excitante. Porque han degradado el sexo a un mero trámite biológico y social: certificar que follan ante la sociedad y una mujer preñada que lo demuestra. Un sexo triste, meramente funcional, que no se atreve a rebasar las normas establecidas; ante las bestias humanas que leen o miran o sueñan, son arrastrados a elaborar las fantasías más voluptuosas y violentas hasta humedecerse y excitarse. Nunca han follado con los ojos vendados, atados, amordazados o fantaseando con juguetes, texturas, viscosidades o insultos susurrados con un follar brusco. Se excita ante el vampiro que le muerde las areolas dolorosamente, pensando que nunca ha tenido una mano en el coño que la masturbara, que chapoteara entre sus muslos mientras conduce reprimiendo el gemido y manteniendo una estresante y paranoica atención a la marcha del vehículo. Ser gozados, violados, poseídos en los momentos más improbables… No, los mediocres no usan de la fantasía en su follar estandarizado de ciudadano integrado. Son pura asepsia emocional e imaginativa. Pura incapacidad para gozar como de verdad desean, con esa faceta animal que les ha sido extirpada en escuelas, universidades y trabajo. Atenuada con drogas que esconden sus humillantes incapacidades. No son necesarios psicólogos o sociólogos para explicar lo obvio. Solo basta nacer absolutamente desinhibido y prestar la suficiente atención para retener los datos que formarán las conclusiones. Los que sueñan escondidamente mortificados con sus monstruos sangrientos, son los grandes frustrados sexuales, aunque no lo sepan y ante la película ignoran con embarazoso rubor sus genitales removiéndose ocultos entre calzones y bragas como fieras enjauladas, ahogados en sus propios fluidos y fantasías siempre retenidas en el oscurantismo sexual ya ancestral. Ante una vida mediocre y esclava, cancerígenamente mediocre; sólo las potentes fantasías sexuales de placer, violencia y posesión sexuales, pueden soslayar durante unos minutos esa vida deprimente de los nacidos en una cautividad que la humanidad, a lo largo de milenios ha cultivado con apatía, conformismo, cobardía, obediencia y estupidez.
Este texto aparentemente novelado, bien podría ser el prólogo de la edición especial de un tratado histórico futuro que expondría la cronología y situación actual de la sociedad o ¿civilización? pre y poscoronavirus: durante las tres primeras décadas del siglo XXI y sus orígenes en el siglo XX. Por supuesto, en el hipotético y optimista caso de haber vencido a la actual Dictadura Global del Poscoronavirus y el Clima.
Prólogo del ensayo histórico Nazismo Homosexual Climático-sanitario del Poscoronavirus de inicios del Siglo XXI: una pandemia sanitaria, homosexual, climática y oscurantista.
Edición de mayo del 2060, mejorada, revisada y actualizada con un prólogo póstumo de Iconoclasta, por el luctuoso cuadragésimo aniversario de la plena instauración del Nazismo (pos) Coronavirus en marzo del 2020.
Tras la Tercera Gran Guerra del 2035 (inicio de la rebelión de las masas ante el asfixiante control nazi del poscoronavirus que llevó a la ruina y a la hambruna a miles de millones de personas) al 2042 que, marcó el final de la guerra y hundimiento del Nazismo Poscoronavirus globalmente instaurado en el 2020; los historiadores ya liberados de la brutal censura y oscurantismo, iniciaron la recopilación de documentación, investigación, filtrado y desarrollo de la cronología de implantación del Régimen Mundial Nazi del Poscoronavirus. Una involución político-social (de marcado carácter sectario) al fascismo destructor de las más básicas libertades e incluso de las necesidades biológicas humanas, cuyo germen, con el consenso de los historiadores actuales, data del siglo pasado: a mediados de los años sesenta, con los grandes rebaños humanos que trashumaban con cientos de miles de individuos hacia las grandes concentraciones musicales. Se trataba del movimiento jipi, máximo exponente revolucionario de libertad, sexo y drogas. Una corriente socio cultural que dio a aquellos políticos coetáneos la clave para gobernar eficientemente con pseudo democracias, cuya característica fundamental consistía en aplicar estrategias ganaderas a la organización y administración de sanidad, economía, alimentación, educación, ocio, sexo y hábitos íntimos a las masas humanas. El poderoso nazismo de Hitler que dejó a las siguientes generaciones de políticos un importante legado práctico del fascismo con su rapidez de propagación, se vio mejorado gracias a internet, la comunicación vía satélite y la velocidad de la informática aplicada a las redes sociales y consumo audiovisual. Ante todo, la prensa televisiva y en web, fue la auténtica evangelizadora y propagadora de aquel Nazismo Poscoronavirus. Ante la gran cantidad de noticias y bulos de carácter ideológico publicados y decretados por los Nazismos del Poscoronavirus, los historiadores han precisado de cinco años de trabajo de investigación filtrando los bulos, mentiras y publicidad de aquel régimen, decididamente genocida también. El presente ensayo histórico expone con documentación contrastada y validada por el Consejo Ético de la Historia Mundial, los principales dogmas y terrores que implantaron los líderes pseudo democráticos en la población globalizada planetariamente por los Estados del Nazismo del Poscoronavirus, para conseguir la completa erradicación de la libertad y necesidades biológicas de las clases trabajadoras con fines recaudatorios. Hay un acuerdo total entre los historiadores por designar aquellas democracias como Estados Nazis Poscoronavirus, ya que está constatado y documentado (a pesar de los grandes bulos y crónicas de la prensa de aquellos regímenes fascistas) en la actualidad, que fue el coronavirus el medio de instauración y golpe de estado a las democracias o lo que quedaba de ellas (precoronavirus). Más tarde, englobado bajo el mismo nazismo, llegaría la extorsión del Estado (a nivel planetario) a las clases pobres o trabajadoras por cambio climático, homosexualismo y un comunismo feroz cuyo fin era la destrucción del libre pensamiento y la independencia intelectual acosando y destruyendo al individuo inquisitorial y sistemáticamente. No se puede negar la formación de una confederación mundial y estructura dictatorial internacional de los Estados Pseudo Democráticos del siglo XXI surgidos e instaurados en la segunda década mediante un golpe de estado, de carácter carcelario infectando a la población mundial con una gripe o coronavirus: la famosa Covid 19. Una prensa prostituida y leal a aquel fascismo e internet ferozmente censurada y bajo control nazi total, fueron las grandes bazas que en el siglo pasado hubieran dado continuidad y larga vida a Hitler. Insisten historiadores y sociólogos con perspectiva histórica, que el legado de Hitler estaba presente en aquellos Estados Nazis Poscoronavirus. El adoctrinamiento, los cánticos y aplausos de la población al régimen, son incluso embarazosos de explicar, su indignidad. A finales del 2019 e inicios del 2020 las ya pseudo democracias se confederaron e implantaron el modelo de gobierno de la Alemania de 1933 que, elevó “democráticamente” a Hitler como aclamado jefe de estado y religioso líder de un país arruinado, con un gran déficit cultural e intelectual. Y todo el planeta se erigió así, en marzo del 2020, en un gran land actualizado de aquel Tercer Reich. El Nazismo Pre y Poscoronavirus se había implantado oficialmente a nivel planetario. Mediante el robo de libertades e incluso la prohibición de las necesidades biológicas de la población mundial, como la prohibición de respirar libremente, la forzada inoculación de un producto que pretendía vacunar; pero era absolutamente aleatoria su diana terapéutica, cuando no degeneraba en secuelas en los inoculados o muertes repentinas. Y el más grave y definitivamente acto fascista: negar el derecho al sustento vital. Se prohibió mediante encarcelamientos masivos domiciliarios el trabajo, base primordial de la subsistencia de la clase trabajadora. Y además, se prohibía o coaccionaba la libre compra de alimentos (policías y militares registraban las compras de los ciudadanos, en China y España principalmente) con un encarcelamiento domiciliario generalizado de la población y unas distancias del domicilio a los mercados que policía y ejército controlaba minuciosamente. Había países de un alto grado represor e incluso genocida (China, España, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Francia…) que prolongaron la humillación y la agonía de las básicas o mínimas libertades durante más de tres años en las clases bajas o trabajadoras. Se instauró una sanidad pública de carácter de veterinaria de producción: bozales, tomas de temperaturas policiales, identificación del ganado vacunado y sacrificio de los no vacunados (en China más que probable y España muy cerca estuvo de encerrar en campos de concentración o asesinar de hambre a no vacunados con el aplauso de una población marcadamente, de nuevo, hitleriana). Relajadas las medidas del coronavirus y con la población ya adaptada o condicionada al nuevo fascismo y sus continuos decretos de extorsión, terror y usura recaudatoria de los Estados; comenzó el condicionamiento mental y cultural de la población mediante el bombardeo diario de ideologías inmersivas neonazis, un fascismo abiertamente poscoronavirus aceptado y acatado por las sociedades consumistas industrializadas y aterrorizadas por el Estado que, adoptó una figura paternalista y protectora de la población. La prensa siguió en sus funciones como medio privilegiado para el adoctrinamiento y control conductual de las masas o rebaños humanos. Secundario aunque no menos importante, era internet con sus redes sociales e influencers (personajes sin formación intelectual o cultural pagados por el Estado para propagar el nazismo o mantener a la masa humana distraída de la extorsión de la que era víctima). Incluso el cine y streaming (contenidos audiovisuales por internet por suscripción) se infectaron de censura nazi para evangelizar a la audiencia, aún aterrada por la pasada gripe, en los dogmas de un fascismo que tomaba fuerza por días invadiendo los cerebros de las castas sociales más desfavorecidas cultural e intelectualmente. Telenoticieros y prensa publicaban sus mensajes ideológicos usando la estrategia bélica: mentira, desinformación y hagiografía de los líderes políticos neonazis (antes presidentes de Estados de derecho). Con un enfoque sectario sexual, el Estado pretendía contener la natalidad de la población y alentar la promiscuidad homosexual o parafílica. Se decretaron las bases para pervertir educacionalmente la reproducción biológica humana, ya desde la infancia, como dogma-asignatura. Un extraño y desalentador por lo confuso, catecismo; que se imponía con acusada virulencia en la enseñanza pública y los colegios o escuelas colaboracionistas con aquel régimen nazi actualizado y tecnificado. De hecho, entró con fuerza en las universidades para asegurar la continuidad del homosexualismo como conducta sexual privilegiada, que incluía el transexualismo y otras enfermedades mentales aceptadas como voluntades o sentimientos propios democráticos (auto apercibimiento del enfermo como macho, hembra o ni una cosa ni la otra; independientemente de su genética sexual, de sus órganos genitales y procesos hormonales y metabólicos). Sin embargo, lo que más destacaba para los escasos individuos con una razonable capacidad intelectual o cultural, era la sistemática eliminación del individuo como creador y su independencia conductual de la masa humana globalizada y vacunada; una persecución muy agresiva en las sociedades más industrializadas y consumistas, dado su grado de decadencia e infantilismo en los adultos; algo que no ocurrió de un modo tan notorio en los países tercermundistas. El ser humano con capacidad intelectual y libre pensador, estaba siendo devorado por el oscurantismo del nazismo poscoronavirus. Llegó la censura a la literatura, cine, y arte en general. Las grandes empresas de entretenimiento audiovisual se convirtieron en una nueva Santa Inquisición de una Nueva y Oscura Edad Media en la historia de la humanidad. El audiolibro entró con gran fuerza en las sociedades consumistas para erradicar cualquier asomo de entrenamiento o ejercicio mental y nemotécnico en la población. El dogma, al igual que ocurría con la mascarilla o bozal nazi y la vacunación por extorsión era: “Escucha, calla y obedece”. La lectura es un ejercicio intelectual demasiado poderoso como para no censurarlo primero, y eliminarlo después con los audiolibros y la audio enseñanza. El oscurantismo del Nazismo Poscoronavirus marcó una nueva época recuperando la Edad Media en versión tecnológica. Escuelas, universidades, centros de formación profesional se convirtieron en mezquitas o iglesias que adoctrinaban en la aniquilación del libre pensamiento personificado en el individuo. El homosexualismo y transexualismo como una moral que aportaba toda clase de beneficios sociales, legales, fiscales y sanitarios. Y, ante todo, una perversión de la crónica histórica de la humanidad a la carta de aquel nuevo nazismo. Con la climatología hubo un acuerdo universal entre las nuevas pseudo democracias del planeta para perpetrar terrorismo de Estado recaudatorio contra la clase baja o trabajadora globalizada. Y al igual que ocurrió con la epidemia de la gripe, en la que durante tres años, todas las víctimas mortales eran causa de la covid 19; el aparato propagandístico del terror del nazismo poscoronavirus, lanzó una campaña apocalíptica de “olas de calor por cambio climático”, en la que de repente, morían miles y miles de personas por efectos de las altas temperaturas. De hecho, aquella población condicionada por el nazismo, se lanzaba en grandes bandadas a la playa y piscinas para escapar de aquel “calor abrasador” predicado por el Nazismo Poscoronavirus, por medio de coloridos y apocalípticos titulares de prensa (incondicional y universalmente colaboracionista del nazismo poscoronavirus); de tal modo, que incluso se quintuplicó el número de ahogamientos en el agua, sin duda alguna por la gran avalancha de “flamencos humanos” en los litorales. Realmente el planeta Tierra estaba en el punto de la elipse orbital más cercana al sol y el 2026 sería el año de más acercamiento a la estrella; a partir de ese momento, volvería a distanciarse de él; y por tanto bajar las altas temperaturas (entre cinco y siete grados por encima de la media en determinados momentos del año, no se trataba de un efecto calcinador, en absoluto). Un ciclo astronómico que oportunamente supo el Nazismo Mundial del Poscoronavirus disfrazar de cambio climático recaudatorio y represor. Posteriormente, al fin del ciclo orbital de máximo calor, el Nazismo Poscoronavirus “mostraría” triunfal al inmenso rebaño humano global que los Estados Nazis habían salvado a la humanidad de morir abrasada. El lema subliminal del Nazismo Poscoronavirus era: “La libertad es enfermedad y muerte”. Las siguientes generaciones de políticos fascistas, creyendo ya tener el poder absoluto, literalmente asfixiaron a la clase trabajadora hasta convertirla en esclava. Y surgió la necesidad de defender la vida y la dignidad de una forma natural e instintiva en la población. El inicio de la guerra, en el 2035, lo marcó el incendio del parlamento europeo por una gran manifestación de la clase pobre furibunda. Éste es un pequeño resumen a modo de prólogo para una obra magna que ha llevado más de quince años de investigación y debate. Si sirviera para que no se repitiera la historia… Sinceramente, no lo creo.
Se debe jalear la memoria “histórica” porque pareciera que los españoles y sus jerarcas, además de desmemoriados, son gente de bien; auténticos santos mártires a los que beatificar. Ser ciudadano nazi ejemplar no hace buena persona a nadie, por mucho que quieran convencer de lo contrario; hace de ese buen ciudadano un asesino o criminal por complicidad. El español es una raza dada a las dictaduras y al que la libertad le causa prurito genital y toda clase de síntomas alérgicos. No se debe olvidar que durante las torturas y asesinatos franquistas de disidentes o críticos con el régimen fascista, una inmensa mayoría del pueblo español afirmaba muy digna y didácticamente, con una fe inquebrantable en el asesino dictador Franco y sus perros de presa: “Algo habrán hecho”, refiriéndose a los torturados, encarcelados o asesinados. Aquí está el video y la noticia doctrinal y ejemplarizante de la prensa prostituida al entonces aquel, nuevo nazismo y dictadura española (de hace poco más de tres años), mostrando la ruindad de los vecinos nazis del coronavirus y sus carceleros policías, a tan solo una semana de haberse convertido España y sus cabestros habitantes en un land nazi criminal: https://www.20minutos.es/videos/nacional/4195870-una-runner-histerica-se-resiste-a-ser-detenida-por-dos-agentes-ante-los-abucheos-de-sus-vecinos/ Una noticia que fue emitida y repetida hasta la saciedad ante las narices cobardes y mansas de los cabestros encarcelados en sus casas, asistiendo a una auténtica catequesis del Caudillo Español Nazi Penitenciario Homosexual Sanitario (el Gran Hermano de 1984, en la España que nació en el 14 de marzo del 2020). Los vecinos que abuchean e insultan a la chica es la misma miseria subhumana que aquellos ciudadanos alemanes que escupían y golpeaban a los judíos por la calle obedeciendo a su führer. Una video-noticia-parábola del nazismo coronavirus español que no olvidaré jamás por lo nauseabundo: dos policías aplastando contra el suelo a una mujer que pide ayuda. Y la chusma como perros desde sus celdas, ladrando-insultando servil y cobardemente a la chica. Si hubieran podido esos mierdas rabiosos y fanáticos, la hubieran apedreado como putos moros hasta matarla. Los vidrios de sus ventanas debían estar sucios de sus babas perras. La voz principal, la de vieja puta barriobajera que le grita: “¡Lo que no es justo es que salgas a correr, gilipollas! ¡Poniendo en riesgo la policía, boba! ¡Ayuda dice…! Todos aquí metidos…!”. Esa misma voz de puta vieja, sigue diciendo que como baje ella, verás si la mete pronto en el coche patrulla. Posteriormente se van sumando los gritos de otros repugnantes vecinos tarados increpando e insultando a la chica. Y se convierte así el video, en una sucia y denigrante orgía de fanatismo nazi. Todo ello me provocó tal subidón adrenalínico que si llego a estar cerca de esos vecinos nazis cobardes, reviento la puerta de la casa de la zorra y con una verga de toro le arranco la piel a tiras, como al puto Jesucristo. Esta noticia y su video muestran en esencia el inicio y resumen de lo rápida, grotesca y fanáticamente que la población española se convierte al nazismo o fascismo. Cómo se transforma esa masa amorfa sin cerebro en una bestia mezquina a la que, sería un honor exterminar por fuego, por envenenamiento o simplemente por hambre; sin prejuicio o reparo alguno. El quid de este video está en lo que dice la guarra: “¡Todos aquí metidos…!”. Es la voz de la envidia. La cochina envidia elevada a su más alto grado ponzoñoso y asesino. No hay nada peor para la chusma borrega que una persona con valor luche por su libertad o la ejerza; porque esa sola persona pone en evidencia a decenas de miles de ratas humanas cobardes. La envidia es el motor y alimento de toda dictadura, de todo nazismo en cualquier colonia de insectos humanos. La envidia que asesinó a seis millones de personas en campos de concentración alemanes. Y por un resfriado, violó las más básicas libertades y negó las necesidades biológicas a millones de reses humanas quejumbrosas, decadentes y acobardadas por “la covid 19”, convirtiendo el nazismo en un “padre bondadoso y salvador” de mierda que se quedó definitivamente como una pseudo democracia infantil-paternalista. La noticia y su video debería emitirse en el Museo de la Vergüenza Humana, para que todos sepan cómo era la vida en la España del Coronavirus y en unas cuantas regiones del planeta, como China, Australia, Canadá, Nueva Zelanda… Por nombrar las más asesinas de la libertad y las necesidades biológicas humanas. Una anécdota: la cobarde Australia, por diez casos de coronavirus entre diez mil habitantes encarcelaba a millones.
MIerda…
Que nadie se sienta orgulloso de mierda de ser un nazi piojoso y servil. Un asesino cobarde al fin y al cabo que se sopla las uñas cuando oye gritar a quien empalan. Es todo un insulto a la dignidad y la inteligencia.
Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia. Además, sería imposible pagar solo con otra. La decapitación… No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil. Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo. Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis. Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada. Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello. En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco: ¿Por qué lo matas todo, 666? Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda… Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso. Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda. Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire. Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos. Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío. Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos. Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez. No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones. Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina. Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío. Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos… Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica? Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable. Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas. Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva. A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma. Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos. Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano. Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas. – ¡Hazme daño! –rujo. Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes… Y bramo. El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse. Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta. Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana… Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros… Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais. Bienvenidos a ella, pasad y sufrid. Pasad y rompeos, primates. Moriréis todos. Siempre sangriento: 666.
Viendo una película de terror recapacito sobre las cosas horrorosas de verdad. Y llego a la conclusión de que por muy terrorífica que quiera ser una película, no puede ser peor que te taladren una uña sin cariño alguno o anestesia para drenar la sangre acumulada por un golpe o que la reparación de una persiana tarde ocho meses en realizarse. Eso sí que es desgarrador. En fin, lo que me encanta de las películas de terror superficial, son las protagonistas. Siempre son tetonas que al respirar agitadamente, sus tetas suben y bajan con hipnótica lascivia. Pretenden darles un aspecto juvenil de apenas dieciocho años; y al ser tan voluptuosas y carnales, parecen auténticas macizas treintonas (mature en idioma porno) y claro, dejan a sus compañeros machos de reparto como niños con pañal. Es pura masturbación desencadenada para los que inician la dramática y estúpida metamorfosis hacia la adolescencia. (YO, como soy viejo, necesito ver el pezón para cascármela) También es habitual que entre las pandillas de machos jóvenes en estas películas, haya uno tan feo y contrahecho que en lugar de aparentar diecisiete años o dieciocho, aparenta sesenta. Suele ser de los primeros en morir. Un castigo bíblico a su fealdad, y un recurso cinematográfico para no prolongar más tiempo del necesario su aparición ya que me deprime al público en caso de que le hiciera caso a la película y no anduviera haciéndose porros de maría. Este feo, además, es el que te lleva a esperar con impaciencia otra escena con la tetona corriendo aterrorizada con una camiseta de tirantes, o bien directamente con un sujetador que parece pegado con superglú a las tetas, porque por mucho que corra, salte o respire agitadamente, no asoma ni un trozo de la areola del pezón. Otra cosa a destacar es la situación idiota que muchos guiones proponen: intentar matar a un ser sobrenatural, semitransparente e inmortal con balas. Como si las balas USA fueran agua bendita que a chorros queman a los diablos vaporosos. Es en realidad, un mensaje subliminal de la Asociación del Rifle. Así que esto funciona inevitablemente, siempre así: un macho joven (el promedio de edad de los personajes en las películas de terror superficial) americano observa aproximarse a un espíritu maligno vaporoso (la tetona respira a su lado subiendo y bajando hipnóticamente sus lascivas tetas). Y de repente, el muchacho echa a correr al recordar aquel rifle que se le cayó en la poza séptica que usan en la casa de campo como retrete. Pretende asar a tiros a la maligna nube de gas o diablo cambiante. Muere el muchacho; pero con heroicidad. Y las tetas de la prota, suben y bajan, suben y bajan, suben y bajan, suben y bajan… No sé lo que pasa al final, tengo trabajo.
Un niño de ocho años con genitales masculinos sintió curiosidad por ver el mundo que dejaba tras de sí. Observar cómo se alejaba todo cuando caminaba.
Algo maravilloso ocurrió en su cerebro, porque no existían las enfermedades mentales. Se detuvo frente a papá y mamá biológicos, como era ley llamarlos en la escuela; en la asignatura de Catecismo de Familia Inclusiva: madre y padre biológicos o bien madre y padre del amor, lo que correspondiera.
Y dobló la espalda hacia atrás rompiendo con un terrorífico crujido la columna vertebral, hasta que la nuca descansó contra las pantorrillas. Ahora veía del revés a su padre biológico avanzar hacia él y le pareció mágico.
Papá biológico gritaba alarmado su nombre: Julia. Ya no había nombres de niño o niña. Mamá biológica en su niñez fue lesbiana y papá biológico dejó el travestismo cuando la conoció en el instituto.
Papá biológico hablaba por teléfono solicitando con gratas palabras una ambulancia para su hijo biológico con el terminal frente a los labios para que identificaran si estaba infectado de coronavirus. Mamá biológica se había detenido y gritaba afectada, porque estaba prohibida la palabra enloquecida, le enseñaron que se derivaba de loca y no existían locos y locas por decreto.
Julia caminaba alrededor de su padre, que seguía suplicando con todo el respeto que es debido a la Autoridad Sanitaria ayuda médica para su hijo.
El pequeño Julia trotaba feliz con la cabeza colgando entre las piernas, fue algo hediondo de ver cuando se cayó y se rompió los incisivos y los labios se partieron. Se agitaba como una lombriz aplastada por la mitad luchando por recuperar una verticalidad instintiva. Sus intestinos dejaron escapar excrementos que contaminaron el aire. Un policía hombre con genitales masculinos les amenazó con multarles climáticamente.
Una mujer con cabeza de hombre y genitales femeninos que pasaba por allí, aplaudió al agente.
El papá biológico elevó al pequeño Julia por la cintura y le aconsejó con voz serena, para evitar denuncias de maltrato, que apoyara las manos en el suelo para mantenerse en pie. Una joven mujer con genitales de mujer, con el móvil grabó un video hasta que llegó la ambulancia. Y lo colgó en Yutup como Niño Bisagra, al instante se hizo viral (“famoso” estaba en desuso y casi prohibido). Y se convirtió en tres minutos, Dana Ortiz, en influencer millonaria (bustos parlantes de internet que por alguna inexplicable razón captaban la atención de millones de mujeres con genitales masculinos o femeninos y millones de hombres con genitales femeninos o masculinos).
Fue muy comentado por los seguidores el plano del rostro amoratado de Julia, congestionado por la bajada de sangre a la cabeza y las escleróticas de sus ojos teñidas de sangre dándole un aspecto fiero, demoníaco. De sus labios partidos caía una baba semi coagulada, muy espesa y rosada que inundaba las fosas nasales.
A pesar de todo, Julia sonreía divertido como cualquier niño jugando, y se convirtió aún sin saberlo, en el amado fundador de los Caballetes Humanos.
La Excelentísima Doctora que acudió a la llamada de papá biológico, felicitó a Julia por tan feliz y valiente idea, lo plegó bien para que no desestabilizara la camilla y lo trasladaron al hospital.
Por alguna razón que no pudieron explicar los médicos, el niño seguía vivo y con las piernas y brazos operativos tras partirse la columna vertebral; pero su nueva condición, libremente elegida por Julia, tuvo consecuencias: las piernas quedaron rígidas como estacas, es decir sin articulación en las rodillas. Nunca más podría ponerse derecho, los intestinos se vieron afectados neurológica y posturalmente (los excrementos encontraban una gran dificultad para ser evacuados), se le hizo una colostomía permanente. El pene, era funcional, aunque debido a la antinatural morfología, orinar era difícil y antihigiénico, lo sondaron. Pronosticaron su ceguera en no más de tres años. A los seis meses los ojos colapsaron por la presión sanguínea y le trepanaron el cráneo para instalar una válvula de purga de sangre. Nunca más volvió a experimentar como quedaba atrás el mundo cuando caminaba.
Dana la influencer documentó con el permiso de la familia y pagándole un porcentaje de sus ganancias, el día a día del niño Julia que se convirtió en el símbolo de la libertad de cada cual a ser lo que deseara a costa de los demás.
Uno de los momentos más emocionantes que recuerdan millones de seguidores, fue la primera masturbación asistida de Julia, cuando llegó a la adolescencia, un año y medio después de convertirse libremente en aquella cosa. Tenía doce años.
La madre biológica retiró la sonda, tomó en sus manos aquel pene tierno y pálido y escupió en el prepucio. En principio fueron caricias sosegadas, delicadas, hasta que el falo se inflamó y se puso rígido; a partir de ese momento la masturbación fue frenética y el niño lloraba de placer y emoción. Balanceaba con paroxismo la cabeza entre las piernas ante la proximidad de la eyaculación, ante la millonaria audiencia que lo seguía. José Luís, la madre biológica, mostró su mano goteando semen ante la cámara, Julia aún gemía excitado, con los pulmones colapsados por la prolongada y agitada posición en V invertida y el rostro congestionado de sangre. Abrió la válvula instalada en la sien derecha para purgar el exceso de sangre. Sus ojos opacos, saltones y ensangrentados, miraban a un lugar donde no se encontraba la cámara para dar más dramatismo a la escena. La transmisión finalizó con la boca del adolescente en un rictus obsceno, jadeaba con la lengua colgando por encima de la nariz.
Dana contaría en una emisión por Yutup dos días más tarde, que Julia exigió a su madre que le hiciera un par de felaciones cada día.
En las redes sociales había un tráfico demencial. Se pagaban pequeñas fortunas por ver las mamadas en directo por webcam, entre los seguidores se encontraba el Caudillo de la Nación, que manifestó en una entrevista televisiva: “Ha sido lo más hermoso que una madre y un hijo habían llevado a cabo jamás”.
Un consejo de ministros decretó la condecoración a José Luís como madre biológica excepcional de aquel estado democrático de pleno derecho.
A los trece años Julia perdió la capacidad de hablar. Solo salían gruñidos de su boca debido a que órganos como la laringe, cuerdas vocales y úvula, se lesionaron o degradaron. Un transductor implantado en el cuello escribía en la pantalla de un smartphone lo que el pequeño Julia pretendía decir. A esa misma edad sus riñones dejaron de funcionar y no había posibilidad de trasplante debido a que la zona lumbar era inaccesible. Los riñones estaban ocultos en el ángulo interior que formaba su cuerpo, entre las nalgas y la espalda. Romper la columna vertebral de nuevo para dejar su torso erecto, lo mataría.
Cada dos días se conectaba a una costosa máquina de diálisis para depurar la sangre.
En una de las emisiones de Yutup, se pudo ver como la madre de Julia, dejaba en la meseta que formaba el vientre una toalla para secar tras el aseo el rostro de su hijo.
Alguien escribió en los comentarios, que no era un ser humano, sino un caballete.
Y aunque muchos seguidores le afearon e incluso le insultaron por ello, no pudieron evitar referirse a Julia, como el caballete.
Aprovechando el tirón viral, la madre, el padre y la influencer, impulsaron una plataforma social para la protección de los Caballetes Humanos que pronto tuvo una masiva cooperación con fondos y actos de voluntariado. Julia se convirtió en el primer niño caballete activista por los derechos a la libertad de transformar el cuerpo y por una vida digna.
Un día, eyaculó ante la webcam semen ensangrentado, los testículos se habían infectado y lo castraron; pero tarde, la infección se extendió y murió a los catorce años.
En todo el mundo, más de quince mil niños, alentados por sus madres y padres biológicos o bien del amor, hicieron el rito de conversión en caballetes humanos para ver el mundo alejarse cuando caminaban.
Diez mil dieciséis murieron en el acto de quebrar la columna vertebral y sus padres recibieron cuantiosas ayudas económicas a costa de los presupuestos sociales por la trágica pérdida sufrida en nombre de la libertad de elección.
La OMS creó un protocolo de tratamiento para evitar el deterioro físico de los caballetes humanos. Las afecciones del habla y la visión consiguieron ser contenidas con cirugías ortopédicas y medicación para la hipertensión así como licuación de la sangre para hacerla menos densa.
Seiscientos murieron con hemorragias internas entre los ocho y diez años de edad.
Se crearon jardines infantiles de uso exclusivo para estos niños, a los que llevaban sus progenitores biológicos o del amor, con una correa ceñida a la bisagra o vértice (la cintura de los que eligieron libremente no ser caballetes) para guiarlos y evitar las frecuentes caídas que provocaban humillantes y jocosos comentarios entre seguidores y público.
La sociedad parecía perder su capacidad de emotiva tolerancia hacia los monstruosos caballetes humanos.
Se prohibió la práctica del contorsionismo porque podía ser una forma de falsificar el estatus social y se consideraba ofensivo para la dignidad de los caballetes.
Los progenitores de los caballetes humanos que sobrevivieron al rito de transformación exigieron al estado que las pizarras en las escuelas se colocaran al revés, así como semáforos a nivel de suelo y prohibir la presencia de perros en las calles. También se sacrificaron los perros de los hogares para evitar que en algún momento escaparan e invadieran la calle que se haría prioritaria para los caballetes.
Les fueron concedidas semejantes demandas por los corruptos gobernantes del planeta, ávidos de votos fáciles. Pretendían ser gobiernos de la bondad y la piedad. A pesar de ser solo cuatro mil el número de caballetes vivos, los gobiernos pensaron que podrían ser con el tiempo muchos más, y se adaptaron escuelas, semáforos y señales viarias para los caballetes, los hubiera o no en todas las ciudades del mundo.
El papa de Roma beatificó en una gran gala a los pocos más de cuatro mil caballetes humanos de entre siete y trece años de edad.
El primer caballete humano que llegó a la mayoría de edad, fue designado presidenta honoraria de los Caballetes Humanos. Se trataba de una mujer con genitales masculinos llamada Feodor. Su secretario se hacía cargo de su movilidad y saciaba su deseo sexual, a los cuales tenía un derecho innegable.
Recibía a niños en su despacho para informarlos y demostrar con ella (a pesar de sus genitales masculinos, así quiso ser tratada) como ejemplo, la importancia de ser un caballete y los grandes beneficios sociales y económicos que reportaba semejante estatus.
Muy pronto se exigió una cuota de presencia de caballetes humanos en todas las instituciones mundiales. Se prepararon y organizaron espacios en las empresas y la administración del estado para la inclusión de caballetes adultos.
Debido a sus dificultades respiratorias, decretaron los caballetes humanos, como ministros de sanidad, los cierres de las tabacaleras y el consumo de tabaco en todo lugar, incluidos los hogares. Si ellos no podían fumar, nadie debía hacerlo. La sanidad pública celebró a sus nuevos ministros aplaudiéndolos en grandes concentraciones y promocionando con cortometrajes emotivos su gran capacidad para salvar a la humanidad de sí misma.
Consiguieron grandes sueldos y se elevaron a una casta superior a la de los seres humanos que habían elegido ser como nacieron.
Se fabricaron camas verticales con bisagra, se doblaban formando ángulo, bien podían dormir sobre el vértice o dentro del ángulo formado.
A medida que los caballetes llegaban a la mayoría de edad, eran situados exclusivamente en puestos del gobierno. Y exigieron secretarias y funcionarios caballetes, como ellos. Los gobiernos ofrecían grandes cantidades de dinero a funcionarios para que se partieran la columna vertebral mediante cirugía y así trabajar para los mandos caballetes.
Los momentos de actividad sexual estaban incluidos en la jornada laboral de los caballetes con altos cargos en el gobierno. Precisaban de especialistas sanitarios que los alzaran o movieran adecuadamente para realizar el coito, las estimulaciones orales o masturbarlos. Para las actividades anales disponían de largos vibradores articulados y flexibles para acceder al ano. Con el tiempo, en los despachos se colgaron columpios ortopédicos del techo para facilitar las penetraciones; pero siempre necesitaron la ayuda de humanos erectos.
Cuando los caballetes humanos sobrepasaban los veinticinco años de media, sus testículos se secaban y pudrían debido a la malformación del sistema circulatorio, por lo cual debían ser castrados e indemnizados millonariamente.
Un par de ellos se balancearon en las ventanas de sus despachos para precipitarse al vacío gritando que no podían correrse y “mi puta polla está muerta” o “mis cojones se han podrido”.
Gran cantidad de ellos se deprimían o sufrían graves alteraciones psicológicas que los llevaban a la violencia y mal trato de su servicio personal y humanos erectos en general, a los cuales discriminaban desde sus puestos de poder.
Entre la población se puso de moda llamarlos bisagras, cangrejos o rotos de mierda.
Y pronto se pasó de las palabras a la violencia.
El primer brote se dio en un colegio de primaria. Un niño erecto durante la ausencia de un profesor hombre con genitales masculinos, empujó al caballete humano diciéndole: “Me das asco. Tú no eres mejor que yo, cosa mierdosa.”.
El caballete humano se retorcía en el suelo entre una fila de pupitres intentando de algún modo incorporarse a cuatro patas. Los niños erectos del aula hicieron un corro en torno a él riéndose e insultándolo. Le llenaron la boca y la nariz con tizas hasta asfixiarlo.
Los treinta escolares de entre nueve y diez años fueron acusados de crimen contra la humanidad y la decencia. Los condenaron a cadena perpetua.
Un influencer secuestró a un caballete funcionario de baja categoría y en un almacén en ruinas e inidentificable lo decapitó ante la webcam, demostrando que por el tratamiento médico al que eran sometidos para prolongar la vida, sus cabezas cortadas seguían vivas durante diez minutos.
Feodor, la presidenta de los Caballetes Humanos, en un comunicado de prensa dijo haber tramitado un suplicatorio al tribunal para que los treinta escolares fueran condenados a muerte por decapitación. Tres días más tarde el palacio que le había sido asignado como vivienda oficial estalló con sus secretarios y cuidadores dentro. Murieron con ella, cincuenta y seis erectos y diez caballetes auxiliares.
Respecto al influencer que decapitó al funcionario caballete, los medios anunciaron que lo habían capturado, le partieron la columna vertebral con un martillo y luego fue decapitado a los pies de la Torre Eiffel como ejemplo para la humanidad.
Había rumores de que los servicios secretos del estado escogieron un influencer al azar y el verdadero asesino nunca fue descubierto.
Los humanos erectos en grandes multitudes organizaron manifestaciones y huelgas violentas exigiendo igualdad de trato. Era una atrocidad cometida por el estado el someter a los humanos erectos a la dictadura de los bisagras o caballetes que tan solo eran tres mil a esas alturas los que vivían.
Los gobiernos del planeta viendo peligrar sus votos eliminaron los privilegios de los caballetes. A partir de aquel momento fueron cazados sistemáticamente hasta su extinción. Al igual que los progenitores y los hijos adoptados por ellos.
No quedó nadie que hubiera sentido la más mínima simpatía hacia ellos.
En las escuelas anularon los sistemas de giro de las pizarras para los niños caballete y se destruyeron los semáforos y señales viarias para ellos.
Los últimos doscientos caballetes en el poder fueron eliminados en sus despachos en una operación mundial sincronizada por grupos de humanos erectos voluntarios. Los asfixiaban obstruyéndoles las vías respiratorias con colillas de cigarrillos y segundos antes de morir, tomando sus piernas y brazos, los enderezaban con un fuerte tirón. Luego los arrojaban por la ventana al vacío.
Los caballetes humanos cayeron en el olvido gracias a la eficaz revisión de la memoria histórica por parte de los gobiernos del mundo.
La ciencia avanzó. La gente podía cambiar su cabeza por la de sus animales preferidos o mascotas.
Y por ello surgieron miles y miles de cazadores de humanos-bestias.
Debido a aquellos trasplantes terribles y dada la baja calidad higiénica de los hospitales que ofertaban tales servicios, se desarrolló una potente bacteria que extinguió a la humanidad en cuatro meses. No quedó rastro alguno de la genética humana en el planeta, al menos, ninguna viva.
El resto de especies animales, tras milenios de evolución, aprendieron a hablar y elaboraron un lenguaje claro y preciso; pero siguieron viviendo como lo hicieron durante millones de años desde que surgieron en La Tierra.
Ningún meteorito cayó del cielo.
Simplemente, La Tierra se agotó y dejó de girar. Se convirtió en un astro sin vida. Abrasador de día, gélido de noche.
Estos son los principales dogmas sobre los que descansa la nueva constitución española reformada por el Gobierno Penitenciario Fascista Español Homosexual Sanitario fundado el 14/03/2020. Mandamientos redactados bajo auspicio chino y con el aval de la justicia española penitenciaria nazi sanitaria, sin que le temblara la mano sellarlos como “legalidad”. Fundamentos de los que surgirán las nuevas leyes a decretar de urgencia, código penal y código moral del gran estado de pleno derecho que es España. Y que en muchos momentos de la historia de la Nueva y Normal España, fueron pronunciados por ilustres jerarcas nazis sanitarios homosexuales todos los días y en todos los idiomas y dialectos del gran estado de pleno derecho español.
1º: La libertad es enfermedady no me temblará la mano 🤬 (sic) para manteneros sanas a todas las españolas y sanos a todos los españoles los días que YO decrete en este nuestro gran estado de pleno derecho (primera alocución del primer caudillo español penitenciario fascista homosexual sanitario, marzo 2020).
2º: Debemos luchar en nuestros hogares, escuelas, empresas y en cualquier lugar de nuestro gran estado de pleno derecho (sic), por erradicar el asqueroso acto sexual macho-hembra y viceversa 🤮. Y no me temblará la mano para ello.
3º: Un día sin mascarilla* 😷 es como un día sin arcoíris️🌈 en nuestro gran estado de pleno derecho, y no me temblará la mano para imponerlo las veinticuatro horas del día en todo lugar. *(bozal en nazi)
4º: La corrupción es un sacrificio 😔 con el que hemos de cargar nosotros los líderes (sic), los que formamos y servimos a las españolas y españoles (sic). En nuestro gran estado de pleno derecho corrupción es santidad. Y no me temblará la mano para mantener la santidad de este gobierno.
5º: Los días difíciles (sic) 😰 decretados para la ciudadanía, también son días de respeto y ovaciones a las instituciones 🤓 de nuestro gran estado de pleno derecho. Y no me temblará la mano para decretar cuantos días difíciles sean necesarios para las españolas y españoles.
6º: El tribunal constitucional 😬 será nombrado 🍌 por el líder de la nación, YO; para que las leyes decretadas, días difíciles, etc… Sean perfecta y rápidamente avaladas por la justicia 😬 contra todas las españolas y todos los españoles para nuestra lucha* por la salud y contra la infecciosa libertad. *(ver el primer dogma)
7º: En nuestro gran estado de pleno derecho y con el aval de jueces, expertos y chinos: Sí es Sí y Nó es Nó (sic) 😠. A MÍ y a mi ministro del Sí y del No, no nos temblará la mano para ser implacables con toda ambigüedad como: kizás o puéser*, por muchos días difíciles que YO haya decretado (sic). *(quizás y puede ser, en dialecto o grafía nazi)
8º: No nos temblará la mano para exterminar a todas las fumadoras y a todos los fumadores de tabaco 🚬. Y así la marihuana inunde los amaneceres de luminosos arcoíris a todas las españolas y españoles 🦮👨🦯; y además decretaré que sea más barata que el ducados y el marlboro. En nuestro gran estado de pleno derecho, la encontraréis en colegios, salas pediátricas de hospitales, parques, bares, salas de baile y en las puertas de las cortes de nuestro gran estado de pleno derecho.
He aquí los ocho pilares fundacionales o carta magna de la España Penitenciaria Nazi Homosexual Sanitaria, sobre la que se asentará una nueva Constitución Penitenciaria Nazi Homosexual Sanitaria en este gran estado de pleno derecho.