Archivos de la categoría ‘Ciencia ficción’

En España (la sanchizta) a diferencia del planeta Arrakis, no hay más casa de poder que la de los Harkonnen-Sánchez que opera en todas las instituciones para quedarse toda la especia/euros. La casa Atreides-psoe no tiene la más mínima oportunidad de desbancar a la Harkonnen-Sánchez.
Además, ocurre que los habitantes del desierto/asalariados, los explotados y oprimidos votan siempre por la conocida casa de los Harkonnen-Sánchez y jamás se fiarán de los buenos por conocer: la casa Atreides-psoe, que no acaban de castigarlos y humillarlos como lo hace la casa Harkonnen-Sánchez con su rey y ayatolá hispanocatalán Sánchez I el Arribista, sumo sacerdote supremo de la secta psoe(Harkonnen), inventor de la Amnistía Corrupta Española 2024 y cobarde histórico, al que no le tiembla la mano para soltar chorros de rayos láser de embustes y prevaricaciones que paralizan a los asalariados como a los conejos en la carretera los focos de los coches. Al igual que algunas mujeres maltratadas, a la raza humana española le gusta que la humillen y le peguen; ama a su macho.
Tal vez, la Bene Gesserit-Gómez, santa del ayatolá Sánchez I el Arribista y catedrática oscura de la casa Harkonnen-Sánchez que opera sin enseñar nada, sólo ejerce de catedrática recaudadora; tenga además poderes tenebrosos para mantener al votante tipo español, hechizado con la papeleta electoral del ayatolá Sánchez I el Arribista toda la puta jornada electoral en la mano.
En fin, como la casa Atreides-psoe no es una malvada conocida, no puede combatir a los Harkonnen-Sánchez que incluso tienen monopolizados y sobornados a los gusanos-nazionalistas del desierto trabajando para ellos.

GENPHOCS: Gobierno Español Nazi Penitenciario Homosexual Clima-sanitario
CENPHOCS: Caudillo Español Nazi Penitenciario Homosexual Clima-sanitario
NEPHCS: Nazismo Español Penitenciario Homosexual Clima-sanitario

Dietario de un fascismo.
En uno de los idénticos días y meses del año 2020 del estalinismo consumista del coronavirus. Siglo 21 de la Mezquindad.

Los polluelos a veces caen de los nidos por el viento. Tienen mala suerte.
Mueren dramáticamente solos y se los comen las moscas.
Sólo los seres buenos tienen mala suerte. Es una constante de la historia de la humanidad degrada por el contrato social.
Si no mueren nunca los malos: los jerarcas y burócratas del estado/dios, como los del coronavirus ¿qué esperanza nos queda más que matarlos a todos nosotros mismos en todos los lugares?
Si algo enseña la vida es que los hijos de puta viven más y mejor que las personas valiosas.
Es un error, no se debe tener fe en un dios de mierda y su “justicia” y designios divinos; la gran invención del estado.
Ni en esa mierda que llaman karma.
Al cerdo se le descerraja un tiro en la jeta y así se acaba él y su puta triquinosis fascista corrupta.
No se necesitan obreros, no urgen. Se necesitan buenos francotiradores y luchadores con habilidades para la guerrilla urbana.
La violencia es el único método que puede evitar la ruina, extorsión, privación de libertad, de las necesidades biológicas y humillación que comete el estado/dios contra nosotros, los parias trabajadores.
Sería recomendable para la caza de jerarcas no bajar de un calibre 9 mm para asegurar a corta distancia una muerte inmediata con un buen agujero de salida o masiva rotura de tejidos y huesos. El 357 magnum sería ideal para caza urbana y en los habituales escenarios de guerrilla.
Los francotiradores, como expertos que son, ya tienen su propia arma y calibre preferido para las largas distancias.
Y no se debe menospreciar la utilidad y bondad de un cuchillo Bowie con una buena hoja de entre 17 y 27 cm. Claro está que el arma blanca precisa de un contacto íntimo con la víctima que suele ser desagradable; pero una vez has matado a dos o tres, se desarrolla cierto fetichismo hacia el cuchillo. Es más inspirador e íntimo que la bala. Con la habilidad del hábito, la hoja te transmite la muerte de tu presa a la mano. Desde que la sentí, no he podido dejar de usarlo.

Dietario de un fascismo.
En uno de los idénticos días y meses del año 2036 del fascismo estalinista de la Agenda 2030. Siglo 21 de la Mezquindad.

Hoy ha anunciado la televisión del régimen mundial fascista 2030, el nacimiento del primer bebé asalariado capaz de sobrevivir, respirar y apto para futuros trabajos con tan solo un cerebro del volumen de una insignia de solapa de la arcoíris Agenda 2030. La alimentación de la madre (oficialmente progenitore) y por tanto del feto, con gusanos transgénicos procesados durante nueves meses de riguroso control y confinamiento, es la causa de esta proeza de ganadería humana selectiva que inició sus pasos en los pasados años 20 con las famosas vacunas covid.
Al mismo tiempo y motivo de celebración mundial, ha nacido el primer bebé de un matrimonio binario homotransgénero de la casta sagrada aristopolítica 2030, sin más intervención que la divina, con un diente de oro completamente desarrollado y funcional. Lo que ha provocado una repentina pandemia de manos trabajadoras rotas, por el fervor con que se ha aplaudido el áureo nacimiento del bebé de la aristocracia política y a sus homotransprogenitores estalinistas 2030.
Ya no es necesaria la violencia, de hecho, ha sido castrada mediante selección genética ganadera de la especie humana trabajadora que se alimenta con la carne ecológica ultraprocesada de sus cadáveres; una solución ecocircular por la cual los aristopolíticos han obtenido una mayoría absoluta parlamentaria.
Se ha llegado a tal estado de paz, armonía y amor de los parias asalariados hacia sus amos aristopolíticos, que las vacas de las video-postales rurales miran con displicencia y asco a los humanos que las sostienen en sus manos con mirada imbécil. Sólo se permite el acceso a la naturaleza a los aristopolíticos.
Es urgente el suicidio en masa de la casta paria asalariada, que hace décadas que dejó de ser humana para ser cosa inefable. Deberían tomar veneno en familia o estrellarse con el coche, cualquier cosa, lo que sea, para que su indignidad desaparezca de la faz del planeta.
Dada la actual cobardía y desquiciado servilismo medieval obrero, es dudoso que tengan el decoro de suicidarse. Hay tiempo para una solución final aunque desesperanzada: que alguien, por lo que más quiera, envenene los suministros mundiales de agua potable.
Mientras tanto, he conseguido sacrificar a unas pocas de cosas, pero necesito ayuda para erradicar la indignidad.
La esperanza ha muerto con un cráneo al fin vacío y un lechón con diente de oro.
Abandonado en el 2036:
Fin de toda alegría.

Foto de Iconoclasta.

Si los vampiros existieran serían los jerarcas gobernantes de la humanidad (lo de globalidad se lo pasarían por el vampírico culo) y las cosas no serían peor de lo que ahora son.
Nos chuparían la sangre sí; pero sin dolor y sin humillación, de una forma natural y directa.
La otra gran ventaja es que los vampiros no nos darían la matraca paternalista ideológica sectaria con “pedagogías” en formato de homilía u hoja parroquial, para hacer “virtuosa bondad” de los crímenes, dejación, prevaricación y corrupción del gobierno. No estarían emitiendo embustes todos los días a todas horas sin descanso. Los vampiros no necesitan de esas mamadas ni ser amos de medios de comunicación.
Algo que ya mostraba aquella película del 2009 basada en hechos reales: Daybreakers.

“¡Esto no es real!” algunos exclaman airados.
Y es una lástima que no lo sea y seguir bregando cada día con esta mediocre y mezquina realidad. Sin esperanza para la fantasía de amarte con mis dedos hundidos en tu coño y ser amado con mi rabo en tu mano.
Aunque la fantasía trajera el horror.
Tu mente la tengo, me llena los días; pero la viscosidad que hace brillantes como el esmalte tus muslos, sigue siendo como la máquina del tiempo, mentira.
Te evoco y en lugar de exclamar, gimo en un rincón en penumbra que guarda mi frustración de la vergüenza ante el universo: “¿Es que jamás será real?”.
Mi hermosa Jade Negro…
–Ico, como tú dices: “Estamos abandonados”. Esta lobita un día te comerá para llevarte siempre dentro. No me niegues, hay una estela de muertes tras de mí.
–Jade… ¿Crees que lo irreal soy yo?
–¡Ay qué joda, Ico! Con lo cachonda que estoy siempre y tú tan metafísico.
– ¡Cabrona!

Foto de Iconoclasta.

Escribía con la cálida luz de un claro del bosque, en una zona de descanso a unos pocos metros de la orilla del río y presentí a las almas, que sin ser necesario, ocupaban silenciosas e invisibles los bancos para admirar la luz y sus sombras.
Ocurre cuando no hay estruendo de voces humanas y pisadas, cuando los mirlos saltan por el suelo piando graciosamente y un cuerpo sentado en otro banco, frente a una mesa de cemento, rasguea con su pluma en el papel aparentemente ajeno a ellas.
Tal vez yo también sea una de ellas.
No sé…
Anhelan la luz, les hace recordar que un día habitaron la carne.
Echan en falta las cosas táctiles y visibles.
¿Y si las pobres sienten pena de que nadie sepa de su existencia?
Silentes miran al centro del claro, a la luz que hace visible lo tangible y evocan lo que un día fueron.
Pobres almas tristes…
Puede que sean novatas. ¿Y si hace poco que sus carnes murieron y aún no saben qué hacer?
Un pensamiento que no era mío entró en mi cerebro desde los bancos donde las almas admiran la luz tristemente.
– ¿Si vives por qué estás aquí ahora, más solo que nosotras?
–Porque debo presentir que pronto estaré aquí como vosotras, un gas transparente y mudo.
–Nosotras no lo hicimos nunca. Incluso como almas y sin vernos las unas a las otras, nos reunimos aquí cuando los rayos de sol alargan las sombras. Tú no eres de aquí aún; pero no pasa nada. Si te pesara la soledad no estarías, es tu voluntad. Es bueno.
Te gustará morir, es una paz instantánea. No necesitarás ver y tocar para vivir, para sentir. Saber que ya nada malo puede pasar… Y reconocer que estás serena y deliciosamente solo.
–Como ahora con vosotras.
–Adulador.
El alma ríe y sus compañeras, pareciera que agitan la fronda creando un murmullo de brisa que me lleva a entornar los ojos gozando de una inusitada armonía.
Sin embargo, no puedo dejar de percibir cierta tristeza en ellas.
Y piedad.
Esa necesidad de luz… Cómo si algo fallara en ese mundo invisible.
– ¿Estás bien?
–No lo sé, no lo sabemos. No hay cielo ni infierno. Es una apabullante libertad, como ocurre en la infancia cuando madre y padre no están cerca mirándote. Cuando te haces vapor añoras ciertas sensaciones. Somos un grupo de almas jóvenes, las veteranas no vienen aquí ni a sitios donde una vez vivieron. Se han adaptado a prescindir de todo lo orgánico que conocieron y viajan por el universo acumulando conocimientos. Hablando con seres más lejanos en el pasado y futuro, como yo hablo contigo. A nosotras nos da miedo esa inmensidad, hace tan sólo unas luces que tuvimos que dejar el cuerpo que ya no se movía. Creemos que estamos pasando por una infancia y adolescencia espirituales hasta adquirir la plena conciencia de nuestro ser.
– ¿Olvidaréis que un día vivisteis lo tangible?
–No. Cuando nos atrevamos a sentir el universo conoceremos tantas vidas, cosas y seres que nuestra vida orgánica quedará sepultada como un recuerdo lejano, una experiencia útil. ¿Sabes que las almas veteranas son felices y se ríen amablemente de nuestro temor?
–Son buena gente. Y a vosotras ya no os preocupa el tiempo y podéis hacer lo que queráis. Me gusta sentiros aquí, me da paz.
–Te voy a decir un secreto: ¿Sabías que no existe dios?
–Sí.
– ¡Qué chasco! No has muerto y ya eres un alma veterana.
Y la fronda del bosque se volvió a agitar por otra brisa invisible formando una sonrisa coral. Dejé de escribir mirando con ternura e ilusión los bancos de las silentes y transparentes almas novatas.
No les dije que ellas tampoco existen, que son producto de mi locura. Odio la crueldad innecesaria que nace del afán de demostrar ser poseedor de la verdad. Las mentiras siempre son más hermosas y necesarias que las verdades que destruyen la imaginación y sus almas. No hay necesidad de destruir las bellas cosas que imaginamos. Son cuadros de una galería que no pueden hacer daño a nadie, y cuando dejas de mirarlos vuelves a la dimensión triste y gris para hacer lo que puedes, mientras llega el momento de surcar el universo como una frecuencia invisible viajando a la velocidad de la desintegración.
Yo quiero volver mañana a mi soledad y que estén allí, haciendo susurrar la fronda del bosque con una hermosa inocencia y unas sonrisas sinceras en mi pensamiento.
Soy una de ellas, lo sé. Y no tardaré en viajar lejos hasta hacer de mis palabras un difuso recuerdo entre los fuegos incineradores de un sol.
Debo conseguir unas inmateriales gafas de protección pronto.
Mis amigas, mis bellas e ingenuas almas, serenas, sin prisas, cordiales. Que hablan en susurros dentro de mi cabeza, cuidadosamente…
Hasta mañana.

Foto de Iconoclasta.

No hay una muerte adecuada, la humanidad vive un tiempo tan largo que agota los recursos del planeta e impide que los cargos y funcionarios ganen el dinero que codician en su totalidad. Hay más generaciones que nunca compartiendo el mismo presente por la excesiva longevidad.
Es desolador, pronto se decretará la antropofagia y las muertes obligatorias a una edad establecida por el estado/dios: sesenta años para evitar gastos en pensiones. Se formará un gobierno tiránico mundial que provocará una guerra civil de extinción.
Cada día es mayor el número de condenados a muerte a la edad designada que deciden cómo y dónde morir. Y ante todo cuándo. Los rebeldes eligen morir asesinando a otros, lo que lleva a una gran mortandad de policías y funcionarios del estado/dios. La lógica: si están condenados a muerte, no les pueden sentenciar una condena mayor por sus crímenes.
Hay un lema que se ha hecho popular y el estado/dios castiga su difusión oral o escrita con muerte: Si has de morir que no sea pacíficamente, con la cabeza gacha.
Numerosas familias cuyos miembros están condenados a muerte por edad designada, se han aliado para proteger a sus sexagenarios haciéndose fuertes en edificios y barrios. Funcionarios y cargos del estado/dios se lamentan por el dinero que dejan de ganar para afrontar las insurrecciones con más gasto en munición y contratación de más policías y militares.
Los pronósticos se han cumplido: la población consume por decreto procesados cárnicos humanos cuyo precio es una décima parte de la carne animal no humana que consume exclusiva y privilegiadamente el aristofuncionariado, una nueva clase privilegiada que ocupa la mayor parte de los cargos importantes de las instituciones del estado/dios, una logia masónica cuyos miembros se identifican con la insignia de la Agenda 2030.
Ejército y policía no muerden la mano que les da de comer con el mínimo esfuerzo, la de sus amos aristofuncionarios; sus ofensivas contra la población se llevan a cabo con munición de guerra. No hay heridos y los cadáveres sirven para alimentar a los contribuyentes y “votantes” que aún respiran.
A 2032 se considera la Agenda 2030 totalmente implementada y ampliamente aceptada por la globalidad asalariada, salvo pequeños focos de disidencia. Los aristofuncionarios crean un gran evento mundial para celebrarlo.

2033. Una huelga salvaje de asalariados a nivel mundial detiene toda actividad, incluida la del suministro alimentario de procesados humanos y se paraliza la producción de las centrales eléctricas, plantas potabilizadoras de agua y refinerías de petróleo.
El ejército de la Confederación Europea de la Agenda 2030, ha asesinado en el primer mes de huelga a ciento veinte millones de asalariados con armamento nuclear y munición convencional. No queda mano de obra para poner en funcionamiento las fábricas y suministradoras de servicios públicos. En el resto del planeta, en cada país, se replican las huelgas y la exterminación de asalariados por el aristofuncionariado.
La guerra civil planetaria de extinción ha sido la más breve de la historia de la extinta humanidad.

    En el aire había una distorsión, parecía un torbellino de agua flotante.
    Siempre la busco y ubico en todos los lugares y tiempo de mi cotidianidad y de esa deformación del aire, aunque fuera una espejismo de mis ojos gastados, me permití la ilusión de que podía ser un portal para llegar a ella en un instante.
    Y entré en el torbellino como un adulto que no cree en lo extraordinario, pero nada ni nadie le impide soñar. Una solitaria y secreta travesura más de amor, no podía hacer daño… Era sólo un espejismo, una avería de mis ojos.
    Me hice pequeñito como los niños de algunos cuentos de la infancia.
    Me sentía turbado, alterado por un temor extraño que corría bajo la piel, como cuando la tierra se mueve por un terremoto y te das cuenta con un escalofrío de la enorme magnitud de la fuerza del planeta. No volví atrás, si en el mundo grande no te encontraba, la buscaría en un mundo en miniatura.
    A veces hay intuiciones…
    Comencé a caminar esperanzado en un bosque en el que las cosas mínimas formaban otro bosque, tal vez mágico como ella, mi hada amada.
    Avanzaba penosamente entre una selva de altas hierbas y flores grandes como árboles.
    El mundo era, al mirar al cielo, terroríficamente grande. Los árboles colosales parecían no tener fin y perderse sus copas más allá de lo azul.
    Y no sé el tiempo si también se encogió, porque agotado me senté a descansar bajo el sombrero de una seta y en un instante de lucidez fui consciente de estar loco de amor. Y tuve miedo, temí lo peor: ¿Quién va a amar a un loco?
    Deseé que estuviera loca también para no ser ajeno a ella.
    No soy un ingenuo; pero cuando eres miniatura piensas como tal, sencilla y pequeñamente sin alejarte demasiado de lo que eres, sin sobrevalorarte, esperando lo peor.
    Respiré hondo, me serené y tuve la certeza de que fuera adonde fuera, al mundo más grande, al profundo, al etéreo, al líquido, al de piedra… No la encontraría porque está en todo tiempo y lugar. Es sencillamente inabarcable, sólo puedo sentir una fracción de ella. De la misma forma que le preguntas a alguien en qué piensa y se bloquea porque no hay suficiente vida para traducir a palabras el pensamiento.
    Bajo el sombrero del hongo lloré secamente esta verdad revelada. Purgué mi incapacidad hasta que una oruga voraz erizada de gruesas espinas me comió en dos segundos el meñique, anular y corazón de la mano izquierda que acariciaba la tierra cálida y húmeda. Con la derecha fumaba un micro cigarrillo.
    Y escapé lejos de la monstruosa oruga sintiendo una inmediata añoranza de mis dedos más que dolor.
    Ahora entiendo porque los cuentos infantiles no tienen final feliz o les pasan cosas malas a los pequeños. El problema es que cuando te encoges, el mundo se hace colosal e insensiblemente cruel. Sólo eres un microbio…
    Y tal vez el amor se torne también monstruosamente voraz.
    Me come ahora que soy pequeño.
    Sentía angustia, ¿cómo iba a ser mi vida sin mis dedos, cómo explicar la mutilación? ¿cómo un día acariciarla con la mano mutilada, fea, horrorosa? Y aun así, en otro alarde de locura pensé que era un precio razonable por buscar a mi amor en otra dimensión como he soñado tantas veces.
    Comenzó a oscurecer a pesar de que a miles de kilómetros arriba se podía ver entre las lejanas ramas el azul del cielo. El miedo se apoderó de mí, no quería que la oruga me comiera también la cabeza.
    La oscuridad se llenó de ruidos, de amenazantes chirridos, algunos tan cercanos que me llevaron a correr a oscuras y caer y caer y caer…
    Y la aguja de un pino se clavó en mi muslo como una lanza. Conseguí extraerla, pero manaba tanta sangre… En la última luz que quedaba vi una hebra de telaraña vieja y rota prendida en las púas bajas de una zarzamora y me hice un torniquete.
    Se me cerraron los ojos de agotamiento, miedo y dolor. Cuando encontré fuerza para abrirlos, un disco de plata iluminaba suave y gélidamente el bosque. La luna llena era demasiado lejana y pequeña a mis ojos, me costó identificarla.
    No tenía frío, la tierra me transmitía su calor vital.
    No podía dar un paso más, notaba un corazón palpitando en mis heridas y me negaba a examinar la mano mutilada.
    Y otra aberración óptica apareció como un pequeño sol ante mí. Un burbuja dorada que se estiraba y contraía, como el cebo de un anzuelo para atraer a los peces. Avancé lentamente hasta ella y cuando miré dentro, me succionó.
    Imaginé que era una alucinación, una metáfora de mi muerte por desangramiento.
    Y ahora soy donde nada duele, donde no hay sonido, ni orugas. No siento ni siquiera necesidad de amar porque soy una partícula, un pensamiento inmaterial que no precisa respirar. Una conciencia eterna, un quark indivisible donde el amor ya no es deseo, sino serenidad. Y sin cuerpo, el amor es una obra de arte de mi conciencia, un orgullo de sentir.
    Fue importante amar, la ilusión no fue una pérdida de tiempo al final.
    Soy una partícula subatómica indivisible sometida a las fuerzas y corrientes de la materia oscura de un cosmos tan grandioso y tan inabarcable como tú, mi lejano amor.
    Soy una mínima y completa estructura de pensamiento puro que cobija infinitas ideas.
    Así son los dioses que pueblan el universo: partículas indivisibles que guardan la memoria vivida y contemplan y se llenan de experiencias. Ahora sé que todo mi pensamiento, no ocupa espacio ni tiempo. Soy un pensamiento libre de materia y estoy en todo lugar y tiempo expandiéndome a mi interior.
    Hace unos segundos la oruga casi me devora y me he emocionado con la formación de una estrella que se ha convertido en una agujero negro a lo largo de millones de años en la escala temporal de la carne sufriente.
    Sin cuerpo, en la dimensión cuántica el tiempo pasa tan veloz que puedo ver estrellas formarse e implosionar en un instante y tan lento como para reírme de la angustia que sentí en aquel bosque en miniatura hace unos segundos.
    Todo ocurre al mismo tiempo, en un caos fascinante.
    Soy un fenómeno cuántico producto del amor y la imaginación, de alguna forma me convertí en lo que buscaba. Y dentro de un millón de años o de una trillonésima parte de un segundo, no habrá variado nada, de lo que siento, lo que amo, temo y admiro. De lo que experimenté y descubrí. Soy un proceso libre.
    Lo que importa es que ya no hay búsqueda y no es necesaria la esperanza. Soy un todo consciente liberado de toda carga, incluso atómica.
    Y mi amor será eterno e indivisible como mi naturaleza cuántica.
    Bye, amor, todo irá bien, te lo juro.

    Foto de Iconoclasta.

    Sufro un problema dimensional.
    Mi vida resultó fallida, me di cuenta en el momento en el que me materialicé en esta dimensión de estructuras moleculares imbéciles, chocan unas moléculas con otras, se hacen sangre y sonríen entrecortadamente con los dientes ensangrentados.
    Hay un sinfín de dimensiones decentes y tuve la mala suerte de que me tocara nacer en ésta, en el que todo está mal hecho, incluso una gran multitud de seres humanos que la habitan están mal construidos y les salen bultos de todo tipo o se mueren porque algo se les pudre dentro; cuando era niño pensé que mis huevos eran tumores, me llevé un gran susto hasta que el pediatra díjole a mi madre que sólo eran unos cojones enormes y que sería un buen semental si dios quiere.
    Esto es una gran mierda.
    Por lo que he aprendido y experimentado a lo largo de los años de encarcelamiento en este lugar idiota, lo estropea todo el hecho de que cuatro subnormales inventaran unos dioses a su imagen y semejanza cerduna y unos cuantos mandamientos que luego los convirtieron en “leyes”; y para mayor inri, pregonaron que eran ellos la creación de dios, ergo son divinos.
    Y aquellos pobladores idiotas que apenas eran capaces de caminar erguidos sin arrastrar las manos por el suelo, repitieron la palabra fetiche que comparten todos los ritos y mitos religiosos en todos los idiomas, tiempos y lugares del planeta: amén.
    Los primeros hechiceros que luego evolucionaron a religiosos o sacerdotes, luego a emperadores, reyes y por fin a políticos que pomposamente en la actualidad gustan de alardear de “jefes de estado”, cuando sus monos aprendieron a decir amén con soltura, naturalidad e irritante iteración, se dijeron que como el pueblo ya estaba amaestrado a todo lo que el hechicero predicaba: “¿Por qué no inventamos unos pecados o delitos y las leyes para condenarlos y castigar a estos gilis? Cometerán sus pecados, los condenaremos y nos quedaremos con lo que tienen, incluidas sus crías, sean hembras o machos”.
    Así es la dimensión imbécil que me ha tocado. No puedes moverte por el planeta sin dar con un subnormal (feligrés votante o contribuyente) que diga “amén”, “reciclo” o “me quedo en casa”.
    Es como una grotesca pesadilla de la que no se puede despertar.
    No hay forma de escapar de esta dimensión de la deficiencia mental molecular.
    Cuando se nace en una mierda, en una mierda te mueres.
    Sería imposible que un idiota de esta dimensión sobreviviera en una dimensión decente, lo usarían de combustible.
    Tras miles y miles de años, no se han enterado aún del cuento: las divinidades son alegorías infantilizadas de los hechiceros, sacerdotes, reyes, ministros, jueces y tiranos; del estado en definitiva.
    En el instante en el que me materialicé, noté como la vida se me pudría en este cuerpo cárnico.
    Es toda una experiencia que le deseo a mis hijoputas enemigos.
    Hay un paralelismo tan obvio entre el estado y los dioses de las “sagradas escrituras” (de toda secta religiosa), que requiere de una gran voluntad ser tan sumamente imbécil para no ver esta escandalosa y llamativa semejanza. Es obvio que estado y dios son igual de puercos.
    Y en esta dimensión no se enteran aunque los muelas a palos, de que las “sagradas escrituras” son burdas fábulas infantiles del estado escritas con un gusto y arte del nabo.
    En esta dimensión son ciegos, sordos a la frecuencia de la razón y deficientes mentales para llegar a una conclusión, a la más sencilla.
    Cuando te has habituado a esta imbecilidad que te oprime el resorte del odio y la violencia, observas ya sin asombro que en esta dimensión pútrida la imbecilidad es la gran virtud humana. Y cuanto más idiotas y mezquinos son los votantes o contribuyentes, más oportunidades tienen de medrar en su sociedad.
    O sea, viven en una eterna olimpiada de la estupidez; no existe ninguna otra actividad con tantos récords como esta competición idiota de la dimensión imbécil.
    Estoy abandonado…
    Y si el estado les envuelve un excremento con papel infantil de colorines y un lacito; y además da un sermón sobre sus propiedades terapéuticas y jocosas, se comerán el trozo de mierda con glotonería y se chuparán los dedos. Y dirán amén con una sonrisa pletórica de mierda entre los intersticios dentales.

    Pienso en las malas cosas que nos rodean y que los ajenos, los otros no ven: la cautividad, el control penitenciario, el robo de nuestro trabajo y esfuerzo, la intervención del pensamiento, de la biología y la creatividad, la negación del individuo y la exaltación del adocenamiento.
    Es el lote que el estado/dios incluye en el nacimiento cautivo de cada uno los bebés contribuyentes.
    Es escalofriante escribirlo con esta serenidad, es decepcionante meditar sobre la sociedad del estado/dios y concluir que somos orondos insectos que ninguna otra especie caza y devora. No nos quieren ni como alimento, ni para ensuciarse los colmillos o las garras.
    Los nacidos en cautividad, los ciudadanos o contribuyentes nada tienen que ver con las leyes de la naturaleza. La especie humana social contemporánea a este escrito es una especie invasora surgida de una aciaga mutación. En algún momento los primeros primates usaron utensilios artesanales fabricados con piedras y metales contaminados con elementos radiactivos y se llevaron a la boca aquellos instrumentos toscos envenenados, cortaron alimentos con ellos o bebieron agua. Y así se pudrió su ADN primordial.
    Y al igual que Gregorio Samsa, la especie humana un día despertó como insecto en una mezquina mañana de credos, mandamientos, leyes, fe en el estado/dios y servilismo paranoico.
    Por ello, el resto de las especies animales nos rechazan como alimento, detectan que somos carne emponzoñada.
    No hay otra explicación para esto a lo que se ha llegado y que los idiotas (líneas genéticas degradadas respecto a los humanos originales) llaman globalidad.
    En el fondo reconocen, como un instinto primigenio residual, que no somos merecedores de llamarnos humanidad. La población de homínidos parlantes en el planeta es una globalidad cuyos especímenes sin identidad se confunden unos con otros, nada tienen de humanidad.
    Sólo nacen con el don de la obediencia y fe en el estado/dios, inconscientes de que han nacido para sacrificarse por esas reinas gordas como cerdos que expelen como excrementos sus leyes, mandamientos, decretos, dogmas y condenas.
    Sólo cuando les queda unos días de vida se les permite descansar para evitar el gasto y molestia de retirar los cadáveres en sus puestos de trabajo y centros de explotación.
    El estado/dios espera con avidez que las próximas generaciones desnaturalizadas, nazcan con antenas para controlarlas con el pensamiento y no con el teléfono móvil que se les implanta apenas pasan la infancia.
    Pienso en todas las cosas malas que podría ocurrirle a la globalidad y desespero porque no le ocurre ninguna.
    Por muchas catástrofes, guerras y epidemias que sufra la globalidad, apenas se resentirá porque es lo mismo que se dice de las cucarachas: será una especie superviviente que se alimentará de la descomposición de sus cadáveres si es necesario.
    Nacen en cautividad, son explotados y sacrificados por el estado/dios y son incapaces de tener un instante de lucidez para reconocerse en el reflejo del espejo la monstruosa mutación que son.
    Es lógico que exista cierto recelo en la colonia globalidad respecto a una hipotética visita de extraterrestres, porque cualquier especie inteligente del universo identificaría como plaga a esta mutación de la humanidad que es la globalidad de los sin rostro, sin pensamiento, sin libertad. En el momento que nazca un bebé con antenas de queratina, ya sería inconfundible la degradación de la especie y ningún ser de otro planeta dudará en limpiar el planeta de la plaga global; aquí radica mi único asomo de esperanza para que el planeta y sus especies se vean libres de una plaga de idiotas.

    Si hubiera un par de tigres libres en una ciudad española elegida al azar se morirían de hambre los pobres.
    La masa humana se auto confinaría en su madrigueras (como hizo cuando lacovidiecinueve) esperando a que los tigres se murieran de viejos.
    Orgullosamente felices encarcelados en sus cuevas, sin prisa alguna y “teletrabajando”. Exactamente como en el glorioso y añorado estado del coronavirus.
    Y es que las españolas, españolos y españoles son muchísimo más maleables que los tigres. Les encanta los latigazos y humillaciones de su dictador homosexual.
    Y aplaudirlo.
    Muchísimo.
    Pobres animales (los tigres digo), ojalá nunca les ocurra algo así.